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Mujeres en alquiler:





Mujeres en alquiler: Una atrocidad del chiismo  1 


Mujeres en alquiler: Una atrocidad del chiismo


Habiendo estudiado la Biblia y su historia durante muchos años, y el


Corán durante unos pocos, puedo decir con toda certeza que el matrimonio


temporal (o alquiler de mujeres) no está permitido en el Judaísmo, ni en el


Cristianismo, ni en el Islam, pues no aparece en ninguna de sus escrituras


sagradas. Por tanto, no existe justificación alguna para que ningún creyente


en el Dios de Abraham sostenga esta práctica. Sin embargo los chías (o


chiitas), que tanto insisten en la falacia de la “unión chía-sunni”, tienen al


alquiler de mujeres como algo perfectamente legal, y varios de sus “imanes


infalibles” lo permitieron abiertamente, dictando reglamentaciones al


respecto, supuestamente “inspirados por Dios” (pues para los chías, todo lo


que hacían y decían sus “imanes infalibles” era por inspiración divina, tal


como los profetas; de hecho, ellos consideran a sus imanes superiores a los


profetas, lo que va contra la fe islámica).


El alquiler de mujeres de los chías es denominado mutá, y básicamente


es una forma de prostitución que en Colombia llamamos “prepago”. Las


chicas prepago son mujeres que se dan en alquiler por gruesas sumas de


dinero, principalmente pagadas por capos del narcotráfico, quienes las usan


ya sea durante un fin de semana en una de sus fiestas, o durante meses y


hasta años, como amantes a las que hacen llevar a sus casas o fincas cuando


quieren pasar un buen rato. Se las llama prepago porque a diferencia de las


prostitutas, no cobran solo por el acto sexual, sino que cobran por el tiempo


de compañía, así esta sea solo una charla o una tarde de baile. Además, no


solo reciben el pago por sus servicios, sino regalos y “arreglos” (léase


cirugías estéticas, maquillaje, etc.) de parte de sus clientes más asiduos. La


prepago es libre de elegir sus clientes, pero durante el tiempo que está


alquilada a un cliente, le pertenece a éste y no puede irse con otro. Las


historias de las prepago se hicieron famosas en la televisión gracias a la serie


colombiana “Sin Tetas No Hay Paraíso”, que ha sido vista en varios países.


Esa es exactamente la forma como funciona la mutá entre los chías.


Según las reglamentaciones de sus “imanes infalibles”, un chía puede hacer


mutá con una mujer casada (de hecho no hay necesidad de preguntarle si


está casada). Se puede hacer las veces que se quiera con las mujeres que se


quiera. Una mujer puede hacer mutá con varios hombres también, siempre


y cuando guarde ciertos tiempos de espera entre uno y otro, pero puede hacer


varios mutá con el mismo hombre sin observar tiempo de espera. La mujer


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durante el tiempo que ha sido alquilada tiene el nivel de una esclava, durante


ese tiempo le pertenece a su “marido”. No tiene derecho a heredar ni a


compartir el lecho con el hombre. Esto último es interesante: El hombre


puede acostarse las veces que quiera con ella, pero ella no puede dormir en


la habitación de él, pues ese es un derecho exclusivo de la esposa legítima:


«Al-Shahid al Thani, el Sheij al-Ansari y el Sheij Muhammad al-Hasan


reclaman un consenso sobre esta cuestión. Ellos señalan que la “cama del


mutá” y la “cama de una mujer esclava”, no mantienen la misma posición


elevada que la cama de la esposa permanente, ya que una esposa de mutá, es


una “mujer rentada”.» Tomado de “Los Estatutos del Mut'a”, Profesor


Husein Ansariyan (www.islamoriente.com/Fileu/News/100189.pdf).


La mujer tampoco tiene el derecho a ser mantenida ni a recibir afecto,


debe contentarse solo con el pago por su alquiler. Pero es posible definir un


límite para los actos sexuales durante el alquiler, así como para las reuniones


de los “esposos”. Por ejemplo, puede decirse: “nos casamos durante dos


meses a partir del primero de junio del año tal, en los cuales tendremos


relaciones sexuales cinco veces, y nos veremos solo en sábados y domingos


durante la noche”. Si el tiempo se vence antes de haber completado los cinco


actos sexuales, el matrimonio termina y a la mujer se le descuenta parte de


su pago por el servicio incompleto.


