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Ramadán... Una Oportunidad de Oro





Dr. Ragheb ElSergany





“Os ha llegado este mes”





Un maravilloso acontecimiento está a punto de tener lugar en la Tierra, un suceso en el que las normas del universo cambian, con el permiso de su Señor, adquiriendo un estado de pureza, serenidad, indulgencia y jovialidad.





 





Es un evento que colma a la humanidad de tranquilidad, perdón y misericordia, borrando los pecados de los creyentes, elevando el rango de los piadosos, aliviando la carga de los pobres, purificando los bienes de los ricos por medio de la caridad y abriendo los tesoros de la misericordia de Al-lâh para que ésta descienda sobre Sus siervos rectos.





 





Este suceso es Ramadán; nuestro estimado huésped, con el que Al-lâh nos Ha honrado para que descansemos de la carrera de la vida en un tregua que pasamos con Al-lâh (Glorificado Sea) o, mejor dicho, que disfrutamos respondiendo a una invitación noble del Señor del Universo en la que Él nos Ha preparado un gran convite lleno de diversos tipos de bendiciones que jamás hemos visto.





 





Uno de los distintos obsequios que se ofrecen en esta invitación, y que no presenciamos sino en Ramadán, es abrir las puertas del Paraíso a lo largo del mes. Dijo el Mensajero de Al-lah (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) al respecto: “Cuando llega el mes de Ramadán, se abren las puertas del Paraíso…”[1]. Esto significa –como es obvio- que a lo largo del año las puertas del Paraíso no están abiertas salvo en tiempos precisos; no obstante, en Ramadán, Al-lâh, Majestuoso y Poderoso Sea, nos Agracia abriéndolas durante todo el noble mes.





 





Es una gracia grande que el Paraíso, ese lugar espléndido y maravilloso, del que las mentes de los musulmanes están ocupadas y al que aspiran, esté abierto a lo largo del noble mes. El Paraíso, aquel lugar de buen olor y agradable clima, emanará sus aromas y su aire fragante para la humanidad.





Es un hecho fantástico y grandioso que se refleja en nuestra vida cotidiana, revistiéndola de calma, quietud, felicidad, esperanza, complacencia y certeza. Todas estas sensaciones son parte de los dones del Paraíso para nosotros en la Tierra.





 





Asimismo, de las grandes mercedes de Al-lah (Glorificado Sea) en este mes, es el cierre de las puertas del Infierno. Dijo el Mensajero de Al-lah (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam): “… y se cierran las puertas del Infierno…”[2], lo que da a entender que las puertas del Infierno no están cerradas todo el año, sino en períodos precisos, entre ellos, el gran mes de Ramadán. Este asunto en sí mismo es un don glorioso y grande, que tiene una influencia importante sobre los habitantes de la Tierra. Abû Dharr (que Allah esté complacido con él) narró que el Profeta (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) dijo: “El calor severo es del soplo del Infierno”[3].





 





Cerrando las puertas del Infierno, Al-lâh, el Majestuoso y el Poderoso, nos Libera de sus soplos y su calor, así como de su frío extremo. En este sentido, Abû Hurairah (que Allah esté complacido con él) narró que el Profeta (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) dijo: «El Infierno se quejó ante su Señor diciendo: “¡Señor mío! Me he consumido a mí mismo”, por lo que le Permitió dos alientos: uno en el invierno y el otro en el verano; estos dos soplos son, respectivamente, el más severo calor y el más riguroso frío que sentís»[4].





 





Es más; el Infierno tiene efectos corporales sobre el hombre, pues Ibn ‘Umar (que Allah esté complacido con él) relató que el Mensajero de Al-lah (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) dijo: “La fiebre se debe a la irradiación del Infierno, por eso, apagadla con el agua”[5].





Así se ve que el cierre del Infierno en Ramadán es una gracia de Al-lâh mediante la que Él nos Protege de la enfermedad, el calor y el frío crudo. Contemple cómo los efectos de la misericordia divina exceden los límites del no-visto llegando a la realidad visible.





 





La tercera merced, o sea, el tercer tipo de bendición en el festín de Al-lâh (Glorificado Sea) en Ramadán, es el encadenamiento de los diablos. Dijo el Mensajero de Al-lah (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam): “…y se amarran los diablos”[6].





 





Atar a los diablos brinda al musulmán en Ramadán una ventaja adicional que le ayuda a obedecer a Al-lâh, ya que se ha puesto en el cepo al peor y más acechador de sus enemigos. Safiiah bint Huiai, que Al-lâh Esté Complacido con ella, narró que el Profeta (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) dijo: “Ciertamente Satanás corre en las venas del hombre como la sangre”[7].





