Prólogo
Este librito es una introducción a la Confraternidad
de Narcóticos Anónimos. Está escrito para aquellos
hombres y mujeres que, al igual que nosotros, sufren
una adicción a las drogas que parece no tener solución.
La adicción no tiene cura, pero la recuperación es posi-
ble por medio de un programa de sencillos principios
espirituales. Este librito no pretende ser completo,
pero contiene los elementos esenciales que, a través de
nuestra experiencia personal y grupal, sabemos que son
necesarios para nuestra recuperación.
Oración de la Serenidad
Dios, concédeme la serenidad
para aceptar las cosas que no puedo cambiar,
valor para cambiar las que puedo
y sabiduría para reconocer la diferencia.
2 Narcóticos Anónimos 3
¿Quién es un adicto?
La mayoría no tenemos que pensar dos veces esta
pregunta. ¡Conocemos la respuesta! Toda nuestra vida y
nuestros pensamientos giraban, de una u otra forma, en
torno a las drogas, cómo obtenerlas, cómo consumirlas y
el modo de conseguir más. Vivíamos para consumirlas
y las consumíamos para vivir. En síntesis, una persona
adicta es aquélla cuya vida está controlada por las dro-
gas. Estamos en las garras de una enfermedad crónica y
progresiva que nos arrastra invariablemente a los mismos
lugares: cárceles, hospitales y la muerte.
¿Qué es el programa de
Narcóticos Anónimos?
NA es una confraternidad o asociación sin ánimo de
lucro compuesta por hombres y mujeres para quienes
las drogas se habían convertido en un problema muy
grave. Somos adictos en recuperación y nos reunimos
con regularidad para ayudarnos a permanecer «lim-
pios». Éste es un programa de abstinencia completa
de todo tipo de drogas. Sólo hay un requisito para ser
miembro: el deseo de dejar de consumir. Sugerimos que
mantengas una mente abierta para poder aprovechar
esta oportunidad. Nuestro programa consiste en una
serie de principios escritos de forma sencilla a fin de
poder seguirlos diariamente. Lo más importante es que
funcionan.
En NA no te verás obligado a nada. No estamos afi-
liados a ninguna otra organización, no tenemos cuotas
de inscripción ni se pagan honorarios, no obligamos
a nadie a que firme ningún documento ni a que haga
promesa alguna. No estamos asociados a ningún grupo
político, religioso ni policial, y no estamos sometidos a
la vigilancia de nadie. Cualquier persona puede unirse a
nosotros sin que importe su edad, raza, identidad sexual,
credo, religión, ni la falta de esta última.
No nos interesa saber qué droga consumías ni qué
cantidad, con quién te relacionabas, qué has hecho en el
pasado, lo mucho o lo poco que tienes, sólo queremos
saber qué quieres hacer con tu problema y cómo podemos
ayudarte. El recién llegado es la persona más importante
en nuestras reuniones, porque sólo podemos conservar
lo que tenemos en la medida en que lo compartimos
con otras personas. Nuestra experiencia colectiva nos
ha enseñado que las personas que asisten a nuestras
reuniones con regularidad se mantienen limpias.
¿Por qué estamos aquí?
Antes de llegar a NA no podíamos con nuestra vida.
No podíamos vivir ni gozar de la vida como lo hacen
otros. Teníamos que tener algo diferente y pensábamos
haberlo encontrado en las drogas. Anteponíamos su
consumo al bienestar de nuestras familias, parejas e
hijos. Teníamos que tener drogas a toda costa. Hicimos
4 Narcóticos Anónimos 5
daño a muchas personas, pero sobre todo nos lo hicimos
a nosotros mismos. Debido a nuestra incapacidad para
aceptar las responsabilidades personales, nos creábamos
nuestros propios problemas. Parecíamos incapaces de
afrontar la vida tal como es.
La mayoría nos dimos cuenta de que con nuestra
adicción nos estábamos suicidando lentamente; pero
la adicción es un enemigo de la vida tan astuto que
habíamos perdido la fuerza para poder detenernos.
Muchos terminamos en la cárcel o buscamos ayuda en
la medicina, la religión o la psiquiatría. Ninguno de
estos métodos nos bastó. Nuestra enfermedad siempre
reaparecía o seguía avanzando hasta que, desesperados,
buscamos ayudarnos los unos a los otros en Narcóticos
Anónimos.
Después de llegar a NA nos dimos cuenta de que es-
tábamos enfermos. Padecemos una enfermedad que no
tiene cura conocida. Sin embargo, puede detenerse en un
momento dado y la recuperación es entonces posible.
Cómo funciona
Si quieres lo que te ofrecemos y estás dispuesto a hacer
el esfuerzo para obtenerlo, entonces estás preparado para
practicar ciertos pasos. Éstos son los principios que han
hecho posible nuestra recuperación.
1. Admitimos que éramos impotentes ante nuestra adic-
ción, que nuestra vida se había vuelto ingobernable.
2. Llegamos a creer que un Poder superior a nosotros
mismos podía devolvernos el sano juicio.
3. Decidimos poner nuestra voluntad y nuestra vida
al cuidado de Dios, tal como lo concebimos.
4. Sin miedo hicimos un detallado inventario moral
de nosotros mismos.
5. Admitimos ante Dios, ante nosotros mismos y ante
otro ser humano la naturaleza exacta de nuestras
faltas.
6. Estuvimos enteramente dispuestos a dejar que Dios
eliminase todos estos defectos de carácter.
7. Humildemente le pedimos que nos quitase nuestros
defectos.
8. Hicimos una lista de todas aquellas personas a quie-
nes habíamos hecho daño y estuvimos dispuestos
a enmendarlo.
9. Enmendamos directamente el daño causado a aque-
llas personas siempre que nos fuera posible, excepto
cuando el hacerlo perjudicaría a ellos o a otros.
