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La mera plétora de opiniones que intentan explicar la existencia de los intereses y justificar su pago –acompañada por las críticas creíbles de todos esos notables y respetados economistas[1]–debería ser una señal para todos de que algo no está bien. En la historia del pensamiento económico, se pueden encontrar las siguientes teorías que justifican los intereses (entre otras):





(1)  Las “Teorías Descoloridas” (como las llama Boehm-Bawerk): Estas fueron desarrolladas por Adam Smith, Ricardo y otros economistas tempranos. Esta teoría tiene muchos defectos, incluyendo que confunden los intereses con la utilidad bruta del capital. Ricardo además trazó todo el valor del capital hasta el trabajo –pero de alguna manera falló en tener en cuenta que el trabajo nunca era el que recibía el pago por ese valor.





(2)  Las Teorías de Abstinencia: Este tipo de teorías aparecen de vez en cuando. Los economistas descubrieron que la “abstinencia” no es una buena palabra a utilizar[2] y a menudo utilizan otros términos, como “espera” (al estilo de Marshall). El interés es, en esencia, el salario que uno recibe por “esperar” o “abstenerse” del consumo inmediato. Esta teoría falla porque parece pensar que el ahorro es la única función del interés, lo que se ha comprobado como falso.





(3)  Teoría de la Productividad: Los proponentes de esta teoría ven a la productividad como algo inherente al capital y, por lo tanto, a los intereses, como un simple pago por tal productividad. La teoría, tal como la presentó Say, asume que el capital produce plusvalía; pero, de nuevo, no hay prueba alguna que respalde tal afirmación. Lo máximo que se puede pretender es que cierto valor ha sido creado, que es un pago al capital, pero no se puede demostrar que el valor exceso o superávit ha sido creado, que es la esencia de su declaración de que el interés está justificado. Por supuesto, estas teorías también ignoran por completo los factores monetarios en el análisis de los intereses.





(4)  Teorías del Uso: “Boehm rechazó la validez de la hipótesis de que al lado de cada bien de capital había un ‘uso’ del mismo, que era un bien económico independiente con un valor independiente. Él destacó asimismo que ‘en primer lugar, simplemente no hay tal cosa como un uso independiente del capital’ y, consecuentemente, éste no puede tener un valor independiente, ni su participación puede generar un ‘fenómeno de exceso de valor’. Asumir tal uso es crear una ficción injustificable que contraviene todos los hechos”[3].





(5)  Teorías de Remuneración: Este grupo de economistas considera que los intereses son la remuneración de una “labor realizada” por el capitalista. Aunque apoyada por economistas ingleses, franceses y alemanes, tal vez este punto de vista no necesite comentarios.





(6)  Teorías Eclécticas (combinación de teorías tempranas, como las de Productividad y de Abstinencia): Afzal-ur-Rahman escribe:





“Esta línea de pensamiento parece revelar un síntoma de insatisfacción con la doctrina de los intereses, como ha sido presentada y discutida por los economistas en el pasado y el presente. Y, como ninguna teoría única sobre el tema es considerada satisfactoria por sí misma, la gente ha intentado hallar una combinación de elementos de diferentes teorías en aras de encontrar una solución satisfactoria al problema”[4].





(7)  Teoría Moderna de la Fructificación: Henry George desarrolló esta teoría, pero nunca tuvo el peso suficiente para hallar muchos, o siquiera algunos, seguidores.





(8)  Teoría Modificada de la Abstinencia: Otra teoría única, propuesta por Schellwien; nunca tuvo mucho impacto.





(9)  Teoría Austríaca (El Agio[5] o Teoría de la Preferencia Temporal): Esta es la visión que Boehm-Bawerk respaldó. De acuerdo con esta teoría, los intereses surgen “a partir de una diferencia de valor entre los bienes presentes y los futuros”. Cassel ha criticado esta teoría en detalle. No es más que una sofisticación de la teoría de “espera”.





