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La envidia se refiere al deseo que una persona siente cuando anhela la destrucción o la privación de las bendiciones que otra persona tiene, una destrucción que el portador de este sentimiento podría llevar a cabo si tuviera el poder de hacerlo. Esto es muy diferente a desear una bendición parecida para uno mismo, sin desear que otros la pierdan; de hecho, este es un deseo positivo y recomendable que incentiva la sana competencia. La competencia, en términos generales, no es considerada reprobable; más bien es considerada loable si ésta es por la búsqueda de la virtud. Al-lah Dice (lo que se interpreta en español): {Por cierto que los justos gozarán de las delicias del Paraíso recostados sobre lechos, contemplando [los placeres que  Al-lah les Tenía reservado]. Se podrá ver en sus rostros el resplandor de la dicha. Se les dará de beber un néctar perfumado con el aroma del almizcle. Quienes anhelen esta recompensa que se esfuercen por alcanzarla [obedeciendo a  Al-lah]} [Corán 83:22-26].





Al-lah Mencionó en el Corán la envidia de los incrédulos, los hipócritas y la gente en general. Hablando acerca de los incrédulos, Al-lah Dice (lo que se interpreta en español):





 





● {Muchos de la Gente del Libro quisieran que renegaseis de vuestra fe y volvieseis a ser incrédulos por envidia hacia vosotros, después de habérseles evidenciado la Verdad} [Corán 2:109].





 





 {¿Envidian a la gente por el favor que  Al-lah les Ha dispensado?} [Corán 4:54].





 





La envidia es un sentimiento malévolo del corazón, que lleva a la conducta impura y al mal comportamiento. Esta conduce a la hostilidad, a pensar mal de las intenciones de los demás, a la calumnia, el chisme, la mentira y al abandono de los demás musulmanes. Podría llevar a quien la posee a infligir daño físico sobre la persona a la que envidia, e incluso al asesinato. La envidia está considerada entre los más peligrosos y destructivos deseos internos, y es lo más destructivo para la religión de la persona y para su vida.





 





El Mensajero de Al-lah, sallallahu ‘alayhi wa sallam, dijo: “No os envidiéis unos a otros; no os odiéis unos a otros; nos volvéos  la cara entre sí (por disgusto); (sino) sed siervos de Al-lah como hermanos”(Al Bujari y Muslim).





Al-lah Ordenó a los creyentes que buscaran refugio de la maldad de las personas envidiosas y de la envidia en general, cuando Dice (lo que se interpreta en español): {Y del mal del envidioso cuando envidia}[Corán 113:5].





 





El Mensajero de Al-lah, sallallahu ‘alayhi wa sallam, también dijo: “Por cierto que la envidia devora las buenas acciones como el fuego consume la leña.” (Ahmad)





 





Existen muchas historias en el Corán que destacan los peligros y perjuicios de la envidia. Cuando leemos la historia del Profeta Yusuf (José), la paz sea con él, y sus hermanos, nos damos cuenta del peligro de la envidia, cómo ésta puede cegar, cómo echa fuera la misericordia del corazón, y cómo conduce a quien la posee a infligir terrible daño físico sobre la persona a la que envidia. Al-lah Dice (lo que se interpreta en español): {Cuando dijeron: Por cierto que Yusuf (José) y su hermano [Benjamín] son más amados por nuestro padre que nosotros a pesar que somos un grupo [de varios hijos]. Ciertamente nuestro padre está en un error evidente. Matad a Yusuf (José) o desterradlo para que la atención [y el amor] de vuestro padre sea sólo para vosotros, y luego [de haberlo eliminado arrepentíos y así] os contaréis entre los virtuosos [nuevamente]}[Corán 12:8-9].





