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Presentó a la biblioteca sus obras intelectuales destacadas que se especializaron en estudiar el Islam y su civilización en comparación con la civilización occidental y cristiana. De estas obras: el libro titulado Allahs Sonne über dem Abendland [El sol de Alá brilla sobre Occidente] (1960), traducido [a algunas lenguas] bajo el título de “El sol de los árabes brilla sobre Occidente”. Este libro vendió más de un millón de copias. También, de sus obras mencionamos: Glauben und Wissen [El conocimiento y la creencia], que fue traducido al árabe en el año 1987, Convoyes árabes en tierras de Cesar (1976), y es un libro que se trata de los lazos históricos entre los árabes y los alemanes; y Allah ist ganz anders [Allah es completamente diferente], que fue traducido al árabe y publicado en el año 1995.





 





Hunke fundó en el año 1973, a favor de su proyecto intelectual denominado “Comparaciones culturales y religiosas”, una liga, que lleva su nombre, y asumió su presidencia honoraria.





 Fue miembro de honor del Consejo Supremo de Asuntos Islámicos en Egipto. Obtuvo varios premios y galardones internacionales, de los cuales: Placa de Kant de la Academia Alemana para la Educación y la Cultura (1981), Premio Schiller (1985), Galardón egipcio de Mérito de alta clase en ciencias y artes (1988).





 También fue esposa del Dr. Schulze, el famoso orientalista alemán, quien profundizó en el estudio de la literatura de los árabes y musulmanes y consultó sus obras.





 





 La sombra y el fuego:





 “Aunque el cristianismo vivió bajo el mandato islámico durante varios siglos -en Al-Ándalus, Sicilia y los Balcanes-, su victoria sobre el Islam -en Al-Ándalus en el año 1492 d.C.-, no significó sino desterrar a los musulmanes y a los judíos, perseguirlos y obligarlos a cristianizarse; así como dio inicio a la actividad de la Inquisición, dedicada a rastrear a aquellos que profesaban otra creencia fuera del catolicismo, aparte de las quemas públicas -en celebraciones oficiales acompañadas con rituales eclesiásticos- de todo aquel que abrazaba el Islam o el Judaísmo”[1].





 





 ¡Qué diferencia hay entre los dos!





 “Cuando Salâh Ad-Dîn Al Ayyûbî [Saladino] pudo recuperar Jerusalén (583 después de la Hégira = 1187 d.C.) -esta ciudad que fue invadida anteriormente por los cruzados (492 después de la Hégira = 1099 d.C.), quienes derramaron la sangre de sus habitantes en una matanza sin par en cuanto a su brutalidad y crueldad-, no derramó la sangre de sus habitantes cristianos para vengarse por el asesinato de los musulmanes, sino que los trató con caballerosidad, generosidad y misericordia, dando un ejemplo a seguir en cuanto a los altos valores morales. En cambio, los cristianos no se adhirieron a ningún compromiso moral hacia el honor o con los prisioneros”[2].





 





 De los frutos de la tolerancia…la prosperidad:





 “La tolerancia del espíritu árabe y su indulgencia cautivadora y rebosante, que crecieron en la tierra de aquel continente bajo el mandato de la civilización árabe única, tuvieron una influencia profunda en el florecimiento de la España árabe –al contrario de la persecución ejercida por Isidorus contra los judíos y los renegados, durante la época de los visigodos occidentales-, ya que permitieron la mezcla y la influencia mutua y de plena armonía entre las diferentes ideologías –pese a la diferencia entre los pensadores–, sin que hubiera lugar para la decadencia. De este modo, no había diferencia entre los árabes y los visigodos, los bereberes y los egipcios, los judíos y los sirios, la población de Iberia y los persas; lo que influyó en los musulmanes –que formaban la mayoría en aquel entonces- y en los judíos y los cristianos, que no fueron oprimidos”[3].





 





 Es verdad el testimonio proveniente del enemigo:





 “El patriarca de Jerusalén Teodosio -a principios de siglo XI- escribió al obispo Ignatius en Bizancio diciendo: Los árabes, aquí, son nuestros gobernantes, y ellos no luchan contra el cristianismo, sino que, por el contrario, lo protegen, respetan a nuestros sacerdotes y curas y reverencian a nuestros santos”[4].





