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Se pueden definir los valores como los principios o estándares de comportamiento que uno posee. A menudo son llamados moral o ética, y a veces están consagrados en códigos de conducta o normas de comportamiento. Los valores son creencias importantes y duraderas compartidas por los miembros de una cultura o comunidad. Definen lo que es bueno y lo que es malo, lo que es deseable y lo que no. Los valores tienen una enorme influencia en el comportamiento de la persona, y sirven como pautas generales en todas las situaciones.





Algunos afirmarán que todos tenemos un sentido innato de moralidad. Dirán que no importa la religión, color o raza, pues hay ciertas cualidades que sirven como estándar moral. Por ejemplo, podemos estar todos de acuerdo en que el abuso a menores es un acto horrendo. En un estudio realizado en 2011 dirigido por Jesse Prinz, un distinguido profesor de filosofía de la Universidad de la Ciudad de Nueva York, el 100% de los participantes estuvo de acuerdo en eso. Sin importar la tradición o la cultura, todos deseamos vivir en un mundo donde los valores de amabilidad, generosidad y honestidad sean la norma. Nadie quiere vivir en un mundo donde la crueldad sea aceptable, o donde el homicidio sea parte de la vida diaria. Para entender esto, basta ver cómo consideramos hoy en día  las matanzas llevadas a cabo en los anfiteatros romanos y los espectáculos públicos de ejecución y tortura de la Europa medieval.





Hay también algunos filósofos, psicólogos, antropólogos sociales y otros estudiosos de las sociedades, que creen que los estándares morales son constructos sociales y culturales. Según ellos, cada comunidad, a lo largo del tiempo y el espacio, enfrenta retos únicos, y sus estándares morales son definidos por sus necesidades. Lo que es bueno para una cultura fácilmente puede ser malo para otra. Sin embargo, el asesinato es abominable, todos podemos estar de acuerdo en eso. Pero, ¿qué ocurre si este se adapta a las necesidades de la sociedad (es decir, si nos conviene)? Tomemos el canibalismo como ejemplo. Es una práctica que se encuentra de tiempo en tiempo en diferentes partes del mundo. En una muestra histórica cruzada, la antropóloga Peggy Reeves Sanday halló evidencia de canibalismo en el 34% de las culturas[1].





Entonces, ¿dónde nos deja eso? Todos deseamos vivir en paz. ¿Podemos tomar eso como algo cierto? ¿Es el deseo de paz el que causa las guerras transfronterizas, o es un deseo por tierra o petróleo, o cualquier otra cosa particular que la sociedad considere como un bien valioso? Todos deseamos la bondad, ¿no? Todos queremos ser tratados con compasión y ternura. ¿Es por eso que detenemos y encerramos a quienes nos piden asilo? ¿Es por eso que hay personas sin patria, sin hogar, y sistemas de castas? ¿Acaso hasta los valores universales, los que todos deseamos, son diferentes para distintos pueblos? Y no solo eso, ¿son diferentes nuestras definiciones de lo que dichos valores significan? ¿Quién decide qué valores realmente trascienden el tiempo y el espacio? ¿Quién decide qué es realmente bueno y qué es realmente malo? Si no todos estamos de acuerdo en qué valores son universales, ¿qué podemos decir de aquellos que son de grado inferior? Parece ser que los valores de cada persona son distintos; y como los valores están tan arraigados, no siempre somos conscientes de que nuestras respuestas en la vida se deben a los valores que mantenemos. A veces, estos son únicos de nuestra propia cultura y perspectiva.





Los musulmanes creen que Dios, el Creador y Sustentados del mundo y de todo cuanto existe, Aquel que nos creó, ha establecido los estándares. Él definió, sin ambigüedades, nuestros valores. Dios no creó a la humanidad para luego abandonarla a las asechanzas y caprichos de su propia naturaleza. No nos dejó adivinando qué está bien y qué no, y cuál es la mejor acción a tomar en una situación dada. Él nos creó y nos conoce mejor que nosotros mismos. Claramente definió cuáles son los buenos valores y nos dio toda la guía que necesitamos. Al igual que con un auto o un computador nuevos, Él nos proporcionó un manual o libro guía. Dios envió profetas para guiar a la humanidad, desde el Profeta Adán hasta el último Profeta de Dios, Muhammad, que Dios los bendiga a todos. El Islam ha detallado nuestras normas de comportamiento y nuestro código de conducta de manera clara en el Corán y en las tradiciones del Profeta Muhammad.