La mutá es un alquiler por un tiempo prescrito. El hombre y la mujer se


ponen de acuerdo en cuánto tiempo estarán juntos (desde un mínimo de


media hora hasta varios años) y el valor del alquiler (uno puede pagar unas


horas de alquiler con unos cuantos granos de maíz, si se llega a tal acuerdo,


no necesariamente debe ser una suma de dinero). El tiempo debe ser


estipulado con exactitud en el contrato de alquiler. Este contrato no requiere


que se realice ante notario o ante un clérigo chía (recordemos que en el Islam


no hay clero, no existe el sacerdocio, pero en el chiismo sí). El contrato se


puede hacer en secreto y su característica principal es que incluye el pago a


la mujer por su alquiler. Es decir, un hombre puede verse con una mujer en


una cafetería, se ponen de acuerdo, él le paga US$200 dólares para que ella


se “case” temporalmente con él por dos horas, ponen de testigos a Dios y a


Su Mensajero (ByP), van a un motel, tienen relaciones “perfectamente


legales”, se despiden, y listo. Si les gustó mucho el asunto y quedaron con


ganas de más, pueden ponerse de acuerdo en el motel, hacer un contrato de


prórroga por dos horas más, con los mismos testigos anteriores, y siguen


gozando. Salen del motel, se despiden, y como decimos en Colombia: “Si te


vi no me acuerdo”. El hombre ya pagó el servicio de alquiler, la mujer no


tiene derecho a exigir absolutamente nada más, ni siquiera una sonrisa o un


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beso de despedida. Si el asunto le gustó mucho al hombre, él puede buscarla


más adelante, digamos el siguiente fin de semana, y si ella está de acuerdo,


repiten todo el proceso. Según los chías, esto es admitido por Dios, no


constituye ningún criminen ni ningún pecado.


Cosa interesante: si ella llega a quedar embarazada, el hijo pertenece al


hombre. Él puede llevárselo si desea, sin que ella tenga derecho alguno a


reclamar. Por otro lado, si por alguna de las reglamentaciones de los “imanes


infalibles” el contrato de alquiler es inválido, y la mujer lo sabía pero el


hombre no, ella es considerada fornicadora y no tiene derecho a pago alguno,


mientras que el hombre simplemente cometió un “coito equivocado”:


«Si el matrimonio ha sido consumado y la mujer estaba enterada de la


invalidez del contrato, no puede reclamar la dote, ya que es una fornicadora


y no existe una dote para la fornicación.» Tomado de “Los Estatutos del


Mut'a, Segunda Parte”, Profesor Husein Ansariyan


(www.primercamino.com/Fileu/News/100183.pdf).


A estas relaciones patrón-prepago le llaman los chías “matrimonio”.


Honestamente, yo soy consciente de que la sociedad de hoy está podrida


desde la médula. Que las niñas se acuesten con uno y otro de sus compañeros


de colegio, está a la moda, es bien visto. Las mujeres de éxito que nos


muestra la televisión, en especial las cantantes, son mujeres que basan su


éxito en el hecho de exhibirse y ofrecerse permanentemente. ¿Noviazgo?


¡Ja! Los muchachos en cualquier momento terminan en la cama, y la niña


está al otro día pensando “¿en qué quedamos?” No sabe si la próxima vez


que lo vea debe saludarlo de beso en la boca o hacer como que no ha pasado


nada. Se ha convertido en toda una ciencia el que una persona se involucre


con otra especificándole que lo que desea es una relación con fidelidad. Si


esto no se logra a tiempo y de forma clara, la otra persona simplemente


responderá cuando sea descubierta en una infidelidad: “nunca dijimos que


era una relación de exclusividad”. Hoy día, toda relación es abierta y


múltiple por omisión.


Pero aun así, a pesar de que las nociones de familia y matrimonio están


corruptas por completo, estoy seguro que ninguna de estas mujeres que


aceptan que sus compañeros tengan otras mujeres a cambio de ellas tener


otros hombres, diría que eso es un matrimonio. Ninguna de estas muchachas


que tienen relaciones sexuales con un hombre una noche y al siguiente día


no saben qué hacer si lo vuelven a ver, diría que esa experiencia puede


llamarse “matrimonio temporal”. A pesar de la ausencia de valores, la


palabra matrimonio, aunque a la mayoría le suene peyorativa, denigrante,


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tiene una connotación de seriedad y permanencia. Es decir, matrimonio


implica un ritual (así sea meramente legal, como ante un notario, pero


igualmente es un ritual), una consumación y unos objetivos básicos


universales: vivir como pareja por tiempo indefinido, formar un hogar, tener


hijos.


