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LA CONVIVENCIA RELIGIOSA Y EL BILINGÜISMO





Kathir bin Qays dijo: “Estaba sentado con Abu al-Darda’ en la mezquita de Damasco. Un hombre se le acercó y le dijo: Abu al-Darda’, he venido a ti desde la ciudad del Mensajero de Al-lah (la paz sea con él) por una tradición que te escuché relatar de él. No he venido con ningún otro propósito. Él (Abu al-Darda’) dijo: Escuché al Mensajero (la paz sea con él) decir: Si alguien viaja por un camino en busca de conocimiento, Dios hará que viaje por uno de los caminos del Paraíso. Los ángeles bajarán sus alas en su gran complacencia con el que busca conocimiento, los habitantes de los cielos y de la Tierra y los peces de las aguas profundas pedirán perdón por el sabio. La superioridad del sabio sobre el devoto es como la de la luna, en la noche en que está llena, sobre el resto de las estrellas. Los eruditos son los herederos de los Profetas, y los Profetas no dejan ni dinar ni dirham, dejan solo el conocimiento, y quien lo toma recibe una porción abundante”. (Sunan Abi Dawud, Libro 26, Hadiz No. 1)





Este hadiz implica numerosas lecciones importantes. Se abordarán aquí dos referentes a la tolerancia religiosa y la convivencia, y la importancia del bilingüismo.





LA TOLERANCIA RELIGIOSA Y LA CONVIVENCIA


Cuando el hombre vino a ver a Abu al-Darda’, según el hadiz anterior, este último estaba en la mezquita de Damasco. El lugar era el que luego fue conocido como la Mezquita de los Omeyas o la Gran Mezquita de Damasco.





Cuando los musulmanes “abrieron” Damasco al Islam (fath), no tenían lugar para adorar. Necesitaban algo con urgencia y no era el momento adecuado para emprender actividades de construcción. Al mismo tiempo, la ciudad estaba llena de iglesias. Pero como muchos residentes cristianos locales decidieron irse, y muchos otros luego decidieron convertirse al Islam, algunas de esas iglesias fueron perdiendo lentamente su funcionalidad.





No obstante, como era la política de los ejércitos musulmanes de liberación dondequiera que fueran, se garantizó a la gente de Damasco la seguridad de sus vidas, sus propiedades y sus iglesias, y no se alojaría a ningún musulmán en sus casas. Mientras pagaran el yiziah (un impuesto de capitación sobre los no musulmanes libres bajo el dominio musulmán) y cooperaran en asuntos de interés común, se les prometió vivir sin molestias y nada más que bien les sucedería.





Dadas las circunstancias, se decidió que una sección de una de las iglesias de la ciudad fuera designada como una pequeña casa de oración (musal-la). La iglesia estaba dedicada a Juan el Bautista. Contenía el lugar donde estaba enterrada su cabeza, sobre el cual se había erigido una cámara.





El lugar estaba lleno de Historia. Primero, sirvió como templo pagano de los arameos, luego como templo pagano de los romanos, y cuando el Cristianismo se convirtió en la religión oficial del Imperio Romano, se convirtió en una iglesia.





Tras la llegada de los musulmanes, el edificio fue compartido tanto por musulmanes como por cristianos. Conservó su estatus de iglesia, pero ahora, parcialmente, también se convirtió en una mezquita improvisada. Al entrar a la iglesia, los cristianos giraban a la izquierda (oeste) para ir a su sección de la iglesia, y los musulmanes giraban a la derecha (este) para ir a su propia sección de la iglesia. Todos compartían la misma entrada principal. Para la sección de la mezquita, no se llevó a cabo ninguna alteración estructural del edificio.





Más tarde, sin embargo, cuando el número de cristianos en la ciudad de Damasco disminuyó drásticamente y el número de musulmanes aumentó, se acordó que los musulmanes se apropiaran de la iglesia en cuestión y luego la convirtieran en una mezquita de pleno derecho. Esto fue hecho por el sexto califa omeya al-Walid bin ‘Abd al-Malik, quien gobernó desde el año 705 hasta el 715 e. c.