Además, el Islam afirma que la humanidad está naturalmente inclinada hacia el bien, y que los buenos valores incluyen la rectitud y la piedad. En el Islam, la rectitud significa que debemos ser sinceros en nuestra devoción a Dios y a toda Su creación, y demostrarla con obras de caridad y bondad. La piedad también requiere veracidad, demanda autocontrol sobre la ira y exige la capacidad de perdonar. No somos todos iguales, no somos todos creyentes; sin embargo, el Islam nos exige que tratemos a todos con respeto. Además, Dios le habla directamente a toda la humanidad y ha dotado a todos los seres humanos con la capacidad de ser buenos y de hacer el bien.





"¡Oh, seres humanos! Los he creado a partir de un hombre y de una mujer, y los congregué en pueblos y tribus para que se reconozcan los unos a los otros. El mejor de ustedes ante Dios es el de más piedad". (Corán 49:13)





Nuestros valores son las cosas que creemos, ellas determinan nuestras prioridades en la vida y son el punto de referencia por el cual medimos nuestro éxito o fracaso. El Islam establece claramente lo que es correcto y lo que no, lo que es aceptable y lo que no. Cuando nuestros actos y nuestras palabras están alineados con nuestros valores, la vida es generalmente buena y nos sentiremos contentos. Cuando estos no coinciden, nos sentimos incómodos. Nuestros valores sirven como filtro a través del cual tomamos decisiones; por lo tanto, si estamos descontentos o incómodos podemos mirar nuestras decisiones para ver si coinciden con nuestros valores; y si no es así, hacer los cambios que sean necesarios. Para estar realmente satisfechos y felices debemos honrar los valores que Dios ha definido para nosotros.





El Profeta Muhammad dijo que, si no tienes vergüenza, haz lo que quieras[2]. Los psicólogos dicen que la vergüenza es una de las emociones que sentimos cuando no logramos estar a la altura de las expectativas que nos impone nuestro sistema de creencias y valores. Este fue un mensaje enseñado por todos los profetas, tener elevados estándares morales y valores, y utilizar tu sentido innato de lo que está bien y lo que está mal antes de tomar decisiones.





El papel histórico de la comunidad islámica es ser la encarnación de la rectitud. Los buenos valores deben ser vistos en todo acto y escuchados en toda palabra. El Islam define para nosotros cuáles son esos valores y nos enseña qué es lo correcto en cada circunstancia.





Desde el comienzo, debemos señalar que este es un tema en el cual las mayores mentes de la humanidad se han interesado, y por el que muchas personas han perdido su camino. Los compañeros del Profeta no hacían preguntas sobre el libre albedrío, porque su fe era muy fuerte y no dejaba espacio para que se arraigaran los tipos de dudas que instigan esta línea de pensamiento.





Al mismo tiempo, decimos que los pilares de la fe que nuestro Profeta (la paz y las bendiciones de Dios sean con él) nos describió, son seis. Ellos son creer en Dios, en Sus ángeles, en Sus libros, en Sus mensajeros, en el Último Día y finalmente, en el decreto divino (tanto lo bueno como lo malo que devienen de él).





La fe en el decreto divino tiene cuatro dimensiones:





1.    Conocimiento. Creemos que Dios conoce todas las cosas. Él lo sabe todo, y Su conocimiento eterno y constante abarca lo que ya ocurrió y lo que ocurrirá. Él no llega a conocer las cosas después de haberlas desconocido, ni está sujeto al olvido.





2.    El registro. Creemos que Dios ha escrito en la Tabla Protegida todo lo que existirá y ocurrirá hasta el Día de la Resurrección. Dios dice: "¿Acaso no sabes que Dios conoce cuanto hay en el cielo y en la Tierra? Todo está registrado en un libro, eso es fácil para Dios" (Corán 22:70).





3.    La voluntad de Dios. Creemos que Dios ha querido todo lo que tiene lugar en los cielos y en la Tierra. Todo lo que Él desea debe llegar a suceder. Todo lo que Él no quiere, jamás tendrá lugar.





4.    Creación. Creemos que "Dios es el Creador de todas las cosas, y Él es su Custodio. A Él pertenecen las llaves de los cielos y de la Tierra" (Corán 39:62-63).





Estas cuatro dimensiones de la fe son todo lo que creemos acerca de Dios con respecto a los asuntos del decreto y la voluntad divinos, y también nos aclaran qué responsabilidad les corresponde a Sus criaturas. En otras palabras, todo lo que los seres humanos dicen, hacen, o de lo que se abstienen, todo es conocido por Dios, registrado en la Tabla, querido por Dios y creado por Él.