(10)Teorías Monetarias (Teoría de los Fondos para Préstamos, Teoría de Preferencia por la Liquidez, Teoría de Existencias y Flujos, Concepto de Patrimonio de Preferencia): Más recientemente, los economistas han tratado de introducir y enfatizar la influencia de los factores monetarios en el tema de los intereses. En realidad, sin embargo, el énfasis aquí comienza a pasar de por qué se pagan intereses a qué determina la tasa de interés vigente. “De acuerdo con Robertson, los intereses en la teoría de preferencia por la liquidez se reducen a nada más que una prima de riesgo de las fluctuaciones sobre las que no estamos seguros. Esto deja a los intereses suspendidos en un vacío, por decirlo así, existen intereses porque hay intereses”[6]. Críticas similares se han hecho a otras visiones en esta familia de teorías.





(11)Teoría de la Explotación: Incidentalmente, los economistas socialistas han considerado siempre a los intereses como explotación. Cabe recordar que los “padres fundadores” de la teoría capitalista, Adam Smith y Ricardo, creían que la fuente de todo valor no es más que el trabajo. Si esto es cierto, entonces todos los pagos deben hacerse sobre el trabajo y los intereses son una forma de explotación.





En un par de sitios, Afzal-ur-Rahman ha proporcionado conclusiones excelentes respecto a estas diferentes teorías de los intereses. Él afirma:





Un estudio crítico de la historia del desarrollo del fenómeno de los intereses ha mostrado que los intereses se pagan a un factor independiente de la producción, que puede ser llamada espera, aplazamiento, abstinencia, uso, etc. Pero todas estas teorías han sido incapaces de responder o probar por qué se pagan intereses o deben ser pagados a este factor. Algunos señalan la necesidad de esperar, otros la necesidad de abstenerse o aplazar, pero ninguna de estas explicaciones responde la pregunta. Ni la mera necesidad de esperar o aplazar o abstenerse, ni el mero uso o la productividad del capital, son suficientes para probar que los intereses son un pago necesario por el empleo de capital en la producción. Además, estas teorías no han logrado explicar cómo un factor variable puede determinar en modo alguno un factor fijo como la tasa de interés. ¿Cómo podría una teoría así ser válida o sostenible?





Después, escribe:





Las teorías monetarias, como las teorías de productividad marginal, no han hecho intento alguno por responder la pregunta: ¿por qué deben pagarse intereses? O, ¿por qué se pagan intereses? Ellas simplemente ignoran esta pregunta y se refugian en la teoría del valor. Dicen que, como todas las demás cosas, el precio del capital está determinado por la demanda y la oferta de dinero. Pero parece que han olvidado la diferencia básica entre los dos problemas. La teoría del valor es un problema de intercambio, mientras la teoría de los intereses es un problema de distribución. Tanto la teoría de fondos para préstamos como la teoría de la preferencia por la liquidez son básicamente teorías de oferta y demanda de los intereses, y los explican en relación a las teorías de oferta y demanda para fondos de préstamos y para dinero respectivamente. Pero no brindan ninguna justificación al fenómeno de los intereses. Aún si el capital tiene derecho a una compensación apropiada como recompensa por su contribución a la creación de riqueza, “éste sólo puede sacar su parte del aumento de la riqueza nacional en proporción a su contribución a tal aumento. No se puede permitir que salga corriendo con su pedazo de pastel, establecido de antemano y sin relación alguna con las realidades de la producción”[7]. De acuerdo con Boehm-Bawerk, el estudio de todas estas teorías “revela el desarrollo de tres conceptos básicos esencialmente divergentes del problema de los intereses”. Un grupo, los representantes de la teoría de la productividad, trata el problema de los intereses como un problema de producción. Los exponentes socialistas de las teorías de la explotación tratan el problema de los intereses como un mero problema de distribución, mientras que el tercer grupo, los que apoyan las teorías monetarias, buscan en la teoría de los intereses el problema del valor. No hay duda de que todos estos teóricos, habiendo sido confundidos por la magnanimidad y la omnipresencia del fenómeno de los intereses, han evitado el tema principal de por qué se pagan intereses. En efecto, ellos han invertido todas sus energías en resolver el problema de la espera o abstinencia o productividad o “valor del trabajo” o “determinación del valor”, y no han dicho nada respecto al origen o la justificación de la institución de los interese





