Al-lah, Glorificado y Exaltado sea, educó de la mejor forma a Sus Enviados y Profetas, que la paz y las bendiciones de Al-lah sea con todos ellos, esto porque ellos fueron designados por Él Mismo para que fueran los que dirigieran a sus naciones y se convirtieran en el máximo ejemplo a imitar en todo aspecto y asunto de la vida del ser humano. Todo este cuidado y guía dada por Al-lah a Sus Mensajeros, se condensó y magnificó en el último y sello de todos ellos, Muhammad, sallallahu ‘alaihi wa sallam. Él, Glorificado sea, le enseñó desde lo más mínimo hasta la forma en cómo debía invitar y llamar a la gente a Su religión, a utilizar los medios que necesitara para esta noble misión y la manera más completa y perfecta de dialogar con las personas, para aclarar sus dudas, responder a sus falsedades y guiarlos a la vía recta. Dijo Al-lah, Glorificado sea (lo que se interpreta en español): {Convoca al sendero de tu Señor con sabiduría y bellas palabras. Arguméntales de la mejor manera. Tu Señor sabe bien quién se extravía de Su camino y quién sigue la guía.} [Corán 16: 125]
El Profeta Muhammad, sallallahu ‘alaihi wa sallam, siguió al pie de la letra las enseñanzas de su Señor, y por eso es que nos encontramos con innumerables ejemplos de su vida en el que destaca por su sabiduría y bellas palabras al tratar con los demás, fueran musulmanes o politeístas, amigos o enemigos del Islam. Incluso, hallamos que Al-lah particulariza el diálogo con la Gente del Libro (judíos y cristianos), nos dice (lo que se interpreta en español): {No discutáis con la Gente del Libro [acerca de vuestra fe] sino de buen modo, y no lo hagáis con quienes sean irrespetuosos, y decid: Creemos en lo que nos ha sido revelado a nosotros, así como en lo que os ha sido revelado a vosotros. Nuestra divinidad y la vuestra es una sola, y a Él nos sometemos.} [Corán 29:46]
El Mensajero de Al-lah, sallallahu ‘alaihi wa sallam, era una persona muy perspicaz, por lo que con ver y escuchar a la persona o personas con las que dialogaba sabía su condición, el alcance de su entendimiento, su concepción religiosa, creencia y confusiones que tenían, todo esto lo utilizaba al momento de hablar con ellos e invitarlos al Islam. Uno de los más grandes ejemplos de su perspicacia es la historia de la conversión al Islam de ‘Udai ibn Hatim, que Al-lah esté complacido con él. ‘Udai se dirigió a donde estaba Mensajero de Al-lah, sallallahu ‘alaihi wa sallam, diciendo: “Por Al-lah, iré donde este hombre; si es un mentiroso, no me hará ningún daño; pero si es veraz, entonces aprenderé de él”. Cuando llegó donde él, lo primero que hizo el Profeta Muhammad, sallallahu ‘alaihi wa sallam, como era su costumbre, fue llamarlo a que se islamizara, pero ‘Udai le respondió: “Ya tengo religión”. El Enviado de Al-lah, sallallahu ‘alaihi wa sallam, le dijo entonces: “Yo conozco más de tu religión que tú mismo. Y sé que haces cosas que tu religión prohíbe” . Estas palabras tuvieron un efecto sobrecogedor en ‘Udai; sin embargo, no aceptó convertirse. Así que el Profeta Muhammad, sallallahu ‘alaihi wa sallam, siguió dialogando con él y le habló de una de las principales razones que lo hacían abstenerse de someterse a Al-lah, esta era que ‘Udai pensaba que el Islam era una religión débil, pues sus seguidores, según él, eran personas pobres, esclavas y débiles. Así que le aclaró que no todos eran débiles y le mostro las grandes señales y promesas que Al-lah le había revelados, donde le aseguraba que el Islam saldría victorioso por encima de la falsedad y pese a todos los esfuerzos que los incrédulos hicieran para detenerlo. Finalmente, ‘Udai, que Al-lah esté complacido con él, se convirtió al Islam, y no muchos años más adelante vio como todo lo que le había dicho el Profeta Muhammad, sallallahu ‘alaihi wa sallam, se hacia realidad.
Lo mismo podemos decir de los diálogos que sostuvo con los judíos de Jaibar, con quienes trató temas que ellos sabían que solamente ellos conocían y que un árabe no judío no podía saber. Esa fue la manera en que logró convencer a muchos y de demostrar a todos que era un Enviado de Al-lah, así no quisieran reconocerlo a sabiendas.
Pese a la sabiduría y bellas palabras que eran una de las características principales que marcaban la personalidad de nuestro amado Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, él era una persona que se preocupaba por conocer las cosas que necesitaba para poder llevar a cabo su misión de la mejor forma posible. Por eso es que todo aquel que quiera hacer Da’wah (divulgar el Islam) debe seguir al pie de la letra el método que el Mensajero de Al-lah, sallallahu ‘alaihi wa sallam, dejó; de lo contrario, su labor será incompleta como mínimo, y en el peor de los casos, hará más daño que beneficio.
