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Cambios y novedades ocurridas en el Estado Islámico





Durante el periodo en el que gobernó como Califa Omar ibn Al Jattab, que Al-lah esté complacido con él, el Estado Islámico iba adhiriéndose más y más territorio fuera de las fronteras de la Península Árabe, convirtiéndolo en toda una potencia política, militar y económica. Multitudes de gente de todas las naciones adoptaban el Islam, a tal punto que pasaron a representar la mayoría de musulmanes en el mundo en tan sólo unos pocos años. La mayoría de estos nuevos musulmanes era gente sincera, cuya conversión era el resultado de su descubrimiento de la verdad y el sometimiento a ella. Sin embargo, otros, por lo general pertenecientes a esferas sociales y religiosas importantes en sus sociedades antes de la llegada del Islam, fingieron la aceptación del Islam, pero su odio y desprecio por la religión de Al-lah permaneció escondido en su interior, para luego sacarlo urdiendo planes de desestabilización con los que pretendían vengarse del Islam.





El Califa Omar gobernaba a personas conocidas, a los Sahabah. Sin embargo, era consciente de que, por más que lo deseara, no pasaría sino lo que Al-lah, Altísimo sea, Había Decretado, asuntos que fueron señalados por el Profeta Muhammad, sallallahu ‘alaihi wa sallam, y que definitivamente se cumplieron, nos referimos a la Fintah que vendría luego de su periodo. Al respecto, encontramos a Hudhaifah, que Al-lah Esté complacido con él, quien relató: “Estábamos con Omar y él preguntó: ‘¿Quién de vosotros memorizó el hadiz del Mensajero de Al-lah, sallallahu ‘alaihi wa sallam, sobre la Fitnah, tal cual él lo dijo?’ Contesté: ‘Yo’. Replicó: ‘Ciertamente eres atrevido. ¿Y qué dijo?’ Respondí: ‘Escuché al Mensajero de Al-lah, sallallahu ‘alaihi wa sallam, decir: ‘La persona será puesta a prueba en su familia, en sus bienes, en sí mismo, con sus hijos y con sus vecinos. La expiación para ello es el ayuno, la caridad y ordenar el bien y prohibir el mal’’. Omar dijo: ‘No es a esa Fitnah a la que me refería, sino a la que llegará como las olas del océano y caerá sobre toda la Ummah’. Entonces dije: ‘A ti no te afectará, ¡oh Emir de los Creyentes! Ciertamente hay una puerta cerrada entre tú y esa Fitnah’. Preguntó: ‘¿Acaso se romperá esa puerta o será abierta?’ Respondí: ‘No, pero se romperá’. Dijo: ‘Entonces no se podrá volver a cerrar jamás’”. Le preguntaron más adelante a Hudhaifah: “¿Omar sabía quién era la puerta?” Dijo: “Sí, como se sabe que después de la noche viene el día. Y yo le relaté algo auténtico”. Ellos no se animaban a preguntarle a Hudhaifah, así que le pidieron a Masruq que lo hiciera. Lo hizo y él le dijo: “Esa puerta era Omar”. [Bujari y Muslim]





Efectivamente, esa puerta era Omar ibn Al Jattab, que Al-lah Esté complacido con él. Su sucesor, ‘Uzman ibn ‘Affan, que Al-lah Esté complacido con él, se encontró ante una situación muy diferente a la que se vivió antes de su mandato: la mayoría de los ciudadanos del Estado ya no eran los Sahabah, el territorio se había extendido enormemente, las riquezas abundaron y la corrupción se apoderó del corazón de la gente. Las personas a las que gobernaba no habían conocido al Profeta Muhammad, sallallahu ‘alaihi wa sallam, y, por ende, no habían sido educadas por él como sucedió con los Sahabah. Así que el interés de algunos de extender el Estado ya no tenía nada que ver con la divulgación del Islam, sino que los movía objetivos meramente mundanales.





El inicio de la Fitnah





Los Sahabah entendieron que el vil asesinado de Omar, que Al-lah Esté complacido con él, significaba que la puerta de la sedición y las tribulaciones había sido derribada. Por esta razón, ‘Uzman, que la paz sea con él, trató de evitar que la Fitnah se prendiera, así que intentó conciliar con todo aquel que lo contrariaba y los que se quejaban, sin fundamento, de los supuestos atropellos e injusticias cometidos por sus gobernadores, al punto que cuando sus allegados le aconsejaron que disciplinara a estos revoltosos, viendo que se habían pasado del límite, él les respondió: “Por Al-lah, la maquinaria de la Fitnah está a punto de ponerse en marcha; yo, ‘Uzman, sería la persona más afortunada sino fuera quien las pusiera en marcha. Cubran las necesidades que tenga la gente, cuiden de sus derechos y discúlpenlos si cometen errores, y no se dejen contaminar ni llevar por ellos si se extralimitan y violan los derechos de Al-lah”.





