Moisés, que Dios lo bendiga, se casó con una de las mujeres que había ayudado inicialmente en el pozo de agua, y dedicó los siguientes diez años a trabajar con su padre y levantar su propia familia. Su nueva vida era tranquila y contemplativa, no tenía que soportar las intrigas de la corte egipcia ni la humillación de su pueblo, los hijos de Israel. Moisés era capaz de reflexionar sobre las maravillas de Dios y el universo.
Cualquier relato de la vida de Moisés está lleno de lecciones y orientación, para Moisés y para la humanidad. Dios puso a Moisés a través de experiencias que lo mantuvieron en buena forma para su próxima misión. Moisés había sido educado en la casa del Faraón de Egipto, por lo tanto, era consciente de las políticas e intrigas del gobierno egipcio. Moisés también experimentó de primera mano la corrupción del propio Faraón —el hombre que se declaraba a sí mismo dios.
Fue a través de la gracia y la misericordia de Dios que Moisés logró escapar de Egipto y viajar por las tierras. Pudo experimentar otras culturas y pueblos. Viajar entonces y ahora amplía horizontes y abre los corazones y mentes a las diferencias y las similitudes entre las personas de diferentes contextos. Dice Dios:
“¡Oh, humanos! Os hemos creado a partir de un hombre [Adán] y una mujer [Eva], y [de su descendencia] os congregamos en pueblos y tribus para que os conozcáis unos a otros.” (Corán 49:13)
Durante este tiempo en Madián, Moisés era pastor. El profeta Muhámmad, que Dios lo bendiga, nos informa que todos los profetas de Dios pasaron tiempo cuidando rebaños de ovejas. Puede parecer una extraña profesión, pero mirándolo con más cuidado, podemos ver que los pastores aprenden algunas lecciones invaluables mientras cuidan de sus rebaños. Un pastor tiene una vida tranquila y solitaria, tiene tiempo para la reflexión personal y la contemplación de las maravillas de la vida.
Sin embargo, al mismo tiempo el pastor debe estar en constante alerta por el peligro. Las ovejas en particular, son animales que requieren cuidado y atención constantes. Incluso si una sola oveja se aleja de la protección de la manada, se convierte en presa fácil. Un profeta por lo general tiene la tarea de proteger a una nación entera, debe estar alerta y al tanto de cualquier peligro que amenace a sus seguidores, sobre todo a los débiles, los pobres y los oprimidos de entre ellos.
Después que Moisés terminó su período de servicio que había prometido a su suegro, se sintió abrumado por la nostalgia. Comenzó a extrañar a su familia y a la tierra de Egipto. A pesar que tenía miedo de lo que sucedería si regresaba, experimentó un extraño deseo de regresar a la tierra que lo había visto nacer. Moisés reunió a su familia y emprendió el largo viaje de regreso a Egipto.
“Y cuando Moisés hubo cumplido el plazo, partió con su familia [rumbo a Egipto] y [en el camino, en una noche fría, tras haberse perdido] divisó un fuego en la ladera de un monte y le dijo a su familia: Permaneced aquí, pues he divisado un fuego y quizás pueda traeros alguna noticia [acerca de nuestro rumbo], o bien una brasa encendida para que podamos calentarnos.” (Corán 28:29)
Mientras Moisés caminaba a través del desierto, se perdió. Era una noche fría y oscura. Moisés vio lo que parecía ser un fuego encendido en la distancia. Le dijo a su familia que se quedaran donde estaban. Tenía la esperanza de recibir orientación o bien de poder llevar un poco de fuego para calentar a su familia. Sin saberlo, Moisés estaba a punto de participar en una de las conversaciones más sorprendentes de la historia. Caminó hacia el fuego, y mientras lo hacía, escuchó una voz.
“Cuando llegó a él, una voz le llamó: ¡Bendito sea quien esté donde el fuego y a su alrededor y glorificado sea Dios, Señor del Universo! ¡Oh, Moisés! Yo soy Dios, Poderoso, Sabio.” (Corán 27:8-9)
Dios le habló a Moisés. Le pidió a Moisés que se quitara los zapatos, por lo que se quedó de pie asustado. Dios le reveló a Moisés que había sido elegido para una misión especial y le pidió que escuchara lo que estaba a punto de decir.
