El Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, es el hombre más perfecto que ha existido. Enseñó a la gente tomando en consideración su forma de pensar y su grado de fe. Su forma de enseñar está bien descrita por Al Hakam ibn Mu’awiah, que Al-la esté complacido con él, quien era un hombre maduro (cuando ocurrió este incidente).
Ibn Mu’awiah, que Al-la esté complacido con él, dijo, después de cometer un error mientras rezaba, y de haber sido corregido por el Profeta Muhammad, sallallahu ‘alaihi wa sallam: “Nunca antes había visto a un instructor que diera mejor instrucción que él, que mi padre y mi madre sean sacrificados por él. Él nunca protestó ante mí ni me golpeó ni abusó de mí”. [Muslim]
Si esta fue la forma en que el Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, trató y enseñó a los adultos, de seguro los niños se veían más favorecidos por su buena guía e indulgencia en el trato. En ese sentido, el hijastro del Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, Umar ibn Abu Salamah, que Al-la esté complacido con ambos, reportó: “Yo era un niño bajo el cuidado del Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, y mi mano vagaba por el plato. Él me dijo: ‘Muchacho, menciona el nombre de Al-lah (di Bismil-lah antes de comenzar a comer), come con tu mano derecha y come de lo que tienes más cerca a ti’. Siempre he seguido esta forma de comer desde aquel incidente” . [Bujari y Muslim]
Está claro, entonces, que la más honorable de las personas, el Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, no desdeñó comer con su hijastro como hace mucha gente. Incluso cuando el niño cometía un error, se apresuraba a enseñarle la manera correcta de comer de forma amable. El Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, no era duro con él, no le reprochaba ni lo despedía de la casa. En consecuencia, su forma de enseñar tenía un gran efecto en el niño, quien dijo: “Siempre he seguido su forma de comer”, así como toda la nación musulmana en su conjunto.
¿Qué crees que hubiera ocurrido si el Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, hubiera reprendido al niño o lo hubiera echado, o lo hubiera maldecido (suplicándole a Al-lah Todopoderoso que le cortara la mano, por ejemplo) como hacen algunos padres ignorantes en esa situación? ¿El niño se habría beneficiado aprendiendo la etiqueta para comer? ¿La nación entera había obtenido algún beneficio al aprender tal maltrato?
Por otra parte, el Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, bromeaba con los niños, los hacía felices y les ponía apodos agradables. Esto está ilustrado en el hadiz narrado por Abu Taiah, con la autoridad de Anas ibn Malik, que Al-la esté complacido con él, quien dijo: “El Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, fue el mejor de las personas en carácter. Tenía un hermano llamado Abu ‘Umair, quien, creo, acababa de ser destetado. Siempre que (el niño) era llevado al Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, solía decir: “¡Oh, Abu ‘Umair! ¿Qué hace Al Nugair (el Ruiseñor)?’ Había un ruiseñor con el que el niño solía jugar”.
La pregunta es: ¿cómo se comparan los educadores actuales con esta guía profética respecto a manejar a los jóvenes con compasión, deleitándolos con bromas y regalos, o por lo menos hablándoles buenas palabras que abran sus ojos y oídos, y les permitan beneficiarse del conocimiento y el comportamiento de sus educadores? ¿Dónde están los educadores que llaman a los más jóvenes por su Kuniah (apodo patronímico), para alegrarlos? Por el contrario, algunos educadores dan intencionalmente a los niños a su cargo apodos que les molestan profundamente. Vale la pena mencionar que mientras estos niños son llamados por estos apodos hirientes, el pecado de ofenderlos regresará a quienes inventaron tales nombres en primer lugar.
Otro aspecto de la atención del Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, hacia los jóvenes es que guiaba a los padres y tutores para que enseñaran a los niños el Salah (oración) y los familiarizaran con ella, de modo que continuaran realizando el Salah de la forma en que se les había enseñado en su infancia.