‘Uzman, que Al-lah Esté complacido con él, fue paciente, tolerante y perseverante con sus detractores, pese a que ellos utilizaban tonos de injuria y calumnia cada vez más fuertes. ‘Abdul-lah ibn Saba’, mejor conocido como Ibn Sawda’, un judío “converso”, era motor de toda esta sedición y falsedad. No descansaba en su intento por ganar adeptos a su causa, que pretendía desprestigiar a los Sahabah, al Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, y finalmente al Islam por completo, para de esta manera poner fin a la religión de Al-lah.





Viajo a Basora y a Kufa, pero fue expulsado de estas dos ciudades. Así que se dirigió a Egipto, donde se estableció y comenzó su campaña de desprestigió en contra del Califa ‘Uzman. Internamente, en Egipto, logró ganar adeptos, además mantuvo correspondencia con simpatizantes en otras regiones del Estado.





Promovió la idea de que el Profeta Muhammad, sallallahu ‘alaihi wa sallam, había delegado el Califato a su Primo ‘Ali, que Al-lah Esté complacido con él, quien por ser de su familia, además de haberse casado con una de sus hijas, Fátima, que Al-lah Esté complacido con ella, tenía más derecho que los demás. Como no le convenía, quiso borrar de la mente de los musulmanes que ‘Uzman, que Al-lah Esté complacido con él, también era primo del Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, y que además él se había casado no con una hija del Profeta, sino con dos (cuando una murió, se caso con la otra). Lo que demuestra que el estatus de los Sahabah no depende del parentesco directo o indirecto con el Mensajero de Al-lah, sallallahu ‘alaihi wa sallam.





Se inició entonces una campaña de desprestigio contra ‘Uzman y sus gobernadores. Pese a que el Califa era consciente de lo que acontecía, se mantuvo firme en su posición de no ser él quien diera marcha a la Fitnah.





Los rebeldes en Medina –continuación-





El sitio se intensificó, entonces ‘Uzman mandó llamar a ‘Ali, Talhah y Az-Zubair, que Al-lah Esté complacido con todos ellos; cuando llegaron les pidió que lo acompañaran para hablar con los sediciosos. Se reunieron, y ‘Uzman les dijo: “¡Oh gente de Medina! Los encomiendo a todos ustedes a Al-lah, y Le ruego que después de mí les dé un buen Califa. ¡Por Al-lah! ¿Recuerdan cuando cayó sobre nosotros la desgracia del asesinato de Omar, que todos suplicamos a Al-lah que nos diera un Califa que nos mantuviera unidos y que sólo escogiéramos al mejor de todos para que fuera capaz de cumplir con la responsabilidad que se le daría? ¿Aseguran acaso que Al-lah no Respondió nuestra súplica, siendo que somos gente de bien? ¿Están alegando que Al-lah se Desentendió de Su religión y no le Importa quién guie y dirija a los creyentes? ¿O más bien se están acusando ustedes mismos (los Sahabah, la mejor gente que ha existido después de los Profetas de Al-lah) de que no consultaron a la hora de decidir quién sería el sucesor de Omar? ¿Es que piensan que Al-lah no Sabe qué es lo que me espera?”.





Exhortó y amonestó directamente a los rebeldes aclarándoles el peligro de lo que tenían planeado hacerle –asesinarlo– y las graves consecuencias que este acto acarrearía sobre ellos mismos y la Ummah (Nación Islámica) en general. Les pidió por su propio bien y el de todos los musulmanes que no lo mataran, no porque tuviera miedo de la muerte, pues él, como todos los creyentes sinceros de Al-lah, deseaba fervientemente el martirio, en especial que él estaba seguro de que ese sería su destino, ya que el Profeta Muhammad, sallallahu ‘alaihi wa sallam, se lo había anunciado. Lo que ‘Uzman temía era las consecuencias que su asesinato traería, porque sabía que aunque lograran su objetivo la Fitnah no acabaría, sino que, por el contrario, esta se acrecentaría y ardería aún más.





‘Uzman regresó a su casa y le pidió a toda la gente de Medina que regresaran a ella. Todos lo hicieron menos Al Hasan ibn ‘Ali, Ibn ‘Abbas, Muhammad ibn Talhah, ‘Abdul-lah ibn Zubair, que Al-lah Esté complacido con todos ellos, quienes permanecieron junto a él por un tiempo.





