Entré al cuarto de mi abuelo…





y encontré algo que cambió todo."


(Una historia que no se olvida. Porque no se inventa. Se siente.)





No estaba buscando nada.


Solo quería limpiar.


Pasar la escoba, tirar cosas viejas…


y salir rápido de ese cuarto que olía a historia,


a polvo,


y a algo que nunca entendí: fe.





El cuarto de mi abuelo.


El hombre que hablaba poco,


pero siempre tenía la mirada…


puesta en algo que yo no lograba ver.





Y cada vez que pasaba por la puerta,


algo dentro de mí me decía:


“Todavía no. Aún no estás listo.”





Y ahí, entre libros sin tapas,


relojes que ya no daban la hora,


y una foto en blanco y negro donde apenas sonreía…


lo encontré.





Un pequeño baúl de madera, cerrado con una cinta negra.


Y sobre él…


mi nombre.





Escrito a mano.


Con una letra antigua.


Casi temblorosa.





Mi corazón dio un salto.


Porque nadie… absolutamente nadie


debería haber dejado eso ahí para mí.





Pero algo me dijo que esto no era nuevo.


Solo era el momento exacto para verlo.





Lo abrí.





Adentro, solo una carta.


Y una llave.





La carta decía:





 "Si estás leyendo esto…


es porque llegó el momento de saber quién eres realmente."





 "No lo que muestras.


No lo que te inventaste.


Sino lo que evitaste mirar todos estos años."





La leí como si me leyera por dentro.


Como si alguien hubiera escrito con tinta


lo que mi alma nunca se atrevió a decir en voz alta.





Sentí el pulso en la garganta.


Y por alguna razón,


las paredes del cuarto empezaron a pesar más.





La llave…


era para una caja más pequeña al fondo del baúl.





La abrí.





Y encontré un libro envuelto en tela.


Negro. Con letras doradas.


Pesado, sin título a la vista.


Pero con presencia.





Lo desenvolví.


Y mis ojos lo leyeron…


antes de que mi cerebro reaccionara:


 "El Corán."





Me reí.


Nervioso.


Sarcástico.





"¿En serio, abuelo? ¿Un libro religioso?"





Lo dejé a un lado.


Pero algo dentro de mí no me dejaba cerrar la caja.





Había más.


Un papel arrugado,


doblado cuatro veces.





Lo abrí.





 "Yo también creí que el Islam era otra religión más.


Hasta que lo leí…


y me leí en él."





 "No te pido que creas.


Te pido que leas.


Y luego… decide con el alma despierta."





Me quedé sentado.


Solo.


En ese cuarto que ahora no parecía solo de mi abuelo,


sino un espacio construido para esta conversación


que yo mismo había postergado toda mi vida.





No era una coincidencia.


Era una cita atrasada…


con la parte de mí que siempre supo que esto iba a pasar.





Me levanté.


Tomé el libro.


Y salí.





No fui a mi habitación.


Ni al salón.


Ni al bar de la esquina.





Fui a buscar.


No una explicación.


Sino sentido.





A buscar una mezquita.


A buscar una copia traducida.


A buscar una conversación real.


No con la gente.


Con el Creador.





No sé cómo explicarlo…


pero cuando abrí el Corán por primera vez,


no sentí que yo lo estaba leyendo.


Sentí que alguien, muy por encima de mí,


me estaba hablando directamente…


como si siempre me hubiera estado esperando.





**Y tú…





que entraste a esta historia sin buscar nada…


¿no sentiste que había una caja con tu nombre también?**





Porque quizá no se trata de encontrar algo nuevo…


sino de aceptar


que por fin estás listo para ver


lo que siempre ha estado ahí.