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El tratado de Al Hudaibiah es el tratado que tuvo lugar el mes de Dhul Qa’dah, del sexto año de la Hégira, entre los musulmanes y la tribu de Quraish, el cual establecía una paz de 10 años.





 





Un grupo de aproximadamente 1.400 musulmanes, encabezado por el Profeta Muhammad, sallallahu ‘alaihi wa sallam, marcharon hacia la Meca en un intento de realizar Al ‘Umrah (la peregrinación menor). El grupo estaba preparado con animales de sacrificios, pues esperaban que Quraish honrara la costumbre de permitir a peregrinos desarmados entrar a la ciudad. Sin embargo, la gente de la Meca interceptó al grupo de peregrinos musulmanes en las afueras de la ciudad y les impidieron cumplir con su adoración. Los detalles de este hecho los encontramos en el relato en el que Al Miswar Ibn Majramah, que Al-lah Esté complacido con él, dijo: “El Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, salió en la época del tratado de Al Hudaibiah. Después de haber recorrido cierta distancia, el Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, dijo: “Jalid Ibn Al Walid está al frente de la caballería que forma la vanguardia (de Quraish); nos está esperando en Al Gamim, así que tomad el camino de la derecha”. ¡Por Al-lah! Jalid no percibió la llegada del ejército musulmán hasta que le llegó el polvo que levantaba; entonces partió para avisar a Quraish. El Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, marchó hasta que llegó al paso de montaña por el cual llegaba a Quraish. Allí, la camella del Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, se sentó en el suelo. La gente hizo lo que pudo para que la camella siguiera la marcha, pero fue en vano; así que dijeron: “Al Qaswa’ está terca; Al Qaswua’ está terca”. El Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, dijo: “Al Qaswa’no está terca, pues esa no es su costumbre; la ha detenido El que Detuvo al elefante”. Luego dijo: “¡Por Aquél que tiene mi alma en Su mano! Todo lo que me pidan les concederé, siempre que respeten las leyes de Al-lah”; azuzó a la camella y esta se levantó. El Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, cambió su camino y se detuvo en la parte más lejana de Al Hudaibiah, cerca de un pozo que contenía un poco de agua. La gente empezó a hacer uso del agua hasta que la consumieron toda y se quejaron ante el Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, por la sed. Entonces el Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, sacó una flecha de su carcaj y les ordenó que la pongan en el pozo. El agua empezó a fluir y el ejército todo bebió hasta quedar satisfechos.





 





En eso llegó Budail Ibn Warqa’ Al Juza’i con un grupo de su gente de Juza’a. Estos eran sinceros consejeros del Mensajero de Al-lah, sallallahu ‘alaihi wa sallam, no le escondían secreto alguno y eran de la gente de Tihamah. Budail dijo: “Dejé a Ka’b Ibn Lu’ai y a ‘Amir Ibn Nusuh acampados en las aguas de Al Hudaibiah; están con sus camellos (o familias) y te combatirán para impedirte que visites la Ka’bah”. El Mensajero de Al-lah, sallallahu ‘alaihi wa sallam, dijo: “No hemos venido a combatir a nadie; hemos venido para hacer la ‘Umrah (Peregrinación menor). Ciertamente que la guerra ha debilitado a Quraish y han sufrido grandes pérdidas; si ellos desean puedo firmar con ellos una tregua temporal para que no se interpongan entre mí y la gente (de las demás tribus árabes). Si yo salgo victorioso frente a esos incrédulos, ellos tendrán la opción de islamizarse con las demás tribus; y si no: pues tendrán, por lo menos, tiempo de reforzarse para luchar. Pero, si rechazan la tregua, pues, ¡por Quien tiene mi alma en Su mano! Los combatiré por mi causa hasta morir, pero Al-lah seguramente hará cumplir Su voluntad (y nos dará la victoria)”. Budail dijo: “Les informaré lo que dices”. Y partió hasta llegar ante Quraish; les dijo: “Venimos ante vosotros de este hombre (Muhammad), y le oímos decir cosas que si queréis os relataremos”. Dijeron los insensatos de Quraysh: “No tenemos necesidad de que nos informes lo que ha dicho”, y los más sensatos le dijeron: “Dinos lo que oíste”; y él les respondió: “Le oí decir tal y tal cosa”, y les relató lo que le dijo el Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam.”





