Un extracto del sermón de despedida del Profeta Muhammad (la paz sea con él) dice:
Toda la humanidad viene de Adán y ِ Adán viene del polvo, un árabe no tiene superioridad sobre un no árabe ni un no árabe tiene ninguna superioridad sobre un árabe; además, una persona blanca no tiene superioridad sobre una negra ni una persona negra tiene superioridad sobre una blanca excepto por la piedad y las buenas obras.
Sin duda, el Profeta Muhammad dejó un recordatorio contundente de la importancia de las buenas acciones justo antes de su partida, proporcionando un gran incentivo para que los musulmanes participen constantemente en las buenas acciones y se protejan del mal comportamiento.
Pero a pesar de lo humanos que son los creyentes, lidiar con la tentación y los niveles fluctuantes de fe es una batalla diaria para muchos. Sin embargo, al mismo tiempo, la morada más elevada del cielo como promesa para aquellos que se dedican a las mejores acciones es muy atractiva, y sus recompensas no son superficiales ni temporales, y definitivamente no conocen competencia en lo que respecta a las ganancias.
El secreto para convertir las buenas obras en hábitos para toda la vida es lograr una relación sólida con Dios y pedir Su ayuda al realizar buenas obras. Dios, a su vez, abre las puertas a muchas oportunidades para sobresalir aún más como musulmán… y un creyente debe recordar eso, para que los beneficios de las obras se extiendan al Más Allá.
LA BUENA ACCIÓN VERSUS EL HÁBITO
Una buena acción se define como un acto de bondad que beneficiaría a otro individuo que no sea uno mismo.
Más importante aún, en el Islam, las buenas obras se reconocen como actos por agradar a Dios. Cuando una persona se compromete a realizar una buena acción, reserva su intención para Dios y no espera reconocimiento ni recompensa a cambio.
Por supuesto, si tales recompensas se materializan, un creyente debe reconocer esto como una recompensa de Dios en la tierra, por tal hecho.
Sin embargo, el Corán se mantiene firme en las recompensas máximas de los actos sinceros, por lo que los creyentes deben continuar esforzándose por obtener recompensas en el más allá, especialmente cuando las recompensas no se ven necesariamente en este mundo:
Dios no es injusto con nadie ni en el peso de la más ínfima partícula. Por el contrario, retribuye generosamente toda obra de bien, y concede de Su parte una recompensa magnánima. (4:40)
Un hábito, por otro lado, es algo que haces automáticamente de forma frecuente. Con el acondicionamiento adecuado, el cerebro en realidad puede crear vías para garantizar que este hábito se realice con la frecuencia deseada, e incluso en un horario deseado.
El subconsciente del cerebro es posiblemente la parte más poderosa del cerebro, ya que permite a una persona realizar actos sin inhibiciones ni obstáculos.
El Profeta Muhammad animó:
Haz lo que quieras siempre que no te avergüence. (Al-Bujari)
Así, para convertir una buena acción en un ritual habitual, un punto de partida sería condicionar la mente para crear un hábito a partir de la buena acción sin sentirte obstaculizado o avergonzado de tal acción.
Encontrar la sinergia entre los dos realmente ayudará a una persona a desarrollar la confianza de que, a la larga, realizará una buena acción y ayudará a evitar cualquier duda que invada la mente.
PRIMERO, ESTABLECE UNA META A CORTO PLAZO
Establecer una meta para comenzar a participar en una sola buena acción es como escribir un contrato con uno mismo. Imagina un acuerdo comercial importante en el que dos partes firman un contrato para cumplir con un acuerdo; esto es exactamente lo mismo, solo que la persona que hace el acuerdo está firmando un contrato consigo mismo.
Para algunas personas, esto puede parecer fácil, especialmente para aquellos que tienen grandes expectativas de sí mismos y se niegan incluso a permitirse fallar.
Para aquellos que se sienten menos motivados para tener éxito, esto puede parecer difícil. Pero incluso para comenzar una buena obra, el creyente debe creer en sí mismo, y esto se puede lograr poniendo plena confianza en Dios, como se dice:
Si Dios los auxilia nadie podrá vencerlos. Pero si los abandona, ¿quién podrá auxiliarlos contra Su voluntad? Que a Dios se encomienden los creyentes. (3: 160)
Al establecer un objetivo, es una buena idea tenerlo por escrito y hay varias formas de hacerlo. Puede anotarse en un papel, plastificarse y guardarse en una billetera.
El objetivo puede ser tan simple como “Leeré una página del Corán al día”, pero escribir el objetivo anima a la persona a actuar en consecuencia debido a su gran importancia.
Al leer ese objetivo en voz alta todos los días, existe la duda de que se pueda lograr. Los oradores motivacionales a menudo alientan a los participantes en sus talleres a mirar sus objetivos al menos dos veces al día, sacándolos de sus billeteras y leyéndolos en voz alta por la mañana y por la noche como recordatorio para uno mismo.
