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El capítulo del Ah-zab, los confederados, contiene unos versículos que describen acontecimientos ocurridos durante esta batalla, conocida también como la batalla del Jandaq, la trinchera. Develándonos sentimientos ocultos y todo lo que pasa por la mente de un combatiente…Esta batalla ocurrió en el año 5, luego de la emigración del Profeta Muhammad, sallallahu ‘alayhi wa sallam, de Meca a Medina. La historia nos muestra que lo sucedido en el pasado es lo mismo que vivimos en el presente, es una de las leyes de la vida establecidas por nuestro Creador.





Se le conoce como ‘la batalla de los confederados’, porque hubo una alianza entre los politeístas de toda la península arábiga y la gente del Libro (cristianos y judíos), que vivían también allí. Esta coalición se dio entre creencias, con el fin de acabar por completo con el Islam y su Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam. Sorprende realmente ver cómo creencias tan distintas se unen bajo un mismo fin, al punto que Abu Sufiyan, quien adoraba a cientos de ídolos, le pregunta a uno de los judíos, que se supone creía en un solo Dios, y sabía incluso, aunque lo negara, que Muhammad, sallallahu ‘alayhi wa sallam, era el Profeta que Al-lah había prometido en el Libro que él seguía: “¿Quién tiene la verdad? ¿Nosotros los politeístas o Muhammad?” Sin dudarlo, y olvidando que las creencias paganas eran contrarias a su creencia, le respondió: “Ciertamente ustedes son los que tienen la verdad”. Además, la unión se hizo entre enemigos de tribus, de familias, de principios y deseos de poder. No importó nada que los diferenciara, lo que prevaleció fue su odio y deseo de acabar con el Islam y su gente.





El buen líder consulta sus decisiones





Cuando el Profeta Muhammad, sallallahu ‘alayhi wa sallam, se enteró de los planes de sus adversarios, reunió a sus seguidores para consultarles sus planes y estrategias. El Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, a quien Al-lah le revelaba Su Palabra y le inspiraba sus acciones, consultaba antes de tomar una decisión; lo que nos indica que un dirigente no debe tomar una medida por sí mismo, debe consultar con la gente indicada. Su compañero y amigo, Salman el persa, que Al-lah esté complacido con él, propuso cavar un foso o trinchera, algo que nunca antes se había hecho en Arabia. El Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, aceptó y, antes que ordenar el trabajo en este plan, él mismo tomó una pica y comenzó a cavar. Es más, durante el tiempo que duró la labor, no descansó un instante, cavó y cargó tierra y piedras en su espalda.





Debemos detenernos en este suceso para analizar los tres tipos de personas que estaban involucrados. El primero de ellos, los incrédulos, quienes venían a luchar y acabar con los musulmanes. El segundo, los creyentes veraces, quienes creyeron en la promesa que Al-lah les había hecho. El tercero, los hipócritas, quienes desde un principio no querían ni trabajar ni involucrarse en la batalla. Estos últimos se dirigieron al Profeta Muhammad, sallallahu ‘alayhi wa sallam, diciéndole: “Nuestras casas están desprotegidas”, pretendiendo que el Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, les excusara para que se quedaran dentro de la ciudad y no salieran a pelear. Ellos, en su cobardía, no querían salir a combatir; pensaban que quedándose detrás de los muros de la ciudad, en sus casas, estarían protegidos, todo porque no confiaban en Al-lah. Además, habían hecho un pacto con los enemigos para ayudarlos a entrar a la ciudad y así lograrían su cometido.





El enemigo más peligroso es el hipócrita





De los hipócritas, hubo algunos que se mantuvieron en las filas de los combatientes, con el fin de servir a los planes que tenían con los enemigos y tratar de infundir miedo y confusión en los creyentes. Dice Al-lah (lo que se interpreta en español) {Y dijeron los hipócritas y aquellos en cuyos corazones había dudas [sobre la Verdad]: Al-lah y Su Mensajero no nos han hecho más que falsas promesas.}[Corán 33:12]





Mientras que ellos, los hipócritas, trataban de debilitar a los musulmanes con su falsedad, de repente una gran piedra se interpuso en el trabajo, trataron de picarla pero no pudieron. Entonces, el Profeta Muhammad, sallallahu ‘alayhi wa sallam, con su pica, la golpeó una vez y el golpe provocó un destello; lo mismo sucedió en el segundo golpe y, por fin, en el tercero, con destello y todo, la piedra se rompió. Lo curioso es que luego el Profeta Muhammad, sallallahu ‘alayhi wa sallam, les dijo a sus compañeros, que el primer destello era provocado por los tesoros de la gran Siria, el segundo por los tesoros del Yemen, y el tercero era debido a que todo el mundo sería del Islam. Al-lah le inspiraba, en esos momentos de dificultad, a Su profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, la verdad, como forma de fortificar los corazones de sus compañeros y darles firmeza en la dificultad. Decimos que era verdad, pues para ese tiempo el Islam no había siquiera alcanzado a llegar a todos los rincones de la península arábiga, mucho menos hasta Siria, y qué decir del mundo entero. Y quien nos trasmitió este suceso nos dice: “Y, ciertamente, Al-lah me dio vida hasta que vi con mis propios ojos cómo estos países y sus riquezas llegaban a nosotros”. Esta era una promesa que se cumpliría, y sabemos que se cumplió, para un grupo de personas que había pasado las pruebas de fe más grandes.