Dios dice: "Para que se encamine quien quiera. Pero sepan que solo se encaminará quien quiera Dios, Señor del universo" (Corán 81:28-29).





También dice: "Dios es Quien los creó a ustedes y a lo que ustedes hacen" (Corán 37:96).





Creemos en estos aspectos del decreto de Dios. También creemos que Dios nos ha dado libre albedrío, y elegimos libremente nuestros actos. Esto está claramente establecido en el Corán de la siguiente forma:





1.    Dios atestigua nuestra voluntad. Por ejemplo, Él dice: "Siembren en su campo cuando [y como] quieran" (Corán 2:223). Él dice: "Si [los hipócritas] hubieran querido realmente combatir, se habrían preparado para tal fin" (Corán 37:46).





2.    Dios nos ordena. El hecho de que Dios nos dirija órdenes y prohibiciones solo tiene sentido si somos libres de cumplirlas. De otro modo, se nos ordenaría algo que estaría totalmente fuera de nuestra capacidad, ya que nuestro cumplimiento o incumplimiento estaría predeterminado. Por lo tanto, no tendría sentido hacer demandas a entidades que no tienen capacidad para cumplirlas. Además, Dios dice: "Dios no exige a nadie por encima de sus posibilidades" (Corán 2:286).





3.    Dios elogia y censura. Él elogia a quienes hacen el bien por el bien que hacen, y censura a los malhechores por las cosas malas que hacen. También nos da recompensas por nuestras obras. Esto solo tiene sentido si llevamos a cabo estos actos por nuestra propia voluntad. De lo contrario, no habría nada que recompensar ni castigar.





4.    Dios envió mensajeros para establecer Su prueba sobre la creación. Los mensajeros son "anunciadores de albricias y como amonestadores, para que [la humanidad] no tuviera argumento alguno ante Dios [por haber rechazado el mensaje]" (Corán 4:165). Si la gente no fuera libre en sus decisiones, su argumento en contra de Dios (de que no tenían guía) no sería invalidado después de que Dios enviara a Sus mensajeros, ya que, si ellos fueran obligados en sus actos, no habría diferencia alguna si recibían o no la guía.





Finalmente, tenemos un conocimiento práctico, a priori, de que realizamos nuestros actos por nuestra propia voluntad y elección. Decidimos qué hacer y de qué nos abstenemos, sin ningún sentido de estar obligados en nuestras decisiones. Esto se aplica incluso a las más pequeñas de nuestras acciones voluntarias, como sentarse o estar de pie, quedarnos en casa o salir, así como a decisiones más sustanciales como el matrimonio, el divorcio, o la decisión de trasladarse a otra ciudad. Es por esto que sentimos con mayor agudeza si alguien intenta obligarnos a hacer algo que no queremos hacer. Y es también por esto que Dios no nos hace legalmente responsables de lo que hacemos bajo coerción.





Responsabilidad por nuestras obras





Un pecador no puede escudarse en que fue "condenado" o "destinado" a cometer un pecado, ya que dicho pecado fue llevado a cabo por el libre albedrío del pecador. Sí, Dios sabe, en Su conocimiento eterno, que el pecador iba a perpetrar ese pecado en particular, en un momento específico del tiempo, y quiso permitir que así fuera, pero Él no obligó al pecador a tomar esa decisión. Además, solo llegamos a saber que eso estaba escrito para el pecador después de que lo ha hecho. Es por esto que Dios dice: "Nadie sabe qué le deparará el día siguiente" (Corán 31:34).





¿Cómo podemos excusar nuestros actos con aquello que desconocíamos de antemano? Es por esto que Dios dice: "Quienes Le asociaron divinidades a Dios dirán: ‘Si Dios hubiera querido no Le habríamos asociado nada y no habríamos vedado nada, ni nosotros ni nuestros padres’. Así es como desmintieron quienes los precedieron, hasta que sufrieron Mi castigo. Pregúntales: ‘¿Acaso tienen algún conocimiento que puedan presentar?’. Solo siguen conjeturas, y no hacen más que especular" (Corán 6:148).





En nuestros actos, estamos tanto en libertad como bajo la determinación de Dios, Él crea nuestros actos y las voluntades con las que actuamos, en tal medida nuestras acciones están bajo Su determinación. Sin embargo, ya que elegimos por nosotros mismos los actos que queremos llevar a cabo (una elección que Dios nos ha querido dar), somos libres en nuestras elecciones y ganamos lo bueno o lo malo.





Y Dios sabe más.



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