Otras formas serían mantener un recordatorio programado y frecuente en un teléfono móvil o correo electrónico, lo que sea más conveniente para el destinatario.
Más importante aún, estos recordatorios frecuentes imbuyen un mensaje vital en el cerebro, que una determinada acción se está convirtiendo en un hábito y está ahí para permanecer atascada en la mente de uno mientras todavía esté funcionando.
RECUERDA LA COHERENCIA
Un hábito es algo que se hace con frecuencia, probablemente programado y tiene poca importancia. ¡Esto no quiere decir que las buenas acciones sean de poca importancia!
Por el contrario, las buenas acciones son sumamente importantes, pero en el caso de convertir una en un hábito para toda la vida hace que la buena obra se convierta en algo que es liviano, algo fácil de hacer (sin pensarlo dos veces), y no es una carga para la persona que lo esta haciendo.
De hecho, incluso un musulmán en su punto más débil, que continúa luchando por Dios, ganará el pleno reconocimiento por sus obras:
En cambio, quienes tenían certeza de que comparecerían ante Dios exclamaron: “¡Cuántas veces, con el permiso de Dios, un grupo pequeño ha derrotado a grandes ejércitos!” Porque Dios está con los pacientes. (2: 249)
Ser perseverante es muy importante ya que esto elimina cualquier inhibición original que uno tenga del hábito. En su mayoría, los hábitos se realizan a diario, por lo que con cada buena acción, es mejor incorporarla a la rutina diaria. La “rutina diaria de una página del Corán” es un buen ejemplo.
En este caso, una persona que está trabajando en esta buena acción puede programar la lectura de una página después de las oración Isha o durante la pausa del almuerzo o en el camino al trabajo; de esta manera se forma un hábito y se asocia a una actividad que se realiza a diario haciendo de la buena acción un hábito ligero. Cualquiera que sea la acción, si se convierte con éxito en un hábito para toda la vida, Dios recuerda que ese nivel de espiritualidad no se puede romper.
RODÉATE DE UN AMBIENTE POSITIVO
Crear un ambiente positivo es esencial para que prospere la buena acción. Si una persona quiere convertir la lectura del Corán, una página al día, en un hábito, debe hacer que su entorno sea propicio para hacerlo. Digamos que el tiempo programado es leer después de la oración de Isha, un ambiente positivo sería uno libre de distracciones.
Es necesario apagar la televisión; otras tareas deben completarse; la habitación debe estar limpia y preferiblemente tener un aroma refrescante. Esto asegurará que la obra se realice sin problemas, sin molestias ni interrupciones.
De manera similar, si una persona desea leer el Corán en el viaje diario, invertir en un Corán de bolsillo o descargar un Corán digital en un dispositivo de lectura electrónica ayudaría a crear un ambiente positivo. Además, viajar antes de la hora pico ayudará a que la obra sea agradable.
Mantener una compañía positiva también es una buena manera de mejorar un entorno positivo.
Si una persona se mantiene con los que se dedican a las buenas obras, le resultará más fácil hacer lo mismo. Si una persona termina entablando amistad con quienes son sarcásticos, cínicos, degradantes o desmoralizantes con respecto a una buena acción, esto podría causar desmotivación en la realización de la buena acción.
Estas mismas personas también tienen el potencial de poner en duda la capacidad de uno para habituar eventualmente una buena acción, por lo que es importante deshacerse de la tentación de fracasar. Compartir buenas intenciones con compañeros comprensivos es una excelente manera de mantener una buena acción consistente e incluso se convertirá en un hábito.
RESTAURA Y FORTALECE TU RELACIÓN CON DIOS
Al alcanzar las metas a corto plazo, es agradable recompensarse a sí mismo con una pequeña celebración, ya que todas las personas prosperan con la retroalimentación y la atención positivas. Esto no significa derrochar un regalo o darse un capricho con una cena cara, sino una buena manera de celebrar tal logro sería revisar las intenciones de crear este objetivo y meta en primer lugar.
Repasar las razones por las que esta buena acción fue importante es una forma rápida de renovar el compromiso de uno con Dios. Además, este es el momento perfecto para renovar esa meta o agregar más buenas obras a esta lista, ya que con cada buena acción viene la facilidad de participar en más de lo mismo, ya que Dios abrirá más puertas para logros positivos.
Recuerda siempre las recompensas en el Más Allá y suplica continuamente por la ayuda de Dios para vivir con éxito en este mundo y en el venidero, ya que esta es definitivamente una de las mejores formas de automotivación.
Además, es mejor recordar a uno mismo que las promesas de Dios siempre se cumplen:
Y si Mis siervos te preguntan por Mí [¡oh, Muhammad!, diles] que estoy cerca de ellos. Respondo la súplica de quien Me invoca. [Entonces] que me obedezcan y crean en Mí, que así se encaminarán. (2: 186)