 





 Otro documento:





 Sigrid Hunke destaca otra imagen brillante de la tolerancia islámica, casi sin igual en la historia. Esta imagen se representa en el noble tratamiento con los prisioneros cruzados, por parte del sultán Al-Kâmil. Los cruzados anteriormente exterminaron a los musulmanes en la ciudad de Damieta por órdenes del Papa. A pesar de eso, el sultán Al-Kâmil pasó por alto esta brutalidad y crueldad y los trató de acuerdo con la ética del Islam. Hunke dice: “Cuando el sultán Al-Kâmil venció esta campaña en el año 1221 d.C., honró a sus prisioneros y no les aplicó el talión: ojo por ojo, diente por diente; sino que los alimentó, en días de hambre, a lo largo de cuatro días completos y mandaba a sus ejércitos hambrientos 30.000 hogazas de pan diariamente y otros alimentos. Uno de aquellos prisioneros –el teólogo Oliveros de Colonia, a orillas del río Rin en Alemania- fue testigo de dicha generosidad y escribió al rey Al-Kâmil diciendo:





 





“Hace mucho tiempo que no hemos oído acerca de alguien con tanta amabilidad y generosidad, sobre todo con los prisioneros de su enemigo. Y cuando Dios quiso que fuéramos sus prisioneros, usted no fue tirano, opresor ni injusto con nosotros, sino fue un padre misericordioso que nos trató con amabilidad y generosidad y nos apoyó en todas las aflicciones y desgracias. ¡¿Quién se atreverá a dudar de que tal generosidad, tolerancia y misericordia provengan de Dios?! Pues, los hombres a cuyos padres, hijos, hijas, hermanos y hermanas matamos, y a los que atormentamos de la peor forma, cuando nos convertimos en sus prisioneros y estábamos a punto de morir de hambre, nos prefirieron a sí mismos, pese a la escasez de sus recursos, y nos trataron de la mejor forma, mientras estábamos bajo su dominio sin fuerza ni poder”[5].





 





La religión más grandiosa en la Tierra:





 





“El Islam es, indudablemente, la religión más justa y tolerante en la Tierra. Lo decimos sin parcialidad y sin permitir que los prejuicios injustos lo oscurezcan. Así pues, si dejamos a un lado las inexactitudes históricas que fueron injustas con él y la pura ignorancia acerca de esta religión, tendremos que aceptar a este socio y amigo, y a la vez, garantizar su derecho de mantenerse tal como es”[6].





 





 (No está permitido forzar a nadie a creer)[7]:





“No está permitido forzar a nadie a creer: es la frase vinculante del Corán. El objetivo o fin de las conquistas árabes no fue difundir la religión islámica, sino extender la autoridad de Al-lâh en Su tierra. Así, el cristiano tenía la opción de seguir siendo cristiano, y lo mismo con el judío. Nadie les impidió practicar sus rituales religiosos ni pudo causar daño o perjuicio a sus rabinos, sacerdotes, pastores, silos, templos ni iglesias”[8].





 





 Los fundadores de la investigación científica:





 "Ciertamente, Roger Bacon, Bacon Von Verulam, Leonardo da Vinci o Galileo no fueron los fundadores de la investigación científica..., sino que fueron los árabes que la fundaron primero”[9].





 





 Una versión deformada de la medicina árabe:





 “La medicina occidental era, durante muchos siglos, una versión deformada de la medicina árabe, ya que la mayoría de los manuscritos medicinales europeos al comienzo de la época de traducción y hasta el siglo XVII, no eran más que una imitación de los árabes y transmisión de sus esfuerzos”[10].





 





 Fue robo también:





 “Quemar los libros árabes no implicó la desaparición del patrimonio árabe de los cerebros de los científicos y médicos ni de las bibliotecas, sino que este patrimonio siguió manteniendo su posición y expuesto a los robos; pues, por ejemplo, Michael Servetus, se atribuyó a sí mismo el descubrimiento de la circulación sanguínea menor, el cual fue un descubrimiento árabe, y no lo atribuyó a su verdadero fundador”[11].