 





En consecuencia, el musulmán tiene la oportunidad de aumentar sus actos de obediencia. Por otro lado, en vista de que encadenar a los diablos reduce el porcentaje de los pecados, crímenes y maldades en la sociedad, y esta se vuelve más sosegada, pacífica y recta.





 





Con todos estos dones y mercedes, Al-lâh, el Majestuoso y el Poderoso, nos Infunde el sentimiento de que este noble mes –el mes de Ramadán- es muy especial y es un periodo de tiempo bendito a nivel universal. Ahora bien, aunque no percibamos los acontecimientos que el Hadîz menciona, efectivamente existen y tienen lugar en este amplio universo: los Paraísos tan vastos como el cielo y la Tierra tienen las puertas abiertas; las llamas del Infierno se contienen tras puertas cerradas como misericordia para los siervos; y a los demonios rebeldes se les ponen grilletes. Todos estos dones son gracias en este venerado mes.





 





El Mensajero de Al-lâh (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) solía preparar a los Compañeros (que Allah esté complacido con ellos) para recibir Ramadán y celebrarlo realizando actos de adoración y obediencia. Anas ibn Mâlik (que Allah esté complacido con él) relató: «Llegó el mes de Ramadán, así que el Mensajero de Al-lâh (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) dijo: “Os ha llegado este mes, en el que hay una noche mejor que mil meses. Aquel que se prive de ella [es decir, aquel que la desaproveche], se privará de todo el bien. Y no será privado de su bien excepto un perdedor”[8].





 





De esta manera, las almas de los Compañeros (que Allah esté complacido con ellos) anhelaban este noble mes, que conlleva una grandiosa recompensa y generosos premios.





 





Luego, el Mensajero de Al-lâh (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) les advertía de un acto que podría impedirles percibir la alegría por la llegada de Ramadán.





En este respecto, Abû Hurairah (que Allah esté complacido con él) relató que el Mensajero de Al-lâh (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) dijo: “Que ninguno de vosotros se anticipe al mes de Ramadán ayunando en su víspera o el día que la precede, a no ser que esté cumpliendo un ayuno habitual [como el ayuno de los lunes y los jueves], en cuyo caso, que ayune en aquel día”[9]. Ayunar justo antes del inicio de Ramadán –aun siendo el ayuno un acto de obediencia- priva al hombre de la felicidad que siente el primer día de Ramadán, porque hace que los días sean similares. Por esta razón, el Mensajero de Al-lâh (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) prohibió tal acto[10].





Así, cada Compañero y cada Compañera se preparaban para ayunar el mes de Ramadán, ansiosos de pasar hambre y sed por la causa de Al-lâh. Después, el Profeta (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) les señalaba que la noche de Ramadán también es una oportunidad para efectuar actos de obediencia, pues dice: “Quien pase las noches de Ramadán rezando, teniendo fe y esperando la recompensa de Al-lâh, se le perdonarán sus pecados anteriores”[1].





 





Por consiguiente, cada Compañero, animado, se preparaba para pasar las noches de Ramadán rezando, empujado por sus esperanzas de alinearse ante Al-lâh (Glorificado Sea), cualquiera que fueren las dificultades.





 





De esta forma el Mensajero de Al-lâh (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) recibía Ramadán. Y nosotros, ¿cómo lo recibimos? ¿Hacemos de cada Ramadán que pasa el mes más agradable?





 





Hemos vivido muchos meses de Ramadán, mejor dicho, muchísimos; pero, ¿cuántos recordamos? ¿Cuántos fueron tan agradables que aún tenemos sus dulces recuerdos grabados en la memoria?





 





¡Quizá sean pocos, y tal vez usted busque en su vida sin poder encontrar ningún Ramadán que pueda describir como: el Ramadán más agradable!





 





Con el transcurso de los años de la vida, surge en el alma el sentimiento de la necesidad de un cambio en el mes de Ramadán y de disfrutarlo, de saborear la delicia de la adoración, la dulzura de recitar el Corán, el amor por comparecer ante Al-lâh (Glorificado Sea) en las oraciones nocturnas voluntarias del Qiâm y el Tahayyud[2], la certeza en la recompensa de gastar por la causa de Al-lâh y de cuidar a los pobres.





 





Entonces, el siguiente Ramadán debe ser el más agradable en mi vida; el Ramadán que seguiré recordando hasta la muerte; el Ramadán con el que espero, al encontrarme con Al-lâh en el Día de la Resurrección, ganar Su complacencia y Su aceptación de aquellas obras de obediencia.