‘Amr ibn Shu’aib, que Al-la lo tenga en Su misericordia, a nombre de su padre, con la autoridad de su abuelo, narró que el Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, dijo: “Ordenen a sus hijos que realicen la Salah a los siete años, y castíguenlos (si no la hacen) a la edad de diez, y háganlos dormir en camas separadas”. [Ahmad]
En este hadiz, el Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, se dirige a los padres, no a los niños, como formadores y adultos, y como responsables de sus acciones, pues cualquiera de ellos que desobedezca es un pecador y está sometido a castigo. Cabe señalar que el Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, no distingue entre oraciones, es decir, hay que enseñar a los jóvenes a realizar las cinco oraciones, teniendo cuidado de acostumbrar a los niños a rezar en la mezquita.
Esto fue subrayado por el Shaij Al Islam Ibn Taimiah, que Al-la lo tenga en Su misericordia, quien dijo: “Toda persona con autoridad (que tenga autoridad sobre niños) tiene que ordenarle a aquellos que le deben obediencia (aquellos bajo su autoridad), incluso si no ha alcanzado la adultez, que lleven a cabo el Salah; y quien tenga un niño o un huérfano joven y no le ordene rezar, desobedece a Al-lah y a su Mensajero, y debe ser reprendido con severidad, ya que está sujeto al castigo de Al-lah Todopoderoso”.
A este respecto, algunos padres se quejan de que sus hijos adultos no asisten ni siquiera a las oraciones del Yum’ah (viernes) en la Mezquita. En muchos casos, los propios padres son los culpables de esto, pues se rehusaron a enseñarles a sus hijos a realizar el Salah cuando eran jóvenes, de modo que cuando estos niños crecieron no les fue fácil realizar las oraciones en la mezquita.
Por lo tanto, la corrupción de los hijos suele ser causada por los mismos padres. Esta corrupción es muy perjudicial para los hijos, tanto para sí mismos como para sus padres. Aquí recordamos las palabras de uno de esos hijos que culpó a su padre diciendo: “¡Oh, padre!, has sido desobediente para conmigo cuando era joven, así que soy desobediente para contigo ahora que eres viejo. Y me arruinaste cuando era niño, así que soy descuidado contigo ahora que estás viejo. De lo que sembraste, recogerás”.
El Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, permitía que los niños estuvieran presentes en las mezquita, y en ocasiones incluso interrumpía el sermón por ellos.
Buraidah, que Al-la esté complacido con él, dijo: “Mientras el Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, estaba en el Minbar (púlpito) dándonos un sermón, vio a (sus nietos) Al Hasan y Al Husain (que eran niños pequeños) llegar con sus camisas rojas, caminando y cayéndose de vez en cuando. El Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, bajó (del púlpito), alzó a los niños y los sentó en su regazo, y entonces dijo: ‘En verdad, Al-lah, el Todopoderoso, habla la verdad (cuando dice): {…vuestros bienes y vuestros hijos son una prueba…} (Corán: 64:15) Y agregó: ‘Vi a estos dos niños caminando y tropezando, y me sentí tan impaciente que interrumpí mi sermón para ayudarlos a levantarse’ ”. (An-Nasa’i)
De modo que está claro que evitar que los niños vayan a las mezquitas no corresponde a la guía del Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, ya que él, sallallahu ‘alaihi wa sallam, los llevaba a la mezquita y agradecía su presencia con sus padres. Si bien no hay duda de que el cuidarlos a menudo distrae y molesta a los fieles debido a su llanto o sus juegos, el Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, pasó esto por alto, pues los niños cosechan los beneficios de asistir a la mezquita.
Estos beneficios incluyen familiarizarse con las mezquitas, acostumbrarse a asistir a las oraciones y sermones, y rezar. El tutor debe ser perseverante en llevar a sus niños a las mezquitas, sin embargo, debe tener cuidado de hacer todo lo posible para reducir y limitar su ruido, ya sea permaneciendo cerca a ellos en la fila durante las oraciones, o vigilándolos después de ellas. Haciendo esto, las quejas recurrentes en las mezquitas debido al ruido de los niños y a la negligencia de los padres, ya no representará un problema.