Los grandes interrogantes (parte 1 de 3): ¿Quién nos ha
creado?
Tarde o temprano, en algún momento de nuestra vida, todos nos
preguntamos “¿Quién nos ha creado?” Y “¿para qué estamos en este
mundo?”.
De hecho, podríamos preguntar “¿Quién creó todo este mundo?”; Algunos
hablan del Big Bang y la evolución, mientras que otros hablamos de
Dios. Responder “No lo se” no resulta deseable, ya que si bien esta respuesta no
implica negar la existencia de Dios, tampoco la afirma.
Ahora bien, examinemos brevemente la teoría del Big Bang; esta teoría,
explica el origen del universo a partir de un pequeño núcleo original o nube de
polvo primordial; pero no nos dice nada sobre el origen de esta nube de polvo
primordial o sobre la causa ulterior detrás de estos fenómenos físicos que describe
la teoría, que en definitiva, sólo menciona lo que ocurre con la materia y la
energía, pero no puede explicar de dónde proviene estanube de polvo original, que
además debió necesariamente contener toda la materia que conforma nuestra
galaxia y de los billones de galaxias que existen en el universo conocido. Y
entonces, ¿de dónde proviene toda esta materia? ¿Quién o qué creó esta nube de
polvo primordial?
De manera similar, la teoría de la evolución intenta explicar el desarrollo de
las especies mediante la clasificación de fósiles, pero no explica ni se pronuncia
sobre el punto central de la vida humana: el alma.
Resulta evidente que quien estudie las ciencias de la naturaleza, la biología o
la física, no tardará en notar que en el universo está la firma del Creador[1]. Ahora
bien, que la gente decida negar o aceptar estas evidencias es otro asunto. El punto
es, si vemos una pintura, sabemos que hay un pintor, si vemos una escultura,
sabemos que hay un escultor, si vemos una vasija, sabemos que hay un
alfarero. Entonces, cuando vemos la creación ¿porqué no deberíamos suponer que
hay un Creador?
Considerar que el universo se formó a partir de una explosión y luego por una
serie de causas aleatorias se llegó a un perfecto equilibrio, o que la selección
natural es suficiente para que se desarrollen organismos tan complejos como los
existentes, es igual a creer que si hacemos explotar muchas bombas en un campo
vacío, tarde o temprano encontraremos que alguna de las explosiones colocará
junto a nosotros un inmaculado Mercedes, es obvio que estas teorías no son más
que el fruto de un ferviente deseo de encontrar una respuesta, y no mucho más que
eso.
Resulta muy evidente que sin un principio ordenador, todos los complejos
sistemas del universo degenerarían en el caos, sin embargo las teorías del big bang
y la evolución, intentan presentar la idea opuesta, en otros términos, “del caos
surge el orden y la perfección”. Pero resulta más racional suponer que el big bang
y la evolución pueden ser procesos controlados. ¿Controlados por
quién? Evidentemente por Un Creador.
Existe un cuento árabe sobre un beduino que esperaba encontrar en el desierto
un majestuoso palacio junto a un oasis. Cuando alguien le preguntó cómo
esperaba encontrar esto en un desierto estéril respondió que, obviamente, por las
fuerzas de la naturaleza, el viento cortaría la piedra y la acomodaría en perfecto
orden formando las paredes, cúpulas y torres, luego despojaría a las ovejas de su
lana y tejería hermosos tapices y alfombras que el mismo viento se encargaría de
colocar en la ubicación correcta en el recién construido palacio, de la misma forma
el viento traería madera para las puertas y ventanas. Además el viento fundiría la
arena para producir cristales hermosos y perfectamente simétricos para las
ventanas. Todo el proceso tardaría millones de años y sólo ocurriría en un solo
lugar de la tierra, y todo por meras coincidencias.
Lo grotesco de esta respuesta evidencia nuestro tema central, un palacio
requiere un arquitecto, no coincidencias. Entonces ¿a Qué o a Quién
consideraremos Creador de este complejo universo y de nuestra propia compleja
existencia?
Un argumento clásico de los ateos, es observar las supuestas imperfecciones
en la creación. Argumentan: “¿Cómo puede existir un Dios si ocurre esto y
aquello?”. Este discurso hace referencia desde los desastres naturales hasta los
defectos de nacimiento, desde un genocidio al cáncer de la abuela. Sin embargo
este razonamiento es un sofisma, ya que implica creer que la creación
necesariamente debe ser perfecta, que si existe un Creador, necesariamente
hubiera hecho nuestras vidas perfectas y hubiese establecido una perfecta justicia
en la tierra.