Los sediciosos se envalentonaron al enterarse de la noticia de que un ejercito entero se dirigía a Medina para apoyar su causa, así que cerraron aún más el acceso a la casa de ‘Uzman, que Al-lah Esté complacido con él, impidiéndole hasta la entrada de comida y bebida. El Califa secretamente logró enviar un comunicado a ‘Ali y las esposas del Profeta Muhammad, sallallahu ‘alaihi wa sallam, donde les informaba de la pésima situación por la que estaba pasando y les pedía que le enviaran agua, pues ya no tenía. Los primeros en responder a su llamado fueron ‘Ali y Umm Habibah, que Al-lah Esté complacido con ellos. Al llegar ‘Ali les dijo: “Lo que ustedes están haciendo no es algo que los creyentes hagan, ni siquiera los incrédulos actúan así. Dejen que pase el agua y el alimento que he traído”. Pero sus palabras no fueron escuchadas y le negaron el paso.





Um Habibah, que Al-lah Esté complacido con ella, llevaba las provisiones en una mula. Los captores golpearon el animal y el impidieron el paso. Ella les solicitó que la dejaran pasar, porque además quería asegurarse de que ‘Uzman le diera las cuentas del total de bienes de Banu Umayah que le correspondían a los huérfanos y las viudas, con el fin de que este dinero no se perdiera; pero la respuesta de estos criminales fue contundente, no sólo le prohibieron pasar, sino que además la acusaron de mentirosa, cortaron el lazo de la mula con una espada y la regresaron por la fuerza a su casa. No les importó que ella fuera la esposa del mismo Mensajero de Al-lah, sallallahu ‘alaihi wa sallam, pues era gente que no respetaba absolutamente nada. El no haber tenido consideración por lo que ‘Ali y Um Habibah, que Al-lah Esté complacido con ellos, representaban, dejó bien claro sus inclinaciones y desviación de la religión de Al-lah, y la enemistad directa hacia Al-lah, Su Profeta y el mensaje que Reveló.





‘Uzman, que Al-lah Esté complacido con él, continuó con su estrategia conciliadora con la esperanza de que estos hombres razonaran, se arrepintieran y volvieran al camino recto. Por esta razón, les hablaba de buena manera y los llamaba a que recordaran las buenas virtudes del Islam y de los primeros en convertirse y aceptar el llamado de Al-lah y Su Mensajero sallallahu ‘alaihi wa sallam, contándose entre ellos, como le correspondía. Su elocuencia fue tal que logró convencerlos y reconsiderar su posición; pero en sus filas se encontraban personas cuyo corazón estaba totalmente cerrado, como el de Al Ashtar, uno de los que participaron en el asesinato del Califa ‘Uzman. Muchos se arrepintieron y dejaron de lanzar las falsas acusaciones en contra de ‘Uzman; pero Al Ashtar y su grupo se mantuvieron firmes en su malicioso plan.





 El asesinato de ‘Uzman





Pese a que varios de los sediciosos se arrepintieron y dejaron de participar en el bloqueo a la casa del Califa, que Al-lah Esté complacido con él, los que se mantuvieron firmes en su infamia, vieron como las cosas se iban desarrollando según sus expectativas.





Muchos de los Sahabah, que Al-lah Esté complacido con todos ellos, se dirigieron a la casa de ‘Uzman en compañía de sus hijos para defenderlo y protegerlo de esa gente. Sin embargo, el Califa ‘Uzman, que Al-lah Esté complacido con él, les ordenó que regresaran a sus hogares, que dejaran sus armas y que no hicieran nada por defenderlo. ‘Abdul-lah ibn ‘Amir ibn Rabi’ah, que Al-lah Esté complacido con él, relató: “Estaba en la casa de ‘Uzman cuando dijo: ‘Todo aquel que vea que debe obedecerme, que deje sus armas y no luche’. Luego le pidió a Ibn Omar que saliera y le dijera a los demás lo que él había dicho. Después llegó Zaid ibn Zabet y le dijo: ‘En la puerta hay unos de los Ansar (Sahabah de Medina) que están diciendo: ‘Si quieres seremos defensores tuyos por la causa de Al-lah’, pero ‘Uzman les dijo: ‘No hay necesidad de que lo hagan, dejen sus armas’”.





Igual que a los demás Sahabah, ‘Uzman, que Al-lah Esté complacido con él, le pidió a Al Hasan ibn ‘Ali, Al Husain ibn ‘Ali, Ibn Omar, Ibn Az-Zubair y a Marwan, que Al-lah Esté complacido con todos ellos, que no lucharan, que dejaran sus armas y que regresaran a sus hogares y permanecieran allí.





Después de eso, los sediciosos irrumpieron en su casa y lo asesinaron sin piedad. Esta fue una puñalada clavada directamente en el corazón de la Ummah, bien calculada. El impacto y la sorpresa fue tal que los musulmanes no sabían qué hacer, y toda Medina lloró casi cinco días consecutivos.





