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Entre las enfermedades que aniquilan la fe en nuestros corazones y que causan la invalidación de nuestras acciones, tenemos este peligroso mal, llamado: la arrogancia y la testarudez. El Profeta Muhammad, sallallaahu ‘alayhi wa sallam, nos advirtió sobre esta enfermedad; pues, como dijéramos en otro artículo, no hay mal sobre el que no nos haya advertido y no hay bien sobre el que no nos haya informado.





Esta enfermedad despreciable fue condenada por el Profeta, sallallaahu ‘alayhi wa sallam, tal y como nos lo explica el siguiente Hadiz, donde el Profeta, sallallaahu ‘alayhi wa sallam, le dijo a uno de sus discípulos: “Si ves en tu persona las siguientes cualidades: una codicia insana, un ego irresistible, una avidez por la vida mundanal y una arrogancia y testarudez pretensiosa por tus propias opiniones; entonces, teme lo peor”. Y en otra redacción de este mismo Hadiz tenemos: “Hay tres cualidades que llevan hacia la perdición: una codicia insana, un ego irresistible y que la persona se crea superior a los demás”.





No sólo el cuerpo se enferma, también el alma y el corazón 





Y no nos extrañemos cuando escuchamos acerca de las enfermedades del alma y del corazón, pues ellos también se enferman. Estas enfermedades también tienen sus causas, síntomas, efectos y tratamientos. Una enfermedad en especial tiene sus efectos visibles, entre ellos: que la persona se ve a sí misma superior a los demás, ya sea por su riqueza, belleza, fuerza, linaje o por sus actos de adoración; nos referimos a la arrogancia.





La arrogancia es una de las armas más poderosas que posee Shaitán y una de las que más fácilmente pude utilizar, pues la arrogancia es parte de la naturaleza misma del ego, del Yo. Escuchemos entonces y hagamos un auto análisis, para luego buscar la cura. Y ten en cuenta que, si al final del análisis, sientes que no estás afectado por esta enfermedad, entonces sí lo estas; pues uno de sus síntomas es el tener una opinión exagerada de la propia virtud y rectitud. Nos creemos libres de los defectos y tendemos a volcar todos los criterios de moral, rectitud e imparcialidad. Así, se ve lo que es bueno como malo, y lo que es malo como bueno.





Esta actitud, no es un fenómeno de nuestras épocas únicamente; sino que también la experimentaron los discípulos del Profeta, sallallaahu ‘alayhi wa sallam. En casi todas las batallas que libraron los musulmanes, eran inferiores en número en comparación sus enemigos, salvo en la batalla de Hunain. En esta batalla, los musulmanes eran más que los incrédulos, y el orgullo entró en sus corazones al punto que dijeron: “Hoy no seremos vencidos, pues somos muchos”. Pero ni bien empezó la batalla, empezaron a ser derrotados. Escuchemos cómo describe el Corán esta situación que se dio, situación de la que nadie podía estar al tanto sino Al-lah. {Por cierto que Al-lah os socorrió en muchas ocasiones, como el día de [la batalla de] Hunain, cuando os vanagloriabais con vuestra superioridad numérica pero de nada os valió, y os resultó estrecha la Tierra [cuando os atacaron los idólatras] a pesar de su vastedad, y huisteis.} [Corán 9:25]. Un error pequeño, una actitud del corazón que puede parecernos insignificante hizo que casi se pierda todo el ejército. Si no fuese por la Misericordia de Al-lah y las súplicas (du’a) del Profeta, sallallaahu ‘alayhi wa sallam, esto hubiese ocurrido. Una enfermedad peligrosa en verdad.





En otro capítulo del Corán Al-lah advierte (lo que se interpreta en español): {Y no presumas ante Al-lah tus buenas acciones…} [Corán 49:17] Imagínense, presumirle a Al-lah nuestras buenas acciones; como si no supiéramos que, si Al-lah no hubiese querido, no habríamos hecho ninguna buena acción. Por eso, los discípulos del Profeta,





Esta actitud arrogante, puede llevar a la persona a ver las cosas de forma errónea; así, si la aconsejan cree que la están insultando. Y piensa que nadie es más inteligente que él. Según le dice su ego, él es el único que debe ser seguido y no debe seguir a nadie.