Mmm… parece un argumento muy poco convincente. ¿Hay otra opción?
Nosotros simplemente diremos que Dios no diseñó la vida en esta tierra para
que sea perfecta, sin embargo, sabemos que existe un premio o un castigo por
nuestras obras, en la otra vida, y que en el día del juicio Dios evidenciará la
perfecta justicia. En apoyo a esta postura podemos mencionar que los rectos y
virtuosos muchas veces sufren injusticias en este mundo: ¿qué podemos decir
sobre los profetas?, ¿y cómo pretendemos alcanzar el paraíso, sino
manteniéndonos firmes en nuestra fe frente a las adversidades de la vida?
Siguiendo esta línea de razonamiento, espero que por lo menos lleguemos a un
acuerdo acerca del primer “gran interrogante”. ¿Estamos por lo menos de acuerdo
que si nosotros somos creación, Dios es el creador?
Si no consideramos, a pesar de razonar, que Dios es efectivamente El Creador,
no tiene sentido continuar razonando, si por el contrario, has llegado a la
conclusión de que es Dios El Creador, podemos continuar con la segunda de estas
grandes preguntas ¿por qué fuimos creados?. O, en otras palabras ¿Cuál es el
propósito de nuestra vida?
Footnotes:
[1] Dejando de lado el carácter religioso de este artículo un momento, recomendamos leer A Short
History of Nearly Everything (Una breve historia de casi todo) de Bill Bryson.
(parte 2 de 3): El propósito de la vida
La primera pregunta que nos planteamos y respondimos en el artículo anterior
fue ¿Quién nos ha creado? Y concluimos, espero que estéis de acuerdo, que el
Creador es Dios. Así como nosotros somos creación, Dios es El Creador.
Ahora es el turno de nuestra segunda gran pregunta ¿para qué estamos aquí?
¿Cuál es el objetivo de estar en este mundo? ¿Hacerse rico y famoso? ¿Tener
hijos o hacer música?
Resulta evidente que al morir, resulta inútil haber logrado ser rico.
Evidentemente este no puede ser el objetivo de nuestro paso por esta vida,
pues aunque viviera en una caverna, de la manera más sencilla, el hombre se rodea
de cosas que fabrica con su trabajo, ¿para qué hacemos estas cosas?;
evidentemente cada una de ellas nos brinda un servicio. Fabricamos estas cosas
para que nos sirvan; trasladando esto a nuestro tema ¿nos ha creado Dios para
servirlo?
De hecho, el objetivo de nuestra existencia es servir a Dios, este mensaje lo
recibimos en los libros sagrados, de mano de los profetas; y donde se expresa con
mayor claridad es en el Sagrado Corán, el Libro Sagrado del Islam:
“No he creado a los genios y a los hombres sino para que me
adoren” (Corán 51:56)
Esto nos lleva inmediatamente a cuestionarnos otro asunto, si en su inmenso
conocimiento, Dios nos creó para servirlo ¿cómo lo serviremos? Sin dudas esta
pregunta debe ser respondida por quien nos ha creado; solamente Dios puede
decirnos de que manera debemos servirlo y así lograr el objetivo de nuestra
vida. ¿De qué otra manera podríamos saber cómo alcanzar el éxito en este
asunto? ¿Cómo sabríamos qué es lo que Dios espera de nosotros?
Ahora bien, Dios nos ha dado una luz así como ha dispuesto que en cierta
forma las estrellas visibles en el firmamento resultaran útiles a los navegantes para
orientarse. Dios ha dotado a los animales de instintos particulares acorde a sus
necesidades, algunas aves, emigran en determinadas épocas del año, y aún si el día
está nublado, saben a donde dirigirse por el reflejo de la luz solar en las nubes, las
ballenas también se desplazan de manera similar sintiendo los campos magnéticos
de la tierra, los salmones, regresan desde el mar abierto a los ríos para desovar, y
lo hacen exactamente al mismo lugar donde nacieron, los delfines de río y otros
seres son prácticamente ciegos, sin embargo, pueden ver con un sentido de
sonar. Algunos organismos marinos, como las anguilas eléctricas son capaces de
generar y percibir campos eléctricos de manera tal que se pueden mover en las
oscuras profundidades del océano; algunos insectos se comunican liberando
ciertas sustancias químicas, de manera tan perfecta que marcan el sendero al
alimento y de regreso a su hogar para sus congéneres; incluso las plantas se
orientan creciendo de manera que alcancen la luz solar que requieran. Dios ha
dotado a cada ser de su creación con guía. ¿Resultaría lógico creer que Dios no
nos ha dado una guía en el aspecto más importante de nuestra existencia,
nuestra raison d’etre, nuestra razón de ser. ¿Acaso Él nos habría dejado solos, sin
herramientas para alcanzar nuestra salvación?