10. Continuamos haciendo nuestro inventario personal
y cuando nos equivocábamos lo admitíamos rápi-
damente.
6 Narcóticos Anónimos 7
11. Buscamos a través de la oración y la meditación
mejorar nuestro contacto consciente con Dios, tal
como lo concebimos, pidiéndole solamente conocer
su voluntad para con nosotros y la fortaleza para
cumplirla.
12. Habiendo obtenido un despertar espiritual como
resultado de estos pasos, tratamos de llevar este
mensaje a los adictos y de practicar estos principios
en todos los aspectos de nuestra vida.
Esto parece una tarea demasiado grande y no podemos
hacerla toda a la vez. Recuerda que nuestra adicción no
se produjo de la noche a la mañana. Tómalo con calma.
Lo que más nos derrotará en nuestra recuperación es
una actitud de indiferencia o intolerancia hacia principios
espirituales. Tres de éstos son indispensables: honesti-
dad, receptividad y buena voluntad. Con ellos vamos
por buen camino.
Creemos que nuestra forma de abordar la enfermedad
de la adicción es totalmente realista, ya que el valor te-
rapéutico de un adicto que ayuda a otro no tiene igual.
Creemos que nuestro método es práctico, ya que el adicto
es la persona que mejor puede comprender y ayudar
a otro adicto. Creemos que cuanto antes encaremos
nuestros problemas dentro de la sociedad, en nuestra
vida diaria, tanto más rápidamente nos convertiremos
en miembros aceptables, responsables y productivos
de esta sociedad.
La única forma de no volver a la adicción activa es no
tomar esa primera droga. Si eres como nosotros, sabrás
que una es demasiado y mil no son suficientes. Ponemos
mucho énfasis en esto, ya que sabemos que cuando con-
sumimos drogas de cualquier tipo o sustituimos unas
por otras, volvemos a caer en la adicción.
Pensar que el alcohol es diferente a otras drogas ha
causado la recaída de muchos adictos. Antes de llegar a
NA, muchos de nosotros considerábamos el alcohol como
algo aparte. Sin embargo, no podemos darnos el lujo de
estar confundidos: el alcohol es una droga. Padecemos la
enfermedad de la adicción y si queremos recuperarnos
debemos abstenernos de todo tipo de drogas.
¿Qué puedo hacer?
Comienza tu propio programa con el Primer Paso del
capítulo anterior, «Cómo funciona». Cuando admitimos
completamente en lo más íntimo de nuestro ser que
somos impotentes ante nuestra adicción, hemos dado
un gran paso en nuestra recuperación. Muchos hemos
tenido nuestras reservas al llegar a este punto, así que
puedes darte una oportunidad y tratar de ser lo más
minucioso posible desde el principio. Continúa con el
Segundo Paso y así sucesivamente. A medida que avan-
ces llegarás por ti mismo a comprender el programa. Si
estás en algún tipo de institución y en este momento has
dejado de consumir, puedes probar esta forma de vida
con una mente despejada.
8 Narcóticos Anónimos 9
Cuando salgas, sigue tu programa diariamente y ponte
en contacto con un miembro de NA por carta, por teléfono
o personalmente. Mejor aún, ven a nuestras reuniones.
Aquí hallarás las respuestas a algunas cuestiones que
ahora pueden estar perturbándote.
Puedes hacer lo mismo aunque no estés en una
institución. Deja de consumir sólo por hoy. La mayoría
podemos hacer durante ocho o doce horas lo que parece
imposible durante un período más largo. Si la obsesión
o la compulsión se hacen demasiado fuertes trata de
no consumir de cinco en cinco minutos. Los minutos se
convertirán en horas y las horas en días, así romperás el
hábito y obtendrás un poco de tranquilidad mental. El
verdadero milagro sucede cuando te das cuenta de que
de alguna manera ha desaparecido la necesidad de tomar
drogas. Has dejado de consumir y empezado a vivir.
Las Doce Tradiciones de
Narcóticos Anónimos
La única forma de mantener lo que tenemos es a través
de la vigilancia, y así como la libertad para el individuo
proviene de los Doce Pasos, la libertad colectiva emana
de nuestras tradiciones.
Siempre que los lazos que nos unan sean más fuertes
que aquéllos que puedan separarnos, todo marchará
bien.
1. Nuestro bienestar común debe tener prioridad; la re-
cuperación personal depende de la unidad de NA.
2. Para el propósito de nuestro grupo sólo hay una
autoridad fundamental: un Dios bondadoso tal
como pueda manifestarse en nuestra conciencia de
grupo. Nuestros líderes no son más que servidores
de confianza; no gobiernan.
3. El único requisito para ser miembro es el deseo de
dejar de consumir.
4. Cada grupo debe ser autónomo, excepto en asuntos
que afecten a otros grupos o a NA en su totalidad.
5. Cada grupo tiene un solo propósito primordial:
llevar el mensaje al adicto que todavía sufre.
6. Un grupo de NA nunca debe respaldar, financiar ni
prestar el nombre de NA a ninguna entidad allegada
o empresa ajena, para evitar que problemas de di-
nero, propiedad o prestigio nos desvíen de nuestro
propósito primordial.
7. Todo grupo de NA debe mantenerse a sí mismo
completamente, negándose a recibir contribuciones
externas.
8. Narcóticos Anónimos nunca tendrá carácter pro-
fesional, pero nuestros centros de servicio pueden
emplear trabajadores especializados.
10 Narcóticos Anónimos 11
9. NA, como tal, nunca debe ser organizada, pero po-
demos crear juntas o comités de servicio que sean
directamente responsables ante aquéllos a quienes
sirven.
10. NA no tiene opinión sobre cuestiones ajenas a sus
actividades; por lo tanto su nombre nunca debe
mezclarse en polémicas públicas.