La sucesión del Califa





Sin lugar a duda, el más calificado para tomar las riendas del Estado tras el vil asesinato de ‘Uzman era ‘Ali, que Al-lah Esté complacido con ellos, por su piedad, virtudes y sabiduría. Pero él, como los demás Sahabah, en lo último que pensaban era en ganarse un cargo como este o cualquier otro que les diera algún tipo de responsabilidad sobre los demás, pues ellos no veían que ser Califa, gobernador o dirigir alguna dependencia del Estado fuera un cargo honorífico; por el contrario, lo veían como una gran responsabilidad de la cual deberían rendir cuentas ante Al-lah detalladamente, así que rechazaban este cargo, aún más sabiendo que los últimos sucesos y tribulaciones complicarían la tarea del futuro Califa.





 Los sediciosos estaban alerta y buscando a alguno de los Sahabah que los apoyara y secundara en la elección del Califa. Los egipcios iban donde ‘Ali, que Al-lah Esté complacido con él, quien los rechazaba y se alejaba de ellos siempre que los veía. Los de Kufa fueron donde Az-Zubair, que Al-lah Esté complacido con él; y los del Basora a donde Talhah, que Al-lah Esté complacido con él, con el mismo propósito, pero ambos actuaron de la misma manera que ‘Ali y no respondieron a su llamado. Al no lograr nada de ellos, anunciaron que no aceptarían a ninguno de estos tres de los Sahabah como Califa.





 Enviaron un mensaje a Sa’d ibn Abi Waqas, que Al-lah Esté complacido con él, en el que le decían: “Tú eres uno de los miembros del consejo de Ash-Shurah (consulta), todos nosotros concordamos que eres la persona indicada para el califato; así que nómbrate y nosotros te apoyaremos y te juraremos fidelidad”. Su respuesta fue clara y directa, les dijo: “Tanto yo como Ibn Omar no tomaremos parte en este asunto, no tengo necesidad alguna en ser parte de la solución, no quiero condenarme por dicho asunto”. Así que se dirigieron hacia Ibn Omar, que Al-lah Esté complacido con él, con la misma proposición, y él se negó como lo hicieron los demás.





 La negativa de los Sahabah de aceptar el califato generó en la gente de la Fitnah gran preocupación, ya que sabían que estarían en un gran aprieto si regresaban a sus lugares de origen sin que se hubiera escogido un Califa y siendo ellos los asesinos de ‘Uzman, que Al-lah Esté complacido con él. Así que, aprovechándose de su fuerza, superioridad y el control total que ejercían sobre Medina, reunieron a toda la gente y los presionaron para que eligieran ellos un Califa, les dijeron: “Gente de Medina, ustedes son parte del consejo de Ash-Shurah, no compliquen más la sucesión del Imam. Lo que ustedes decidan debe ser aceptado por toda la Ummah, elijan pues a alguien y nosotros les seguiremos en su elección, tienen un día para ello; si no lo hacen, ¡por Al-lah que mataremos a ‘Ali, a Az-Zubair, a Talhah y a muchos otros más!” Temerosos ante estas amenazas, se dirigieron a ‘Ali y le dijeron: “Te elegimos a ti. Eres consciente de lo que está pasando con el Islam y la difícil prueba por la que estamos pasando”. ‘Ali, que Al-lah esté complacido con él, les respondió: “Busquen a otro, pues lo que viene será muy confuso, al punto que ningún corazón podrá afirmarse ni la razón se tendrá en cuenta”. Ante su negativa, y conociéndolo como lo conocían, arguyeron: “¡Te lo pedimos por Al-lah! ¿No ves lo que estamos viviendo? ¿No eres consciente de la Fitnah que nos asecha? ¿No temes a Al-lah?” Entonces les respondió: “Ya les di mi respuesta. Si yo aceptara ustedes tendrían que obedecerme en todo; sino, pues entonces no lo haré y seguiré siendo como cualquiera de ustedes. Vuelvan mañana y ya veremos”.





 Al siguiente día, un viernes, se reunieron en la Mezquita. Se presentó ‘Ali, que Al-lah Esté complacido con él, subió al Mimbar (el púlpito) y se dirigió a ellos diciendo: “La decisión en este asunto, la sucesión del Califa, les corresponde únicamente a ustedes. Ayer me hicieron una proposición que no me agrada en realidad, pero veo que ustedes siguen firmes e insisten en ella; así que, si es lo que quieren, pues lo acepto; y si han cambiado de posición, pues no tengo problema alguno”. Le respondieron: “Seguimos pensando igual que ayer”.





 



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