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El estudio del hadiz se remonta a siglos y ha sido objeto de muchas discusiones tanto entre musulmanes como entre no musulmanes. Algunos eruditos consideran las colecciones de hadiz como poco auténticas y algo a no tenerse en cuenta, mientras que otros afirman lo contrario. ¿Dónde yace exactamente la verdad? Como punto de partida, es útil examinar la crítica de acuerdo a la metodología del hadiz frente a la crítica de acuerdo a la metodología histórica occidental moderna. Por lo tanto, el objetivo de este trabajo consistirá primero en explicar las directrices generales para la autentificación y verificación de las fuentes históricas, luego en explicar las directrices generales utilizadas en la autenticación y verificación del hadiz, y finalmente en comparar ambos procesos.





Metodología histórica occidental moderna





Cuando ocurren eventos, estos pueden ser conocidos por los contemporáneos que luego transmiten sus conocimientos y entendimiento (Lucena 20)[1]. En la vida diaria, la gente acepta que el conocimiento de los eventos puede ser transmitido por los testigos de esos eventos, y que ellos pueden transmitirlo con exactitud. De hecho, en una corte legal, a través de los testimonios de testigos de un evento particular, los hechos son establecidos más allá de toda duda razonable (Lucena 22). Según un historiador: “El testimonio suficiente y confiable, es una fuente de conocimiento incuestionable e indiscutible de eventos históricos” (Lucena 20). Es a partir de los testimonios fidedignos de los contemporáneos de los eventos históricos que se deriva el conocimiento histórico (Lucena 18). Por lo tanto, el objetivo de la metodología histórica es determinar si los diversos testimonios que llegan hasta nosotros hoy día pueden ser aceptados como evidencia razonable.





Una vez que un historiador ha recopilado como fuentes todo aquello que directa o indirectamente provee información sobre un evento particular (es decir, un libro, un rollo, un fragmento de cerámica, una imagen, una grabación radial, una tradición oral…), debe evaluarlas utilizando las técnicas de la crítica. Estas fuentes históricas o “testigos” proveen información o testimonio. Es el papel de la crítica externa establecer la autenticidad de una fuente (el hecho del testimonio) y su integridad (la ausencia de corrupción durante la transmisión). En comparación, la crítica interna se refiere a establecer el verdadero significado de un testimonio y la credibilidad de un testigo (Lucena 23). En última instancia, los principios básicos de la crítica de fuentes son los que conducen al establecimiento de los hechos, o a la desacreditación de los previamente establecidos (Marwick 196)[2].





Crítica externa





La crítica externa consiste en investigar el origen de una fuente particular –a diferencia de su contenido, que es preocupación de la crítica interna–. El historiador necesita buscar toda la información posible respecto al origen de la fuente, así como tratar de restaurar la fuente a su forma original (Lucena 23). Esto se hace para establecer la autenticidad de la fuente. Determinar la autenticidad de una fuente significa establecer que el testimonio es, de hecho, aquel de la persona al que es atribuido, o que pertenece al período al que declara pertenecer, y que es lo que afirma ser. Buscar toda la información posible en relación al origen de la fuente es también necesario para establecer la integridad de la fuente, es decir, que no se ha corrompido durante su transmisión hasta la época actual; y si lo ha sido, cuáles cambios se identifican.





Hay muchos tipos distintos de preguntas que necesitan ser respondidas con el fin de establecer el hecho del testimonio, el primer paso de la crítica externa. Hay que determinar el origen de la fuente así como dónde fue encontrada originalmente (Marwick 222). Por ejemplo, si uno encuentra alfarería egipcia en una excavación en Yemen, entonces dónde fue hallada será de gran importancia, ya que apunta a los intercambios comerciales entre los dos países. Adicionalmente, uno necesita conocer la fecha de la fuente y determinar qué tan cercana es esta fecha a las fechas relacionadas con el tema de la investigación (Marwick 222). Otra materia importante es determinar cómo se relaciona a otras fechas importantes. Toda esta información relativa al origen de la fuente también será útil para determinar su credibilidad, más adelante, a través de la crítica interna.





Vale la pena señalar aquí que los historiadores distinguen entre la autoría y la autenticidad, a pesar de que “la identificación del autor es el primer paso en establecer la autenticidad” (Lucena 47). Es posible que un documento anónimo sea auténtico, como los primeros escritos que aparecieron bajo seudónimos, siempre y cuando se sepa a qué año o período y a qué lugar pertenece el documento. Sin embargo, en ciertos casos, el autor de un documento debe ser establecido en aras de determinar la autenticidad de una fuente.





El segundo y último paso en la crítica externa consiste en examinar la integridad de la fuente. En otras palabras, es preciso verificar que la fuente o testimonio ha llegado sin corrupción hasta el historiador. Sólo entonces el hecho del testimonio es absolutamente establecido (Lucena 62). Si se han hecho cambios al testimonio, el historiador debe estar en capacidad de distinguir el original de los cambios para que la fuente se mantenga auténtica. Aunque puede haber adiciones y sustracciones intencionales y no intencionales hechas a la fuente original o sus copias, debe establecerse que la fuente o testimonio es al menos sustancialmente integral. Vale la pena señalar aquí que la corrupción resultante de copiar descuidadamente es un hecho común, y potencialmente puede llevar a grandes malentendidos (Lucena 62). Cuando esto está en gran medida establecido, el historiador puede ahora pasar a evaluar el testimonio.