11. Nuestra política de relaciones públicas se basa más
bien en la atracción que en la promoción; necesitamos
mantener siempre nuestro anonimato personal ante
la prensa, la radio y el cine.
12. El anonimato es la base espiritual de todas nuestras
tradiciones, recordándonos siempre anteponer los
principios a las personalidades.
La recuperación y la recaída
Muchas personas creen que la recuperación consiste
simplemente en no consumir drogas. Consideran la re-
caída un signo de fracaso total y los largos períodos de
abstinencia un éxito completo. En el programa de recu-
peración de Narcóticos Anónimos hemos descubierto que
esta noción es demasiado simplista. Cuando un miembro
lleva algún tiempo en nuestra confraternidad, una recaída
puede ser la experiencia desagradable que origine un rigor
mayor en la aplicación del programa. De igual manera,
hemos visto que algunos miembros, aun manteniéndose
abstinentes durante largos períodos, se ven privados de
una recuperación completa y de la aceptación dentro de
la sociedad debido a su falta de honradez y a una actitud
engañosa con ellos mismos. Sin embargo, la abstinencia
completa y continuada en estrecha colaboración e identi-
ficación con otros miembros de los grupos de NA, sigue
siendo el mejor terreno para crecer.
Aunque todos los adictos somos básicamente simila-
res, como individuos diferimos en el grado de enferme-
dad y en el ritmo de recuperación. A veces, una recaída
puede sentar las bases de una completa libertad. En
otras ocasiones, esa libertad puede lograrse sólo por una
inflexible y obstinada voluntad de aferrarnos a la absti-
nencia, contra viento y marea, hasta que pase la crisis.
Un adicto que, por cualquier medio y aunque sea sólo
por un tiempo, pueda perder la necesidad o el deseo de
consumir, y tenga la libertad de elección para superar un
pensamiento impulsivo y una acción compulsiva, habrá
llegado a un momento crucial que puede ser un factor
decisivo en su recuperación. El sentimiento de auténtica
independencia y libertad, a veces está aquí en la cuerda
floja. La posibilidad de largarnos y volver a controlar
nuestra vida nos atrae, aunque nos damos cuenta de que
todo lo que tenemos se lo debemos a un Poder superior
a nosotros mismos, del cual dependemos, y al hecho de
ofrecer y recibir ayuda identificándonos con los demás.
Durante nuestra recuperación, muchas veces nos ronda-
rán viejos fantasmas. La vida puede volverse otra vez
monótona, aburrida y sin sentido. Es posible que nos
12 Narcóticos Anónimos 13
cansemos mentalmente de repetir nuestras nuevas ideas
y físicamente de nuestras nuevas actividades, aunque
sabemos que si dejamos de repetirlas, empezaremos
otra vez con nuestros viejos hábitos. Intuimos que si no
utilizamos lo que tenemos, lo perderemos. A menudo,
estas épocas son los períodos de mayor crecimiento.
Nuestra mente y nuestro cuerpo parecen estar cansados
de todo esto, pero es posible que las fuerzas dinámicas
de un cambio, o de una auténtica transformación, estén
trabajando en lo profundo de nuestro ser para darnos
las respuestas que modifiquen nuestras motivaciones
internas y cambien nuestra vida.
Nuestro objetivo, a través de los Doce Pasos, es la
recuperación, no la mera abstinencia física. Mejorar
conlleva esfuerzo, y, ya que no hay forma de inculcar
una idea nueva en una mente cerrada, debemos hacer
que se abra de algún modo. Puesto que sólo podemos
hacerlo por nosotros mismos, es necesario que reconoz-
camos a dos enemigos internos: la apatía y la posterga-
ción. Nuestra resistencia al cambio parece inamovible
y sólo una explosión nuclear de algún tipo originará
alguna modificación o iniciará otra línea de conducta.
Una recaída, si sobrevivimos, puede brindar el cambio
para empezar el proceso de demolición. La recaída de
una persona cercana, y a veces su muerte a causa de
ella, puede despertar en nosotros la necesidad de una
vigorosa acción personal.
Sólo por hoy
Puedes decirte:
Sólo por hoy pensaré en mi recuperación viviendo y
disfrutando la vida sin consumir drogas.
Sólo por hoy confiaré en alguien de NA que crea en mí
y quiera ayudarme en mi recuperación.
Sólo por hoy tendré un programa y trataré de seguirlo
lo mejor que pueda.
Sólo por hoy a través de NA intentaré tener una mejor
perspectiva de mi vida.
Sólo por hoy no tendré miedo, pensaré en mis nuevas
amistades, gente que no consume y que ha
encontrado un nuevo modo de vivir. Mientras
siga este camino no tengo nada que temer.
14 Narcóticos Anónimos 15
Experiencias personales
Narcóticos Anónimos ha crecido muchísimo desde 1953. Las
personas que fundaron esta confraternidad, y por las cuales
sentimos un afecto profundo y duradero, nos han enseñado
mucho acerca de la adicción y la recuperación. Las siguientes
páginas hablan de nuestros comienzos. La primera sección fue
escrita en 1965 por uno de los primeros miembros.
Sí, nos recuperamos
A pesar de nuestras diferencias, la adicción hace que
todos naveguemos en el mismo barco. Es posible que
nuestras experiencias personales varíen en cuanto a
su esquema individual, pero al final, todos tenemos lo
mismo en común: una enfermedad o trastorno llamado
adicción. Conocemos muy bien las dos cosas que com-
ponen la verdadera adicción: obsesión y compulsión.
Obsesión, esa idea fija que nos hace regresar una y otra
vez a nuestra droga en particular, o a algo que la sus-
tituya, para volver a experimentar el alivio y bienestar
que una vez conocimos.
La compulsión consiste en que una vez empezado
el proceso con la primera droga, cualquiera que sea
ésta, no podemos parar por nuestra propia fuerza de
voluntad, debido a que por nuestra sensibilidad física
estamos en las garras de un poder destructivo superior
a nosotros.