Entonces, ‘Urwah Ibn Mas’ud se levantó y dijo: “¡Oh gente! ¿No sois los hijos? ¿No soy el padre?” Dijeron: “Claro que sí”. Dijo: “¿Desconfiáis de mí?” Dijeron: “No”. Dijo: “¿Sabéis que yo solicité a la gente de ‘Ukadh que os socorran, y cuando ellos se negaron vine a vosotros con mi familia, mis hijos y los que me obedecen?” Dijeron: “Claro que sí”. Dijo: “Pues este hombre os ha presentado una propuesta razonable; aceptadla y dejad que vaya a él”. Dijeron: “Ve ante él”. ‘Urwah fue ante Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, y se entrevistó con él. El Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, le dijo lo mismo que dijo a Budail. Entonces, ‘Urwah dijo: “¡Muhammad! ¿No tienes escrúpulos para cortar así los lazos de parentesco? ¿Has oído, acaso, de algún árabe que haya roto relaciones con su familia antes que tú lo hagas? Y si te azota la derrota, ¡Por Al-lah! No veo gente digna (contigo), sino que veo gente de varias tribus que huirían y te dejarían solo”. Abu Baker le dijo: “¡Chupa los genitales de Al Lât! ¿Nosotros huiremos y lo dejaremos?” ‘Urwah preguntó: “¿Quién es este hombre?” Le dijeron: “Es Abu Baker”; entonces dijo a Abu Baker: “Si no fuera que tú me hiciste un favor y yo no te lo he devuelto, te respondería”. Y ‘Urwah siguió hablando al Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, y le tomaba de la barba mientras le hablaba. Al Mugirah Bin Shu’bah estaba de pie detrás del Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, con una espada en su mano y vistiendo un casco; cada vez que ‘Urwah quería tomar la barba del Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, con su mano, Al Mugirah le golpeaba la mano con el mango de la espada y le decía: “Quita tu mano de la barba del Mensajero de Al-lah, sallallahu ‘alaihi wa sallam”. ‘Urwah levantó la cabeza y dijo: “¿Quién es este?” Le dijeron: “Al Mugirah Ibn Shu’bah”. Dijo: “¡Oye traicionero! ¿Acaso no estoy procurando evitar el mal de tu traición?” Y es que Al Mugirah había acompañado a unas personas antes de islamizarse, los mató a todos y luego se islamizó. El Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, le dijo: “Acepto tu islamización; pero los bienes que tomaste no quiero tener nada que ver con ellos”. Luego ‘Urwa empezó a observar con atención a los Sahabah del Mensajero de Al-lah, sallallahu ‘alaihi wa sallam. ¡Por Al-lah! Siempre que el Mensajero de Al-lah, sallallahu ‘alaihi wa sallam, escupía, estaba la mano de uno de ellos para recibir el esputo y luego frotarse con él su cara y su piel. Si les ordenaba algo se apresuraban a cumplir sus órdenes. Cuando se hacía la ablución, casi peleaban por recoger el resto del agua que usaba. Cuando hablaba, ellos bajaban la voz y no osaban levantar su mirada hacia él por respeto. Cuando ‘Urwah volvió a su gente, les dijo: “¡Oh gente! ¡Por Al-lah! Yo formé parte de delegaciones al César, a Cosroes y al Negus. ¡Y por Al-lah! No he visto rey alguno tan respetado y amado como la gente de Muhammad respeta y ama a Muhammad. ¡Por Al-lah! Si escupe está la mano de uno de sus Sahabah para recoger el esputo y frotárselo por el rostro y la piel. Si les ordena algo se apresuran a cumplirlo y si hace la ablución ellos casi se pelean por recoger los restos del agua que usa. Cuando habla ellos bajan la voz cerca de él y no lo miran directamente por respeto. Él os ha presentado una oferta razonable, así que aceptadla”.