De modo que llamarle “matrimonio”, aun agregándole el adjetivo


“temporal”, a una transacción de alquiler que perfectamente podemos


asociar a las chicas prepago o a las gueichas (damas de compañía) japonesas,


le suena absurdo incluso a una prostituta. Una mujer que se alquila es eso,


una mujer que se alquila, una profesional en servicios sexuales además de


una compañía agradable. No una esposa, por más que se le diga “esposa


temporal”. El solo unir la palabra esposa con la palabra temporal ya suena


absurdo, ridículo.


Como decía al principio, la idea es atractiva. Poder tener a cualquier


mujer que esté dispuesta a alquilarse, cuantas quiera las veces que quiera,


sin importar si estoy casado o si lo están algunas de ellas, con la convicción


de que la sociedad lo permite, que la ley no lo castiga, que las mujeres no


querrían ni podrían reclamar cosa alguna, y además, que el sacerdote, pastor


o clérigo de mi comunidad no me recrimina por ello, sino me dice que eso


está permitido y voy a entrar al Paraíso, ¿no es una idea muy, muy atractiva?


El mundo está lleno de hombres y mujeres que cometen fornicación y


adulterio de muchas formas, muchas veces sin cobrar por ello. Si les dijeran


a las mujeres que pueden seguir haciéndolo, pero que les van a pagar por


ello siempre, y que además no están pecando y van a ir al Paraíso, ¿no les


parecería maravilloso? De estos millones de personas, muchísimas de ellas


son agnósticas (no son ateas pero no tienen religión), y a veces, o


frecuentemente, tienen sentimientos de culpa por su esclavitud a sus


instintos y pasiones. Si se les ofrece que pueden seguir así y obtener al


mismo tiempo la salvación, seguramente encontrarán mucha más


tranquilidad para continuar con sus vicios y pecados.


Creo que los chías se han equivocado al mantener el tema de la mutá


tan escondido. Si hicieran grandes campañas publicitarias al respecto, el


chiismo crecería enormemente en todo el planeta. Pero nosotros, los


musulmanes, sabemos que Dios, el Uno, el Creador, el Único verdadero, no


se siente complacido con que se denigre a la mujer utilizándola como


mercancía de alquiler. Es por esto que los Musulmanes sabemos que los


“imanes infalibles” de los chías no son infalibles, y los que se


autodenominaron “infalibles” y defendieron la mutá no pueden llamarse


musulmanes. Y siendo que quien no cree en los imanes no es chía, y quien


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cree que algún ser humano después de Mujámmad (Dios lo bendiga) es o ha


sido infalible niega el primer pilar del Islam, concluimos fácilmente que


aquellos que conocen, adhieren y defienden las doctrinas del chiismo no


pueden ser llamados musulmanes. El chiismo es una religión diferente y


aparte del Islam, con sus propias doctrinas, su clero, sus propias creencias,


sus santos (los imanes), multitud de sectas, y la detestable institución legal


del alquiler de mujeres.


El mayor problema con la mutá es que a veces mujeres musulmanas


(especialmente recién conversas que poco conocen del Islam) se casan con


hombres chías que tienen la intención de usarlas por algún tiempo. Ellos les


dan la dote y las disfrutan por un tiempo, y después se van. Ellas no saben


que estuvieron en un mutá, y que el mutá no tiene divorcio sino fecha de


vencimiento, así que creen que aún están casadas y se les complica la vida


tratando de hacer un divorcio imposible, pues cuando consultan con el iman


de alguna mezquita, dicen que se casaron por el Islam con un musulmán, y


es que no saben que estaban casadas con un chía, o creen que los chías son


como cualquier musulmán. Esto es ilegal incluso dentro del chiismo, pues


los imanes chías han estipulado que los dos participantes en el contrato de


alquiler deben llegar a un acuerdo, conocer claramente las condiciones,


estipular de forma muy específica en el contrato el tiempo de vigencia del


alquiler, y dar ambos el visto bueno. Por tanto, estos mutá de chías que


aprovechan la ignorancia de nuevas musulmanas, no son válidos ni siquiera


para los mismos chías, pero ya que están acostumbrados a usar a las mujeres


como mercancía de alquiler, y ya que están abusando de una musulmana


(eso no lo harían con una mujer chía), no le ven mayor problema.


Por ello es muy importante que antes de casarse, la mujer musulmana


conozca a su futuro esposo y hable con él frente al Imán de su comunidad, y


pida referencias de él a la comunidad a la que pertenece, asegurándose de


que sea un musulmán correcto, practicante, y que no pertenezca a ninguna


de las sectas desviadas que falsamente se autodenominan “islámicas”.


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