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Desde el café hasta los cheques y la comida de tres platos, el mundo musulmán nos ha dado muchas innovaciones que en Occidente damos por sentadas. He aquí 20 de sus innovaciones más influyentes:





(1)  La historia cuenta que un árabe de nombre Jalid estaba cuidando sus cabras en la región de Kaffa en el sur de Etiopia, cuando se dio cuenta de que sus animales se ponían más activos cuando comían una baya determinada.





Él hirvió las bayas e hizo el primer café. Ciertamente, el primer registro de esta bebida es de granos exportados de Etiopia al Yemen, donde algunos musulmanes lo bebían para mantenerse despiertos toda la noche para rezar en ocasiones especiales. Pero a fines del siglo XV llegó a La Meca y Turquía, desde donde viajó a Venecia en 1645.





Fue llevado a Inglaterra en 1650 por un turco llamado Pasqua Rosee, quien abrió el primer café en Lombard Street en la ciudad de Londres. De la palabra árabe qahwa viene la turca kahve, y de ella vienen la italiana caffé, la inglesa coffee y la española “café”.





(2)  Los griegos antiguos creían que nuestros ojos emitían rayos, como un láser, que nos permitían ver. La primera persona en darse cuenta de que la luz entra en el ojo en lugar de salir de él, fue el matemático, astrónomo y físico musulmán del siglo X Ibn Al Haizam.





Él inventó la primera cámara estenopeica después de notar la forma en que la luz pasa a través de un agujero en las persianas de las ventanas. Cuanto más pequeño es el agujero, mejor es la imagen; él trabajó y construyó la primera cámara oscura (del árabe qamara para una habitación oscura o privada).





También se le atribuye haber sido el primer hombre en hacer que la física pase de ser una actividad filosófica a una experimental.





(3)  En la antigua India se jugó una forma de ajedrez, pero el juego fue desarrollado a la forma que hoy conocemos en Persia. De allí se difundió hacia el oeste a Europa —fue introducido en España por los moros en el siglo X— y hacia el este hasta Japón. La palabra rook (nombre en inglés de la torre del ajedrez) proviene del persa ruj, que significa carro (de ahí la palabra “enroque”).





(4)  Mil años antes que los hermanos Wright, un poeta, astrónomo e ingeniero musulmán llamado Abbas Ibn Firnas realizó varios intentos de construir una máquina voladora. En 852 saltó del minarete de la Gran Mezquita de Córdoba utilizando un manto suelto sostenido con puntales de madera.





Esperaba deslizarse como un pájaro. No lo hizo, pero el manto ralentizó su caída, creando lo que se cree es el primer paracaídas, y dejándolo apenas con lesiones menores.





En 875, a la edad de 70 años, después de perfeccionar una máquina de seda y plumas de águila, lo intentó de nuevo saltando desde una montaña. Voló a una altura considerable y permaneció en el aire durante diez minutos, pero se estrelló al aterrizar. Concluyó correctamente que se debió a que no había dotado a su aparato de una cola, por lo que perdió el control durante el aterrizaje. El aeropuerto internacional de Bagdad y un cráter en la Luna llevan su nombre.





(5)  Lavarse y bañarse son requerimientos religiosos para los musulmanes, y quizás es por eso que ellos perfeccionaron la receta del jabón que todavía utilizamos hoy día. Los antiguos egipcios tenían un tipo de jabón, al igual que los romanos que lo utilizaban más como pomada.





Pero fueron los árabes quienes combinaron aceites vegetales con hidróxido de sodio y compuestos aromáticos, como el aceite de tomillo. Para los musulmanes, una de las características más llamativas de los cruzados era que no se lavaban.





El champú fue introducido a Inglaterra por un musulmán que abrió el establecimiento “Baños de vapor indios de Mahomed” en la playa de Brighton en 1759, y fue designado como “Cirujano de Champú para los Reyes George IV y William IV”.





(6)  La destilación, el medio para separar líquidos gracias a sus diferentes puntos de ebullición, fue inventada alrededor del año 800 por el científico pionero en el Islam Yabir Ibn Hayyan, que transformó la alquimia en química, inventando muchos de los procesos y aparatos aún en uso en la actualidad: licuefacción, cristalización, destilación, purificación, oxidación, evaporación y filtración.





Igualmente, descubrió los ácidos sulfúrico y nítrico, e inventó el alambique, para la fabricación de agua de rosas y otros perfumes (el uso del alambique para producir bebidas alcohólicas destiladas está prohibido en el Islam). Ibn Hayyan hizo énfasis en la experimentación sistemática y fue el fundador de la química moderna.