Un hombre de la tribu de Banu Kinanah, dijo: “Dejad que yo vaya a él”. Le dijeron: “Puedes ir”. Cuando estuvo ante el Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, y sus Sahabah, el Mensajero de Al-lah, sallallahu ‘alaihi wa sallam, dijo: “Este es fulano y es de una gente que venera los animales del sacrificio, así que traed los animales que son ofrenda de sacrificio ante él”. Al llegar vio los animales y la gente lo recibió entonando la Talbia (palabras que se dicen luego de hacer la intención para la peregrinación mayor o menor). Cuando vio eso, dijo: “¡Glorificado sea Al-lah! No es correcto que a esta gente se le impida visitar la Casa Sagrada”. Cuando volvió a su gente, les dijo: “Vi los animales engalanados (con cintas de colores) y consagrados (con marcas en sus lomos). Así es que no creo que sea correcto prohibirles visitar la Casa Sagrada”. Entonces se levantó un hombre llamado Mikraz Ibn Hafs y dijo: “Dejadme ir ante él”. Le dijeron: “Puedes ir”. Cuando lo vieron llegar, el Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, dijo: “Ese es Mikraz, es un hombre viciado”. Cuando Mikraz empezó a conversar con el Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, llegó Suhail Ibn ‘Amru, y el Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, dijo: “Ahora se ha puesto fácil el asunto”. Suhail dijo: “Ven y concretemos un acuerdo escrito”.





 





El Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, llamó a su escriba y le dijo: “Escribe: En el nombre de Al-lah, el Clemente, el Misericordioso”. Suhail dijo: “Eso de ‘...el Clemente...’ no sé qué significa; así que escribe: ‘En Tu nombre, ¡oh, Allah!’ como hacías antes”. Los musulmanes dijeron: “No. ¡Por Al-lah! Solo escribiremos: ‘En el nombre de Al-lah, el Clemente, el Misericordioso’’. El Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, dijo: “Escribid: ‘En Tu nombre, ¡Oh Allah!’”. Luego dijo: (escribe) “Esto dictamina Muhammad, Mensajero de Al-lah”. Suhail dijo: “¡Por Al-lah! Si supiéramos que tú eres el Mensajero de Al-lah no te prohibiríamos la entrada a la Casa Sagrada ni te combatiríamos; pero escribe: ‘Muhammad, hijo de ‘Abdul-lah’’. El Mensajero de Al-lah, sallallahu ‘alaihi wa sallam, dijo: “‘¡Por Al-lah! Soy Mensajero de Al-lah aunque me desmintáis; escribe: Muhammad, hijo de ‘Abdul-lah”; luego dijo: “La condición es que nos permitáis entrar en la Casa Sagrada”. Suhal dijo: ‘‘¡Por Al-lah! Los árabes no podrán decir que nos obligaron; sin embargo, te dejaremos hacer eso el año próximo”, y así se escribió. Después dijo Suhail: “Y con la condición de que, si te llega alguien de los nuestros, deberás devolverlo a nosotros, aunque sea musulmán”. Los musulmanes dijeron: “¡Alabado sea Al-lah! ¿Cómo lo devolveremos a los politeístas si llega como musulmán?” En ese momento entró Abu Yandal Ibn Suhail Ibn ‘Amru tambaleándose con sus ataduras y cayó entre los musulmanes después de salir de la parte baja de La Meca. Suhail dijo: “Este Muhammad es el primero que me devolverás por esta condición”. El Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, dijo: “Aún no hemos terminado de escribir el acuerdo”. Suhail dijo: “Entonces no hago ningún acuerdo contigo nunca”. El Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, dijo: “Déjamelo pues”. Dijo: “No te lo dejo”. El Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, dijo: “Claro que sí, hazlo”. Suhayl dijo: “¡No lo haré!”. Mikraz dijo: “Pues sí te lo dejamos” (pero Suhail se mantuvo firme). Abu Yandal dijo: “¡Musulmanes! ¿Seré devuelto a los politeístas a pesar de haber venido como musulmán? ¿No veis lo que sufrí?” Pues él había sufrido una dura tortura por la causa de Al-lah.