“Ciertamente Yo soy Dios, y no hay más divinidad que Yo. Adórame, pues, y haz la oración para tenerme presente en tu corazón. Y por cierto que el Día de la Resurrección es indubitable, y nadie salvo Dios sabe cuando llegará. Ese día todos los hombres recibirán la recompensa o el castigo que se merezcan por sus obras. No te dejes seducir por quienes no creen en ella y siguen sus pasiones, porque serás de los que pierdan.” (Corán 20:14-16)
En una conversación directa entre Dios y Moisés, le fue prescrita la oración a Moisés y a sus seguidores. De la misma forma, la oración también le fue prescrita al profeta Muhámmad y a sus seguidores, en la noche en que el profeta Muhámmad hizo su viaje a Jerusalén y ascendió a los cielos.
En ese momento, Moisés debió quedar pasmado. Partió hacia Egipto, siguiendo un extraño anhelo de regresar a su tierra natal. Se perdió en la oscuridad y el frío y fue a buscar luz y guía. Caminó hacia lo que pensó era un fuego ardiendo y encontró la luz y la guía de dios.
Moisés sostenía un palo o bastón en su mano. Dios le habló y le preguntó qué es ese palo, Moisés, háblame de él. Moisés respondió: “Es mi vara. Me sirve de apoyo, y con ella vareo los árboles para que mi ganado coma de su follaje; además de otros usos.” (Corán 20:18) Moisés conocía muy bien su bastón, sabía que no tenía cualidades milagrosas. Dios le pidió a Moisés que lo tirara al suelo y cuando lo hizo, empezó a deslizarse y agitarse. El palo se había transformado en una serpiente.
Moisés tuvo miedo, giró sobre sus talones y echó a correr. Es una inclinación humana natural temer a lo desconocido y lo extraño, pero Dios quería eliminar este miedo del corazón de Moisés. Estaba a punto de embarcarse en una misión difícil y era importante que comenzara con una completa confianza en que Dios lo protegería, sabiendo que no había razón alguna para tener miedo.
“Arroja tu vara. Y cuando la vio moverse como si fuera una serpiente, se dio vuelta y huyó sin mirar atrás. [Dijo Dios:] ¡Oh, Moisés! Acércate y no temas. Ciertamente tú eres de los que están protegidos.” (Corán 28:31)
Entonces Dios le dijo a Moisés que pusiera su mano en su seno, así le reveló otra señal de su grandeza y omnipotencia. Señales que Moisés necesitaría en su próxima misión, pruebas para aquellos que son desobedientes y rebeldes.
“E introduce tu mano por el cuello de tu túnica y saldrá blanca y resplandeciente, sin tener ningún mal; y lleva tu mano al pecho cuando quieras vencer el temor. Éstos son dos milagros de tu Señor para el Faraón y su nobleza. Por cierto que ellos están descarriados.” (Corán 28:32)
Dios quiso enviar a Moisés ante el Faraón. El hombre que más temía, el hombre que Moisés pensaba de seguro le quitaría la vida. Su corazón se encogió de miedo, pero Dios lo tranquilizó.
En una noche oscura, a la sombra del Monte Tur, Dios le confirió la profecía a Moisés. Su primera orden fue que buscara al Faraón.
“Ve ante el Faraón, pues se ha extralimitado.” (Corán 20:24)
Moisés huyó de Egipto temiendo por su vida, había pasado 10 años en un país fuera de la jurisdicción del Faraón. Ahora, Dios le estaba diciendo que debía encarar su mayor miedo. Debía enfrentarse al corrupto Faraón, el hombre que Moisés estaba seguro quería verlo ejecutado. Moisés volvió a sentir el temor que lo había sostenido durante su largo viaje por el desierto. Respondió así a las palabras de Dios:
“¡Señor mío! He matado a un hombre de los suyos y temo que me ejecuten.” (Corán 28:33)
Moisés sintió miedo, pero entendió que Dios era completamente capaz de brindarle todo el apoyo que necesitaba para una misión que parecía prácticamente imposible. Moisés hizo una súplica: pidió fortaleza y facilidad en esta misión tan difícil. Le pidió a Dios que abriera su pecho y le concediera elocuencia, confianza en sí mismo y alegría. También le pidió a Dios que lo fortaleciera dándole en su profecía un compañero capaz y de confianza, su hermano Aarón.
