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La tierra es un planeta viviente en el que muchos sistemas complejos funcionan a la perfección y de forma continua, sin pausa. Cuando se la compara con otros planetas, es evidente que en todos sus aspectos la tierra está especialmente diseñada para la vida humana. Constituida sobre equilibrios delicados, la vida prevalece en cada rincón de este planeta, desde la atmósfera hasta las profundidades de la tierra.





La investigación de sólo unos pocos de esos millones de equilibrios delicados, sería suficiente para mostrar que el mundo en el que vivimos está especialmente diseñado para nosotros.





Uno de los balances más importantes en nuestro planeta se revela en la atmósfera que nos rodea. La atmósfera de la tierra contiene los gases más apropiados en la relación más adecuada, de acuerdo a las necesidades para la supervivencia tanto de los seres humanos, como de todos los seres vivientes en la tierra.





El 77% de nitrógeno, 21% de oxígeno y 1% de dióxido de carbono, así como otros gases fácilmente disponibles en la atmósfera, representa el esquema ideal que se necesita para la supervivencia de los seres vivos. El oxígeno, un gas que es vital para los seres vivos, ayuda a quemar la comida y convertirla en energía dentro de nuestros cuerpos.





Si la cantidad de oxígeno en la atmósfera fuera mayor al 21%, las células en nuestro cuerpo pronto comenzarían a sufrir mucho daño. La vegetación y las moléculas orgánicas necesarias para la vida también serían destruidas. Si esta cantidad fuera menor, esto nos causaría dificultades para respirar, y la comida que comemos no se convertiría en energía. De manera que el 21% de oxígeno en la atmósfera es la cantidad más idónea determinada para la vida.





No menos que el oxígeno, otros gases como el nitrógeno y el dióxido de carbono están dispuestos también en la cantidad ideal para las necesidades de los seres vivos y la continuidad de la vida. La cantidad de nitrógeno en la atmósfera tiene la proporción adecuada para equilibrar los efectos nocivos y carburantes del oxígeno. Esta proporción representa el valor más apropiado para la fotosíntesis, que es esencial en el suministro energético para la vida en la tierra. Además, la cantidad de dióxido de carbono tiene el valor más apropiado que se necesita para mantener la estabilidad de la temperatura en la superficie terrestre, y para evitar la pérdida de calor, especialmente durante la noche. Este gas, que conforma el 1% de la atmósfera, cubre la tierra como una colcha y evita la pérdida de calor hacia el espacio. Si esta cantidad fuera mayor, la temperatura de la tierra se incrementaría excesivamente, causando inestabilidad climática y planteando una seria amenaza para los seres vivos.





Estas proporciones se mantienen constantes gracias a un sistema perfecto. La vegetación que cubre la tierra convierte el dióxido de carbono en oxígeno, produciendo 190 mil millones de toneladas de oxígeno cada día. Las proporciones de otros gases también se mantienen constantes en la tierra con la ayuda de complejos sistemas interconectados. De esta forma se sostiene la vida.





Además de establecer la mezcla de gas ideal que requiere la vida en la tierra, los mecanismos necesarios para preservar y mantener dicho orden fueron creados con él. Cualquier ruptura en el equilibrio, aunque instantánea, o cualquier cambio en las proporciones, incluso por un periodo de tiempo muy breve, significaría la destrucción total de la vida. Sin embargo, esto no ocurre. La formación de estos gases en la atmósfera, en la cantidad justa que la gente necesita, y la conservación constante de estas proporciones, indican una creación planificada.





Al mismo tiempo, la tierra tiene el tamaño ideal en términos de magnitud para tener una atmósfera. Si la masa de la tierra fuera un poco menor, su fuerza gravitacional sería insuficiente y la atmósfera se dispersaría en el espacio. Si su masa fuera un poco mayor, la fuerza gravitacional sería demasiada y la tierra absorbería todos los gases de la atmósfera. Hay un número increíblemente alto de condiciones requeridas para la formación de una atmósfera como la que nuestro mundo tiene actualmente, y todas esas condiciones deben coexistir simultáneamente para que se puede hablar de vida.





La creación de estas proporciones y equilibrios delicados en el cielo se menciona en el Corán:





“[Dios] Ha elevado el cielo y ha puesto la balanza”. (Corán 55:7)





La mayoría de la gente pasa su vida sin percatarse de los balances delicados y los ajustes sutiles en la composición de los gases de la atmósfera, la distancia entre la Tierra y el Sol o los movimientos de los planetas. Ignoran la gran importancia de esos balances y ajustes para sus propias vidas. Sin embargo, la menor desviación en cualquiera de esas disposiciones podría crear problemas muy graves en relación con la existencia y la supervivencia de la humanidad.





Hay muchos otros equilibrios establecidos en la tierra para la continuidad de la vida:





Por ejemplo, si la gravedad en la superficie fuera mayor que su valor actual, la atmósfera retendría demasiado amoniaco y gases de metano, lo que significaría el final de la vida. Si fuera más débil, la atmósfera del planeta perdería mucha agua, y la vida en la tierra sería imposible.