Cuando al final del camino nos damos cuenta de que
no podemos seguir funcionando como seres humanos,
ni con drogas ni sin ellas, todos nos enfrentamos al
mismo dilema: ¿Qué queda por hacer? Parece que hay
dos alternativas: o continuamos lo mejor que podamos
hasta el amargo final (cárceles, hospitales o la muerte)
o encontramos una nueva manera de vivir. Años atrás,
muy pocos adictos pudieron escoger esta segunda po-
sibilidad. Hoy en día tenemos más suerte. Por primera
vez en la historia de la humanidad, existe a disposición
de todos nosotros un sencillo programa espiritual—no
religioso— llamado Narcóticos Anónimos, que ha en-
trado en la vida de muchos adictos.
Cuando hace unos quince años* mi adicción me llevó
a un punto de completa impotencia, derrota e inutili-
dad, no existía NA. Encontré AA y allí conocí a otros
adictos que habían descubierto que ese programa era
una respuesta a su problema. Sin embargo, sabíamos
que muchos otros seguían cuesta abajo, rumbo a la des-
ilusión, la degradación y la muerte, porque no podían
identificarse con el alcohólico de AA. La identificación
se manifestaba a nivel de síntomas visibles, y no a un
nivel más profundo de emociones o sentimientos, que
es donde se convierte en una terapia curativa para todos
los adictos. Con otros adictos y algunos miembros de
AA, que tuvieron gran fe en nosotros y en el programa,
formamos en julio de 1953 lo que hoy conocemos como
Narcóticos Anónimos. Creíamos que a partir de ahora el
* Escrito en 1965
16 Narcóticos Anónimos 17
Debido a esto, naturalmente, muchos recayeron
y muchos se perdieron por completo. Sin embargo,
muchos se quedaron y algunos volvieron después
de su derrota. Lo más positivo es que muchos de los
que ahora son miembros, llevan largos períodos de
abstinencia completa y pueden ayudar mejor al recién
llegado. Su actitud, basada en los valores espirituales
de nuestros pasos y tradiciones, es la fuerza dinámica
que brinda crecimiento y unidad a nuestro programa.
Ahora sabemos que ha llegado el momento en que la
vieja mentira: «Adicto una vez, adicto para siempre»,
ya no será tolerada ni por la sociedad, ni por el mismo
adicto. Sí, nos recuperamos.
Experiencias personales
Las siguientes páginas están dedicadas a las experiencias
personales de recuperación escritas por miembros de la Con-
fraternidad de NA de Latinoamérica y España. En nuestro
Texto Básico, Narcóticos Anónimos, se pueden encontrar
otras historias de recuperación de miembros de NA.
La satisfacción de pertenecer
A los 40 años, creí que la única posibilidad que me
quedaba era la de morir consumiendo. El médico me
decía que si no dejaba de usar moriría. Estaba totalmen-
te degradado física, moral y espiritualmente. Ya había
adicto se identificaría desde el principio, tanto como le
hiciera falta, para convencerse de que podía mantenerse
limpio mediante el ejemplo de otros cuya recuperación
se había prolongado durante muchos años.
Ha quedado demostrado durante todos estos años
que esto era fundamental, lo que necesitábamos. Este
lenguaje mudo de reconocimiento, creencia y fe, que
llamamos identificación, creó la atmósfera en la cual
podíamos sentir el paso del tiempo, entrar en contacto
con la realidad y reconocer los valores espirituales que
muchos habíamos perdido tiempo atrás. En nuestro
programa de recuperación, crecemos en número y en
fuerza. Nunca antes tantos adictos limpios, por propia
decisión y asociados libremente, habían sido capaces de
reunirse donde quisieran para conservar su recuperación
en completa libertad creativa.
Hasta los mismos adictos dijeron que no sería posible
hacerlo de la forma que lo habíamos planeado. Creíamos
en reuniones con horarios abiertamente conocidos; no más
reuniones a escondidas como habían intentado otros gru-
pos. Este enfoque era diferente de todos los métodos que
hasta entonces habían probado aquellos que defendían la
necesidad de una largo retiro de la sociedad. Nos pareció
que cuanto antes el adicto pudiera enfrentarse con su
problema en la vida cotidiana, tanto más rápido pasaría a
ser una persona realmente productiva. A la larga tenemos
que valernos por nosotros mismos y afrontar la vida tal
cual es, así que, ¿por qué no desde el principio?
18 Narcóticos Anónimos 19
y sí, sé que hubo una identificación y un sentimiento de
pertenencia que me hizo regresar. Tardé varios meses
en parar. No podía juntar más de 48 horas limpio, pero
nadie me echó. Me decían: «Seguí viniendo».
Me sentaba solo al fondo de la sala y me quedaba
sin hablar, solo, transpirando cocaína. En un momento
descubrí que llevaba cuatro días sin usar, pero no podía
salir de casa más que para ir a la reunión. Seguí así casi
los tres primeros meses, recibía compañeros en casa,
hablaba con mi padrino, iba al grupo, seguía limpio y
comencé a hacer servicio.
Mi padrino, que está muy involucrado en el servicio,
me dijo que era una parte importante en la recuperación,
así que también me aferré a él, comencé a servir el té
en una reunión, –esto se hacía por seis meses. Creo que
fue lo primero que terminé de hacer en muchos años,
pues nunca había terminado nada: o lo abandonaba o
me echaban. También descubrí que podía hacer algo
por mí, junto con los demás, y que tenía mucho que
aprender y me lo dijeron: «Esto es muy simple, sólo
tienes que cambiar todo».
Ahí comencé a entender que esta enfermedad que
tengo, la adicción, no comenzó cuando a los 12 ó 13
años tomé mi primera droga. Empecé a recordar cuan-
do era chico y en mi casa compraban fruta. No comía
una, sino que hasta que no se acababa no paraba. Si
había una gaseosa, hasta que se terminaba no dejaba
perdido el dinero, la empresa, el auto y tuve que vender
la casa de mi esposa, la única que me aguantaba, para
pagar las deudas.