El diálogo entre Dios y Moisés es una de las conversaciones más sorprendentes que aparecen en las páginas del Corán. Las palabras de Dios se entregan con elocuencia y claridad. Ellas pintan el retrato de un hombre fuerte pero humilde, cautivado por su encuentro con Dios. Ellas entregan el sentido etéreo de que Dios es Todopoderoso, Omnipotente, pero también lleno de misericordia y amor hacia Sus siervos.
Dijo [Moisés]: ¡Oh, Señor mío! Abre mi corazón [disponiéndolo para que pueda recibir la profecía], facilítame mi misión, haz que pueda expresarme correctamente para que comprendan mi mensaje, Asígname de mi familia para que me ayude [en la transmisión del Mensaje] a mi hermano Aarón, fortaléceme con él, y asóciale en mi misión [y desígnalo Mensajero igual que a mí], para que Te glorifiquemos y Te recordemos mucho. Por cierto que Tú bien sabes nuestra necesidad de Ti.
Dijo [Allah]: Te ha sido concedido lo que pides ¡Oh, Moisés! Y por cierto que anteriormente también te agraciamos, cuando le inspiramos a tu madre [y le dijimos]: Ponlo en un cesto y déjalo en el río, que éste lo llevará hasta una orilla y será recogido por un enemigo Mío y suyo [el Faraón]. Y por cierto que infundimos en ellos [el Faraón y su gente] amor por ti, y creciste bajo Nuestra observancia [y protección]. Cuando tu hermana, que seguía tus rastros, le dijo [al Faraón, al ver que ninguna nodriza podía amamantarte]: ¿Acaso queréis que os indique alguien que puede encargarse de cuidarlo? Y así te devolvimos a tu madre para que se alegrara y no se entristeciera. Y cuando mataste a un hombre [del pueblo del Faraón] te salvamos de que tomaran represalias contigo, y así te probamos de distintas maneras. Y luego de permanecer unos años en Madián regresaste por decreto Nuestro ¡Oh, Moisés!
Y ciertamente te he elegido [para que seas uno de Mis Mensajeros].
Id tú y tu hermano con Mis signos, y no dejéis de recordarme. Presentaos ante el Faraón, pues se ha extralimitado, y habladle cortésmente, para que así recapacite o tema a Dios y se arrepienta.
Dijeron: ¡Oh, Señor nuestro! Tememos que nos reprima y se propase con nosotros.
Dijo [Allah]: No temáis, pues Yo estoy con vosotros escuchando y observando todo. Id ante él y decidle: Somos Mensajeros enviados por tu Señor para que dejes ir con nosotros a los Hijos de Israel, y no los tortures. Por cierto que hemos venido con un signo de tu Señor, y quien siga la guía estará a salvo. Nos ha sido revelado que quien desmienta [el Mensaje que hemos traído] y vuelva la espalda será castigado. (Corán 20:25-48).
Esta breve conversación cambió la vida de Moisés. Le enseñó lecciones sobre sí mismo, sobre su mundo, sobre la naturaleza de la humanidad, y más importante aún, sobre la naturaleza de Dios. Hoy día, sigue enseñando lecciones importantes a la humanidad. Sobre una base diaria, las palabras del Corán cambian vidas. Las lecciones aprendidas en la historia de Moisés son tan relevantes hoy día como lo fueron hace miles de años.
Al leer la historia de Moisés hasta el momento, hemos aprendido la importancia de confiar en Dios, hemos aprendido el plan de los seres humanos y el esquema, pero el pan de Dios puede vencer cualquier triunfo, prueba o ensayo. La historia de Moisés nos ha enseñado que no hay alivio en los tormentos de este mundo excepto con el recuerdo y la cercanía de Dios.
La historia de Moisés nos enseña que Dios puede sustituir la debilidad con fortaleza y el fracaso con victoria, y que Dios apoya a los justos a partir de fuentes inimaginables. Ahora bien, ya que Dios confirió la profecía a Moisés y a su hermano Aarón, aprendemos el verdadero significado de la hermandad y el verdadero significado de por qué la elección de compañeros rectos puede ser la llave del paraíso.