Posteriormente a la conversión, la mezquita conservó la tumba de Juan el Bautista como parte de su interior. Todavía hay varios elementos estructurales y decorativos que dan testimonio de la larga y rica historia multirreligiosa de la mezquita. No había nada inapropiado en mantenerlos.





Abu al-Darda’, originario de Medina, emigró a Siria y se desempeñó como gobernador allí durante el califato de ‘Uzman bin ‘Affan, el tercer califa rectamente guiado. Murió en Damasco antes de la muerte (asesinato) del califa.





Esto significa que Abu al-Darda’ estaba enseñando en la mezquita improvisada que formaba parte de la iglesia. Nadie vio nada malo o inhibidor en esto, tanto que casi nunca se llamó la atención sobre este estado inicial de la mezquita. Se dan informes extensos solo en el contexto del califato de al-Walid bin ‘Abd al-Malik, aunque no como algo problemático, sino como una mera pieza de Historia.





Del mismo modo, esto demuestra que, históricamente, los musulmanes fueron modelos de tolerancia religiosa y convivencia. Eso fue parte integral de su exitosa propagación y difusión del Islam. Comenzando con la época del propio Profeta Muhammad (la paz sea con él), los musulmanes también fueron los creadores de la noción de diálogo interreligioso, con mezquitas que a menudo funcionaban como sedes de los procedimientos.





De hecho, la Historia está repleta de evidencias que invalidan las afirmaciones infundadas en el sentido de que el Islam es una religión de violencia y que fue difundida por la espada, y que el Profeta Muhammad (la paz sea con él) y sus seguidores fueron hombres crueles y violentos que sembraron la barbarie.





LA IMPORTANCIA DEL BILINGÜISMO


Cuando el Islam y los musulmanes llegaron a Siria, el árabe no era la lengua franca de la región, excepto entre las tribus árabes existentes. Había varios otros idiomas que podían reclamar el honor. Sin embargo, tras el advenimiento del Islam y como parte de los procesos naturales de arabización (migración de árabes al territorio) e islamización, el idioma árabe fue ganando terreno rápidamente.





Los esfuerzos de enseñanza de Abu al-Darda’, que había emigrado de Medina, connotan un epítome de esos procesos. Toda la escena representada en el hadiz citado al principio, además, dio una idea de la difusión vibrante, quizás dramática, de la cultura y la civilización islámicas en el escenario global.





El árabe era el idioma oficial del Islam, la cultura y la civilización islámicas. Como era de esperar, todos los musulmanes tenían una afinidad especial con él y querían aprender tanto como fuera posible. Hacerlo proporcionó un sentido de pertenencia dentro del universo del Islam y su trayectoria civilizatoria. Proporcionó una identidad espiritual, que trascendió y eclipsó todas las demás identidades.





Pero la cultura y la civilización islámicas no son excluyentes ni discriminatorias de ninguna manera. Por el contrario, son incluyentes e igualitarias. Todo el mundo tiene un lugar y derechos en ellas, y todo el que pueda es bienvenido a enriquecerlas. Además, se alienta a las personas a permanecer fieles a los componentes saludables de sus diversas afiliaciones socioculturales. Estos se consideran enriquecedores y energizantes, lo que hace que la idea de la unidad en la diversidad sea uno de los principios fundamentales y más dinámicos del Islam como una forma de vida completa.





Si el árabe era el idioma oficial, promovido formal e institucionalmente por las autoridades -Abu al-Darda siendo gobernador y educador representaba la tendencia- eso de ninguna manera implicaba que se suprimieran otros idiomas. La disposición en el tratado de los comandantes musulmanes de que «nada más que bien les sucedería (a los ciudadanos de Damasco)», además de las garantías de protección y bienestar totales, fue el guardián.