La arrogancia aparta a la persona del camino de la salvación





La arrogancia puede apartar a la persona del camino de la salvación. Es bien conocida la historia del rey de los árabes, Gassánidas, quien aceptó el Islam en época de Omar ibn Al Jattab, que Al-lah esté complacido con él. Este rey, se encontraba un día dando las vueltas rituales alrededor de la Ka’ba, cuando un musulmán beduino le pisó el vestido debido a la gran cantidad de personas que había; además, el vestido del rey era muy largo, pues el llevar ropas ostentosas y largas era una característica de los presumidos en la Arabia del Profeta, sallallaahu ‘alayhi wa sallam. Apenas sintió el pisotón, el rey se dio la vuelta y le propinó una fuerte bofetada al beduino. Éste, ante este hecho, se dirigió a Omar, quien era el Califa en esa época, y se quejó. El rey, en su ignorancia y forma errónea de entender el Islam, no comprendía que el Islam no coloca a nada ni nadie por encima de los principios. Omar citó al rey y, después de comprobar que efectivamente había ocurrido lo que dijo el beduino y ver la actitud presumida del rey, le informó a éste el veredicto del Islam al respecto: el Qisas (el talión), bofetada por bofetada. Puede que algunas personas piensen que la actitud de Omar no fue la más correcta y que podía haber tratado de negociar con el beduino, ya que el rey era nuevo en el Islam, etc. Pero, por Al-lah, que si no hubiese hecho eso, hubiese destruido al Islam. Lamentablemente, hoy en día vemos a muchos de los musulmanes con esta actitud: arrogancia, prepotencia e insolencia.





En una ocasión, el Profeta, sallallaahu ‘alayhi wa sallam, se encontraba enseñándoles el Islam a sus discípulos y vio un comportamiento extraño de parte de un hombre adinerado, quien se sentó entre dos discípulos pobres. El hombre, al darse cuenta que su vestido tocaba a uno de los dos pobres, lo jaló hacia sí mismo, como si se fuera a contagiar Al-lah sabe de qué. El Profeta, sallallaahu ‘alayhi wa sallam, no se quedó callado, no podía hacerlo, se trataba de un asunto relacionado con los principios, con el comportamiento. El Profeta, sallallaahu ‘alayhi wa sallam, miró al hombre y le dijo, recriminándole: “¿Acaso temiste que te contagien la pobreza?”. El hombre, al darse cuenta de su actitud, se dio una fuerte palmada en la cabeza y rápidamente comprendió que el disculparse de palabra no era suficiente, pues se trataba del honor de una persona. Entonces, el hombre se puso de pie y dijo en voz alta: “Atestiguo aquí, que le cedo la mitad de todos mis bienes a este a quien ofendí”. Entonces, el Profeta, sallallaahu ‘alayhi wa sallam, le preguntó al pobre: “¿Aceptas la mitad de su dinero?” El discípulo pobre del Profeta, sallallaahu ‘alayhi wa sallam, sabía claramente que era el dinero el que había motivado la arrogante actitud del rico, por lo tanto respondió: “No acepto Profeta de Al-lah, pues temo que si lo hago me convertiré en una persona que sea orgullosa con los pobres”. Perlas de sabiduría que salen de la boca de los compañeros del Profeta, sallallaahu ‘alayhi wa sallam.





Vuelvo y repito, la arrogancia es una enfermedad despreciable. Sólo imaginémonos cuál es la situación del presumido y orgulloso en cuanto a su oración. Una de las condiciones de la oración es la humildad ante Al-lah; si no existe más que arrogancia y prepotencia, esa oración no es aceptada.





La vanidad va de la mano con la arrogancia





Otro de los síntomas visibles de esta enfermedad, es el sentirse especial por la forma del cuerpo y la belleza que uno posee. Y esto es algo predominante entre las filas femeninas. La mujer hoy en día no sabe ya qué hacer para atraer la atención de los hombres. Comenzaron subiendo el vestido arriba de la rodilla, pero no satisficieron a los hombres de corazones enfermos. Luego lo subieron más arriba, pero nada. Por último, llegaron hasta el ombligo…y todavía les piden más. Esos vestidos son como los derechos de la mujer fuera del Islam, sólo se puede negociar si hay concesiones, si alguien cede algo, no importa lo que sea…el vestido, el honor, etc. Finalmente, y después que renunció a todo, la mujer no consiguió lo que quería; pues esos de corazón enfermo acabaron cansándose de ella y se fueron detrás de otros hombres. Ahora quieren casarse entre personas del mismo sexo…son simplemente insaciables.





El Profeta,sallallaahu ‘alayhi wa sallam, era superior en todo, pero era el más humilde





Si hablamos de belleza, nadie mejor que el Profeta, sallallaahu ‘alayhi wa sallam, quien era una de las personas más bellas que ha conocido la historia. El Profeta, sallallaahu ‘alayhi wa sallam solía mirarse en el espejo y decir: “Oh Al-lah, así como embelleciste mi semblante, embellece mi comportamiento y modales”.