Moisés quería que su hermano fuera su compañero en la profecía y en esta peligrosa misión para hacerle frente al Faraón, debido a que Aarón era fuerte y honesto, y también un orador elocuente y persuasivo. Siempre que una persona se encuentra unido a su hermano en un propósito común, unidos en su adoración a Dios, unidos en la rectitud, ambos son imbatibles, incluso frente al enemigo más formidable.
Ibn Kazir narró que Moisés y Aarón fueron juntos con el Faraón y le entregaron su mensaje. Moisés le habló al Faraón sobre Dios, Su misericordia y Su paraíso, y sobre la obligación de la humanidad de adorar sólo a Dios.
El Corán narra varias conversaciones entre Moisés y el Faraón. Uno de los relatos más detallados está en el capítulo 26 cuyo título es “Los Poetas.” Moisés le habla amablemente al Faraón sobre Dios, Su Misericordia y Su Paraíso, pero el Faraón reacciona con desprecio y arrogancia. Le recuerda a Moisés su crimen pasado y le pide que agradezca el haber sido criado en el palacio entre lujos y riqueza. Moisés se excusa diciendo que cometió el crimen de matar a un hombre inocente cuando era ignorante, y señala que creció en el palacio sólo porque no podía vivir con su propia familia debido al asesinato indiscriminado de niños por parte del Faraón.
Dijo [Moisés]: Lo hice por ignorancia. Y hui de vosotros por temor [a que me mataseis], y fue entonces cuando mi Señor me agració con la profecía y decretó que yo fuera uno de Sus Mensajeros. ¿De qué favor hablas, cuando has esclavizado a los Hijos de Israel?
Preguntó el Faraón: ¿Quién es el Señor del Universo? Dijo [Moisés]:
Es el Señor de los cielos, la Tierra y todo lo que hay entre ellos. ¿Es que no os convencéis de ello?
Dijo [el Faraón] a quienes estaban en torno a él: ¿Habéis oído?
Agregó [Moisés]: Él es vuestro Señor, y también el Señor de vuestros ancestros.
Dijo [el Faraón a su pueblo]: En verdad, el Mensajero que os ha sido enviado es un demente [y no responde lo que le pregunto].
[Moisés] Prosiguió: Él es el Señor del oriente y del occidente, y de lo que hay entre ambos. ¿Es que no razonáis?
Dijo [el Faraón]: Si adoptas otra divinidad que no sea yo, te encarcelaré.
Dijo [Moisés]: ¿Y si te presento una prueba evidente [de mi profecía]?
Dijo [el Faraón]: Preséntala, si es que dices la verdad. (Corán 26:20-31)
El Faraón comenzó burlándose de Moisés, luego lo acusó de ser ingrato y finalmente lo amenazó. Durante este período histórico, mucha gente en Egipto practicaba la magia. Incluso había escuelas que enseñaban magia e ilusionismo. El Faraón llegó a la conclusión errada de que los signos manifiestos que Moisés era capaz de mostrar con el permiso de Dios eran trucos de magia e ilusiones.
Cuando Moisés tiró su vara y esta se convirtió en una serpiente, deslizándose y resbalando por el suelo, y cuando retiró la mano de su manto y ésta estaba blanca y brillante, el Faraón presumió que Moisés había aprendido el arte del ilusionismo. Ibn Kazir narra que el Faraón detuvo a Moisés y a Aarón mientras despachaba correos por todo Egipto para convocar a todos los magos al palacio. El Faraón prometió a los magos prestigio y dinero a cambio de sus trucos. Un concurso se estableció entre Moisés y los magos egipcios.
El Faraón estaba seguro de que sus magos eran insuperables. Él llevaba mucho tiempo utilizándolos para influenciar los corazones y las mentes del pueblo. El Faraón utilizaba sus trucos de magia e ilusiones para dominar y controlar a sus súbditos. Moisés pudo establecer el día del concurso y eligió un día festivo. Las calles estarían llenas de gente y el poder y la fuerza de Dios serían visibles a todos. Habría la máxima exposición de la verdad de las palabras de que no hay nadie merecedor de adoración sino sólo Dios.
Y por cierto que le mostramos [al Faraón] todos Nuestros signos, pero los desmintió y se rehusó a creer. Dijo [el Faraón]: ¡Oh, Moisés! ¿Acaso viniste a expulsarnos de nuestra tierra con tu magia? Nosotros te mostraremos una magia igual que la tuya, sólo fija un día para que tú y nosotros nos encontremos en un lugar conveniente para ambos; y que ninguno falte a la cita.
