En el mundo islámico, uno raramente encuentra asilos o instituciones destinadas al cuidado de los ancianos. El esfuerzo de cuidar a los padres en esta dificilísima etapa de su vida es considerado un honor, una bendición y una oportunidad de crecimiento espiritual muy grande. En el Islam, no es suficiente que tan solo oremos por nuestros padres, sino que debemos tratarlos con una ilimitada compasión, recordando que cuando éramos unos niños desvalidos ellos nos prefirieron a si mismos. Las madres son particularmente honradas. Cuando los padres musulmanes alcanzan la senilidad, son tratados con misericordia, gentileza y desprendimiento.
En el Islam, el servir a los padres es una obligación que viene después de la oración, y es derecho de los mismos el esperarla de los hijos. Es considerado despreciable el expresar cualquier forma de irritación cuando, sin que sea falta de ellos mismos, los ancianos se ponen difíciles.
Dios dice:
« Tu Señor ha ordenado que adoréis sino a Él y que seáis benévolos con vuestros padres. Si uno de ellos o ambos llegan a la vejez, no seáis insolentes con ellos y ni siquiera les digáis: ¡Uf! Y háblales con dulzura y respeto. Trátales con humildad y clemencia, y ruega: ¡Oh, Señor mío! Ten misericordia de ellos como ellos la tuvieron conmigo cuando me educaron siendo pequeño. » (Corán 17:23-24)
El altruismo, actos desinteresados para beneficiar a otros por encima de uno mismo, es un esfuerzo humanitario elogiado por todas las sociedades. Prácticamente todas las naciones de la tierra poseen historias de grandes reyes, guerreros valientes, y nobles mujeres y hombres que sacrificaron sus posesiones materiales, sus estatus o incluso sus propias vidas por alguien o algún otro bien común. Sin embargo, sin reservas ni dudas podemos señalar al Islam como la expresión de altruismo más perfecta, sincera y amplia (izáar en terminología Islámica). El Profeta Muhammad, que la paz y las bendiciones de Dios sean con él, dijo en su narración, conocida quizás por todos los musulmanes devotos:
“Ninguno de nosotros completará su fe hasta que ame para su hermano lo que ama para sí mismo”. (Sahih Al-Bujari)
Y con ésto, el altruismo se convierte en una condición de verdadera fe en Dios, el Más Grande.Este acto de fe fue demostrado muchas veces a lo largo de la historia del Islam, desde la designación de Muhammad como Profeta hasta nuestros tiempos. Debido al gran número de textos auténticos relacionados con el tema, sólo mencionaremos algunos ejemplos.
Durante la gran batalla de Yarmuk entre el pequeño Estado Islámico y el Imperio Romano Bizantino, un Compañero del Profeta, Ikrimah b. Abu Yahl, y dos otros nobles guerreros fueron heridos de muerte. Un musulmán que estaba atendiendo a los heridos le ofreció agua a uno de los guerreros, pero el guerrero desinteresado la rechazó, insistiendo en que otro de los hombres heridos la necesitaba antes que él. Cuando el agua llegó al segundo hombre, también se negó a aceptarla hasta que la sed del tercer guerrero fuera saciada. Para el momento en el que el agua llegó al tercer hombre, ya era tarde: él y los otros dos soldados habían muerto. Verdaderamente, estos tres ejemplos de autosacrificio pusieron de manifiesto las palabras del Profeta cuando dijo:
“La mejor caridad es la que se entrega cuando uno se encuentra en la necesidad y la dificultad…”.
“…les prefieren a sí mismos aunque estén en extrema necesidad…”. (Corán 59:9)
El versículo anterior fue revelado en relación con lo que, quizás, fue el acto más grande de altruismo jamás visto en la historia de la humanidad: la hermandad entre los musulmanes que escapaban de la persecución en la Meca (los Muhayirun), y sus ayudantes que los recibieron en Medina (los Ansaar). Los Ansaar realizaron sacrificios secretos por sus hermanos en la fe, a pesar de encontrarse en gran necesidad. Por sus acciones, los lazos de hermandad en la nueva sociedad de Medina se fortalecieron y solidificaron de una manera nunca antes vista. Los árabes se juntaron con los no árabes, los hombres libres con hombres que habían sido esclavos, un Quraishi (miembro de la misma tribu del Profeta) con un no Quraishi, y así sucesivamente.
“No alcanzaréis la piedad verdaderamente hasta que no deis [en caridad] de lo que amáis…”. (Corán 3:92)
Como un ejemplo sorprendente de cómo se manifestó esta hermandad, tenemos el caso de dos Compañeros del Profeta: Abdur-Rahman b. Awf, que era un Muhayir, y Sa’d b. al-Rabi, un Ansari.Abdur-Rahman narra con sus propias palabras lo siguiente:
“Cuando llegamos a Medina, el Mensajero de Dios estableció lazos de hermandad entre mi persona y Sa’d b. al-Rabi. Sa’d dijo: ‘Soy el más rico de los de Ansaar[1], entonces te entregaré la mitad de mis riquezas. Y observa cuál de mis esposas prefieres, me divorciaré de ella, y cuando sea legal, podrás desposarla’. Yo (Abdur-Rahman) le dije: ‘No lo necesito. (Pero dime) ¿Hay algún mercado en el que la gente comercialice?’ Sa‘ad dijo: ‘Está el mercado de Qainuqa…’. Y así, al día siguiente, Abdur-Rahman fue al mercado para comenzar a hacer negocios. Mucho antes había sido rico, cuando estaba en la Meca, y podía desposar a quien quería”. (Sahih Al-Bujari)
“Quienes estaban establecidos en Medina y aceptaron la fe antes de su llegada, aman a los que emigraron a ellos, no sienten envidia alguna en sus corazones por lo que se les ha dado [del botín] y les prefieren a sí mismos aunque estén en extrema necesidad. Quienes hayan sido preservados de la avaricia serán los triunfadores”. (Corán 59:9)
¡El altruismo de los musulmanes de Medina, elogiado por Dios en el Corán, fue tan grande en cuanto a su magnitud e impacto, que los receptores de su desinterés (de la Meca) estaban preocupados de que no quedara nada de gracia para ellos! El Compañero Anas b. Malik, dijo:
“Cuando el Profeta llegó a Madina, los Muhayirun[2] se le acercaron y dijeron: ‘Oh, Mensajero de Dios, nunca vimos personas más generosas cuando poseen los medios, y más amables cuando poseen poco, que la gente entre la que nos hemos establecido. Nos han cuidado y han dejado que nos unamos a ellos y compartamos sus ocasiones felices, a tal punto que tememos que tomen toda la recompensa (de Dios en el Más Allá)’. El Profeta dijo: ‘No, siempre y cuando ustedes oren por ellos y les agradezcan’”. (Al-Tirmidhi)
El mismo Dios alabó a los Compañeros de Muhammad, Muhayir y Ansar, por sus muchos, grandes y desinteresados sacrificios y servicios en Su Causa. Él, el Todopoderoso, también alabó a quienes siguieran sus huellas. Sigámoslos, para tener la oportunidad de ser recompensados en el Paraíso.
“Dios se complace con los primeros que aceptaron el Islam y emigraron [a Medina], con aquellos que les socorrieron, y con todos los que sigan su ejemplo [en la fe y las buenas obras]. Éstos también se complacen con Dios, y Él les ha reservado jardines por donde corren los ríos donde morarán eternamente. Éste es el triunfo grandioso”. (Corán 9:100)