 





Otra historia que nos muestra el peligro de la envidia, es la de Caín y Abel (Qabil y Habil): El Corán nos cuenta acerca del primer hijo de Adam (Adán), la paz sea con él, quien asesinó a su hermano por envidia, el cual se constituyó en el primer crimen de la historia en el que se derramó sangre. Él envidiaba a su hermano porque Al-lah Había aceptado su sacrificio y no así el suyo; Al-lah Dice (lo que se interpreta en español): {Cuéntales tú la historia auténtica de los dos hijos de Adam (Adán), cuando ofrecieron una oblación y le fue aceptada a uno pero al otro no. Dijo [este último por envidia a su hermano]: Te mataré. Dijo [su hermano respondiéndole]:  Al-lah sólo Acepta [las oblaciones] de los piadosos. Aunque extiendas tu mano para matarme yo no extenderé la mía para hacerlo, yo temo a  Al-lah, Señor del Universo. Y su alma le instigó a que matase a su hermano y lo hizo, contándose [con esto] entre los perdedores} [Corán 5:27-28, 30].





Una forma reprobable de envidia, es un irrestricto desprecio de las bendiciones otorgadas al envidiado. Por lo tanto, cuando uno desprecia algo, se siente herido y agobiado por su simple existencia, y esto se convierte en una enfermedad en su corazón, al punto que siente placer si le son quitadas las bendiciones al envidiado, incluso si esto no resulta en ningún beneficio para él, excepto haber quitado el dolor que sentía en su alma.





Para que este sentimiento de dolor y de amargura se quite del alma del envidioso, éste tiene que monitorear continuamente al envidiado, y encuentra consuelo cuando la persona envidiada pierde la bendición, y en algunos casos puede ser peor, como cuando el envidiado se encuentra padeciendo una enfermedad, y el envidioso desea que no se recupere.





El Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, dijo: “¡Juro por El que Tiene mi alma en Sus manos! Ninguno de vosotros creerá hasta que desee para su hermano lo que desea para sí mismo” (Al Bujari y Muslim).





Él, sallallahu ‘alayhi wa sallam, dijo: “No debe existir envidia, excepto en dos casos: (hacia) una persona a quien Al-lah le Ha concedido sabiduría, quien se maneja en base a ella y la enseña a las personas; y (hacia) una persona a quien Al-lah le Ha concedido riqueza y propiedad junto con la capacidad de gastarla en la causa de la Verdad” (Al Bujari y Muslim).





Ibn ‘Umar, que Al-lah esté complacido con él, agregó lo siguiente: “(Y) una persona a quien Al-lah le Ha dado el Corán, y lo recita día y noche; y una persona a quien Al-lah le Ha otorgado riqueza y propiedad de lo cuál da en caridad día y noche”.





La envidia puede surgir como resultado de la enemistad, el orgullo, la egolatría, las ansias por el liderazgo o la impureza del alma. De esto, la enemistad es la causa más seria, ya que lleva a la malignidad y esto, a su vez, hace que el hombre tenga sed de venganza y a gozarse en cualquier calamidad que pueda afligir a su enemigo.








 El Imán Al Gazali, que Al-lah le é Su perdón, dijo en su libro Al Ihya’: “Tengan cuidado de la envidia, porque es una de las enfermedades fatales de los corazones, y no existe medicamento alguno para las enfermedades del corazón, excepto a través del conocimiento y las obras. El conocimiento que puede aliviar la enfermedad de la envidia es, sin duda, conocer que la envidia es letal para la vida mundanal de las personas tanto como para su religión, y que esta no significa ningún peligro para la persona envidiada en lo que respecta a su vida o a su religión; por otro lado, la persona envidiada puede incluso beneficiarse de ésta. El hecho es que la envidia es verdaderamente peligrosa para la religión del envidioso, porque es a través de esta envidia que él odia el designio de Al-lah y las bendiciones que Él Divide entre Sus siervos; él también odia Su justicia, la cual Él Ha establecido en Su mundo debido a Su Sabiduría. Por lo tanto, el envidioso contiende con ellas y se les opone. Esto es contrario a la creencia en la Unicidad de Al-lah.





Adicionalmente, el envidioso puede compartir con Satanás y el resto de los incrédulos, la satisfacción por las crisis que sufren los creyentes y por las bendiciones que los abandonan. Esta es la maldad en el corazón que devora las buenas obras y las borra como la noche borra el día. La persona que sufre de envidia, es torturada por ésta, y siempre estará angustiada cada vez que vea las bendiciones de Al-lah sobre la persona envidiada”.



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