Dijo [Moisés]: Nuestra cita será el día de vuestra festividad. Convocad a la gente, pues, por la mañana. (Corán 20:56-59)
Moisés les pidió a los magos que comenzaran ellos. Se narra que había unos 70 magos alineados en una fila. Los magos tiraron sus varas y cuerdas en el nombre del Faraón y el suelo se convirtió en un mar hirviente de serpientes, retorciéndose y arrastrándose. La multitud miraba con asombro. Moisés tuvo miedo, pero se mantuvo firme, con la certeza de que Dios lo protegería y facilitaría su tarea. Dios lo cubrió con tranquilidad y ordenó a Moisés que lanzara su vara.
La vara de Moisés se transformó en una serpiente enorme que devoró rápidamente a las serpientes ilusorias que cubrían el piso. La multitud se levantó como una gran ola, aplaudiendo y gritando por Moisés. Los magos quedaron atónitos. Eran muy hábiles en el arte de la magia y el ilusionismo, pues eran los mejores magos en el mundo en aquella época, pero sus conjuros no eran más que trucos. Los magos sabían que la serpiente de Moisés era real. Cayeron todos en postración declarando su creencia en el Señor de Moisés y Aarón.
“Y entonces los magos [al percibir la Verdad] se postraron y exclamaron: Creemos en el Señor de Aarón y Moisés. Dijo [el Faraón]: ¿Acaso vais a creer en él sin que yo os lo permita? Ciertamente él es vuestro maestro que os ha ensañado la magia. Haré que se os ampute la mano y el pie opuestos, y luego os haré crucificar en troncos de palmera. Así sabréis quién de nosotros puede infligir el castigo más severo y perdurable.
Dijeron: No te preferiremos a las pruebas evidentes que nos han llegado, y [menos aún] a Quien nos creó. Haz pues con nosotros lo que has decidido; tú sólo puedes condenarnos en esta vida. Ciertamente creemos en nuestro Señor, y Él nos perdonará nuestros pecados y la magia que nos obligaste a hacer. Por cierto que la recompensa de Dios es la mejor y Su castigo es el más perdurable.” (Corán 20:70-73)
Los magos comenzaron ese día siendo infieles, corruptos e interesados sólo en la riqueza y en la fama. Sin embargo, en el término de unas pocas horas habían reconocido la verdad. Vieron con sus propios ojos la omnipotencia de Dios y se arrepintieron de sus caminos errados. Dios es el más misericordioso, y Él perdonará a quienes recurran a Él con arrepentimiento humilde y sincero.
Moisés y Aarón dejaron el lugar de la contienda. Los magos, como les fue dicho, fueron condenados a muerte, sus cuerpos colgados en las plazas y mercados para enseñarle a la gente una lección, el Faraón regresó a su palacio y su rabia se acrecentó. Se peleó con sus ministros y consejeros. Los despidió y luego los llamó a su presencia. Se volvió a su primer ministro y le dijo: “¿Acaso soy un mentiroso, Hamán?” El Faraón había construido su reino sobre el hecho de que él era dios, ¿qué haría ahora que Moisés había revelado la verdad de que no existe dios sino el Único Dios Verdadero?
“Dijo el Faraón: ¡Oh, Hamán! Constrúyeme una torre para que pueda ascender. Ascender a los cielos y ver a quien adora Moisés; y por cierto que creo que [Moisés] miente. Y así [Satanás] le hizo ver al Faraón como buenas sus malas acciones, y logró que se extraviara completamente, y los planes del Faraón fracasaron.” (Corán 40:36-37)
El Faraón estaba furioso. Su reino de miedo estaba construido sobre la opresión del pueblo y el mantener sus mentes y corazones cautivos. Toda la gente de Egipto desde los ministros y magos hasta el menor de los esclavos y siervos, temían el poder y la furia del Faraón, pero Moisés le había expuesto un punto débil. Al Faraón le preocupaba que su reinado fuera desenmascarado, sin embargo, estaba rodeado de aduladores y parásitos que lo instaron a una mayor tiranía.