Intenté algunas formas y tratamientos para dejar de
usar y no funcionaron. Después de 27 años de consumo
era muy difícil. La droga formaba parte de mi vida. Todas
las noches, cuando el corazón parecía salirse del pecho,
prometía a Dios que si sobrevivía esa noche mañana no
consumiría más. Promesas que siempre hacía y nunca
cumplía: «Cuando gane 10.00$, no uso más». Y cuando
ganaba 10.00$, consumía por 12.00$.
Seguí con distintas terapias y no paraba.
«Cuando tenga un hijo dejo de usar». Pero por esas
cosas el hijo no llegaba. Mi esposa quedó embarazada,
perdimos el niño y cada vez peor, más bajo, más al
fondo. Robaba y estafaba cuanto podía para mantener
mi adicción.
El médico me dio el teléfono de Narcóticos Anóni-
mos. Durante más de dos semanas lo llevé en el bolsillo,
llamaba en los horarios en los que sabía que la oficina
no atendía y seguía usando.
Una mañana, en uno de esos llamados, me atendió
una chica, empleada de la oficina y compañera, que me
contó de qué trataba Narcóticos Anónimos y me dio la
dirección de una reunión esa noche.
Fui, pero no recuerdo mucho. Sí, un compañero que
me entregaba un llavero blanco que decía «bienvenido»
20 Narcóticos Anónimos 21
¿Cómo hacer frente a todo esto, cómo mantener mis
responsabilidades, ser papá y vivir sin drogas?
Ya estaba escribiendo el tercer paso. Qué difícil fue po-
der entregar mi voluntad y mi vida a ese Poder Superior
que había elegido, cómo me costo, cómo me cuesta.
«Sólo debes seguir adelante», me dijo mi padrino.
«No consumas sólo por hoy y vas a ver como las cosas
se aclaran».
Ahí fue donde entendí cómo funciona esto. Para poder
seguir vivo, conseguir trabajo, casa y familia tenía antes
que dejar de usar. Mientras consumí sólo perdí. Al llegar
me dijeron que «un adicto puede dejar de usar, perder
el deseo y conseguir una nueva forma de vida».
Hoy, y sólo por hoy, sigo limpio, con mi esposa, vien-
do crecer a mis hijos. En el servicio encontré amigos,
esperanza, valor, enojos, alegrías y la satisfacción de
pertenecer y poder hacer algo por mí y por la confrater-
nidad, devolviendo un poco de ese amor incondicional
que recibí al llegar.
Puedo decir que gracias al programa, con esfuerzo
personal, encontré esa nueva forma de vida sin consumir
de la que me hablaron al principio.
¡Gracias!
¡Sigamos viniendo, que esto funciona!
de tomar. Recuerdo a mi mamá que decía: «Hasta que
ves el final no paras». Y así fue mi vida, todo al límite, a
fondo, hasta el final. Yo estaba orgulloso de ser así. Con
las drogas fue igual.
Un día, no recuerdo cuál fue, no sentí ese deseo y esa
compulsión de salir a consumir. Ya había terminado el
primer paso, el cual no me costó mucho, pues estaba to-
talmente derrotado, y comencé a transitar el segundo.
Al tiempo, conseguí trabajo y la relación con mi espo-
sa mejoraba. Volví a relacionarme con la sociedad, me
costaba muchísimo mantener un trabajo. Las responsa-
bilidades de la vida, que para cualquiera es algo común,
para mí eran decisiones casi de vida o muerte.
Seguí avanzando en el programa y después de ne-
garme mucho, acepté que existe un Poder Superior a mí
que me quiere y me ayuda. ¡Uf! ¡Qué alivio! No estaba
solo, mis compañeros y algo más grande que yo pueden
devolverme un poco de sano juicio.
Poco antes de cumplir dos años sin consumir, nos
citaron de un juzgado para decirnos que los hijos que
tanto deseábamos nos esperaban. Ahí los conocí. Luego
de dos años de trámites y mantenerme limpio nos habían
dado la adopción de dos niños.
Emoción, alegría, miedo, satisfacción, más miedo, y
ahora — ¿Qué hago? Un montón de sentimientos juntos,
nuevamente el fantasma — ¿Y si no puedo?
22 Narcóticos Anónimos 23
ende, me revelé contra todos, desertando y cayendo
en mayor consumo de sustancias. Conocí de primera
mano lo que es tratar de parar de consumir y no poder
hacerlo.
Luego conocí lo que yo pensé era mi salvación: el
narcotráfico en todas sus escalas. Esto empeoró mi si-
tuación pues me encontré obligado a continuar o morir.
Volví al ejército con otra identidad. Eso duró poco, ya
que el consumo de sustancias me consumía a pasos
agigantados. Engendré dos hijos, los cuales abandoné y
cambiaba de relaciones como de ropa interior. Comencé
a entrar y salir de la cárcel.
Me disfrazaba constantemente para no ser reconocido.
Luego de escapar nuevamente, comencé a vivir en una
subcultura de santería y vicios, así como de negocios
turbios. Al cabo de un tiempo, me torné paranoico y
perdí la memoria, comencé a deambular por las calles.
No guardo muchos recuerdos de esto. Lo que nunca
olvidaré es aquel ser humano que me llevó el mensaje y
me dijo que se podía vivir sin drogas. Me llevó a su casa,
me ofreció un baño, me invitó a asistir a una reunión.
Nunca pensé que esto despertaría mi espíritu, y en un
despertar espiritual me entregué a las autoridades.