Los males de los intereses





Los economistas pueden intentar proponer numerosas justificaciones para el pago de intereses, pero la prueba verdadera está en el estudio de los efectos que tienen los intereses. Es importante señalar que cuando algo está prohibido por Dios, esto no significa que no haya absolutamente nada benéfico en el asunto o práctica prohibidos. De hecho, uno puede ser capaz de hallar algo beneficioso aún en las cosas prohibidas. Por ejemplo, dice Dios en el Corán con respecto al alcohol:





“Te preguntan [¡Oh Muhammad!] a cerca de las substancias embriagantes y los juegos de apuestas. Diles: Son de gran perjuicio, a pesar de que también hay en ellos algún provecho para los hombres; pero su perjuicio es mayor que su provecho”. (Corán 2:219)





Por lo tanto, el punto esencial no es si hay algún beneficio en algo, sino si es más perjudicial que benéfico. De modo que los economistas pueden ser capaces de hallar un atisbo de justificación para el pago de intereses, pero esto definitivamente no es mayor que los daños que, se puede demostrar, causan los intereses, como se discutirá en esta sección.





Aún si los intereses son considerados algún tipo de pago por un factor de producción, tienen algunas características particulares que los distinguen de los pagos por cualquier otro factor de producción. Debido a su naturaleza única, conducen a algunos resultados muy preocupantes.





Primero, los intereses conllevan a una distribución inequitativa del ingreso. Esto puede verse fácilmente tomando un ejemplo de tres personas. Supongamos que hay tres personas que consumen todo su ingreso en un año dado, y que uno de ellos comienza con $1.000 en ahorros, el segundo con $100 y el tercero con cero. Al 10% anual, al finalizar el año la primera persona tendrá $1.100, la segunda $110 y la tercera cero en sus cuentas. Si se mantiene la misma situación al año siguiente, la primera persona tendrá $1.210, la segunda $121 y la tercera tendrá cero. Podemos ver cómo la distribución crece entre ellos cada año, aún entre el que tiene algunos ahorros en su cuenta. Este escenario se agrava si la persona más rica también está en capacidad de aumentar sus ahorros. Supongamos que el más rico agrega mil al finalizar cada año tendrá $1.100 al final del primer año, agregará $1.000 y continuará con su 10% de intereses, así que tendrá $2.310 al final del segundo año, y así sucesivamente. Ahora, una cosa es si este dinero en realidad fue pagado en razón de algún factor positivo de producción, pero uno realmente no puede argumentar tal cosa en este caso. El dinero que la gente está haciendo a través de los intereses puede haber sido desperdiciado, perdido o incluso robado por la gente que lo pidió prestado, pero aun así uno debe pagar los intereses. Puede haber sido invertido en un proyecto que arroja sólo pérdidas y que, por tanto, no produce nada. Pero nada de eso importa, debe pagarse sin importar si ese “factor de producción” produce algo o no. Este es apenas uno de los aspectos particulares del dinero y los pagos por dinero. Nadie puede discutir que esto es justo y que por lo tanto sus resultados son una distribución inequitativa del dinero.





Por otra parte, la distribución del ingreso se hace más y más desigual con el tiempo. Uno puede imaginar a algunas personas manejando millones mientras otras manejan cientos o miles. La disparidad en sus ingresos por intereses, en efecto, será grande y creciente cada año. En otras palabras, como escuchamos a menudo, esto lleva a una situación en la que los ricos cada vez son más ricos y los pobres se mantienen relativamente más pobres. Tengamos en cuenta que los deudores, que pagan intereses que crecen cada año, no han sido agregados a la ecuación. En su caso, en la medida en que los intereses continúan creciendo, su ingreso total es cada vez más consumido por los intereses, exacerbando aún más la distribución desigual del ingreso.