 





‘Umar Ibn Al Jat-tab dijo: “Entonces fui ante el Profeta de Al-lah, sallallahu ‘alaihi wa sallam, y le dije: ‘¿Acaso no eres verdaderamente el Profeta de Al-lah?’ Él dijo: ‘Claro que sí’. Le dije: ‘¿Acaso no tenemos la razón y nuestro enemigo está en el error?’ Él dijo: ‘Claro que sí’. Dije: ‘Entonces, ¿por qué debemos ser humillados en nuestra religión?’ El dijo: ‘Yo soy el Mensajero de Al-lah y no Le desobedeceré; Él me Dará la victoria’. Dije: ‘¿Acaso no nos decías que iríamos a la Casa Sagrada y que la circunvalaríamos?’ Dijo: ‘Claro que sí. ¿Pero te dije que iríamos a ella este año?’ Dije: ‘No’. Dijo: ‘Pues en verdad que irás a la Casa Sagrada y la circunvalarás’. Y fui ante Abu Baker y le dije: ‘¿Acaso no es él verdaderamente el Profeta de Al-lah?’ Dijo: ‘Claro que sí’. Dije: ‘¿Acaso no tenemos la razón y nuestro enemigo está en el error?’ Dijo: ‘Claro que sí’. Dije: ‘Entonces, ¿por qué debemos ser humillados en nuestra religión?’ Dijo: ‘¡Oye hombre! Él es el Mensajero de Al-lah, sallallahu ‘alaihi wa sallam, y no va a desobedecer a su Señor y Él le dará la victoria; así que aférrate a él, pues él, ¡por Al-lah!, está en lo cierto”. Dije: ‘¿Acaso no nos decía que iríamos a la Casa Sagrada y que la circunvalaríamos?’ Dijo: “Claro que sí. ¿Pero te dijo acaso que irías allí en este año?’ Dije: ‘No’. Dijo: ‘Pues con seguridad que tú irás allí y la circunvalarás’. Hice muchas buenas obras para expiar esas preguntas impropias que les hice”.





Cuando la escritura del tratado se concluyó, el Mensajero de Al-lah, sallallahu ‘alaihi wa sallam, dijo a sus Sahabah: “Levantaos, sacrificad las ofrendas y rapaos”. Y, ¡por Al-lah!, ningún hombre de ellos se levantó hasta que repitió sus palabras tres veces. En vista de que no le obedecían, él entró a ver a Umm Salama, que Al-lah Esté complacido con ella, y le mencionó lo que hacía la gente. Umm Salama, que Al-lah Esté complacido con ella, le dijo: “¡Profeta de Al-lah! ¿Quieres que tu orden sea obedecida? Sal sin decirles palabra alguna, sacrifica tu ofrenda y llama a alguien para que te afeite la cabeza”. El Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, salió sin decirles nada hasta hacer eso; sacrificó su ofrenda y llamó a alguien para que le afeitara la cabeza. Cuando los Sahabah vieron aquello, se levantaron y sacrificaron sus ofrendas y empezaron a afeitarse unos a otros, con tal prisa que casi se matan unos a otros.