O se es creyente o incrédulo en el total sentido de la palabra, pero no puede ser un poco acá y otro tanto allá; por eso, Al-lah, Altísimo, nos Dice en el Corán (lo que se interpreta en español): {Al-lah no puso dos corazones en el interior del hombre [como para albergar la fe y la hipocresía a la vez]}[Corán 33:4] Ante Al-lah no hay más que la persona sincera, que todo lo que hace o dice es en pro de la verdad; esté solo, en compañía, en la casa, en la mezquita o en el trabajo, su palabra es una y sus acciones igual. Un solo corazón.





Comenzó el ataque, pero el foso que habían hecho los musulmanes impedía a sus enemigos que llegaran hasta ellos, aunque lo intentaron una y otra vez. Así que, uno de los grandes héroes del tiempo de la ignorancia, llamado Amru, aprovechando su fama, se acercó a la trinchera y pidió al Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, que le enviara un adversario con quien luchar. ‘Ali ibn Abi Talib (que Al-lah esté complacido con él), primo hermano del Profeta, le pidió ser el enviado. Debemos recordar que ‘Ali era apenas un muchacho, pero el hecho de haber crecido en la casa del Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, bajo su cuidado y crianza, le había hecho uno de los creyentes más firmes y veraces; esto fue lo que lo motivó para hacerle esa petición, para enfrentarse a uno de los más grandes héroes de batalla y lucha de toda la península arábiga. Así que ‘Ali salió a su encuentro. Cuando Amru lo vio, se dirigió al Profeta Muhammad, sallallahu ‘alayhi wa sallam, diciéndole: “Te he pedido que me envíes a uno de tus dos guerreros (se refería a Abu Baker y a Omar, que Al-lah esté complacido con ambos), pero veo que me has mandado a un jovencito”… ‘Alí, con toda la confianza que tenía en Al-lah, le dijo: “Te voy a dar a escoger entre tres opciones: la primera, que te conviertas al Islam y aceptes la ilaha il lal lah wa an na Muhammad rasul lah (reconocer que no hay más dios que Al-lah y que Muhammad es Su Profeta). Amru respondió: “¡Esa es imposible!”. “La segunda: que regreses a tu casa, pues si ganamos nosotros te habrás salvado; y si perdemos, al igual que los demás árabes, tendrás la victoria”. Le respondió: “¿Quieres que las mujeres de Quraish se burlen de mí?; ¿cuál es la tercera? ‘Alí le respondió: “La espada, luchemos”. Amru le dijo: “No quiero luchar contigo, tu papá era un buen amigo mió, detestaría matarte”. ‘Alí le dijo: “Pero yo sí quiero matarte”. Y al final se enfrentaron y ‘Alí le dio muerte con su espada.





La fe fortalece el cuerpo y el alma





Cada vez la situación se hacia más difícil para los musulmanes que estaban en el foso, rodeados de sus enemigos. Los hipócritas por doquier, expandiendo su cizaña y falsedad. El cansancio se hacía evidente, el temor se expandía, el hambre se agudizaba. La noche llegó con su oscuridad, no veían nada. Al-lah nos describe gráficamente esta situación cuando Dice (lo que se interpreta en español): {¡Oh, creyentes! Recordad las mercedes con las que Al-lah os agració, cuando [en la batalla de Al Jandaq ] os cercó un ejército [de incrédulos], y enviamos contra ellos un fuerte viento y un ejército [de Ángeles] que no veíais, y Al-lah bien sabía cuanto hacíais.Cuando os atacaron por todas partes, el terror desencajó vuestras miradas, se os subieron vuestros corazones hasta las gargantas, e hicisteis conjeturas sobre Al-lah [pensando que no socorrería a los creyentes]. Allí fueron probados los creyentes, y sacudidos por una fuerte conmoción. Y dijeron los hipócritas y aquellos en cuyos corazones había dudas [sobre la Verdad]: Al-lah y Su Mensajero no nos han hecho más que falsas promesas. Y cuando un grupo de ellos [de los hipócritas] dijo: ¡Oh, gente de Iazrib [antiguo nombre de Medina]! Esto es un mal para vosotros. ¡Mejor volveos [y no combatáis]! Y un grupo de ellos pidió autorización al Profeta diciendo: Por cierto que nuestras casas quedaron desprotegidas; pero sólo querían huir del enfrentamiento.}[Corán 33: 9-13]





Todo lo anterior pasó hace muchos siglos; sin embargo, la historia se ha repetido en varias ocasiones, incluso en nuestro días, y seguirá repitiéndose toda vez que hayan musulmanes en la Tierra. Los hipócritas no se imaginaban que Al-lah descubriría ante los creyentes sus tretas, pero en esta batalla sus intenciones quedaron al descubierto.





En cuanto a los creyentes veraces y sinceros, veamos lo que Al-lah, Altísimo, nos menciona en el Corán (lo que se interpreta en español):





{Y cuando los creyentes vieron a los aliados dijeron: Esto es lo que nos prometió Al-lah y también Su Mensajero [y sabían que luego de la llegada del ejército enemigo vendría el auxilio de Al-lah], entonces esto no hizo sino acrecentarles la fe y el sometimiento a Al-lah. Entre los creyentes hay hombres que cumplieron el compromiso que tomaron con Al-lah, algunos ya fallecieron, y otros esperan que les llegue su hora y no han cambiado de actitud [y cumplen con el compromiso]. Al-lah [decidió probaros en la fe] para recompensar a los sinceros por su sinceridad, y castigar a los hipócritas si Él quiere, o [por Su voluntad los guíe y] los perdone; ciertamente Al-lah es Absolvedor, Misericordioso. Al-lah frustró a los incrédulos, que llenos de ira no alcanzaron lo que se proponían, e hizo que los creyentes no entraran en combate [enviándoles un fuerte viento que desanimó a los incrédulos]. Al-lah es Fuerte, Poderoso.} [Corán 33:22-25]



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