Alguien podría preguntar si acaso una distribución inequitativa del ingreso debe considerarse un problema importante. Además de los efectos psicológicos sobre los pobres, especialmente si tenemos en cuenta los medios masivos que resaltan la buena vida y la necesidad de consumir, hay efectos muy importantes en el mercado en conjunto. En una economía de mercado, la producción se orientará hacia aquellos que tienen el dinero para pagar por lo que se produce, independientemente de lo necesarios que puedan ser otros bienes para la sociedad. Si los ricos desean, demandan y están dispuestos a pagar mucho dinero por grandes camionetas todoterrenos y vehículos que consumen mucha gasolina, éstos serán producidos (independientemente de lo mucho que los ecologistas puedan quejarse). Como la distribución se hace más y más desigual, más y más recursos serán destinados a satisfacer las demandas de las clases más ricas. Dado que los recursos son algo “fijo”, esto significa que menos y menos será dedicado a satisfacer las necesidades de las clases más pobres. Por otro lado, la menor cantidad de recursos dedicada a los bienes que consumen los pobres, reduce su oferta y eleva los precios de tales bienes, lo que perjudica aún más la situación económica general de la gente pobre. Por ejemplo, uno puede encontrar numerosas clínicas médicas que atienden a los ricos (aquellos que pueden pagar los tratamientos de este tipo), aunque estén lejos de ser necesarias, como muchos lugares de cirugía estética y cosas similares. Al mismo tiempo, vemos que son muy difíciles de encontrar clínicas que atiendan a los pobres y satisfagan sus necesidades básicas. Si pudieran pagar más por esos servicios esenciales, en una economía manejada por el mercado, uno definitivamente encontraría más clínicas de este tipo, más recursos dedicados a estas necesidades, y precios menores en el largo plazo para aquello que ellos necesitan. (Además, esta distribución desigual también tiene fuertes implicaciones para la salud de una democracia; sin embargo, esa discusión está más allá del alcance de este artículo.)





Adicionalmente, la carga de intereses sobre los pobres que caen en deudas los pone en una situación en la que no pueden avanzar social o económicamente, lo que aumenta la brecha entre ricos y pobres. La deuda, en sí misma, es una situación difícil para cualquier persona. Sin embargo, son los pagos de intereses los que convierten la deuda en un blanco en movimiento, muchas veces algo que la persona sencillamente no puede seguir. De nuevo, es un falso factor de producción, pero funciona para permitir que los ricos se hagan más ricos, mientras pone un gran peso en aquellos que caen en deudas. Quizás todos los lectores estén familiarizados con lo muy endeudada que se encuentra la sociedad de los Estados Unidos, el país más rico del mundo. Esto ha afectado no sólo a las clases más bajas sino a muchas de las clases medias. Algunas personas afligidas no se dan cuenta de que si hacen sólo los pagos mínimos de las cuentas de sus tarjetas de crédito, por ejemplo, jamás lograrán limpiar su balance[1].  Pero, por supuesto, son los más pobres los más afectados. De hecho, el sistema está ensañado contra ellos, ya que el pobre es la persona con la peor calificación crediticia y será obligado a pagar las mayores tasas de intereses. El libro de Mirza Shahjahan Ingreso, Deuda y la Búsqueda de la América Rica: La Historia Económica de las Ciudades Estadounidenses Medianas y Pequeñas es un estudio de cómo la deuda y su correspondiente carga de intereses han afectado a gran parte de la “clase media estadounidense”[2].  La difícil situación de los pequeños agricultores obligados a pedir préstamos debido a la caída de los precios de su producción ha sido bien documentada. Muchos de ellos han empeñado sus preciosos bienes o perdido sus fincas que habían estado en sus familias por generaciones, simplemente debido a los pagos de los intereses, cuyo ritmo no podían seguir. Shahjahan encontró que algunos de los pobres pagan más del 15% de su ingreso anual sólo en pagos de intereses (con la mayoría de los pobres pagando entre el 8% y el 12%) –sin mencionar la carga de llamadas y amenazas de los acreedores que los pobres reciben a menudo–. En sus conclusiones, Shahjahan afirma:





Tanto las cargas monetarias como las reales de las deudas han mantenido a muchos deudores en una lucha de toda la vida al servicio de sus deudas. El tamaño promedio de la deuda de los hogares endeudados en el período 1990-1993 fue de US$ 32.493, equivalente a casi el 100% del ingreso de dichos hogares. Nuestro estimado de la deuda per cápita de los hogares para el período 1990-1993 asciende a US$ 12.571. Una deuda de esta magnitud, combinada con un trabajo temporal y unos ingresos bajos, puede ser deprimente y producir condiciones psicológicas abrumadoras…





Los pagos de intereses de algunos hogares, exceden su ingreso en un 15%. Este costo de interés elevado ha sido fuente de una importante erosión de los ingresos de los hogares.