Este enfoque hizo que la mayoría de los musulmanes no árabes fueran bilingües. La tendencia era un tesoro nacional inestimable. Facilitó el establecimiento y la preservación de la ortodoxia religiosa, de una cultura de aprendizaje unificada, de perspectivas de unidad nacional y religiosa, y de una identidad religiosa y ummática (tanto colectiva como democrática). Mejoró la comunicación y la amplitud de miras de las personas, haciéndolas sentir como en casa en todas las situaciones. Hizo que el Islam fuera mucho más fácil de entender, practicar y propagar. También fomentó el respeto por la alteridad de los demás y ayudó al pluralismo religioso y étnico.





No era raro que en tiempos de crisis, cuando la comunidad musulmana en bloque y sus proyecciones civilizatorias se encontraban en una encrucijada, el árabe como lengua franca de las instituciones y de muchos sectores de las sociedades musulmanas resultó tan fundamental como la pertenencia de las personas al Islam. La lengua –junto con el propio Islam– era garantía de supervivencia seguida de reafirmación.





En consecuencia, el centro de gravedad de los sistemas educativos tradicionales islámicos siempre consistió en estudios del Corán y el árabe. El primero representaba el umbral, así como el manantial, de las ciencias religiosas puras, que aseguraban la conciencia y la identidad religiosas, mientras que el segundo representaba un instrumento de todas las ciencias y de la identidad civilizatoria y cultural islámica.





Solo con el Corán y el árabe a bordo podría realizarse el sueño de la ummah (comunidad o nación supranacional musulmana). Solo con la función de esos dos podrían florecer genuinamente la cultura y la civilización islámicas.





Como indicación de este espíritu, después de las primeras dos o tres generaciones del Islam, la mayoría de los eruditos musulmanes no eran árabes. Sin embargo, la mayoría de ellos escribieron en árabe, que habían perfeccionado. Aparte de muchas ciencias religiosas e intelectuales en las que fueron pioneros, los no árabes incluso fundaron la gramática árabe. Ibn Jaldún explicó cómo sucedió eso: “Todos ellos eran de ascendencia no árabe (persa). Fueron criados en el idioma árabe y adquirieron el conocimiento del mismo a través de su educación y del contacto con los árabes. Inventaron las reglas (de gramática) y la convirtieron (a la gramática) en una disciplina (por derecho propio) para (que las generaciones las usen) más adelante”.





Por lo tanto, no sorprende que tan pronto como los roles del Corán y el idioma árabe fueron comprometidos, la cultura y la civilización islámicas comenzaron a declinar de manera irreversible. Tampoco es una coincidencia que tal declive llegara a su punto más bajo cuando los vientos del nacionalismo, y otros pequeños programas y visiones localizados, se extendían por el mundo musulmán en detrimento de los conceptos islámicos de ummah, hermandad y unidad, y cuando el papel del árabe se desvaneció, siendo distorsionado más allá del reconocimiento o siendo abandonado por completo.





Uno de los resultados más dolorosos de esta tragedia en parte inventada deliberadamente y en parte autoinfligida es que hoy en día la mayoría de los musulmanes apenas pueden leer, y mucho menos entender, el árabe y, por extensión, el Corán. Sin embargo, se hizo que muchos árabes prefirieran los dialectos locales y algunas versiones totalmente distorsionadas del árabe con el objetivo de volverse extraños al idioma árabe puro y al Corán (es decir, al mensaje prístino del Islam).





Ciertamente, este no es un entorno donde el potencial de revivir las glorias de la cultura y civilización islámicas sea factible. En cambio, es una pesadilla que debe detenerse antes de pasar página. La única forma de avanzar, es lógico, es volver a las enseñanzas originales del Islam y su Profeta Muhammad (la paz sea con él), pero a través del Corán como meta (constitución) y el árabe como mecanismo. Además, la única forma de avanzar es que los musulmanes se vuelvan auténticamente buenos y sean al menos bilingües, incluso trilingües en el mundo globalizado de hoy, y funcionen como tales, de la mejor manera posible.





Este es el significado central de la calidad sagrada del conocimiento y su búsqueda en el contexto actual. Los musulmanes están ordenados a liderar el mundo y, al menos, se debe hacer una declaración de intenciones.





 





Fuente: Islam City



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