 





 





Con el fin de aclarar esta idea, mencionaré un ejemplo real de mi vida. Pues, aunque –gracias a Al-lâh- he realizado muchas veces la ‘Umrah (peregrinación menor), hay una, destacada y grabada en mi corazón y mi memoria, aunque fue breve – duró solo cinco días-, pues unía tres características –como creo-; y estas son:





 





Primero: El verdadero deseo de complacer a Al-lah (Glorificado Sea) y conseguir la mayor recompensa posible. Es lo que podemos llamar “la sinceridad”, de la que Al-lâh, el Majestuoso y el Poderoso, dice [traducción del significado]: {Él Es Quien Creó la muerte y la vida para probaros y distinguir quién de vosotros obra mejor. Él Es Poderoso, Absolvedor.} [Corán 67:2]





 





Al Fudail ibn ‘Iâd, al interpretar la aleya, dijo: “Con obra mejor se quiere decir: obra más sincera y correctamente (efectuada)”. Y señaló: “La obra no se acepta si no es sincera y correcta, o sea, realizada buscando la Faz de Al-lâh y acorde con la sunna, respectivamente”[3].





 





También, el Mensajero de Al-lâh (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) dijo: "Ciertamente las obras dependen de las intenciones, y cada cual será recompensado según su intención"[4].





 





También dijo: “Teniendo estas tres cualidades el corazón del musulmán nunca alberga rencor[5]: dedicar las obras sincera y exclusivamente a Al-lâh procurando su Complacencia, aconsejar a los responsables de los musulmanes y aferrarse a su grupo, ya que las súplicas del grupo (de musulmanes) protegen a todos sus miembros y les bendice”[6].





 





Desde el inicio de esta ‘Umrah, no, aún antes de ella, no pensaba de ella convencionalmente. Quiero decir, estoy acostumbrado a realizar una ‘Umrah anualmente, por eso efectué la mencionada por hábito. No obstante, esta vez dirigía mi plena intención al fin de complacer a Al-lâh (Glorificado Sea), invertir todo momento de ella para alcanzar este propósito y vivir cinco días de pureza. Por esta razón, me acuerdo –alabado Sea Al-lâh- de los detalles precisos de esta ‘Umrah, de tal modo que puedo evocar lo que hice cada día. Tal vez sea la sinceridad –invoco a Al-lâh que sea aceptada- lo que le dio este sabor.





 





Segundo: El esmero, que llega al grado de la pena y la fatiga, en la perseverancia en realizar los actos de obediencia. Doy como ejemplo el no conformarse con efectuar las oraciones en congregación, sino persistir en realizarlas en la primera fila en las dos Sagradas Mezquitas (de La Meca y de Medina). También, intentar aferrase a realizar siete veces el Tauâf (rito consistente en circunvalar la Ka‘bah) cada vez, al entrar en Al Masyid Al Harâm (la Mezquita Sagrada de La Meca), no solo en la primera vez para cumplir la ‘Umrah. Es muy difícil, pero es un acto de sunna que solía realizar el Profeta (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam).





 





Tercero: La innovación y la creación. Recuerdo que procurábamos seguir todos los funerales en Al Masyid An-Nabauî [la Mezquita del Profeta (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) en Medina], y acompañarlos hasta enterrar al muerto en Al Baqî‘. Encima, visitamos a algunos enfermos en los hospitales y concluimos la recitación del Corán en cinco días, que fue la duración de la ‘Umrah.





 





Las mencionadas tres características le dieron a esta ‘Umrah –como pienso- un aspecto distinguido y le hicieron dejar una huella en la memoria. De este modo, se desvaneció la fatiga por la adoración, pero queda su recompensa, si Al-lâh Quiere. En otras palabras, ya terminó el esfuerzo que hicimos y acabaron las noches que pasamos en vela. De la misma forma, si hubiéramos realizado la ‘Umrah confortables y descansados, el descanso ya habría terminado sin que pudiéramos recordarla, y nos habría quedado solo la imperfección.





 





Es digno de mencionar que redujimos el tiempo dedicado a ir de compras con el fin de ahorrar el tiempo y el esfuerzo para la adoración. Sin embargo, sí que salimos de compras y trajimos regalos con la intención de alegrar a nuestras familias, deseando conseguir la recompensa de Al-lâh (Glorificado Sea) con esta intención. Asimismo, dimos caridad a los necesitados esperando la retribución de Al-lâh (Glorificado Sea) también. A estos necesitados –que conocimos a través de algunos de nuestros hermanos allí- los visitamos en sus hogares.