La mayoría de los hogares –millones de ellos– en las ciudades medianas, luchan a diario para satisfacer sus necesidades básicas de vida. Miles de ellos fracasan en proveer una vida decente para sus familias o brindarle educación superior a sus hijos. Viven endeudados y mueren endeudados. Esta situación les hace sentir que no llevan una vida plena…





Estos hogares se encuentran atrapados en una situación de servidumbre económica en la que las rutas de escape más obvias están obstruidas por las fuerzas institucionales. La adquisición de habilidades o la educación superior podrían ser la llave que abriera oportunidades reales para ellos, pero la educación superior es costosa y está más allá del alcance de la mayoría de los hogares en esas ciudades. Tales hogares no tienen oportunidades de sobresalir y encuentran que han sido pasados por alto para las posiciones que anhelan. Esta es la naturaleza de la difícil situación de las familias de la clase trabajadora en las ciudades pequeñas y medianas de los Estados Unidos





A nivel internacional, la situación es mucho más devastadora y peligrosa. No hay duda de que cuando se mira desde una perspectiva internacional, los intereses matan a la gente. La servidumbre a la deuda de los países menos desarrollados hoy día es tan grande que éstos se ven obligados a sacrificar necesidades esenciales en salud y alimentación. Resulta mortificante pensar que un número incalculable de niños mueren a diario en países subdesarrollados debido a la “herramienta” del capitalismo moderno: los intereses. Algunos gobiernos africanos son forzados a gastar más en pagar la deuda que lo que gastan en salud o educación[1].





En este contexto, el PNUD (1998) predijo que si la deuda externa de los 20 países más pobres del mundo fuera condonada, ello salvaría la vida de 20 millones de personas antes del año 2000. En otras palabras, eso significa que la deuda no condonada fue responsable de la muerte de 130.000 niños semanalmente hasta el año 2000[2].





Ken Livingston, Alcalde de Londres, afirmó que el capitalismo global mata a más gente anualmente que los que murieron a manos de Adolf Hitler. Culpó al FMI y al Banco Mundial por la muerte de millones de personas debido a su negativa a facilitar la carga de la deuda. Susan George declaró que cada año desde 1981, entre 15 y 20 millones de personas mueren innecesariamente debido a la carga de la deuda, “porque los gobiernos del Tercer Mundo han tenido que reducir el agua potable y los programas de salud para cumplir con sus pagos”[3].





La deuda, con su asociado volumen creciente de intereses, es peligrosa para cualquier nación, porque significa pérdida de soberanía y de control[4].  Este aspecto, por cierto, no es casual. Los países menos desarrollados –en especial sus gobernantes y clases altas corruptas– no están libres de culpa en relación a la cuestión de la deuda que han acumulado. Al mismo tiempo, si no piden y obtienen la deuda, serán definitivamente presionados para que lo hagan. Caufield señaló:





Así ha sido con el Banco Mundial, las operaciones de reembolso se han hecho cada vez más el total de sus préstamos. El resultado ha sido una acumulación de deuda por parte de los que adeudan al Banco –y una consecuente pérdida gradual de soberanía–. Ningún acreedor está dispuesto a extender una y otra vez los plazos para el pago de la deuda sin asegurarse cierto control sobre la forma en que el deudor maneja sus negocios. En los primeros tiempos, las grandes potencias no dudaron en utilizar la fuerza militar para doblegar a los deudores recalcitrantes a su voluntad. En su ensayo clásico Deudas Públicas, publicado en 1887, el economista estadounidense Henry Carter Adams escribió que “la concesión de créditos exteriores es el primer paso hacia el establecimiento de una política exterior agresiva y, bajo ciertas condiciones, conlleva inevitablemente a la conquista y la ocupación”.