La respuesta es, por supuesto, no, y he aquí, la revelación.
Meditemos lo siguiente: cada producto tiene sus características y reglas, a
mayor complejidad del producto, mayor complejidad de carácteres y reglas; cada
fabricante provee manuales para el uso correcto de sus productos. Típicamente,
estos manuales comienzan por los cuidados necesarios y las advertencias sobre el
uso inapropiado del producto, pasando luego a explicar los beneficios del uso
correcto y cómo corregir los posibles inconvenientes para lograr un uso adecuado.
¿Por qué sería diferente en la revelación?
La revelación nos dice que no hacer, que hacer y cómo hacerlo. Nos muestra
nuestras deficiencias y como corregirlas. La revelación es el gran manual del
hombre, que nos dice cómo lograr nuestro buen funcionamiento y alcanzar los
objetivos para los que fuimos creados.
En nuestra vida cotidiana utilizamos artefactos, que si cumplen con los fines
para los cuales fueron fabricados, consideramos exitosos. Pero cuando un
artefacto no cumple la función para la cual fue fabricado, lo reparamos o lo
reciclamos. En otras palabras el artefacto en cuestión es destruido, y de pronto
este razonamiento se torna muy serio, ya que el artefacto en cuestión aquí somos
nosotros, la creación.
Pero hagamos una pausa y consideremos cómo actuamos con los artículos que
llenan nuestras vidas. Mientras hagan lo que esperamos y deseamos que hagan,
estamos contentos con ellos. Pero cuando dejan de servirnos, generalmente nos
libramos de ellos. Algunos se devuelven a la tienda donde los adquirimos, a otros
los damos en caridad, pero de una manera u otra todos terminan descartados,
destruidos, enterrados o quemados.
De manera análoga, un empleado que se niega a cumplir con su trabajo,
inevitablemente termina por ser despedido.
Ahora pensemos un instante en esto, en este mundo, las cosas que no cumplen
su función no terminan bien. Quien considere que los ejemplos de esta vida
pueden ser transpolados al campo de la religión podría pasar todo el día
elaborando ideas en torno a esto.
Sin embargo, no debemos descartar este ejemplo, ¿no están el nuevo y el
antiguo testamento repletos de analogías? Y ¿no hablaba Jesús con parábolas?
Entonces, tal vez debamos tomar estos ejemplos con seriedad.
Sí, sin duda debemos tomar estos ejemplos seriamente. Es evidente que los
castigos y el tormento del fuego infernal no son asuntos que debamos tomar a la
ligera.
(parte 3 de 3): La necesidad de la Revelación
En las dos primeras partes de esta serie de artículos, hemos buscado juntos la
respuesta a dos grandes interrogantes: ¿Quién nos ha creado? Y: ¿Para qué Dios
nos situó aquí?, y concluimos que Dios
nos ha creado para
servirlo. Naturalmente, nuestra tercera
pregunta será: Si nuestro Creador nos ha
colocado aquí para servirlo y adorarlo
¿Cómo debemos hacer esto?
Sin embargo mucha gente
cuestionará nuestra afirmación sobre la
necesidad de una revelación, y dirán:
¿Para qué la necesitamos? ¿Es realmente bueno recibir la revelación? ¿No es
mejor servir a Dios como nosotros creamos conveniente?
Para reafirmar la necesidad de la revelación, expondremos los siguientes
puntos: En nuestro primer artículo dijimos que este mundo tiene muchas
injusticias, y sin embargo, nuestro Señor es Justo, Él no ha establecido una
supremacía evidente de la justicia en esta vida, pero sí en la otra. Además, la
justicia requiere cuatro cosas para predominar: una corte (por ejemplo, el día del
juicio); un juez, (Evidentemente el Creador); testigos (los hombres, las mujeres,
los ángeles) y un libro que exprese claramente la ley por la cual se juzga (la
revelación). Ahora bien, un juicio no sería justo si no se informó a quienes son
juzgados durante su vida de la ley que debían seguir; de otra manera, sin
revelación, Dios sería injusto al juzgar sin haber hecho previamente descender la
ley revelada a quienes juzga, y esta información, debió llegarles mientras
actuaban.