 





 Es sorprendente que los árabes, en particular, lo pudieron realizar esto:





 «Este salto sorprendente y rápido en la escalera de la civilización -efectuado por los hijos del desierto- que apareció de la nada, es un fenómeno digno de consideración en la historia del pensamiento humano. Por otro lado, sus victorias científicas consecutivas -que los convirtieron en líderes de los pueblos civilizados en aquel entonces- eran únicas e inigualables. Las mismas nos llaman a reflexionar: ¿Cómo sucedió eso? ¿Cómo pudo tal pueblo, que antes no tenía un papel cultural o político significantes, alcanzar en poco tiempo el nivel de los griegos?





 





 » Lo que los árabes lograron, no lo pudieron conseguir otros muchos pueblos, aunque poseían los elementos de la civilización que los habilitaban para eso. Por ejemplo, los bizantinos herederos de las dos civilizaciones: la oriental y la griega, permanecieron en su ignorancia, a pesar de que su lengua griega les daba más cercanía a la civilización griega. También, los sirios eran alumnos de los griegos, tenían una gran civilización antes del Islam y transmitieron -a través de la traducción- muchas obras griegas a su lengua materna, pero tampoco pudieron transformar lo que transmitieron de los griegos en una civilización floreciente como los árabes posteriormente hicieron.





 





 »Tampoco Persia, que se benefició de las civilizaciones chinas, indias y griegas, tuvo mejor suerte que la de los bizantinos o sirios, ya que, pese a las buenas condiciones económicas en aquellas tierras y al cuidado del Estado por las ciencias y los científicos, la civilización persa no pudo convertirse en una civilización innovadora e influyente sino bajo la influencia mental y el dominio de otra civilización más exitosa, la cual fue la civilización árabe»[12].





 





 Monumentos conmemorativos:





 “Cada hospital con todos los equipamientos y laboratorios que contiene, y cada farmacia y depósito de medicamentos de hoy en día, son, efectivamente, monumentos conmemorativos del genio árabe. También, cada pastilla, sea narcótica o no, es un recuerdo pequeño y aparente que nos hace recordar a dos de los médicos árabes más grandiosos[13] que fueron maestros de Occidente”[14].





 





 Dos mundos separados:





 “Muhammad (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) recomendó a cada creyente -sea hombre o mujer- buscar el conocimiento y lo hizo un deber religioso. Asimismo, consideraba el hecho de sus seguidores, de estudiar las criaturas y sus maravillas, como un medio para conocer la capacidad del Creador y creía que el conocimiento ilumina el camino de la fe…También, llamaba la atención de sus seguidores a las ciencias de todos los pueblos, ya que la ciencia sirve a la religión, y el conocimiento proviene de Al-lâh y hace regresar a Él; por lo que su deber es alcanzarlo y conseguirlo donde esté, aunque provenga de un incrédulo. Por el contrario, Pablo de Tarso se pregunta afirmando: ¿Acaso el Señor no describió el conocimiento mundano como necia? Son dos conceptos diferentes, mejor dicho, son dos mundos completamente separados, que determinaron dos caminos contradictorios del conocimiento y del pensamiento en Oriente y Occidente. De esta forma se agrandó la brecha entre la civilización árabe majestuosa y el conocimiento superficial de Europa contemporáneo de ella, donde todos los conocimientos mundanos no tenían valor”[15].





 





 La duda es la primera condición del conocimiento:





 «Los árabes desarrollaron -por medio de sus experimentos e investigaciones científicas- la materia prima que recibieron de los griegos y la reformaron. Los árabes fueron, en realidad, los que inventaron la metodología de la investigación científica verdadera basada en el experimento.