(7)  El cigüeñal es un dispositivo que convierte el movimiento giratorio en lineal, y es fundamental para mucha de la maquinaria del mundo moderno, comenzando por el motor de combustión interna. Es uno de los inventos mecánicos más importantes en la historia de la humanidad, y fue creado por un ingeniero musulmán ingenioso llamado Al Yazari para elevar agua para el riego.





Su “Libro del conocimiento de dispositivos mecánicos ingeniosos” (1206) muestra que también inventó o perfeccionó el uso de válvulas y pistones, ideó algunos de los primeros relojes mecánicos accionados por agua y pesos, y fue el padre de la robótica. Entre sus otras 50 invenciones está la cerradura de combinación.





(8)  Acolchar es un método de coser o atar dos capas de tela con una capa de material aislante en medio. No está claro si fue inventado en el mundo musulmán o si fue importado de India o China.





Sin embargo, lo cierto es que llegó a Occidente a través de los cruzados. Ellos vieron que lo usaban los guerreros sarracenos, que llevaban camisas de lona acolchadas con paja en lugar de armadura. Además de ser una forma de protección, probó ser un protector efectivo contra el roce de la armadura de metal de los cruzados y una forma eficaz de aislamiento, tanto así que se convirtió en una industria artesanal cuando los cruzados regresaron a climas más fríos, como Gran Bretaña y Holanda.





(9)  El arco ojival, tan característico de las catedrales góticas europeas, fue un invento tomado de la arquitectura islámica. Era mucho más fuerte que el arco de medio punto utilizado por romanos y normandos, por lo que permitía la construcción de edificios más grandes, altos, complejos y grandiosos.





Otros inventos tomados del genio musulmán incluyen la bóveda de crucería, el rosetón y las técnicas de construcción de domos. Los castillos europeos también fueron adaptados para copiar a los del mundo islámico, con aspilleras, almenas, una barbacana y parapetos. Las torres y guardias cuadradas dieron lugar a las redondeadas, más fáciles de defender. La arquitectura del castillo de Enrique V, de Inglaterra era musulmana.





Después del colapso del Imperio Romano a comienzos del siglo V, la preocupación del hombre se enfocó principalmente en la seguridad y la estabilidad, mientras que el arte y la ciencia fueron descuidados. Durante doscientos años, todo el progreso se estancó como consecuencia de las invasiones bárbaras y de la falta de mantenimiento de las obras públicas, tales como presas, acueductos y puentes. Con el advenimiento del Islam en el siglo VII, surgió un nuevo tipo de sociedad que estableció con rapidez su supremacía y su identidad constructiva en grandes porciones del mundo conocido. El ciudadano, musulmán o no, pronto confió en la estabilidad futura de su entorno, de modo que el comercio no solo alcanzó sus niveles anteriores, sino que comenzó a expandirse.





En un imperio que se extendió desde los Pirineos hasta la India, la seguridad de las comunicaciones era vital. La prioridad consiguiente dada a la seguridad en los viajes proporcionó un estímulo para el comercio. Esto dio paso a una rápida expansión del comercio, en la que las fuerzas económicas de las áreas sasánida, bizantina, siria y del mediterráneo occidental se unieron. El establecimiento de un sistema fiscal eficiente significó que el Estado podía invertir ahora en grandes proyectos públicos: mezquitas, escuelas (madrasas), baños públicos, palacios, mercados y hospitales. Príncipes y mercaderes se hicieron patrones del desarrollo intelectual y científico. Las fundaciones (waqf) fueron creadas para proporcionar la mejor educación.





Este patrocinio generó un entusiasmo creativo y un florecimiento de los trabajos científicos y la investigación académica. El mundo se hizo efectivamente mayor a medida que matemáticos, geógrafos, astrónomos y filósofos contribuyeron a una extensión gradual pero definitiva de los horizontes de la existencia de la humanidad. El dividendo de toda esta inversión en aprendizaje hizo una contribución enorme a la suma del conocimiento científico del ser humano, entre los siglos IX y XVI.





Entre los mayores logros de los eruditos musulmanes estuvo el tratamiento de los números. Es imposible concebir cómo la ciencia hubiera podido avanzar sin un sistema numérico lógico y sensato que remplazara los torpes números del Imperio Romano. Por fortuna, hacia el siglo IX el mundo musulmán estaba utilizando el sistema arábigo de números con la adición esencial del cero. Sin esto último, era imposible saber qué potencia de diez acompañaba a cada dígito. Por lo tanto, 2 3 podría significar 23, 230 o 203. La introducción de este sistema numérico con el cero fue así el “ábrete sésamo” del avance científico.





