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IBN TAYMIYYAH: EL ERUDITO TORTURADO







Un día, en la antigua ciudad de Damasco, un padre planeaba ir de picnic con su familia y les dijo a todos que se prepararan, pero su hijo desapareció repentinamente, por lo que tuvieron que salir sin él. Cuando regresaron al final del día, lo culparon por no salir con ellos. Él dijo, señalando un libro en su mano:





«No se beneficiaron de nada en su paseo, mientras que yo memoricé todo este libro en su ausencia».





Era conocido por su fisonomía, su aguda memoria y su ingenio que sorprendían a la gente de Damasco y los hicieron admirarlo cada vez más. Aunque era joven, su fama llegó a los territorios vecinos. Una vez, uno de los eruditos de Alepo visitó Damasco. Los eruditos y dignatarios de la ciudad fueron a darle la bienvenida. Él les dijo:





«Escuché en otros territorios de un muchacho que memoriza todo rápidamente. Vine aquí para verlo».





Condujeron al hombre a la pequeña escuela donde el muchacho solía ir a memorizar el Corán. El erudito se quedó sentado un rato hasta que el niño pasó con un gran tablero en la mano. El erudito lo llamó, así que fue hacia él.





El erudito le quitó el tablero y le dijo:





«Siéntate aquí, hijo, y te contaré algunas narraciones proféticas para escribir». Le dictó algo, luego le pidió que los leyera.





El niño comenzó a leer del pizarrón. Entonces el Sheij le dijo:





«Déjame escucharlo de ti».





El joven comenzó a contar las narraciones de su memoria exactamente como las leyó en la pizarra. El erudito le dijo:





«Borra esto, hijo».





Citó más de las narraciones del Profeta y le pidió que las repitiera. El niño hizo lo mismo otra vez; las leyó del pizarrón y luego repetía de su memoria. El erudito se levantó diciendo:





«Si este chico vive mucho, tendrá una gran posición [se convertirá en un gran erudito]. Nunca antes habíamos visto a alguien como él».





Este niño más tarde sería el erudito torturado, Ahmad Ibn Taymiyyah, quien adquirió su conocimiento de los mejores eruditos de su tiempo. Estudió la escuela Hanbali y nadie lo superó en ella. También estudió los principales libros de narraciones y tradiciones del Profeta, como las narraciones auténticas informadas por Al-Bujari, Muslim y otros.





Ibn Taymiyyah era una persona devota que observaba mucho los actos de adoración. Nunca dejó que nada lo distrajera de adorar a Dios. Solía pasar la noche solo, implorando a su Señor, recitando continuamente el Corán y realizando oraciones, mencionando e invocando a Dios, y observando la oración opcional de la noche.





Ibn Taymiyyah escribió una gran cantidad de libros; escribió más de trescientos libros. Tenía un vasto conocimiento y escribió muchos libros clasificatorios y obras literarias. Solía escribir hasta cuatro cuadernos al día. Un día, logró escribir el Ar-Risalah Al-Hamawiyyah (El Tratado de Hamawi) que consta de setenta páginas de tamaño mediano. Lo escribió entre las oraciones de Dhuhr y ‘Asr. Escribió todos sus libros durante los siete años que pasó en prisión, excepto el libro de Al-Imaan, (La fe) que escribió en Egipto.





Ibn Taymiyyah tenía mucho interés y entusiasmo por hacer todo tipo de buenas obras. Cada semana, solía visitar a aquellos que estaban enfermos, especialmente aquellos en el hospital. Era conocido por su ascetismo y benevolencia. Le encantaba dar lo que tenía, ya fuera poco o mucho. Incluso cuando tenía muy poco, lo daba en caridad. Solía donar lo que tenía. Si no tenía nada que dar, solía quitarse algo de su ropa y dársela a los pobres.





A pesar de su pobreza, nunca aceptó ninguna donación de un rey o príncipe. No ahorraba dinero para sí mismo; tampoco había guardado muebles ni comida.





Ibn Taymiyyah fue famoso por su coraje, valor e iniciativas valientes. Cada vez que salía a la yihad (lucha en la Causa de Dios) con los musulmanes, solía estar en la primera línea, alentando a los guerreros y despertando su determinación y entusiasmo. Participó en la conquista de ‘Akkah y mostró mucha valentía, lo cual demostró su fuerte fe y amor por participar en la yihad.





Cuando Qazaan, un rey tártaro, tomó cautivos a varios musulmanes, Ibn Taymiyyah, que Dios tenga piedad de él, fue a él, lo reprendió por este acto y le pidió que liberara a los cautivos musulmanes, y el rey lo hizo.





Ibn Taymiyyah tuvo una vida difícil, llena de continuas pruebas y calamidades. Tan pronto como terminaba una calamidad, surgía una nueva. Tan pronto como era liberado de una prisión, nuevamente era encerrado en otra.





Hacia el final de su vida, algunas personas conspiraron contra él debido a su opinión sobre prohibir que las personas visiten las tumbas de los Profetas (la paz sea con ellos) y las personas justas. Entonces difundieron un rumor entre la gente de que él menospreciaba a los Profetas (la paz sea con ellos). En consecuencia, los jueces de las cuatro escuelas de Egipto ordenaron que fuera encarcelado. Entonces fue encerrado en la ciudadela de Damasco.





En esa ciudadela, Dios lo inspiró con la comprensión de muchos significados del Corán y los conceptos básicos de conocimiento que muchos eruditos hubieran deseado tener.





Durante su cautiverio en la ciudadela, solía decir: «Si diera tanto oro como el que llenaría esta ciudadela, no alcanzaría lo suficientemente para agradecr por esta gracia de ser encarcelado».





Cuando le hicieron recordar a las personas que lo habían herido y causado su encarcelamiento, dijo: «Nunca puedo recompensarlos por el bien que me hicieron».





Ibn Taymiyyah permaneció en la cárcel en esa ciudadela durante unos dos años hasta que murió en el año 728 e. c.





En el momento de su oración fúnebre en la mezquita, los soldados rodearon el funeral para protegerlo de las multitudes abrumadoras. El número de personas en su funeral siguió aumentando hasta que llenaron todos los callejones, calles y mercados. Que Dios tenga piedad de este gran erudito.





 





Fuente: http://www.islamweb.net



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