El enfoque del Banco hacia sus deudores no es tan crudo. En lugar de enviar a los Marines, ofrece consejos sobre cómo los países deben manejar sus finanzas, hacer sus leyes, proveer servicios a sus pueblos, y manejarse a sí mismos en el mercado internacional. Sus poderes de persuasión son grandes, debido a la convicción universal de que si el Banco decide aislar a un prestatario, todos los demás poderes importantes nacionales e internacionales seguirán esa misma línea. Por lo tanto, debido al exceso de préstamos –nacido de una inconsistencia subyacente en su misión– el Banco ha agregado a su propio poder, a la vez que ha empobrecido a sus prestatarios[5].





El ahora famoso libro de John Perkins, Confesiones de un Sicario Económico[6], detalla las intrigas económicas contemporáneas. Al describir su trabajo de evaluación de proyectos, escribió:





El aspecto tácito de cada uno de esos proyectos era que tenían la intención de crear grandes beneficios para los contratistas, y hacer muy felices a un puñado de familias ricas e influyentes en los países receptores, asegurando, al mismo tiempo, la dependencia financiera a largo plazo y, por lo tanto, la lealtad política de los gobiernos alrededor del mundo. Mientras mayor fuera el préstamo, mejor. El hecho de que la carga de la deuda puesta sobre un país privaría a sus ciudadanos más pobres de salud, educación y otros servicios sociales por décadas, no era tenido en cuenta[7].





La obra de Perkins ha sido seguida por Un juego tan antiguo como el Imperio: El Mundo Secreto de lo Sicarios Económicos y la Red Global de Corrupción, editado por Steven Hiatt[8]. Hiatt escribe:





La deuda mantiene a los países del Tercer Mundo bajo control. Dependientes de las ayudas, los refinanciamientos de los préstamos, y las renovaciones de deuda para sobrevivir –sin importar su desarrollo real–, han sido obligados a reestructurar sus economías y reescribir sus leyes para satisfacer las condiciones establecidas en los programas de ajuste estructural del FMI y las condiciones del Banco Mundial[9].





La situación actual de la deuda, con el papel principal que los intereses están jugando en ella, es potencialmente muy devastador para el mundo entero. En Tendencias Globales 2015, la Agencia Central de Inteligencia (CIA) reconoció:





La marea creciente de la economía global creará muchos ganadores económicos, pero no levantará todavía todos los barcos. Generará conflictos locales y extranjeros, garantizando una brecha entre ganadores y perdedores regionales cada vez más amplia que la existente hoy día. La evolución de la globalización será inestable, marcada por volatilidades financieras crónicas y brechas económicas crecientes. Regiones, países y grupos, sintiéndose que han sido dejados atrás, enfrentarán la profundización de su estancamiento económico, su inestabilidad política y alienación cultural. Se fomentará el extremismo político, étnico, ideológico y religioso, junto con la violencia que a menudo lo acompaña[10].





Noreena Hertz tiene un capítulo excelente en su libro La Amenaza de la Deuda: Cómo la deuda está destruyendo el mundo en desarrollo… y nos amenaza a todos, en el que delinea muchos de los peligros que la deuda masiva –y de nuevo, que no sería tan masiva sin el aspecto siempre creciente de los intereses– representa para el mundo actual. Ella detalla los peligros del extremismo, terrorismo, el agotamiento de los recursos naturales mundiales, y más. Para citar sólo un aspecto, ella escribe:





La fea progenie de la deuda –pobreza, desigualdad e injusticia– son también llamados a justificar, e incluso a legitimar, actos de extrema violencia. Hace sólo unas semanas, fue atacado el World Trade Center. El importante comentarista africano Michael Fortin escribió: “Tenemos que reconocer que este acto deplorable de agresión pudo haber sido, al menos en parte, un acto de venganza por parte de personas desesperadas y humilladas, aplastadas por el peso de la opresión económica practicada por los pueblos de Occidente”. El lenguaje de Fortin – “aplastadas”, “opresión”, “desesperadas”, “humilladas”– es deliberadamente evocador. Y está manifiestamente claro que hay un público al que tales palabras le resuenan poderosamente[11].





En realidad, aún hay más perjuicios relacionados con los interese que podrían ser discutidos, pero lo anterior debería ser suficiente para los propósitos de este artículo.