El marido debe embellecerse y arreglase para su esposa, y su esposa para su marido solamente; y no como nos quieren inculcar los enfermos de corazón: que se arregle el hombre para el hombre y la mujer para todos los hombres. Cuando salen a la calle son un show gratuito de encantos… ¿esos parientes suyos que las acompañan en la calle, no sienten celos, no se les quema algo en el pecho?





¿Cuál es la cura o solución para este problema? Imaginémonos que estamos en la tumba, ya nos enterraron, ya se fueron los dolientes y nos quedamos solos en la oscuridad del foso. ¿Dónde quedaron los ojos bonitos y llamativos? ¿Dónde quedó esa lengua que llamaba a la sensualidad? ¿Dónde quedaron esos miembros del cuerpo que llamaban la atención cuando estaban al descubierto? ¿Dónde quedó ese rostro bello y sinvergüenza? Ahora todo eso es sólo alimento para los gusanos. Los gusanos no diferencian entre rico y pobre, ni entre feo y bonito. Ahora bien, si nos cuesta imaginarnos esta situación, entonces no vayamos muy lejos. Imaginémonos perder un ojo o algún miembro del cuerpo… ¿Qué haríamos con nuestra arrogancia entonces?….





Al-lah creó los miembros de nuestro cuerpo con un objetivo claro, y es el de servirnos para vivir cómodos. Y nos los dio como un depósito de confianza, una amanah que no debemos traicionar, pues como Dice Al-lah en el Corán (lo que se interpreta en español): {No hagáis ni digáis nada si no tenéis conocimiento. Por cierto que seréis interrogados en qué habéis utilizado el oído, la vista y el corazón. No transitéis por la Tierra con arrogancia, pues ella no se abrirá por vuestro andar, ni tampoco podréis igualar a las montañas en altura [para ser tan imponentes como ellas]. Todo esto es perjudicial para vosotros y detestable ante tu Señor.} [Corán 17: 36-38] Así deberíamos considerar a nuestro cuerpo, una responsabilidad. No debe ser motivo de arrogancia, pues al final es sólo tierra y arcilla que volverá a la tierra. Es más, las tumbas de muchos de aquellos presumidos y tiranos, no son sino tierra hoy en día, que pisa la gente al caminar sobre ellas. Y no es por nada que el Profeta, sallallaahu ‘alayhi wa sallam, dijo que los presumidos, en el Día del Juicio Final, van a ser resucitados en un tamaño diminuto y la gente los pisará.





El orgullo por nuestros antepasados no debe llevarnos a ser arrogantes





Otra causa de la arrogancia es el sentirse superior debido al linaje o la ascendencia. Este fenómeno es evidente en algunas naciones más que en otras. Y no es algo nuevo, pues siempre han existido personas que se sienten orgullosas de su linaje; pero esto, en sí,  no es el problema, pues el Islam protege el linaje de las personas y prohíbe cualquier actitud que los haga irreconocibles. El problema está cuando la persona se siente superior a los demás debido a este linaje, y es esto lo que prohibió el Islam. Y no sólo lo prohibió, sino que cerró todos los caminos que llevan a que se dé este fenómeno desagradable ante los ojos de Al-lah. Dijo Al-lah en el Sagrado Corán (lo que se interpreta en español): {…En verdad, el más honrado de vosotros ante Al-lah es el más piadoso…} [Corán 49:13] Dijo: “los más piadosos”; y no dijo “los más bellos”, ni dijo “los más fuertes” o “los de linajes más nobles”. Y no olvidemos cuando el Profeta, sallallaahu ‘alayhi wa sallam, llamó a los miembros de su familia y los exhortó uno por uno, empezando con su hija mayor, Fátima, diciéndole: “Oh Fátima, hija de Muhammad…”. Le recordó su noble linaje, la hija de un Profeta. Le dijo: “Oh Fátima, hija de Muhammad, realiza las obras de bien; y sabe que nuestro parentesco no te valdrá de nada ante Al-lah”. Luego se dirigió a su tía paterna y a su tío paterno, y les repitió lo mismo. Finalmente, se dirigió a toda su familia cercana y les dijo lo mismo.





El Profeta, sallallaahu ‘alayhi wa sallam, también dijo: “A quien lo retrasan sus acciones, no lo adelantará para nada su linaje”. Es decir, que si tus malas acciones, o tus muy pocas buenas acciones, están retrasando tu viaje hacia Al-lah y el Paraíso, tu linaje no te va a ayudar a acelerarlo. Y Dijo Al-lah que el Día del Juicio, una vez que suene la Trompeta del Juicio, no habrá linaje que valga entre los seres humanos, no importa qué tanto se vanagloriaban de sus ancestros.