 





Luego llegaron ante el Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, algunas mujeres creyentes y Al-lah Hizo descender: {¡Creyentes! Cuando vengan a vosotros mujeres creyentes que hayan emigrado, ¡examinadlas! Al-lah conoce bien su fe. Si comprobáis que de verdad son creyentes, no las devolváis a los infieles: ellas no son lícitas para ellos ni ellos son lícitos para ellas, ¡reembolsadles lo que hayan gastado! No tenéis nada que reprocharos si os casáis con ellas, con tal que les entreguéis su dote. Pero no retengáis a las incrédulas...} [Corán 60:10). Entonces, ‘Umar, que Al-lah Esté complacido con él, divorció a dos de sus esposas que eran politeístas. Una de ellas se casó con Mu’awiah Ibn Abu Sufian y la otra se casó con Safwan Ibn Umaiah. Cuando el Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, volvió a Medina, llegó ante él Abu Basir, un hombre de Quraish que era musulmán. Enviaron dos hombres a buscarlo, dijeron: “(Cumple) el compromiso que nos diste”. El Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, se los entregó y salieron llevándoselos hasta que llegaron a Dhul Hulaifah. Allí se detuvieron para comer unos dátiles que traían. Abu Basir dijo a uno de los hombres: “¡Por Al-lah! Yo veo que tu espada, fulano, es muy buena”. El hombre la sacó y dijo: “Claro que sí. ¡Por Al-lah que es buena! Y la he probado muchas veces”. Abu Basir le dijo: “Muéstramela para que la vea”. El hombre se la alcanzó y Abu Basir lo golpeó con ella hasta que quedó frío. El otro hombre huyó hasta que llegó a Medina y entró apresuradamente a la mezquita. El Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, dijo cuando lo vio: “Este ha visto algo espantoso”. Cuando el hombre llegó hasta el Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, le dijo: “¡Por Al-lah! ¡Mi compañero fue muerto y yo también casi muero!” En eso, llegó Abu Basir y dijo: “¡Profeta de Al-lah! Al-lah salvó tu palabra y responsabilidad. ¡Por Al-lah! Tú me entregaste a ellos y después Al-lah me salvó de ellos”. El Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, dijo: “¡Ay de su madre! ¡Qué excelente provocador de guerras sería si tuviera alguien que lo apoye!”.





 





Cuando Abu Basir oyó aquello y entendió que el Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, lo devolvería a Quraish; huyó hasta que llegó a la costa del mar. Tiempo después, Abu Yandal logró escapar de Quraish y se unió a Abu Basir. Y sucedió que todo hombre musulmán que huía de Quraish se unía a Abu Basir, hasta que formaron un contingente. ¡Por Al-lah! Cuando oían de una caravana de Quraish que iba hacia Sham, la atacaban, mataban a la gente y tomaban sus pertenencias. Quraish mandó decir al Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, apelando a Al-lah y la relación familiar, que mande llamar a Abu Basir y que todo aquél que llegue a Medina se quedará allí en seguridad. Así que el Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, mandó llamar a la gente de Abu Basir. Entonces Al-lah Hizo descender:{Él es Quien os Protegió de vuestros enemigos [los idólatras], y Dispuso que después de daros la victoria sobre ellos no les agredieras en el valle de la Meca. Y por cierto que Al-lah Está bien informado de lo que hacéis.Ellos son los incrédulos que no os dejaron llegar a la Mezquita Sagrada, impidiendo que los animales [que llevabais para sacrificarlos como ofrenda en la Meca] no llegasen a su destino. Y de no haber sido porque podríais haber cometido un grave pecado, si atacabas la Meca, matando o hiriendo sin daros cuenta a algunos hombres y mujeres creyentes que no conocíais y que habitaban en ella, Al-lah os lo habría Permitido. Ciertamente Al-lah alcanza con Su misericordia a quien Él quiere. Si os hubiera sido posible diferenciarles [a los incrédulos y a los creyentes] unos de otros, os habríamos hecho infligir un doloroso castigo a los incrédulos.Cuando los incrédulos cerraron sus corazones a la Verdad [impidiéndole a los creyentes ingresar a la Meca], como en la época de la ignorancia [previa al Islam], Al-lah Hizo descender el sosiego sobre Su Mensajero y sobre los creyentes, y les Infundió el completo sentido de la piedad, pues eran los más dignos de ella; y Al-lah es Omnisciente.}  [Corán 48:24-26] “Y su fanatismo era tal que se negaron a reconocer que Muhammad era Profeta de Al-lah, se negaron a escribir: “Al-lah, el Clemente, el Misericordioso” e impidieron a los musulmanes visitar la Casa Sagrada”. [Bujari]