El espesor de la corteza terrestre constituye otro de los equilibrios delicados en la tierra. Si la corteza terrestre fuera más gruesa, demasiado oxígeno sería transferido de la atmósfera a la corteza, y esto tendría efectos graves en la vida humana.





Si ocurriera lo contrario, es decir, si la corteza terrestre fuera más delgada, la actividad volcánica y tectónica sería demasiado grande para permitir la vida en la tierra.





Otro equilibrio crucial para la vida humana es el nivel de ozono en la atmósfera. Si fuera mayor que su valor actual, las temperaturas en la superficie serían demasiado bajas. Si fuera menor, las temperaturas en la superficie serían muy altas, y también habría demasiada radiación ultravioleta.





De hecho, la ausencia de uno solo de estos equilibrios anunciaría el fin de la vida en la tierra. Sin embargo, Dios ha creado el universo con sabiduría y poder infinitos, y ha diseñado la tierra especialmente para la vida humana. A pesar de ello, la mayoría de las personas lleva su vida ignorando por completo estos hechos. En el Corán, Dios le recuerda a la gente que Él:





“Hace que la noche penetre en el día y que el día penetre en la noche. Y ha sometido el sol y la luna a Su dominio, cada uno de los cuales gira hasta un término fijado. Ese es Dios, vuestro Señor, a Él Le pertenece la soberanía, mientras que los que invocáis aparte de Él no poseen ni la piel de un hueso de dátil”. (Corán 35:13)





Es suficiente con mirar los millones de planetas muertos en el espacio para entender que los delicados balances requeridos para la vida en la tierra no son el resultado de coincidencias aleatorias. Las condiciones esenciales para la vida son demasiado complicadas como para haber sido formadas “por su cuenta” y al azar, y dichas condiciones son creadas especialmente sólo para la vida.





Estos equilibrios que hemos descrito brevemente hasta ahora son sólo unos pocos de los millones de balances intrincados e interrelacionados, y los órdenes establecidos para que la gente pueda vivir en paz y con seguridad en la tierra.





Examinar sólo una parte de los equilibrios y la armonía en la tierra es suficiente para comprender el ser superior de Dios y comprender la existencia de una creación del universo planificada en cada detalle. No hay duda de que es imposible para una persona o cualquier otro ser vivo construir un balance y un orden tan enormes. Ni son los componentes de este orden como los átomos, elementos, moléculas y gases, capaces de establecer un orden basado en estos cálculos y medidas, intrincados y extremadamente delicados, y estos finos ajustes. Esto es porque las actividades como planear, ordenar, organizar, calcular y dosificar sólo pueden ser realizados por seres que poseen sabiduría, conocimiento y poder. El Exaltado Ser Quien ordena, planea y equilibra el universo entero para que sea apropiado para los seres humanos en un planeta como la tierra, y Quien lo sostiene con medidas y equilibrios dramáticamente delicados, es Dios, Quien tiene la Sabiduría, el Conocimiento y el Poder infinitos.





En el Corán se afirma que las personas que son capaces de reconocer estos hechos son sólo “las personas con inteligencia”:





“Es cierto que en la creación de los cielos y la tierra y en la sucesión del día y la noche, hay signos para los que saben reconocer la esencia de las cosas. Los que recuerdan a Dios de pie, sentados y acostados, y reflexionan sobre la creación de los cielos y la tierra: ¡Señor nuestro! No creaste todo esto en vano. ¡Gloria a Ti! Presérvanos del castigo del Fuego”. (Corán 3:190-191)





La reciente terminación del mapa genético humano en el ámbito del Proyecto Genoma Humano es un avance científico importante. Sin embargo, algunos resultados de este proyecto han sido distorsionados en algunas publicaciones evolucionistas recalcitrantes. Se ha afirmado que los genes de los chimpancés son similares a los humanos en un 98%, y esto se presenta como evidencia de la afirmación de que los simios son cercanos a los humanos y, por tanto, ancestros lógicos de los mismos, como afirma la Teoría evolucionista de Darwin. El argumento es engañoso.





La afirmación de la similitud en un 98% es engañosa. Para afirmar que la configuración genética humana y la del chimpancé tienen una similitud del 98% entre ellas, el genoma del chimpancé debe ser mapeado de la misma forma que lo ha sido el del humano, y ambos deben ser comparados. No se ha completado aún semejante investigación para el chimpancé.





Esta afirmación de similitud es una exageración basada en la similitud en las secuencias de aminoácidos de unas 30 a 40 proteínas básicas presentes en el hombre y en el chimpancé. Un análisis secuencial ha sido hecho con un método denominado “hibridación de ADN” sobre las secuencias de ADN que se correlacionan con estas proteínas, y sólo este número limitado de proteínas ha sido comparado. Sin embargo, hay cientos de miles de genes y, por tanto, 100.000 proteínas codificadas por estos genes en los humanos. La afirmación de que todos los genes del ser humano y del simio son similares en un 98%, ¡está basada en la similitud de 40 entre 100.000 proteínas!