Al-lah ennoblecerá a los humildes el Día del Juicio





El Profeta, sallallaahu ‘alayhi wa sallam, nos informó que Al-lah dirá el Día del Juicio: “Oh siervos míos, yo ya les informé acerca de la cualidad que me importa en un ser humano: su Taqwa (su temor a Al-lah), y a pesar de eso ustedes inventaron un criterio propio: el linaje. Sepan, pues, que hoy humillaré sus criterios y ennobleceré Mi criterio”. Así pues, la próxima vez que Shaitán nos tiente a vanagloriarnos diciendo: “Mi padre es o era fulano”, arrepiéntete y vuelve a Al-lah; porque lo único que vale es la fe y las buenas obras. Sólo tus buenos modales, tu temor de Al-lah, será lo que persistirá hasta el Día del Juicio, nada más.





el siguiente acontecimiento que se dio durante la vida del Profeta, sallallaahu ‘alayhi wa sallam. Se encontraban algunos de los Sahabas (discípulos) del Profeta, sallallaahu ‘alayhi wa sallam, sentados y empezaron a hablar sobre sus ancestros. Empezaron a vanagloriarse de ellos y, finalmente, alguien le preguntó a uno de los Sahabas que era persa, Salman, diciéndole: “Y tú, ¿cuál es tu linaje?”. Salman guardó silencio. Entonces el Profeta, sallallaahu ‘alayhi wa sallam, dijo: “Salman es un miembro de mi familia”. Con esto demostró claramente que el Islam está por encima de todo, y que Al-lah honrará al más sencillo de todos, en está vida y en la otra.





La discriminación está prohibida en el Islam





Uno de los compañeros del Profeta, sallallaahu ‘alayhi wa sallam, de nombre Abu Dharr, se encontraba discutiendo con otro compañero, Bilal Ibn Rabah, el africano. Y en el calor de la discusión, Abu Dharr le dijo, en tono ofensivo: “¡Oh hijo de la esclava negra!”. Una frase que millones de seres humanos en este planeta no considerarían muy grave, pero para Al-lah es más que grave. Bilal vio en esta frase un problema de principios, así que fue a quejarse con el Profeta, sallallaahu ‘alayhi wa sallam. El Profeta, sallallaahu ‘alayhi wa sallam, no trató de arreglar las cosas con trucos diplomáticos, como haría la mayoría de nosotros; sino que se puso rojo del enojo y, llamando a Abu Dharr, le dijo enfáticamente: “¿Lo ofendiste insultando a su madre? En verdad que eres un hombre que aún conserva costumbres que no son del Islam”. Estas palabras cayeron en el corazón de Abu Dharr con tanta fuerza que no acertó a hacer, de la desesperación, más que arrojarse al suelo con su mejilla sobre la tierra, y dijo: “Juro por Al-lah que no me moveré de aquí hasta que Bilal me pise la cara y no quede la menor duda que no hay ningún tipo de superioridad entre blancos y negros, sino por el temor a Al-lah”. ¡Imagínense, qué calidad de gente! Hasta cuando se habían equivocado, salía a relucir su gran calidad humana.





Y si encuentras en tu persona una actitud como la equivocada actitud de Abu Dhar, entonces entérate que tienes características que no son del Islam. Ya quedó claro, entonces, que está prohibido vanagloriarse o sentirse superior por el linaje, porque nuestra verdadera afiliación debe ser al Islam. Cuando Al-lah te guió hacia el Islam, te convertiste en siervo de Al-lah. Si queremos sentirnos orgullosos de algo, sintámonos orgullosos del Islam, en esta vida y en la otra. El Islam es realmente algo de lo que hay que sentirnos orgullosos; ¿acaso no vemos cómo los enemigos del Islam planean y planean contra él porque es algo bueno?





La fortaleza no está solamente en lo físico





Otra causa es el sentirse superior a los demás debido a la fuerza y la salud que uno posee. Esto se da principalmente a nivel de naciones más que a nivel individual. En todo tiempo y lugar han existido naciones que se ven seducidas por su propia fuerza; y, como consecuencia de eso, empiezan a inventar mentiras sobre las otras naciones más débiles. El Corán se refiere a este tema cuando habla a cerca de que el fuerte se ve seducido por las bendiciones que Al-lah le ha dado y por la paciencia que Al-lah le tiene, llegando incluso a pensar que Al-lah no tiene conocimiento de lo que él hace. Al-lah dice en el Corán (lo que se interpreta en español): {…Y Al-lah no está desatento de cuánto hacéis.} [Corán 2:24]





 Al-lah es paciente incluso con los injustos





Al-lah está atento y tiene el conocimiento de todas las cosas, pero uno de Sus nombres es El Paciente y El Sutil. Ocurre que Al-lah deja que el injusto y el opresor lleguen a los límites de su sentimiento de superioridad, para luego castigarlos con un castigo severo.