El tratado de Al Hudaibiah es un suceso que demuestra definitivamente la veracidad del Profeta Muhammad, sallallahu ‘alaihi wa sallam, y que es el Mensajero de Al-lah. Esta afirmación está fundamentada en que las condiciones que fueron establecidas, las que beneficiaban aparentemente a los de Quraish y no a los musulmanes, en especial en una época en la que la comunidad islámica había crecido y vencido en varias batallas, lo que la colocaba en una posición de ventaja a la hora de hacer algún tipo de negociación. Sin embargo, notamos cómo el Profeta Muhammad, sallallahu ‘alaihi wa sallam, aceptó todas las condiciones expuestas por los negociadores de Quraish, incluso la de devolver a los musulmanes que sin permiso de su familia emigraban hacia Medina. Todo lo que nos relatan los testigos presenciales de este tratado nos evidencia que el Mensajero de Al-lah, sallallahu ‘alaihi wa sallam, no estaba actuando por voluntad propia, sino que estaba siguiendo exclusivamente los mandatos de Al-lah, porque un líder que negocie con sus opositores trataría siempre de sacar ventaja, no aceptaría incondicionalmente las peticiones de la contraparte.





 





Lecciones para reflexionar





 





Son muchas las lecciones que podemos destacar de este suceso, mencionemos algunas para reflexionar:





 





1.      En el Islam la victoria no se alcanza por el número de personas o poderío militar con que se cuente, la victoria es dada únicamente por Al-lah, sean cuales sean las condiciones en las que se encuentre la Ummah; claro, para que Al-lah nos Dé Su victoria debemos cumplir con sus mandatos, haciendo lo que nos Ordena y no incurriendo en lo que nos Prohíbe, y confiar totalmente en Él.





2.      La confianza que tenía el Profeta Muhammad, sallallahu ‘alaihi wa sallam, era total. Por ello, sabía con certeza que si Al-lah Quería que firmase ese tratado bajo esas condiciones aparentemente adversas, era porque algo mejor iba a resultar para los musulmanes, al fin y al cabo Al-lah es Quien lo Sabe todo y nosotros no. Este tratado trajo consigo muchas cosas importantes para los musulmanes, pues durante los años que duró tuvieron la oportunidad de consolidar el estado en Medina, crecer y relacionarse con más gente. Muchos podrían pensar que se trataba de una derrota, pero al final fue una victoria, y esto nos queda claro en la interpretación que los Sahabah, que Al-lah Esté complacido con él, le dieron a las aleyas que Al-lah Reveló cuando los musulmanes estaban de regreso a Medina. Dice Al-lah (lo que se interpreta en español): {Ciertamente te Concedimos [¡Oh, Muhammad!] una victoria evidente [el pacto de Hudaibiah, con los idólatras en el año seis de la Hégira]. Al-lah te Perdonará [¡Oh, Muhammad!] las faltas que cometiste y las que pudieses cometer, Completará Su gracia sobre ti, te Afianzará en el sendero recto y te Socorrerá grandiosamente. Él es Quien hizo descender el sosiego en los corazones de los creyentes para aumentarles la fe. A Al-lah Pertenecen los ejércitos de los cielos y de la Tierra; y Al-lah es Omnisciente, Sabio.}[Corán, 48: 1-4]. Hay gente que piensa que la victoria que se menciona en la primera aleya es la recuperación de la Meca; pero, como lo mencionamos antes, se trata de todo lo que se dio tras firmarse el Tratado de Hudaibiah.