Aunque no pude parar de consumir, mi calidad de
vida cambió. Conseguí un trabajo y eventualmente pude
volver a mi país de origen. Llegué a mi país y nunca
imaginé lo que me esperaba. Al enfrentar la justicia de
Cualquier adicto puede
De muy pequeño me sentía incompleto. Comencé a
tomar monedas de la cartera de mi madre y a ingerir
sustancias alrededor de los diez años de edad. El con-
sumo fue aumentando y los viajes a la cartera de mis
padres también.
Fui un estudiante de buenas calificaciones en los gra-
dos primarios. Mis padres trabajaban y estudiaban a la
vez y tenían muy poco tiempo de compartir con nosotros.
Tenía como compañía a mi abuela y a tres tíos que se la
pasaban consumiendo sustancias y en problemas todo el
tiempo. A mí, por mi parte, me encantaban las películas
de vaqueros. Soñaba en ser como ellos.
Según avanzó el tiempo, el uso de sustancias aumen-
taba y comencé a apropiarme de lo que no era mío en
mayor proporción. La fantasía reinaba en mi vida, al igual
que los deseos de hacer todo lo que se me prohibía. Muy
pronto mi aprovechamiento académico se fue al piso y
comencé a participar de todo lo prohibido.
Soy un líder nato para lo bueno y lo malo y, en aquel
entonces, para todo lo que estuviese fuera de la ley.
Comencé a pensar que me haría rico y terminé siendo
mi mayor consumidor. El consumo comenzó a ser una
obligación y no me percataba de lo que me pasaba. Me
enlisté en el ejército pensando que un cambio geográfico
me cambiaría. Además, tenía muchos problemas con
deudas y con la justicia. Me sentí discriminado y, por
24 Narcóticos Anónimos 25
Mi expediente criminal se arregló y soy parte pro-
ductiva de esta sociedad. Los pasos de Narcóticos
Anónimos, el padrinazgo y mi Poder Superior me han
proporcionado una nueva experiencia de vida y libertad.
El mayor milagro que ha ocurrido en mi vida es el saber
qué papel yo juego en todos los aspectos de mi vida.
Me acepto como soy, y estoy dispuesto a ser parte de la
solución y no del problema. Estoy ante ti en actitud de
agradecimiento, dejándote saber que un adicto, cualquier
adicto, puede dejar de drogarse y que la recuperación
es entonces posible.
Nueva forma de vida
Mi nombre realmente no es importante, pero mi
historia puede ser la de muchas mujeres más. Me casé
a los 18 años con la única idea de salirme de la casa
de mis padres. El hombre con el que me casé era muy
joven también. A los 10 años de casada y con dos hijos,
conocí las drogas a la edad de 28 años, y por supuesto,
nunca creí que me iba a convertir en una adicta. Hoy
puedo decir que la ingobernabilidad en mi vida fue el
factor determinante para que yo conociera las drogas. El
hombre con el que le fui infiel a mi esposo me introdujo
en el mundo de la adicción. Al principio, mi consumo
se limitaba a las veces que yo estaba con él, pero al poco
tiempo empecé a robarle drogas y después a comprar
para mi propio consumo. Me divorcié un año después
mi país, las autoridades federales me apresaron y me
declaré culpable de todos los cargos que se me impu-
taban. Fue un gran alivio no tener que ocultarme más
tras falsas identidades. Aunque la libertad condicional a
la que me sentenciaron exigía que fuese a un programa
de control de abuso de sustancias, encontré la manera
de seguir consumiendo y permanecer en libertad. En-
frentaba sobre una larga condena si me revocaban mi
libertad condicional y aun así no paraba de consumir
sustancias. Conseguí nuevos empleos y cuando estaba
en la cúspide del aparente éxito con el narcotráfico,
terminé en un hospital psiquiátrico.
El Comité de Hospitales e Instituciones llevaba el
mensaje a esa institución y un adicto en recuperación
que asistió parecía estar contando mi historia. Cuando
terminó la reunión lo abordé y le comenté que en su
compartir había descrito mi vida. Sonrió y me dijo en
tono amable y con un fuerte abrazo: «Ya no estás solo
pues hemos vivido lo mismo. Yo hablaba de mí». Se
comprometió a ayudarme y me acompañó por los pri-
meros seis meses de mi recuperación día, tarde y noche.
Al cabo del tiempo, conseguí un padrino. El deseo de
consumir había desaparecido.
De ahí en adelante he prestado servicio y he estado
dispuesto a dar lo que por gracia he recibido. Al día de
hoy estoy libre de toda sustancia, próximo a cumplir
diez años en recuperación.
26 Narcóticos Anónimos 27
Me identifiqué con todo lo que decían. Los oía hablar
de sus experiencias y creí que hablaban de mí. Toda la
fe y esperanza que ellos me transmitieron fueron muy
importantes para mí. Ahí supe que la recuperación
también podía ser para mí. Tuve fe.
Al salir de este centro me integré en un grupo de Nar-
cóticos Anónimos y aunque no fue fácil, tomé la decisión
de seguir este programa. No consumí y aprendí a utilizar
todas las herramientas que estaban a mi alcance. Yo no
quería perder lo que me ofrecían y tenía la necesidad
imperiosa de mantenerme limpia. Mi asistencia diaria
a las reuniones, el apoyo incondicional de mi madrina
en el trabajo de los pasos y principalmente el servicio
a mi confraternidad, me han ayudado a mantenerme
limpia y a crecer espiritualmente.
Hoy mi vida ha cambiado, y aunque no ha sido fácil,
sé que he logrado un crecimiento emocional y espiritual
porque tengo confianza y fe. Practico los doce pasos a la
manera de NA y he llevado a mi vida también las Doce
Tradiciones de NA. Voy a mis reuniones con regularidad
y sigo agradeciendo con mi servicio esta nueva forma
de vivir a la manera de Narcóticos Anónimos.
En esta nueva forma de vida hay lugar para sentir
y vivir, con pérdidas y con ganancias, con risas y llan-
tos. El futuro no me preocupa y el pasado me ayuda a
ayudar.