La Da’wah es un arte que necesita de conocimiento, entendimiento y conciencia por parte de las personas que se dedican a esta noble labor. Pero antes de seguir cualquier ejemplo dejado o dado por alguno de los más grandes y reconocidos divulgadores del Islam a lo largo de la historia y en el presente, por más exitosos que hayan sido o sean, se debe tener siempre la mirada en los primeros divulgadores de la religión de Al-lah y sus máximos exponentes, nos referimos a los Enviados y Mensajeros de Al-lah, que Al-lah esté complacido con todos ellos. Sin embargo, nos centraremos únicamente en el mayor de todos los que llamaron a la religión de Al-lah: Muhammad, sallallahu ‘alaihi wa sallam.
El Profeta Muhammad, sallallahu ‘alaihi wa sallam, pese a que recibía la revelación de Al-lah y Su protección, encontró en su camino de la Da’wah grandes inconvenientes y sufrimientos. Dijo Al-lah, Glorificado y Exaltado sea (lo que se interpreta en español): {No enviamos a los Mensajeros sino como albriciadores y advertidores. Los incrédulos discuten con argumentos falsos para refutar la Verdad y se burlan de Mis signos y advertencias.} [Corán 18:56]
El Enviado de Al-lah, sallallahu ‘alaihi wa sallam, cuando vino a él ‘Utbah ibn Ar-Rabi’ como emisario de los idólatras e incrédulos de la Meca, se sentó y escuchó todo lo que él decía, no dijo una sola palabra, de la manera más atenta y con la mayor serenidad, escuchó todos sus descargos, pese a que estos ofendían sin lugar a duda la creencia pura del Islam. Le dijo que esta religión había dividido a la gente y era causa de problemas, disputas y peleas entre ellos. Algo que haría que el más acérrimo de los enemigos cambiara de actitud al ver semejante ejemplo en la persona a la que está atacando fue lo siguiente: una vez terminó de hablar ‘Utbah, el Mensajero de Al-lah, sallallahu ‘alaihi wa sallam, le preguntó: “¿Terminaste, tienes algo más qué decir?” . Le respondió: “Sí, ya terminé”. Entonces el Profeta Muhammad, sallallahu ‘alaihi wa sallam, recitó lo que Al-lah dice (y se interpreta en español): {Ha’. Mim. Ésta es la revelación del Clemente, Misericordioso. Es un Libro cuyos preceptos fueron detallados precisamente; [fue revelado] el Corán en idioma árabe para que lo entiendan, que albricia [a los creyentes que serán recompensados] y advierte [del castigo a los pecadores]; pero la mayoría de los hombres se apartan [de la guía], y no quieren oír. Y dicen [los incrédulos]: Nuestros corazones están insensibles a aquello a lo que nos invitas, y nuestros oídos están ensordecidos, y entre nosotros y tú se interpone un velo [y no comprendemos tus palabras]. Obra tú [según tu religión], nosotros obraremos [según la nuestra]. Diles [¡oh, Muhammad!]: Ciertamente yo soy un hombre como vosotros, me fue revelado que vuestra divinidad es una sola [Al-lah]. Seguid el camino recto que Él ha establecido, e implorad Su perdón. ¡Ay de los idólatras [que adoran lo que no puede beneficiarlos ni perjudicarlos en nada y] Que no pagan el Zakat ni creen en la otra vida! Por cierto que los creyentes que obran rectamente recibirán una recompensa ininterrumpida. Diles: ¿Cómo es que no creéis en Quien creó la Tierra en dos días y Le atribuís copartícipes? Éste es el Señor del Universo. Dispuso en ella [la Tierra] firmes montañas y la bendijo [con abundantes cultivos y ríos] y determinó el sustento para sus habitantes en cuatro días; [esto en res- puesta clara] para quienes pregunten [acerca de la creación]. Luego estableció crear el cielo, el cual era humo [en un principio], y les dijo al cielo y a la Tierra: ¿Me obedeceréis de buen grado, o por la fuerza? Respondieron: Te obedecemos con sumisión. Creó siete cielos en dos días, y decretó para cada cielo sus órdenes, y embelleció el cielo de este mundo con estrellas luminosas que son una protección [para que los demonios no asciendan y escuchen las órdenes divinas]. Éste es el decreto del Poderoso, Omnisciente. Pero si [los incrédulos] se apartan [luego de presentarles una clara evidencia del poder divino], diles: Os he advertido [que podría azotaros] un castigo como el de ‘Ad y Zamud} [Corán 41:1-14]. Cuando llegó al fin de esta última aleya ‘Utbah replicó: “¡Calla, no sigas! ¿No tienes otras palabras qué decir?”, a lo que el Profeta Muhammad, sallallahu ‘alaihi wa sallam, respondió negativamente.
Esta es una gran señal de que la Palabra de Al-lah, el Corán, es más que suficiente para refutar todas las acusaciones y para despejar todas las dudas que tienen las personas.