¿Para qué es necesaria la revelación? Sin leyes, las personas no pueden llegar
a acuerdos en ningún asunto ¿Cómo podrían llegar a comprender lo que Dios les
ha ordenado hacer, entonces?
Segundo, nadie puede escribir un manual de instrucciones tan bien como el
fabricante. Dios es el creador, nosotros la creación, y por lo tanto nadie puede
conocer lo que se espera de nosotros, más que el Creador. ¿Acaso están los
empleados capacitados para informarse a sí mismos de su trabajo, de qué y cómo
deben cumplir sus tareas? ¿Acaso todos los ciudadanos están capacitados para
escribir sus propias leyes? ¿No? Pues bien, ¿Por qué creeríamos que estamos
capacitados para escribir nuestra propia religión? La historia nos muestra con
claridad lo que ha ocurrido cuando los hombres ceden a seguir sus propios
caprichos.
¿Cuantos malos líderes han diseñado sus propias religiones y leyes,
sumiéndose ellos y a sus seguidores en el desastre en este mundo y en algo peor en
la otra vida?
Pero en definitiva ¿por qué no podemos diseñar nuestra propia religión? ¿Por
qué no podemos establecer nuestras propias leyes trascendentes? Es evidente que
el concepto de lo que es bueno, varía de una persona a otra. Para unos, es llevar
una vida de elevada moral e higiene; para otros es vivir el máximo de libertad
posible, prescindiendo de todo freno a sus pasiones. De la misma manera, la
forma en la cual debemos adorar y servir a Dios, no es comprendida igual por
todas las personas.
Evidentemente nadie puede ir a comer a un restaurante o a comprar algo a un
mercado, y pagar con una divisa diferente a la que acepta el vendedor.
Con la religión ocurre lo mismo.
Si las personas desean que Dios acepte sus actos de adoración y de servicio a Él, deben
realizar los actos que Él desea, y estos están detallados en la revelación.
Lo que Dios ordena, es obediencia a la revelación.
Imaginemos que tienes en tu casa varios hijos, que obedecen las reglas de la
casa que les has explicado, de pronto un día, uno de ellos reclama que seguirá sus
propias reglas, que él ha ideado. ¿Cómo responderías?
Tal vez lo harías con la frase ¡Agarra tus nuevas reglas, y vete al
infierno! Bien, nosotros somos la creación de Dios, vivimos en el universo que Él
ha creado, y ha impuesto sus reglas a todo, incluyéndonos a nosotros, de acuerdo a
lo que acabamos de razonar… ¿Qué nos dirá Dios si pretendemos dejar de lado
sus reglas y reemplazarlas por las normas que inventamos?
Debemos meditar sinceramente estos asuntos. Debemos reconocer que cada
cosa agradable que nos ocurre, es un regalo de nuestro Señor, y un motivo por el
cual debemos agradecerle.
¿Acaso no agradecemos a quien nos hace un regalo antes de usar lo que nos ha
regalado?
Y aún así, muchas personas disfrutan de los dones que Dios les ha regalado y
nunca en toda su vida le dan gracias.
La poetisa inglesa Elizabeth Barrett Browning, habla de lo irónico que resulta
el lamento del hombre:
Y los labios dicen a menudo: “Dios nos ha castigado”.
Y nunca dicen “Loado sea Dios que nos dio esto.”
¿Acaso no debemos estar agradecidos por lo que Dios nos da? ¿No debemos
agradecerle ahora y el resto de nuestra vida? ¿No debemos volvernos a Él?
Deberás reconocer que la respuesta a estas preguntas es “Sí”.
Nadie dotado de entendimiento puede meditar en todo esto sin responder
igual. Pero he aquí un problema, Muchos de ustedes contestaron Sí, sabiendo bien
que su corazón no está con la Biblia. O quizás tu corazón está con la Biblia, pero
no completamente. Tú has aceptado que existe un Creador, has aceptado que le
debemos a este Creador adoración y servicio, pero aún no sabemos exactamente
cómo lo adoraremos y lo serviremos, desafortunadamente, esto no puede ser
respondido en un artículo, estas respuestas requieren todo un libro.