La solución islámica





La solución islámica al tema de los intereses se basa en dos principios básicos:





(1)  Si una persona desea prestar dinero a otra con el fin de ayudarla, este acto debe estar basado en los “principios fraternales”, y es absolutamente inaceptable cargar cualquier interés en tal caso. No ayuda para nada a otra persona el cargarla con un ciclo de deuda en el que ésta deberá pagar más de lo que le fue prestado. Este principio importante se aplica en la actualidad, hay países que realmente ayudan y brindan asistencia a otros países, en lugar de chuparles la sangre en un patrón de dependencia y de carga de deuda.





(2)  Si una persona desea utilizar su dinero para hacer más dinero, entonces debe estar dispuesto a poner su dinero en riesgo. En otras palabras, no puede garantizar por sí mismo un rendimiento fijo (cuya cantidad crece con el tiempo) que sea independiente del resultado de la inversión en la que su dinero es utilizado. Si la persona pone su dinero en riesgo, merece tener parte en las ganancias. Sin embargo, esto también significa que acepta perder si se producen pérdidas. Este es un sistema que está basado en la justicia. Cuenta también con numerosos beneficios. Quien invierte se preocupa por los resultados de su inversión, y no puede exigir su “pedazo de pastel” independientemente de lo que pueda ocurrir con el deudor.





Esta solución islámica funciona tanto para individuos como para la sociedad en conjunto. Los bancos son esencialmente intermediarios financieros. Ellos toman dinero de quienes tienen exceso de dinero (ahorros) y lo dan a quienes necesitan dinero para invertirlo. Los intereses no son necesarios para que tal sistema funcione. El banco y sus depositantes (accionistas) invierten, en lugar de simplemente prestar, sus posesiones. El dinero se pone en riesgo y el retorno a los depositantes se hará con base en las ganancias obtenidas en las respectivas inversiones. Bajo condiciones normales de crecimiento económico, si el banco es lo suficientemente grande y diversifica su cartera, tiene prácticamente “garantizado” un retorno positivo en sus inversiones totales. Por lo tanto, aquellos que invierten su dinero con el banco recibirán un retorno positivo sobre su dinero, sin que éste sea garantizado o fijado antes de tiempo.





Numerosas instituciones financieras “islámicas” se han establecido por todo el mundo actualmente. Ellas han establecido el principio de evitar intereses, y algunas de ellas han prosperado[1].





Conclusiones





En su mayor parte, la “civilización moderna” ha decidido dar la espalda a la Guía Divina (principalmente debido a la experiencia en Occidente con el cristianismo) y ha tratado de construir sus propios sistemas económicos y políticos, leyes internacionales y demás. Al hacerlo, sin embargo, han debido admitir que están intentando algo que está más allá de sus capacidades. Las ciencias sociales son muy distintas de las ciencias físicas. No hay laboratorios en los que los humanos puedan ser ingresados para determinar cuáles pueden ser los mejores resultados bajo diferentes escenarios (e incluso se tendría que asumir que los humanos siempre reaccionan de la misma manera bajo las mismas circunstancias).





En el ámbito de la economía, la primera cosa que viene a la mente es el colapso de las teorías del socialismo y del comunismo. Uno debe, sin embargo, echar también un vistazo más cercano al capitalismo y qué tan lejos está su realidad de lo que se supone debe ser. Los primeros teóricos capitalistas visionaron una teoría que daría lugar al “mejor de todos los mundos posibles”. Sin embargo, sus teorías estaban basadas en supuestos que nunca fueron y jamás serán cumplidos. Ellos asumieron la competencia perfecta, el conocimiento perfecto, el comercio libre, y así sucesivamente. Una vez que estas hipótesis no se cumplen, como inevitablemente ocurrió, no conducen al “mejor de los mundos posibles”. En su lugar, llevan fácilmente a un mundo de explotación, en el que los ricos se hacen más ricos y los pobres más pobres. Una de las fuerzas que subyacen en este sistema es la institucionalización de los intereses.





Dios ha bendecido a los seres humanos con la guía del Corán, un libro que ha sido minuciosamente preservado desde su revelación. Este Libro contiene la guía que la humanidad necesita para llevar una vida exitosa en este mundo y en el más allá. Por lo tanto, no es de extrañar que este Libro prohíba y condene absolutamente los intereses en la forma más radical.



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