En la aleya en la que Al-lah Dice (lo que se interpreta en español): {Él es Quien Hizo descender el sosiego en los corazones de los creyentes para aumentarles la fe.} [Corán, 48:3], tenemos una muestra clara y evidente de la inmensurable e infinita gracia y misericordia de Al-lah para con los creyentes. Luego del difícil proceso por el que pasaron y la frustración que muchos sintieron, Al-lah Hizo que el sosiego llenara sus corazones y que su fe aumentara, esta es la recompensa por la paciencia, la confianza y la entrega al cumplimiento de los mandatos de Al-lah.





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Los árabes seguían practicando algunos de los ritos que heredaron de la religión de Ibraaheem (Abraham), la paz sea con él. Aunque ellos realizaban actos de politeísmo, se adherían a algunos asuntos





correctos que se transmitieron de generación en generación.





Algunos árabes se adherían a estos asuntos más que los demás. Dicho de otro modo; un grupo de ellos aún sentía aversión y rechazo hacia el politeísmo, la adoración a los ídolos, comer carroña, enterrar a las niñas recién nacidas, y las otras costumbres que ninguna religión aceptó.





 





Waraqah ibn Nawfal, Zayd ibn Nufayl y el Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, (antes de su profecía) pertenecían a este grupo. El Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, se distinguía de los otros por aislarse de la gente para adorar y reflexionar en la cueva de Hira’. Las siguientes líneas nos contarán la historia de esta cueva.





 





Desde muy joven,  el Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, contemplaba los ritos absurdos y las ilusiones falsas en las cuales su gente creía. Él, no aceptaba estas adoraciones e ilusiones, ya que Allah le Otorgó una protección y custodia que ningún otro ser humano tenía; y por eso, su naturaleza innata quedó pura y rechazaba todas las cosas que la contradecían. Esta naturaleza animó al Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, a aislarse de su gente y de los dioses que se adoraban aparte de Allah.





 





Así, el Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, se aislaba de su gente, excepto en el caso de ayudar a los débiles, auxiliar a los oprimidos, acoger a los huéspedes, y mantener los lazos familiares. El Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, iba a la cueva de Hira’ llevando su comida, pues se registró en los dos Sahih [Al Bujari y Muslim] que el Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, dijo: "permanecí en Hira’ por un mes".





 





Hira’ es una pequeña cueva situada en la montaña de An-Nur, a una distancia de dos millas de la Meca. No se ven alrededor de esta cueva sino unas montañas grandes y un cielo azul que animan a contemplar y reflexionar.





 





El Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, permanecía en Hira’ por muchos días y noches adorando a Allah y contemplando las escenas de la naturaleza. Él no creía en la religión de su gente, pero tampoco conocía ni un camino claro ni un método determinado para seguir. Su permanencia en la cueva de Hira‘ era más larga en el mes de ramadán, pues dejaba a la madre de los creyentes Jadiyah, que Allah esté complacido con ella, y se aislaba en esta cueva para contemplar la naturaleza y aproximarse a Allah, Glorificado Sea.





 





No ha sido registrada ninguna narración acerca de la manera de la cual el Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, adoraba a Allah en esta cueva. Pues su propósito era  alejarse del politeísmo de su gente y meditar sobre el dominio divino de los cielos y la tierra.





 





El aislamiento en esta cueva era uno de los medios que Allah Predestinó para preparar al Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, para la gran misión que  realizaría, la de comunicar el Mensaje de Allah a toda la gente. Desde aquí, Allah Predestinó que el Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, recibiera la revelación por primera vez en esta cueva.





                                             





Esta cueva lleva el recuerdo de una de las fases de esta nación musulmana; la llegada de la misión Proféticay su etapa previa. Sin embargo, el Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, no la visitaba después que empezó la Daw‘ah, y tampoco los Compañeros, que Allah esté complacido con ellos, la visitaban ni ascendían a ella. Por consecuencia de esto,no es recomendable ni visitarla repetidamente, ni orar en ella como hace la gente hoy en día.





 



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