El nuevo sistema numérico no solo afectó la ciencia. Su valor se manifestó en muchos aspectos de la vida diaria, desde el cálculo de las cuotas de la aduana, los impuestos, la caridad (zakat) y los gastos de transporte, hasta la complejidad de las divisiones de la herencia. Una innovación más útil aún fue la mina de la separación en fracciones, que eliminó muchas confusiones frustrantes.





La civilización islámica produjo, entre aproximadamente 750 d. C. y 1450 d. C., una sucesión de científicos, astrónomos, geógrafos y matemáticos, desde el inventor del álgebra hasta el descubridor de la solución de las ecuaciones cuadráticas[1]. La lista es enorme, y en ella hay algunos personajes muy conocidos, mientras que otros se mantienen anónimos. Uno de los mayores avances se encuentra en la obra de Al Jauarizmi[2], quien escribió una obra matemática llamada Al Yabr wa Al Muqábala (820 d. C.)[3], de cuyo título se deriva el nombre de “álgebra”. Este libro puede considerarse el primero escrito sobre el tema del álgebra. Entre los logros que Al Juarizmi dejó para la posteridad, están: (1) Soluciones a ecuaciones de primer y de segundo grado con una sola incógnita, utilizando métodos tanto algebraicos como geométricos. (2) Un método de multiplicación y división algebraicas.





Al Juarizmi[4] definió tres tipos de cantidades: (1) Números simples, como 5, 17 y 131. (2) La raíz, que es la cantidad desconocida, shai en árabe, que significa “cosa”. Sin embargo, las traducciones hechas en Toledo (el centro de la traducción de libros árabes), debido a la ausencia del sonido “sh” en el idioma español, debieron utilizar otra letra más adecuada. Ellos eligieron la “x”, lo que podría explicar por qué Don Quixote a veces se pronuncia “Don Quishote”. (3) “Riqueza” (mal), el cuadrado de la raíz (x²). Por lo tanto, la ecuación algebraica que expresa la proporción áurea se puede escribir así: “x:y = (x + y)/x”.





Otro virtuoso del álgebra fue Abu Kamil, un matemático del siglo X conocido como el “calculador egipcio”. Fue capaz de racionalizar denominadores en expresiones que involucraban hasta la octava potencia de x (la incógnita), y resolver ecuaciones cuadráticas con números racionales como coeficientes. Al Biruni (siglos IX y X), matemático y físico, calculó que la Tierra gira sobre su propio eje y logró calcular su circunferencia. Abu Bakr Al Karayi (siglo X) es conocido por su aritmetización del álgebra[5]. También llamó la atención del mundo musulmán sobre las propiedades interesantes de las matrices triangulares de números (Berggren, 1983). Al Nasawi (siglo X) y Kushiar Ibn Laban trabajaron en problemas de multiplicación con dos decimales. Posteriormente, Kushiar explicó la aritmética de la adición, sustracción y multiplicación decimales, así como del cálculo de raíces cuadradas. Abu Al Hasán Al Uqlidisi (Damasco, siglo X) inventó las fracciones decimales, que les resultaron útiles a los jueces (cadis) en las decisiones sobre la herencia. Al Karji (muerto en 1019) halló soluciones racionales a ciertas ecuaciones de grado mayor a dos.





Muhammad Al Batani[6] (Bagdad, siglo X), matemático y astrónomo, calculó las tablas de seno, tangente y cotangente de 0° a 90° con gran exactitud. Uno de sus libros, Tratado y tablas astronómicos (Al-Zij), corrigió las observaciones de Tolomeo sobre el movimiento de los planetas. As-Samawal Ben Yahia Al Magrebí (1171) elaboró tablas de cálculos de división larga de polinomios, una de las mejores contribuciones a la historia de las matemáticas. Ibn Shatir Al Muwaquit (Damasco, 1375 d. C.) fue astrónomo y era el encargado del cálculo del tiempo en la mezquita de Damasco. Su tratado sobre la fabricación de dispositivos astronómicos y su utilización, y su libro sobre movimientos celestes, tienen gran parecido con las obras de Copérnico (1473-1543 d. C.). Guiyat Ad-Din Al Kashi (1427 d. C.) elevó las matemáticas computacionales a nuevos niveles con la extracción de raíces quintas. También mostró cómo expresar la relación de la circunferencia de un círculo con su radio como 6.2831853071795865, idéntico a la fórmula moderna 2pr.





 



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