Por otra parte, las proteínas básicas mencionadas son moléculas vitales comunes presentes en otros tipos de seres vivos. Las estructuras de los mismos tipos de proteínas presentes no sólo en chimpancés, sino también en seres vivos completamente diferentes, son muy similares a aquellas en los humanos.





Por ejemplo, los análisis genéticos publicados en New Scientist han revelado una similitud del 75% entre el ADN de gusanos nematodos y seres humanos.  (New Scientist, mayo 15 de 1999, p.27). ¡Definitivamente, esto no significa que sólo hay un 25% de diferencia entre los seres humanos y los gusanos!





Además, el análisis hecho en algunas otras proteínas ha mostrado que el hombre es cercano a muchos seres vivos distintos. En un estudio llevado a cabo por los investigadores de la Universidad de Cambridge, se compararon algunas proteínas de animales terrestres. Sorprendentemente, y en casi todos los ejemplos, el hombre y el pollo fueron pareados como los más cercanamente relacionados. El siguiente animal más cercanamente relacionado fue el cocodrilo. (New Scientist, v.103, agosto 16 de 1984, p.19)





Otro ejemplo usado por los evolucionistas sobre la “similitud genética entre el hombre y el simio”, es la presencia de 48 cromosomas en chimpancés y gorilas y 46 cromosomas en el hombre. Los evolucionistas se refieren a la cercanía del número de cromosomas como un indicativo de relación evolutiva. Sin embargo, si esta lógica fuera verdadera, entonces el hombre debería tener una relación incluso más cercana que con el chimpancé, ¡con la papa! El número de cromosomas en la papa es exactamente igual al número de cromosomas en los humanos: 46.





Estos ejemplos muestran que esta similitud genética no constituye evidencia para la Teoría de la Evolución. Esto es porque las similitudes genéticas no están en consonancia con los esquemas evolutivos propuestos y, por el contrario, arrojan resultados en gran medida incompatibles.





No sorprende que, cuando el asunto se evalúa como un conjunto, se ve que el tema de “similitudes bioquímicas” no constituye evidencia de la evolución, sino que, por el contrario, hace tambalear la teoría. El Dr. Christian Schwabe, un investigador bioquímico de la Facultad de Medicina de la Universidad de Carolina del Sur, es un científico evolucionista que ha dedicado años a la búsqueda de evidencia de la evolución en el ámbito molecular. En particular, hizo una investigación sobre la insulina y péptidos de la familia relaxinal, y trató de establecer relaciones evolutivas entre los seres vivos. Sin embargo, debió confesar muchas veces que no pudo encontrar evidencia de la evolución en ningún punto de sus estudios. Dijo:





“La evolución molecular está a punto de ser aceptada como un método superior a la paleontología para el descubrimiento de relaciones evolutivas. Como evolucionista molecular, debería estar dichoso. Por el contrario, parece desconcertante que existan tantas excepciones a la progresión ordenada de especies tal y como ha sido determinada por las homologías moleculares. Tantas, de hecho, que pienso que la excepción, las particularidades, pueden llevar el mensaje más importante”. (Christian Schwabe, Sobre la Validez de la Evolución Molecular, Tendencias en las Ciencias Bioquímicas.  V.11. Julio, 1986).





Basado en los hallazgos recientes obtenidos en el campo de la biología molecular, el bioquímico renombrado Prof. Michael Denton hizo los siguientes comentarios:





“Cada clase es única a nivel molecular, aislada y desvinculada de intermediarios. Así, las moléculas, como los fósiles, han fallado en brindarnos los intermediarios esquivos tanto tiempo buscados por la biología evolutiva… A nivel molecular, ningún organismo es “ancestral”, “primitivo” o “avanzado” en comparación con sus relacionados… Hay poca duda de que si la evidencia molecular hubiera estado disponible hace un siglo… la idea de la evolución orgánica quizá nunca hubiera sido aceptada”. (Michael Denton, “Evolución: Una Teoría en Crisis”, Londres; Burnett Books 1985, pp.290-291)





Sin duda, es natural para el cuerpo humano tener ciertas similitudes hormonales con otros seres vivos, porque todos ellos fueron hechos de las mismas moléculas, todo ellos usan las mismas agua y atmósfera, y todos ellos consumen comidas conformadas por las mismas moléculas. Ciertamente, sus metabolismos y por lo tanto su configuración genética, deben parecerse entre sí. Esto, sin embargo, no es evidencia de que evolucionaron de un ancestro común.





Este “material común” no es el resultado de la evolución sino del “diseño común”, es decir, de haber sido creados bajo el mismo plan.





Es posible explicar este tema con un ejemplo. La mayoría de los edificios están construidos con materiales similares (ladrillos, acero, cemento, etc.). Esto, sin embargo, no significa que estos edificios “evolucionaron” unos de otros. Fueron construidos separadamente utilizando materiales comunes. Lo mismo es cierto para los seres vivos también.





Los darwinistas han distorsionado los resultados del Proyecto Genoma Humano. La vida no se originó de coincidencias inconscientes como afirma la evolución, sino que es el resultado de la creación de Dios, el Todopoderoso, el Dueño del conocimiento y la sabiduría infinitos.



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