Los oficiales de seguridad y de inteligencia del Faraón comenzaron a difundir rumores. Decían que Moisés y algunos magos se habían complotado en secreto para que Moisés ganara la competencia. Los cuerpos sin vida de los magos muertos fueron colgados en lugares públicos para aterrorizar a la gente. Debido a su asociación con Moisés, los hijos de Israel se convirtieron en chivos expiatorios. Se quejaron ante Moisés de que fueron maltratados cuando él nació y ahora él les causaba opresión de nuevo.
El faraón ordenó más muertes, saqueos y violaciones. Apresó a cualquiera que hablaba en contra de esta opresión, y Moisés estaba impotente. No podía intervenir. Aconsejó tener paciencia y observar en silencio. Los hijos de Israel se quejaron con Moisés y él quedó en una situación muy difícil. Como se había enfrentado a los planes y tramas del Faraón, su pueblo se había vuelto contra él y uno de los suyos estaba trabajando con los agentes del poder egipcio.
Qarún era un hombre de los hijos de Israel bendecido con riqueza y estatus, mientras todo a su alrededor era pobreza e incluso indigencia. Él no reconocía las bendiciones de Dios y trataba a los pobres con desprecio. Cuando Moisés le recordó que su deber, como el de todo aquel que adore a Dios, era pagar el impuesto a los pobres, se negó y comenzó a difundir el rumor de que Moisés había inventado ese impuesto para hacerse rico. La ira de Dios cayó sobre Qarún y la tierra se abrió y se lo tragó como si nunca hubiera existido.
“Por cierto que Qarún era del pueblo de Moisés pero se ensoberbeció. Le habíamos concedido tantos tesoros que hasta las llaves [de dichas riquezas] resultaban pesadas para un grupo de hombres fornidos [cuando las cargaban]. Y recuerda [¡Oh, Muhammad!] cuando su pueblo le dijo: No te jactes [de lo que tienes] porque Dios no ama a los presuntuosos. Y trata de ganarte el Paraíso con lo que Dios te ha concedido, y no te olvides que también puedes disfrutar de lo que Dios ha hecho lícito en esta vida. Sé generoso como Dios lo es contigo, y no corrompas la Tierra; ciertamente Dios no ama a los corruptores. Dijo [Qarún]: Por cierto que lo que se me ha concedido es gracias a mi conocimiento [y Dios sabe que me lo merezco]. ¿Acaso no sabía que Dios anteriormente había destruido a naciones más poderosas y con más riquezas que él? Y los perversos no serán indagados sobre sus pecados.
Y se presentó [Qarún un día] ante su pueblo con todo su lujo, y quienes amaban la vida mundanal exclamaron: ¡Ojalá tuviéramos lo mismo que Qarún! Realmente que es muy afortunado. Y quienes fueron agraciados con el conocimiento dijeron: ¡Ay de vosotros! La recompensa de Dios para quien crea y obre rectamente será mejor, pero sólo la obtendrán quienes hayan sido perseverantes. Entonces hicimos que la tierra se tragase a Qarún y a su casa, y no hubo nadie que pudiese socorrerlo, y tampoco pudo salvarse a sí mismo. Y quienes antes habían deseado estar en su lugar comenzaron a decir: Dios le concede el sustento en abundancia o se lo restringe a quien Él quiere de Sus siervos. De no haber sido que Dios nos agració con Su misericordia nos hubiera tragado la tierra a nosotros también. Por cierto que los incrédulos nunca prosperarán. (Corán 28: 76-82)
Faraón convocó a Moisés al palacio. Ibn Kazir narró que el Faraón quería matar a Moisés y era apoyado en ello por todos sus ministros y oficiales de gobierno, excepto uno. Este hombre, que se cree era pariente del Faraón, era un creyente en la Unicidad de Dios, aunque hasta ese momento había mantenido su fe en secreto.
Dijo un hombre creyente de la familia del Faraón que ocultaba su fe: ¿Mataréis a un hombre porque dice: Mi Señor es Dios, siendo que os ha presentado las pruebas [evidentes] de vuestro Señor? Si se trata de un mentiroso, sobre él recaerá su mentira; y si dice la verdad os azotará una parte del castigo conque os amenaza [en esta vida y seréis destruidos]. Por cierto que Dios no guía a quien se extralimita, y es mentiroso. (Corán 40:28)
El creyente habló con elocuencia, advirtió a su pueblo que iban a sufrir un día de desastre como esos días que habían afligido a la gente en el pasado. Les recordó que Dios había enviado señales claras con Moisés, pero sus palabras cayeron en oídos sordos. El Faraón y muchos de sus ministros amenazaron con matar al creyente, pero Dios lo mantuvo a salvo bajo Su protección.