En el artículo anterior discutimos un hermoso hadiz Qudsi, y aprendimos que este tipo de hadiz pertenece a una categoría especial. Estos dichos son mensajes de Dios para la humanidad en las palabras del Profeta Muhammad, la paz sea con él, y tratan principalmente de asuntos éticos y espirituales. “Todos ustedes están desviados con excepción de aquellos a quienes he guiado… Todos ustedes están hambrientos con excepción de aquellos a quienes he alimentado...”. Sin Dios no somos nada; sin Dios en nuestras vidas y nuestros corazones, estamos perdidos, solos y vulnerables. Los humanos necesitamos a Dios.





Dios, por otra parte, no necesita de nosotros. Él es el Todopoderoso, el Altísimo. El bien que hacemos no beneficia ni afecta a Dios en modo alguno, como tampoco el mal que hacemos. Dios no necesita nada de nosotros. Él es el Señor Autosuficiente de Quien todas las criaturas necesitan (As-Samad).





“Él es Al‑lah (Dios), Uno. Al‑lah us-Samad (el Señor Autosuficiente, de Quien todas las criaturas necesitan, Él no come ni bebe). No engendró ni fue engendrado. Y no hay nada ni nadie que sea semejante a Él”. (Corán 112)





El hadiz en el que nos estamos centrando (que fue mencionado en la primera parte de esta serie) explica que el Islam es una religión preocupada por la justicia, y una religión que condena la opresión de cualquier tipo. Dios nos recuerda luego que todo lo que tenemos proviene de Él. Cuando estamos hambrientos, Él nos alimenta; cuando estamos desnudos, Él nos viste; y cuando pecamos, Él, el Más Sabio, el Más Justo, nos perdona.





Dios nos cubre con Su misericordia, pero al mismo tiempo nos recuerda que nuestra fortaleza proviene solo de Él. Cualquier bien que hagamos es para nuestro propio beneficio, y cualquier pecado que cometamos es para nuestro propio detrimento. Nuestro comportamiento no Lo beneficia a Él en modo alguno. Dios es completamente independiente de Su creación. Si todos los humanos le pidiéramos algo a Dios y Él cumpliera todas y cada una de estas peticiones, esto no disminuiría en nada Su reino, Su poder o Su fuerza.





Todos los días en nuestras oraciones le pedimos a Dios que nos guíe por el camino recto, el camino que lleva directamente a Su misericordia y perdón. Por lo menos diecisiete veces al día, los musulmanes repiten las palabras del primer capítulo del Corán. Pedimos la guía de Dios, reconocemos que Lo adoramos solo a Él y buscamos ayuda solo en Él.





“En el nombre de Dios, el Compasivo con toda la creación, el Misericordioso con los creyentes. Todas las alabanzas son para Dios, Señor de todo cuanto existe, el Compasivo, el Misericordioso. Soberano absoluto del Día del Juicio Final, solo a Ti te adoramos y solo de Ti imploramos ayuda. ¡Guíanos por el camino recto! El camino de los que has colmado con Tus favores, no el de los que cayeron en Tu ira ni el de los que se extraviaron”. (Corán 1:1-7)





En este hadiz Qudsi, Dios nos recuerda en la forma más hermosa y sublime que todo poder y toda fuerza provienen solo de Él.





Somos capaces de movernos y funcionar, comer, beber y respirar; todas nuestras funciones y sistemas corporales trabajan con precisión de reloj. Nuestros corazones laten y nuestra sangre circula. Todas estas funciones dependen por completo de la voluntad de Dios. Si algo deja de trabajar, nadie puede volverlo a la normalidad excepto por la voluntad de Dios.





Dios es Aquel que proporciona todo sustento. Imagina todo el trabajo que requiere tener un pedazo de pan tostado para el desayuno. El pan, la tostadora, la mantequilla, la electricidad, etc., nada de ello aparece mágicamente. La mantequilla fue batida, la tostadora fabricada, el trigo cosechado y convertido en harina, y el pan fue cocido, envuelto y entregado. Al untar la mantequilla en la tostada, tenemos que recordar que ninguna de esas simples pero necesarias tareas pudo ocurrir sin el permiso o el poder de Dios.





Dios es el Creador de todo y Él no tiene necesidades. Él no necesita nuestra obediencia, y nuestra desobediencia no Lo perjudica. Él no necesita recompensarnos si Le obedecemos, pero ha elegido hacerlo debido a Su generosidad. El Corán nos dice que fuimos creados para adorar a Dios, pero esto no significa que Él necesite nuestra adoración. No, por el contrario, somos nosotros los que necesitamos adorar a Dios. Es en el recuerdo de Dios que nuestro corazón se sosiega.





“No he creado a los yinnes y a los seres humanos sino para que Me adoren”. (Corán 51:56)





“Los corazones de los creyentes se sosiegan con el recuerdo de Dios”. (Corán 13:28)





“Todos ustedes están desviados con excepción de aquellos a quienes he guiado...”, este es un dicho hermoso y completo de las tradiciones del Profeta Muhammad. Hace énfasis en el amor de Dios por la humanidad, pero también nos recuerda que debemos estar agradecidos por ese amor. Podemos buscar consuelo y paz en cualquier lugar de este mundo, pero nunca los hallaremos hasta que los busquemos en nuestra relación con Dios.



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