El octogésimo quinto capítulo del Corán es "Las grandes constelaciones" (Ár. Al Buruy). El título es tomado del primer versículo y se refiere al poder de Dios sobre todo el universo. Es el poder total de Dios el tema recurrente de esta breve sura de 22 aleyas. "Las grandes constelaciones" fue revelada en La Meca y, siguiendo el patrón de la mayoría de las suras mecanas, se enfoca en los asuntos esenciales de la fe y la importancia de la creencia.
Aleyas 1 a 4: Un juramento
La sura inicia con un juramento que enlaza el cielo, las grandes constelaciones, el Día del Juicio y los testigos. Dios jura por el cielo y sus constelaciones, y por el día prometido, el Día del Juicio. Él también jura por Sí Mismo, el Testigo último y Soberano de los cielos y la Tierra, que atestigua todas las cosas. Además de esto, Dios jura por toda la gente que atestiguará ese día, el Día del Juicio. Estas son poderosas imágenes que proporcionan una atmósfera seria para lo que viene después. Condenados son aquellos que son mencionados como "la gente de la zanja". La gente de la zanja (a veces traducido como trinchera) son los agentes de un rey tirano que se negaba a permitir que su pueblo creyera en Dios. Los actos que los agentes de este rey realizaron en obediencia a su gobernante les ganaron la maldición de Dios.
Aleyas 5 a 9: Una historia
Dios nos dice luego qué les ordenó ese rey a sus hombres que hicieran. Llenaron un gran foso con combustible y le encendieron fuego, luego lanzaron a los creyentes al agujero ardiente. Ese no fue su único crimen, los perpetradores se sentaron entonces alrededor de la zanja mirando a la gente cómo se quemaba, deleitándose con su tortura. Este acto fue una venganza exigida sin ninguna razón más que el hecho de que eran creyentes en el Dios único. Su único "crimen" era creer en Aquel que tiene control sobre los cielos y la Tierra, Quien es testigo de todas las cosas.
Este es un extracto abreviado de la historia completa, que se puede encontrar en los dichos y tradiciones del Profeta Muhammad (la paz y las bendiciones de Dios sean con él), recopilado por el Imam Múslim (817-874 d. C.).
*Los compañeros del Profeta Muhammad conocían bien la historia sobre la gente de la zanja, su historia estaba contenida en otra más larga conocida como "el niño y el rey". Hubo una vez un niño que fue enviado por el rey para que fuera aprendiz de brujo. Pero cada día que iba a su trabajo pasaba junto a un monje y se detenía, escuchaba y aprendía. Finalmente aprendió que el camino del monje era mejor que el del hechicero, así que creyó en Dios y comenzó a sanar a las personas en el nombre de Dios.
El rey se enteró de lo que hacía el niño, cuando uno de sus mensajeros fue curado de la ceguera y aceptó la creencia en un solo Dios. El rey estaba furioso y exigió al niño que renunciara a su creencia; cuando este se negó, hizo que lo aserraran en dos. El rey intentó matar al niño porque no abandonaba su religión, pero sus intentos de arrojarlo desde una montaña y de ahogarlo en el mar fracasaron, debido a la intervención de Dios.
Con el tiempo, el niño informó al rey que solo podría matarlo si le disparaba una flecha después de mencionar el nombre de Dios y así lo hizo. El rey no se percató que así acabó mostrándole a la gente el poder supremo de Dios. Muchos de los del pueblo del rey creyeron en Dios, y en su furia el rey ordenó que se cavara una trinchera profunda y se encendiera un fuego en ella. Todos aquellos que no renunciaron a su creencia en Dios fueron arrojados a la zanja ardiente.
Aleyas 10 a 11: El Más Allá
Dios dice de forma muy elocuente que aquellos que torturan y persiguen a los hombres o mujeres creyentes y no se arrepienten de sus actos, se encontrarán en el fuego del Infierno. Cuando el tiempo de una persona en esta Tierra llega a su fin, no es el final de la historia, hay otra vida, una que durará para siempre y restaurará el equilibrio de las balanzas de la justicia. Aquellos que creen y se esfuerzan en hacer el bien vivirán en hermosos jardines por los que fluyen ríos, y suyo será el mayor éxito. Escapar del castigo en el Más Allá es, sin duda, el triunfo supremo.
Aleyas 12 a 18: El poder supremo de Dios
La venganza de Dios es realmente dura. Esta aleya contrasta el castigo de Dios en el Más Allá con los actos tiránicos de los hombres del rey. Su venganza fue insignificante comprada con la de Dios. Dios traerá a la gente de nuevo a la vida y la puede castigar como quiera y por el tiempo que quiera. La aleya 13 también nos recuerda que la creación, la muerte y la putrefacción, y luego la nueva creación, son parte de un proceso continuo que ocurre en todo el universo. Y Él es un Dios Perdonador y Amoroso.
(Él es) el Señor del Trono, el Glorioso, y hace lo que desea. Estos atributos retratan el poder y el domino absoluto de Dios. Esta aleya es seguida por ejemplos relevantes del castigo de Dios hacia otros, como el Faraón y el pueblo de Zamud. ¿No has escuchado las historias sobre esos guerreros?, pregunta Dios. Eran fuerzas poderosas, pero Dios hizo con ellos lo que quiso. Ambas historias fueron distintas en naturaleza y, en consecuencia, ambas manifiestan la voluntad de Dios y Su poder.
Aleyas 19 a 22: Rodeado por Dios
Sin embargo, incluso conociendo estas historias, los incrédulos persisten en su negación de la verdad. Dios los ha cercado, Él los rodea. Su poder y Su conocimiento los envuelve, haciéndolos impotentes, pero no comprenden esto, son totalmente inconscientes. Este es un Corán glorioso, está inscrito en una tabla protegida, una tabla imperecedera que Dios guarda con Él.