Corán y no las políticas y las ideologías:
“El espíritu coránico crea un ambiente que llega a ser coherente con las expresiones mentales y a igualar las mentalidades con los sistemas sociales, de un modo mejor que las políticas y las ideologías de los Estados. Nunca jamás es suficiente lo que se dice acerca del grado mayor de influencia del Corán en ‘la mentalidad islámica’ contemporánea, dado que sigue siendo una fuente principal de inspiración individual y grupal, así como representa el último refugio de los musulmanes”[1].
Es una religión y a la vez un sistema social:
“La Revelación demostró -por su rechazo de separar lo espiritual de lo temporal- que es una religión y un sistema social…y es obvio que la Revelación y la forma de ponerla en práctica influyeron profundamente en la sociedad…”[2].
La flexibilidad de la Sharî‘ah islámica:
“La ley islámica sigue siendo hasta hoy en día uno de los mayores sistemas jurídicos, no sólo porque regula las relaciones entre cerca de 700.000.000 de habitantes y se usa como base para establecer las normas constitucionales en diferentes países, sino también porque la convicción religiosa (la fe) disciplina el medio social por entero. Pues, la percepción que la Revelación impone, se refleja de un modo particular en la masa popular, cuya importancia política aumenta en cuanto a apoyar la evolución de algunos contextos democráticos. Es que, cuanto más acceso al público tiene cada movimiento, más está teñido con la religión. El público interactúa y expresa el sistema social, así como, muchas veces, provee de su propia esencia. La religión forma un factor vital y efectivo en las relaciones entre los individuos, las comunidades y las naciones. Y su influencia, al parecer, se incrementa gradualmente, confirmando el fenómeno y apoyando la viabilidad de la aplicación de la ley islámica, y contribuyen, al mismo tiempo, a su flexibilidad y conformidad”[3].
La moderación genial:
«En general, el Islam reapareció en el mundo contemporáneo, como una solución para los problemas planteados por el destino del hombre y de la sociedad, mientras la evolución política interna de los Estados crea soluciones y cambios particulares. De hecho, se ha confirmado que todas las sublevaciones -que tuvieron lugar en los países islámicos en los últimos decenios- eran verdaderamente islámicas, fuera cual fuera el aspecto formal que fue impuesto a éstas. Aun así, dichos movimientos siguen siendo serios en inspirar el pasado social.
» El primer aspecto de la originalidad del sistema islámico radica en su concepto acerca del hombre social, el cual a la vez contradice el comunismo, que hace que el individuo se desvanezca en la comunidad y el liberalismo, que crea enemistad entre el individuo y la sociedad. Pues, la solidaridad entre los individuos en la sociedad garantiza el respeto de los derechos del hombre dentro de la comunidad y fuera de la misma; ya que es considerado un ciudadano sometido al derecho internacional. El Islam, en primer lugar, y su espíritu, en segundo lugar, ponen un obstáculo ante el materialismo positivo -que aparta al hombre de su humanismo-, lo cual impide que el Estado algún día se vuelva “el Dios Máquina” conocido en Occidente y que los Estados que se proclama que son “comunistas” procuren imponerlo. Por otra parte, el sentido asertivo de la responsabilidad individual -la cual es un factor importante de la liberación- impide que la persona renuncie a su esencia a favor de la comunidad de alta potencia. Y la sinceridad dirige en primer lugar a los valores supremos de la religión y no a los establecimientos estatales. Además, afianzar los objetivos del hombre lejanos de los vicios mundanos tiende a someter el Estado a la ley, en vez de someter el individuo al sistema político. En un sistema intelectual parecido, el Islam llama -a nivel internacional- a la colaboración entre los pueblos más que a la autosuficiencia de las naciones. Encima, su sistema jurídico llama brevemente a: la integridad, la universalidad pacífica, el realismo y la moderación. Y todas son virtudes compatibles con la naturaleza espiritual del hombre»[4].
Vínculo político religioso:
“La idea de la nación islámica no tiene paralelo con el pensamiento de Occidente ni en su experimento histórico; ya que la comunidad islámica –la cual es una reunión a base de un vínculo político y religioso a la vez de los creyentes que también están unidos por el interés en las Sagradas Palabras de Al-lâh… El individuo, en el Islam, se integra en la comunidad creyente con equidad por medio de su testimonio individual y la introspección de su voluntad y sus cualidades como creyente. Pues, la intención declarada y la pronunciación del testimonio son dos de las condiciones para pertenecer a la sociedad. Por otra parte, obedecer a la Voluntad de Al-lâh concreta de forma correlacionada la estructura social. Y de esta forma, los sistemas constituyentes del grupo son acondicionados por el culto debido a Al-lâh”[5].
La Sharî‘ah (Ley Islámica)… un fundamento divino y método humano evolucionado:
“La persistencia de la convicción religiosa (la fe) permite afirmar que el Islam es viable para la época actual, a través de ejemplos derivados de la era moderna y del pasado. Hemos conservado lo que consideramos firme e invariable de la ley islámica, no por ser una regla que los alfaquíes innovaron o dedujeron, sino por ser una expresión de una gestión espiritual relativa a una civilización especial. El fundamento de la ley es concedido por la Voluntad divina, por lo que, desde este lado – y en forma muy general- es ejemplar y fijo. Y de esta forma, el pensamiento jurídico islámico tuvo interés en la manutención del sistema social más que su interés en la construcción de la sociedad. Y se fue desarrollando con la sociedad, mientras su aspecto grupal le dio mucha flexibilidad. Por otra parte, el aspecto jurídico no reflejaba la realidad en coincidencia con los acontecimientos, sino que -lo contrario- los dirigía por ser una ciencia teórica relacionada con el fundamento de la ley -la Revelación- y sometido a ella, de igual manera que las ramas forman parte del árbol…En resumen, me parece que el espíritu de la ley islámica queda más adecuado para mi investigación que la forma de aplicarla”[6].
El hombre y el líder:
“Los Nobles Hadîces y la Sîrah profética describen a menudo la generosidad y la modestia del Mensajero (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam), así como su integridad, pureza, amabilidad e indulgencia. Por otro lado, la historia lo describe no sólo como un líder grandioso, de corazón lleno de compasión, sino también como hombre de Estado, franco, firme y democrático”[7].
La acción y el impacto:
“Desde que el Profeta (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) se estableció en Medina, su vida se volvió una parte inseparable de la historia islámica, ya que sus acciones y conductas nos fueron transmitidas con detalles precisos. Y debido a que era disciplinado y muy activo, demostró una alta perseverancia para defender la sociedad islámica naciente y difundir su llamada. Y a pesar de su lucha y defensa, perdonaba teniendo el poder de vengarse, aun así no era tolerante ni se ablandaba con los enemigos de la religión. Se observa que las tres ventajas del Profeta (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam): la piedad, la perseverancia y perdonar teniendo el poder de vengarse, influyeron en la sociedad islámica tras su fundación y encarnaron el clima espiritual del Islam”[8].
Cambió el curso de la historia:
“Muhammad (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) en el ámbito histórico no era simplemente el predicador de una religión, sino el fundador de una política que cambió el curso de la historia e influyó, posteriormente, en la evolución de la difusión del Islam a mayor escala”[9].
Por encima del nivel de los seres humanos:
“Si recordamos en el ámbito psicológico la fragilidad del poder -gozado por cualquier líder árabe y los méritos que los individuos de la sociedad le exigían que tuviera-, podremos deducir que Muhammad (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) -quien supo cómo ganar la complacencia de la masa popular más amplia- está, efectivamente, por encima del nivel de los seres humanos y que es un verdadero Profeta de Al-lâh”[10].