Leamos la historia y aprendamos sobre aquellos que fueron seducidos por su fuerza y su poderío, no importa si es la historia antigua o la moderna. Sin ir muy lejos, tenemos la historia del pueblo de A´ad, que quedó registrada para siempre en el Corán. Este era un pueblo sin igual en la historia humana, sus habitantes estaban dotados de una fuerza increíble; tanto así, que trabajaban rocas de granito como si se tratase de un material blando, y construían sus casas dentro de las duras rocas. Todos los utensilios de la casa estaban hechos de roca. Ellos fueron seducidos por su propia fuerza, al punto que llegaron a decir: “No existe nadie más poderoso que nosotros”; y fue tal su prepotencia que llegaron a decir al profeta que les fue enviado: “Has caer sobre nosotros el castigo de Al-lah, si dices realmente la verdad”. ¿Y qué es lo que Al-lah les respondió? Dice Al-lah (lo que se interpreta en español):  {… ¿Es que no sabían que Al-lah es Quien los creó y que Él es más fuerte que ellos?...} [Corán 41:15] La simple razón nos dice que Quien nos creó es más fuerte que nosotros, eso es más que lógico; pero la persona que ha sido seducida por su propia fuerza no ve más allá de su propia persona, hasta este nivel ha llegado el engaño de Satanás en él. Finalmente, Al-lah les dio una lección devastadora, y no lo hizo enviando un poderoso ejército, sino que los castigó con dos tipos de castigo. El primero fue que Al-lah los humilló utilizando su propia forma de razonar. Ellos se creían superiores y más fuertes, entonces Al-lah les envió algo inferior que los aniquiló. Al-lah envió un viento de poca intensidad, pero que los elevaba hasta el cielo y después los hacía caer, y Al-lah no dejó a ninguno de ellos con vida. He ahí que sus ciudades y aposentos se encuentran deshabitados y nadie los volverá a habitar hasta el Día del Juicio.





Esto nos muestra que Al-lah tiene paciencia y da oportunidades a los injustos para que enmienden su camino; pero si estos no lo hacen, les llegará el castigo. También aprendemos que el ser humano no debe ser impaciente, pues el no tener paciencia ante las desgracias es una actitud imprudente para con Al-lah. Muchos musulmanes se quejan diciendo: “Oh Al-lah, castiga inmediatamente a aquellos que matan a los musulmanes”; y Al-lah les responde que no sean impacientes, que ÉL ya les tiene preparado un castigo. El Profeta, sallallaahu ‘alayhi wa sallam, dijo: “Al-lah no se apura por el apuro de alguno de ustedes”. Lo que Al-lah está haciendo en realidad, es no darles la oportunidad de que tengan ninguna excusa; el Día del Juicio Al-lah les dirá: “Les di años de oportunidad”. Este es un mensaje bien importante para aquellas naciones fuertes que utilizan su fuerza para oprimir a los débiles, pues les llegará su hora, tal y como lo testifica el Corán y la historia.





Esto en cuanto a las naciones; ahora, en cuanto a las personas, vemos que ocurre lo mismo. Algunas personas se ven engañadas por su propia fuerza, por su poder o por su riqueza. Algunas personas piensan que son superiores a los demás por su proximidad a las autoridades y dicen “conozco a fulano que es ministro”, etc. Es una característica de este tipo de personas el comportarse prepotentemente con la gente más débil, y sus corazones están llenos de envidia contra ellos; pero no saben que Al-lah es más poderoso y les mostrará Su poder castigándolos. Este tipo de personas deben arrepentirse inmediatamente y volver a Al-lah, pues la fuerza que poseen, o la fuerza que posea la más poderosa persona de la tierra, no es nada en comparación con la fuerza de Al-lah. Además, el ser humano fue creado de debilidad y siempre será débil; por eso no debe jactarse de su fuerza, porque Al-lah le preguntará el Día del Juicio acerca de su fuerza, de cómo la utilizó en la causa de Al-lah.





Este tipo de persona también debe recordar que, cuando llegue el momento de la muerte, ni toda su fuerza ni todo su poder podrán salvarlo del ángel de la muerte; pues lo que Al-lah ha decretado, nada ni nadie lo puede cambiar.



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