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Por Cinthia Mascarell





 





La vida es una continua toma de decisiones y a mí me gusta cuestionarlo todo, entender y saber lo que hago, dónde estoy. Pienso que esto es algo muy humano.  Cuando vives con creencias que no entiendes del todo no te sientes como que estás de pie sobre una base sólida o no encuentras un pilar fuerte al que asirte cuando estás en medio de dificultades. Y eso me pasó muchas veces. Rezas, pero te sientes raro, como que nadie te escucha.





Nací dentro de una familia Católica Apostólica y Romana, también lo era la sociedad donde crecí. Repetía como loro que Jesús murió por los pecados del mundo pero jamás entendí por qué tenía que morir, por qué Dios simplemente no nos perdonaba, ¿por qué sacrificar a alguien si eres el Todopoderoso? El concepto de Trinidad tampoco lo entendí, simplemente no tiene sentido. Sin mencionar que jamás sentí una conexión con Dios al rezarle a la Virgen o a los santos.





No estaba satisfecha.





El hecho de haber estado en contacto con otro grupo de Cristianos diferente al Catolicismo, de aprender que ellos sí le rezaban a Dios directamente, y aprender las muchas diferencias que hay entre un grupo Cristiano y otro, me hizo abrir más la mente. Al final ningún grupo me satisfizo, pero de todo lo que sabía, me quedé con la enseñanza de rezarle a Dios directamente, sin intermediarios.





Así que estaba en una especie de limbo: el Cristianismo era dudoso, no me atraía ninguna religión politeísta porque no le veía sentido, y me negaba a caer en el ateísmo…yo estaba segura que hay un creador. Pero ¿y en qué creer? ¿Qué soy? Para mí ya no había nada más que el Cristianismo, era lo que más o menos tenía sentido entre lo que conocía.





Pasé años en ese limbo de no saber qué creer. Mientras tanto, rezaba a Dios a mi manera, directamente, le hablaba como si fuera mi amigo, le contaba todo lo que me pasaba, me descargaba mis penas hablando con Él. Ahora sé que estaba haciendo duaa sin querer.





Vivía sola en mi departamento, estudiaba y trabajaba. Estaba en aquel momento en una relación de noviazgo con un Católico no practicante. No tenía tiempo para mucho.





No tenía conexión a internet en mi departamento aún. Y un día se me ocurrió practicar inglés, que tanto hacía que no lo hablaba. Así que visité un cibercafé y entré a una sala de chat. Hablé con un musulmán, que me dijo que el Islam es similar al Cristianismo. Eso fue todo.





Me di cuenta que mi nuevo amigo mucho no sabía de su religión. Así que me dediqué a visitar sitios web Islámicos. Al buscar una mezquita en mi ciudad me di cuenta que no había comunidad islámica allí. Poco me importó. Mucho material en español no había, con lo que tuve que recurrir al material en inglés. Y de paso así practiqué y refresqué la memoria en cuanto al idioma.





Después de dos meses de bajar libros, escuchar conferencias, leer artículos, abracé el Islam. Encontré sentido a todo, era lógico, no era algo que tenía que “seguir con el corazón” y amordazar la mente para que no haga más preguntas. El Islam es algo racional y justo. Lo entendí y lo acepté.





Estaba en la oficina cuando una hermana de Bosnia, en Facebook, me dijo cómo decir la shahada y yo leí las palabras en voz baja.





Mi novio en aquel momento no estaba de acuerdo, de hecho leía páginas web anti islámicas y me mostraba lo que decían. Yo visitaba páginas islámicas y lo refutaba. En fin, terminamos después de que abracé el Islam.





Pero ahora más que nunca necesitaba aprender mucho más.





Aprendí a rezar viendo videos en Inglés en YouTube. Memoricé algunas suras cortas gracias a videos subtitulados en YouTube. Recuerdo que rezaba en español al principio, hasta que memoricé toda la oración en árabe y entendía todo.





Recuerdo también que muchas veces tuve que poner una hoja con anotaciones en el suelo, delante de mí para refrescarme la memoria en caso de olvidarme algo.





Mis padres vivían en otras ciudades, separados. Mi madre se opuso rotundamente a mi conversión y mi padre no dijo nada. Tuve la suerte de que vivía sola y era independiente, así que en ese sentido fue más fácil para mí el declarar mi nueva fe a mi familia, ya que el rechazo no me afectaba.





Igualmente me sentía terriblemente sola. Si bien había abierto una cuenta en Facebook para encontrar amigos de mi misma fe de todo el mundo, necesitaba amigos de mi misma fe allí donde vivía.





Dos años más tarde me mudé a Egipto, y aunque estaba rodeada de musulmanes, desgraciadamente no me sentí identificada con casi nadie. De hecho la experiencia solo me trajo mucha más depresión. Aunque en cierto sentido me sentía más aliviada, porque podía practicar la religión tranquilamente, vestir mi hijab y salir a la calle sin que nadie me mire raro.





Volví a mi país de origen, Argentina, la depresión ya no está, tampoco mi sentimiento de soledad ha vuelto, pero en algún sentido me siento como una extraña esté donde esté: entre musulmanes o entre no musulmanes.





Algunos nuevos musulmanes se sienten mejor viviendo en países de mayoría musulmana, otros se sienten mejor viviendo en su país no musulmán de origen pero dentro de una comunidad islámica. Yo me siento mejor estando sola, aunque sueño con algún día abrir una mezquita en mi ciudad.





Mi familia, que al principio tan férreamente se opuso a mi nueva fe, ahora me acepta tal cual soy. Hasta ya se han acostumbrado a verme en hijab y no dicen nada.





Consciente de la escasez de material islámico en español, y sabiendo que personas en las mismas circunstancias que yo estaba hay muchas, me dedico a traducir para que hayan recursos para conocer el Islam en español, al menos lo básico.





Por último, unos consejos para los nuevos musulmanes: la fe no depende de la geografía, no estamos aquí para complacer a la gente sino a Dios, y si como me sucedió a mí, tu familia está en contra de tu conversión, ten paciencia con ellos, tarde o temprano te aceptarán, in sha Allah.



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