 





Si estas tres cualidades hicieron de esta ‘Umrah la más agradable, entonces deseo que el siguiente Ramadán sea semejante a esta ‘Umrah y llegue a ser el más agradable Ramadán. Por eso, tenemos que hacer lo siguiente:





 





Sembrar la sinceridad en nuestros corazones antes de la llegada de este mes y tener presente la intención de hacer que este mes sea pesado en la balanza de nuestras buenas obras; teniendo una firme determinación de eso antes de la llegada del noble mes.





 





Hacer muchos actos de adoración y obras con las que aspiramos a conseguir la cercanía a Al-lâh, llegando al grado de la fatiga.





Esto no contradice los Hadîces que llaman a buscar la facilidad en todo acto, como aquel en el que Abû Hurairah (que Esté complacido con él) narró que el Profeta (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) dijo: “La religión es fácil, quien se extralimite en ella se volverá abatido [obligado a retornar a la moderación]. Así pues, sed moderados, tratad de acercaros a la perfección y alegraos con la buena nueva de obtener recompensa por ello. Servíos [para ser perseverantes en la adoración] de realizar los actos de adoración en [los siguientes tiempos vivificadores:] temprano en la mañana, por la tarde y en las últimas horas de la noche”[7].





 





No hay contradicción porque hablamos de un solo mes en el año. También, se narraron algunos Hadîces que incitan a aumentar la obediencia en este mes, sobre todo, en algunos momentos precisos del mismo. Con respecto a esto, se relató que ‘Â’ishah, que Al-lâh Esté Complacido con ella, dijo: "El Mensajero de Al-lâh (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) se esmeraba [en la adoración] en los diez últimos días [de Ramadán] como jamás hacía en los otros meses"[8].





 





Es digno de mencionar que el Profeta (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) adoraba a Al-lâh llegando al grado del severo cansancio a lo largo del año. Es suficiente, para saberlo, contemplar sus oraciones nocturnas voluntarias como las describe el Corán; Al-lâh dice [traducción del significado]: {Ciertamente tu Señor Sabe que a veces te levantas a orar casi dos tercios de la noche, otras la mitad o un tercio de la misma, y también lo hacen los creyentes que te siguen.} [Corán 73:20] Además, la señora ‘Â’ishah, que Al-lâh Esté Complacido con ella, narró que el Mensajero de Al-lâh (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) pasaba las noches rezando hasta que se hinchaban sus pies, así que le preguntó una vez: “¿Por qué, Mensajero de Al-lâh, haces esto aunque Al-lâh ya te Ha perdonado tus pecados pasados y futuros?”. Respondió: “¿Acaso no me gustaría ser un siervo agradecido?”. Y cuando avanzó en edad, rezaba sentado y al realizar la inclinación, se levantaba, recitaba el Corán, luego se inclinaba[9].





 





De este modo el Profeta (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) rezaba voluntariamente por la noche, e incluso cuando llegó a ser mayor de edad, realizaba las oraciones nocturnas voluntarias sentado, pero nunca dejó de efectuarlas, de ahí que tengamos que considerar la sunna con equilibrio, poniendo la mencionada aleya y el citado Hadîz junto al Hadîz de "La religión es fácil".





 





Buscar la innovación y la creación poniendo metas específicas que no fijamos con claridad en meses previos a Ramadán. Le recomiendo a usted cuatro objetivos:





Salir de Ramadán teniendo todas sus faltas absueltas por Al-lâh, así que salga de este Ramadán sin pecado alguno.





 





Adquirir, al finalizar Ramadán, la cualidad de Taqwa (piedad y temor a Al-lâh), de tal modo que sea uno de los descritos como temerosos y piadosos después de este mes.





Reconciliarse con los que le rodean, poniendo fin a los problemas, si los hay, con su familia, sus amigos, sus colegas, así como conciliar a los disputados quienesquiera que sean.





 





Estar más cercano a Al-lâh (Glorificado Sea), de modo que si estaba a cierta distancia de Al-lâh (Glorificado Sea), al final de este mes, llegue a estar más cerca de Él.





 





La claridad de los fines es un paso necesario para lograrlos. No obstante, más importante y urgente que esto son la seriedad y la determinación firme para conseguirlos, además de aplicar los medios prácticos que ayudan a realizarlos. Y si usted es capaz de lograr estos objetivos, entonces puede esperar que Ramadán que viene sea…



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