Gracias, NA.
de consumir sustancias y eso me dio la oportunidad de
consumir con mayor libertad, y también seguir cayendo
más y más en las garras de la enfermedad.
Mi vida se convirtió en un infierno constante de consu-
mo y en aparentar que no consumía. Inventaba enferme-
dades para justificar mi consumo y también culpaba a todo
y a todos por mi adicción. Dejé de arreglarme. No salía a
trabajar y el dinero era escaso. Mis hijos seguían pagando
las consecuencias de mi enfermedad. Yo, en realidad,
no sabía que era una enfermedad. Pensaba que era una
drogadicta y que no tenía salvación. Hice muchas cosas
intentado dejar de consumir, pero nunca tuve éxito. La
vergüenza, la culpa y el dolor de ver mi vida destrozada
sin poder remediarlo me llevaron a intentar suicidarme
dos veces, pero tampoco tuve éxito. Yo sólo quería evitar
que mis hijos supieran que yo me drogaba.
Después de diez largos y dolorosos años, pude pedir
ayuda y mi familia me llevó a un centro de rehabilitación.
Al llegar ahí, tuve un poco de fe y esperanza porque
creía que tal vez podían ayudarme; sin embargo, mis
esperanzas se esfumaron cuando me dieron un libro de
Alcohólicos Anónimos. Perdí la fe porque no lograba
identificarme. ¡Yo no consumía esa sustancia! Unas
semanas después, llegaron unos compañeros de Narcó-
ticos Anónimos y al escuchar la carta de presentación,
sentí por primera vez la presencia de un Poder Superior
obrando en mí.
28 Narcóticos Anónimos 29
NA, ese tesoro tan preciado
que me ha devuelto la vida
Ésta no es una historia espectacular en la que sucedan
cosas extraordinarias ni hechos especiales. Es la historia
de un adicto a las drogas que un día se sintió roto, hun-
dido, sin esperanzas y que, gracias a un Poder Superior,
encontró Narcóticos Anónimos.
Empecé a consumir drogas cuando apenas tenía 15
años. Recuerdo cómo cuando era niño, ya quería ser
diferente. No estaba contento conmigo mismo. Aparen-
taba ser una persona simpática, agradable y generosa
con los demás. Trataba de gustar a todos. No obstante,
en el fondo de mi ser, tenía la certeza de que era el peor
y de que no valía nada.
Por esta falta de aceptación me precipité en las garras
de la droga. Desde mi infancia siempre anduve buscando
algo con lo que huir de mí mismo. Al principio fueron
los deportes (futbolín, ping-pong, billar, etc.), después
los estudios, los juegos de azar, luego las relaciones y,
al final de todo, las drogas. Con ellas descubrí la mejor
manera de escapar. Con las drogas, ya no tenía más que
el problema que suponía tener que consumirlas todos
los días. Con ellas desaparecieron todos los demás
problemas.
Así transcurrió mi vida durante muchos años. Con-
sumí toda clase de drogas, tanto legales como ilegales.
Al principio, y por qué no decirlo, disfruté de ellas.
Pero pronto, todo iba a cambiar. Llegó un momento en
que ya no era yo quien las consumía, sino que eran las
drogas las que me consumieron a mí, consumieron a
mi familia, mi trabajo, mis amigos y, sobre todo, des-
truyeron mi dignidad. Me convirtieron en una clase de
persona egocéntrica, intolerante, mentirosa, ladrona. En
definitiva, me convirtieron en alguien que ciertamente
yo no quería ser.
Durante los últimos años de mi consumo, llevado por
mi familia, no paré de deambular de un sitio para otro,
buscando algo con lo que poder detener mis ansias de
drogas y con lo que rehacer mi vida. Pasé por centros
de tratamiento, tanto internos como externos, médicos,
psicólogos, psiquiatras y hasta en una ocasión me lle-
varon a una vidente. Todavía no quería parar y seguí
consumiendo durante varios años más.
Un día, mi hermano mayor me dijo que conocía un
grupo de autoayuda en un pueblo cercano, en el que
como único requisito para ingresar me iban a pedir que
tuviera el deseo de dejar de consumir. Allí, por primera
vez, no me iban a exigir que no consumiera y yo pensé:
«Éste es mi sitio, después de todo, allí sí que podré se-
guir tomando drogas». Empecé a asistir a las reuniones
de Narcóticos Anónimos, pero continué consumiendo.
Todavía no había llegado mi momento.
Lo que sí es cierto es que, a partir de mi llegada a
NA, todo cambió. Aprendí que tenía una enfermedad y
30 Narcóticos Anónimos 31
que si quería recuperarme tenía que dejar de consumir.
Aprendí que había otros que lo estaban consiguiendo
y que yo también podría intentarlo.
En esta fase de mi vida ya las drogas sólo me causaban
sufrimiento. Quería dejarlas, pero no podía. Después
de varias vicisitudes en mi vida, entre las que hubo,
tuve cuatro intentos de suicidio. Ya no me sentía bien
ni con drogas ni sin ellas. Descubrí que no sabía vivir y
que o encontraba otra forma de vida o iba a morir. Esto
puede parecer una exageración o una mentira, pero
cualquier adicto que haya llegado a este punto sabe que
ni miento ni exagero, que es verdad. Estaba roto por
dentro y por fuera. No sabía qué hacer. Pero, sí, gracias
al Poder Superior, sí que sabía qué hacer. Podía unirme
a aquella pandilla de ganadores que había conocido,
aquellos compañeros que ya no consumían, que estaban
aprendiendo a vivir sin drogas, y que, a pesar de todo,
sonreían y gracias a Dios, mi Poder Superior, decidí
hacerlo. Me uní a la Confraternidad de NA, empecé a
asistir a todas las reuniones que podía. Descubrí que sí
podía recuperarme y que sí es posible perder la obsesión
por consumir.