 





 » Había una gran voluntad entre los científicos griegos -quienes no eran todos griegos, sino que la mayoría de ellos eran de origen oriental- de realizar la verdadera investigación y la observación de los detalles. No obstante, siempre estaban sometidos al dominio de las opiniones teóricas. Así pues, la verdadera investigación científica, basada en la observación y el experimento, no fue ejecutada sino por los árabes, ya que solamente ellos fueron los que comenzaron la investigación asidua con la que se puede contar; la cual se eleva gradualmente desde los detalles pequeños hasta las totalidades. También, a sus manos el método de la deducción se volvió el método científico correcto de los investigadores. Por consiguiente, aparecieron las verdades científicas como fruto de los esfuerzos perseverantes en la analogía y la observación paciente que nunca se aburre. Y a través de los experimentos científicos precisos e innumerables, los árabes pusieron a prueba las teorías, las reglas y las opiniones científicas una y otra vez, por lo tanto comprobaron las correctas entre ellas, modificaron los errores presentes en algunas y substituyeron las erróneas, con plena libertad en el pensamiento y la investigación. En sus investigaciones adoptaron el lema de: “la duda es la primera condición para (adquirir) el conocimiento”. Éstas son las palabras que Occidente conoció tras el paso de ocho siglos. Los árabes siguieron este principio científico en las ciencias naturales, lo que posteriormente influyó -indirectamente- en los pensadores y científicos occidentales, tales como; Roger Bacon, Magnus, Leonardo da Vinci y Galileo.





 





 » Los árabes no solamente salvaron la civilización griega de la desaparición, la organizaron, la ordenaron y luego la regalaron a Occidente, sino que fueron los fundadores de los métodos experimentales en la química, la física, la aritmética, el álgebra, la geología, la trigonometría y la sociología, aparte de los innumerables descubrimientos e invenciones individuales en las diferentes ramas, la mayoría de los cuales fueron robados y atribuidos a otros. Los árabes presentaron el don más valioso, el cual es el método de la investigación científica correcta que allanó el camino ante Occidente para conocer los secretos de la naturaleza»[16].





 





 El toque de un mago:





 “Cuando los árabes fueron de Túnez a Sicilia, transformaron las ruinas de Sicilia en jardines, importaron a la misma palmeras de sus países y cultivaron árboles de naranja, pistacho, plátano y azafrán, y por consiguiente convirtieron la isla pobre en algodón y caña de azúcar en un lugar colmado de bendiciones, la adornaron con palacios y mezquitas maravillosos, donde abundaban los poetas, cantantes, filósofos, médicos, matemáticos y físicos. Ibn Hauqal, en el año 970 d.C., afirmó que Sicilia albergaba 300 palacios y mezquitas. Por otro lado, los alfabetos en Sicilia utilizaban, para sus escrituras, un tipo de papel blanco que fue el primero que Europa conoció, mucho tiempo antes de que España (Al-Ándalus, que también estaba bajo el mandato de los musulmanes) lo exportara a Occidente”[17].





 





La supremacía de la civilización se repite:





Tras la derrota de Sicilia y su traslado del mandato islámico al normando, la cultura y los reglamentos islámicos siguieron dominando a los normandos. Acerca de eso Hunke dijo: “Los normandos se encontraron rodeados por una belleza y elegancia que jamás vieron anteriormente, y encontraron una arquitectura que estaba en la cima, al igual que la literatura y la poesía. Por lo tanto, no pudieron contenerse y se rindieron ante el dominio de los árabes. De esta forma, los musulmanes extendieron su poder moral sobre ellos, como hicieron con todos los pueblos con los que tuvieron contacto, pese a la diferencia de sus religiones”[18].





 





“Los árabes no solamente salvaron la civilización griega de la desaparición, la organizaron, la ordenaron y luego la regalaron a Occidente; sino que fueron los fundadores de los métodos experimentales en la química, la física, la aritmética, el álgebra, la geología, la trigonometría y la sociología, aparte de los innumerables descubrimientos e invenciones individuales en las diferentes ramas, la mayoría de los cuales fueron robados y atribuidos a otros. Los árabes presentaron el don más valioso, el cual es el método de la correcta investigación científica que allanó el camino ante Occidente para conocer los secretos de la naturaleza”.





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