Dios le preservó de las maldades que tramaron contra él, y la familia del Faraón fue azotada por un terrible castigo [y perecieron ahogados]. (Corán 40: 45)
Dios le ordenó a Moisés que advirtiera al Faraón que él y los egipcios sufrirían un castigo severo si los hijos de Israel no eran liberados. Si la tortura, la opresión y el acoso no se detenían, las señales de la ira Dios descenderían sobre ellos. La respuesta del Faraón fue llamar al pueblo de Egipto, incluyendo a los hijos de Israel, a una gran reunión. Les informó que él era su Señor, les señaló que Moisés no era más que un humilde esclavo sin poder, fuerza ni posibilidades. La fuerza de Moisés, sin embargo, venía directamente de Dios. A pesar de ello, la gente le creó al Faraón y le obedeció, así que las señales del poder de Dios comenzaron a descender.
Dios afligió a Egipto con una sequía severa. Incluso el exuberante, verde y fértil valle del Nilo, comenzó a decaer y morir. Las cosechas se perdieron y la gente comenzó a sufrir, pero el Faraón se mantuvo arrogante, por lo que Dios envió una gran inundación que devastó la tierra. La gente, incluyendo a los principales ministros, apelaron a Moisés.
Y cuando se les castigó con esto, dijeron: ¡Oh, Moisés! Ruega por nosotros a tu Señor, puesto que ha realizado un pacto contigo [concediéndote la profecía], si logras apartar este castigo creeremos en ti y dejaremos que los Hijos de Israel se marchen contigo. (Corán 7:134)
La tierra regresó a la normalidad y los cultivos comenzaron a crecer de nuevo, pero los hijos de Israel seguían esclavizados. Dios envió una plaga de langostas que devoró todo a su paso. La gente acudió a Moisés rogándole su ayuda. Las langostas se fueron, pero los hijos de Israel seguían esclavizados. Luego llegó una plaga de piojos, propagando enfermedades entre la gente, seguida de una plaga de ranas que acosaba y aterrorizaba a la gente en sus casas y en sus camas. Cada vez que descendía un castigo de Dios, la gente le rogaba a Moisés que implorara a su Señor por alivio, y cada vez se comprometían a liberar a los esclavizados hijos de Israel, y cada vez, incumplían esa promesa.
Entonces, la última señal de la ira de Dios fue revelada, el agua del río Nilo se convirtió en sangre. Para los hijos de Israel el agua se mantuvo clara y pura, pero para todos los demás aparecía como sangre roja y espesa. Incluso después de esta devastadora serie de señales del desagrado de Dios, los hijos de Israel seguían esclavizados.
Y azotamos al pueblo del Faraón con años de sequía y mengua de frutos, para que reflexionaran. Y cuando les llegó nuevamente una época de prosperidad dijeron: Esto es lo que merecemos. Cuando les acontecía un mal le echaban la culpa a Moisés y a sus seguidores; pero ciertamente cuanto les ocurría era porque Allah así lo decretaba, pero la mayoría lo ignoraba. Y dijeron: Cualquiera que sea el signo que nos presentes para hechizarnos con él, no te creeremos. Enviamos entonces contra ellos la inundación, las langostas, los piojos, las ranas, y la sangre, como signos evidentes; pero se ensoberbecieron y fueron un pueblo de pecadores. Y cuando se les castigó con esto, dijeron: ¡Oh, Moisés! Ruega por nosotros a tu Señor, puesto que ha realizado un pacto contigo [concediéndote la profecía], si logras apartar este castigo creeremos en ti y dejaremos que los Hijos de Israel se marchen contigo. Pero cada vez que apartamos de ellos el castigo hasta un plazo que habíamos decretado [para castigarles nuevamente] no cumplieron lo pactado. Entonces nos vengamos de ellos y los ahogamos en el mar, porque ellos habían desmentido Nuestros signos y por haberse mostrado indiferentes. (Corán 7: 130-136)