Desde el primer día, y respecto a eso no tengo dudas
de que se trata de un don, descubrí también que existen
millones de adictos por todo el mundo que sufren y que
no conocen el programa de Narcóticos Anónimos. Des-
cubrí que tengo la obligación de compartir este regalo
con ellos y que, si quiero conservar esta forma de vida
recién aprendida, debo poner este tesoro al alcance de
esos adictos que, como yo, sufren y no encuentran una
salida a su obsesión por las drogas.
Desde entonces ya tengo varios años limpios de dro-
gas. Asisto a tres o cuatro reuniones semanales y escribo
de forma regular mis pasos. Comparto con mi padrino,
a quien quiero mucho. También formo parte del Comité
de Hospitales e Instituciones de mi área, hago servicio en
mi región y siempre estoy dispuesto a llevar el mensaje
a cualquier adicto que lo quiere.
He encontrado una nueva forma de vivir. Mi vida
ahora tiene sentido. He descubierto la libertad y, sobre
todo, he conocido a mí mismo. Por fin quiero vivir. No
es ni tan bueno como aparentaba ni tan malo como creía.
Soy un ser humano que se siente útil y que tiene un Poder
Superior que un día le trajo a NA para que aprendiera a
vivir sin drogas, a llevar el mensaje y a ser feliz.
Viviendo el milagro
Recuerdo mi infancia como un mar de confusión y
de mensajes complejos, de los cuales no sabía en dón-
de podría encontrar una respuesta: ¿Dios te ama? Y si
así fuera, ¿cómo era posible que de igual manera me
llegase a castigar, si no hiciera yo su voluntad, según la
religión? Recuerdo con temor las lecturas y las pláticas
de mi infancia de un fin del mundo y una lluvia de fuego
32 Narcóticos Anónimos 33
eterno o infierno. Desde pequeño me llené de temor e
inseguridades. Y si en realidad era ese Dios tan amoroso,
¿por qué yo no sentía ese amor?
Soy el penúltimo de cinco hermanos, segunda gene-
ración coreana. Crecí sintiendo los abusos y las burlas,
por las personas que me hacían sentir que no debía
pertenecer a este país. Desde pequeño descubrí que mi
orientación sexual era diferente a la de mis hermanos
y muchos de los que me rodeaban. Recuerdo escuchar
inclusive en casa de mis padres, que esa gente era anor-
mal y que era un gran pecado ser homosexual. No me
sentía parte de este universo.
Experimenté mi primera sustancia a la edad de los
doce anos, y de alguna manera, la vida dejó de ser ya tan
dolorosa. A la edad de los 19 años, opté por experimentar
el vivir en los Estados Unidos con un par de dólares en
los bolsillos. El tratar de encontrar aceptación, amor y
libertad se convirtió en una larga y dura tarea. Lo úni-
co que logré encontrar fue una vida llena de diversas
substancias y modos de consumirlas, total decadencia,
cárceles y sobredosis. Mi dolor aumentaba cada día más
y el respeto o esperanza a la vida y mi cuerpo había
dejado de existir. Pensaba que si tal vez mis amistades
y conocidos fueran de mi misma orientación sexual o
compartiesen el mismo estilo de pensar, yo encontraría
ya mi lugar, y sentirme pertenecido. Lo cual fue una gran
mentira creada por mi ignorancia y falta de información,
buscando en el sexo y jeringas sucias calmar esa ansiedad
que no quería sentir.
Fue en marzo de 1989 cuando salí de la cárcel en
California, después de haber sobrevivido mi último
año viviendo en la calle y en los parques, haciendo lo
que tuviese que hacer para poder seguir sosteniendo
mi agonía en vida. Recuerdo tomar la decisión de pedir
ayuda a mis padres, quienes residían en Tijuana. Ellos
aceptaron darme esa última oportunidad de regresar a
su casa, aun así en contra de sus creencias respecto a mi
estilo de vida. Fue en esta ciudad en la cual asistí a mi
primera reunión de Narcóticos Anónimos.
En ese entonces, existían únicamente dos reuniones
a la semana en toda la ciudad de Tijuana. Fue en NA
donde por fin empecé a sentir que yo no era tan diferente
a los demás, a pesar de mi raza, identidad sexual y de
ninguna creencia. Fue en NA en donde descubrí a un
Dios de Amor que siempre estuvo a mi lado, una energía
espiritual de comprensión que no me juzga, porque de
eso me encargaré yo. Fue que por NA que mis padres
recuperan a un hijo perdido por años diferente al que
ellos recuerdan, que los ama y respeta, y mis hermanos
y sobrinos tienen ya a alguien en quien pueden confiar.
Soy producto de los principios de los Doce Pasos de NA
y del amor y cariño de mi familia en recuperación.
También así aprendiendo a vivir con enfermedades
mortales debido a mi dolencia, de las cuales yo me hago
34 Narcóticos Anónimos 35
hoy responsable. Sé que la adicción es aún más mortal
que el virus. El temor a la vida ya ha aminorado. La
realidad de la muerte es parte de la vida misma. En este
momento me encuentro frente a mi ventana observando
el mar y uno que otro delfín que con sus brincos y saltos
hace que mi vida sea más alegre y llena de gratitud.
Por esas pequeñas cosas que a día de hoy logro ver, sé
que me merezco ser feliz. Doy las gracias a este bello
programa iluminado del Dios de Amor que a día de hoy
conozco, por la libertad que siento, porque hoy estoy
contento. Gracias.
Ahora tienes que buscar la comunidad de adictos anónimos, ya sea adictos al alcohol, drogas, sexo o masturbación en tu ciudad y seguir con ellos con el éxito de Dios Todopoderoso. La abreviatura de la comunidad de adictos anónimos al sexo es SA SEXHOLIC ANONYMOUS