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El Corán da vida a los corazones





Al-lah, elevado sea, hizo descender el Corán para que sea el espíritu de la comunidad musulmana. El musulmán escucha el Corán, lo comprende, se ve influenciado por él y, finalmente, pone en práctica sus enseñanzas. En varios versos, Al-lah se refiere al Corán con la palabra “espíritu”. El Corán es el libro con el que Al-lah dio vida a una comunidad de seres humanos. Dice Al-lah (lo que se interpreta en español): {¿Acaso quien estaba muerto [de corazón, perdido en la incredulidad] y le dimos vida [guiándole], y le proporcionamos una luz con la cual transita entre la gente es igual, a aquel que se encuentra entre tinieblas y no puede salir de ellas?} [Corán 6:122] Es decir, le dimos vida con el Corán. La luz a la que hace referencia el verso, es la Shari’ah (la Ley de Al-lah). Al comparar estos conceptos y palabras que Al-lah nos enseña con la realidad actual de la Ummah (comunidad musulmana), no podemos sino extrañarnos ante el hecho que muchos de los musulmanes escuchan el Corán, pero es como si no lo escucharan en realidad. Al-lah describe hábilmente a estas personas, cuando Dice (lo que se interpreta en español): {Y no seáis como aquellos que dicen: ‘Escuchamos’, pero en realidad no escuchan} [Corán 8:21]. Son muy pocos los que realmente obedecen al Libro de Al-lah.





 





Queridos hermanos, el Corán es como la lluvia pura y limpia, y los corazones son como la tierra. Así pues, la tierra fértil se beneficia de la lluvia, absorbiendo el agua pura y haciendo brotar de sus entrañas los mejores árboles y frutos, beneficiando así a la gente. Y hay tierras que absorben el agua de la lluvia y la retienen en sus entrañas, pero no producen fruto alguno. Y hay tierras que están llenas de piedras, que no absorben el agua, no se benefician con ella y no producen fruto alguno. ¿Qué tipo de corazón tienes tú, hermano? ¿Es tu corazón como esa tierra que se beneficia con el agua, reteniéndola y dando deliciosos frutos? ¿O eres como esa tierra que sólo retiene el agua, pero no produce frutos? ¿O, que Al-lah nos libre, es tu corazón como la tierra pedregosa, estéril, sin beneficio ni valor alguno para la gente? ¿Cuál es tu tipo de corazón? ¿Qué clase de corazón es ese, que se sienta todos los viernes a escuchar las enseñanzas y que escucha el Corán en todas las oraciones, y que pareciera no escuchar nada?





 





Conocimiento y voluntad





 





Es muy grande la diferencia entre los primeros musulmanes y nosotros. Los primeros miembros de esta comunidad, de esta Ummah, entendieron el Corán, lo aplicaron a sus vidas y lo cuidaron haciéndonoslo llegar intacto. Esos que fueron descritos como “coranes que caminan sobre la tierra”. Esos que cambiaron la historia del mundo, porque aplicaron las enseñanzas del Corán.





 





Sí hermanos. El Corán es el espíritu que corre dentro del cuerpo, cambiando el comportamiento y las acciones de las personas. Podemos resumir este fenómeno con dos palabras: Conocimiento y Voluntad. Conocimiento de lo que Al-lah quiere de nosotros; es decir, saber lo que Al-lah quiere que hagamos y lo que no quiere que hagamos. Y voluntad o deseo de poner en práctica lo que Al-lah ordenó en Su Libro Sagrado. Así pues, puede que un musulmán escuche el verso coránico que prohíbe el consumo de bebidas embriagantes y lo comprenda, pero no tiene la voluntad de obedecer la orden de Al-lah y dejar de una vez la bebida. Al-lah Dijo sobre las bebidas embriagantes (lo que se interpreta en español): {¡Oh, creyentes! Los embriagantes, los juegos de apuesta, las ofrendas para los ídolos y consultar a los adivinos, son una obra inmunda de Satanás. Absteneos de ello y así tendréis éxito} [Corán 5:90] Al-lah Dice: “Absteneos”... Este musulmán débil entiende la orden de Al-lah perfectamente, lo único que le falta es tener la voluntad necesaria que le permitirá responder afirmativamente al llamado de Al-lah…He aquí el problema, he aquí el problema sin duda…Algunos no tienen ni el deseo siquiera, peor aun van a tener la voluntad. No desean siquiera tener la voluntad necesaria para cumplir con la Ley de Al-lah.





 





Vamos a tratar de ilustrar este tema citando un verso del Corán que casi todo el mundo conoce de memoria. Dice Allah (lo que se interpreta en español): {No alcanzaréis la piedad  verdaderamente hasta que no deis [en caridad] de lo que amáis. Y todo lo que diereis, Al-lah bien lo sabe} [Corán 3:92] Es decir, que no alcanzaremos la verdadera piedad, o la verdadera fe, hasta que demos en caridad de los bienes más preciados, más queridos, más amados que tengamos. ¡Subhanal-lah, Alabado sea Al-lah! Puede ser que no seas una persona pudiente, puede que seas una persona de pocos recursos, puede que ni siquiera tengas obligación de pagar el Zakat, y tu dinero y bienes te son muy queridos, muy apreciados…y aún así Al-lah Dice: {No alcanzaréis la piedad (es decir, la complacencia de Al-lah, el Paraíso) hasta que no deis de lo que más amáis}.





Gastar en lo que complace a Al-lah





 





Hermanos, seamos honestos, hablemos con sinceridad…muchos de nosotros gastan su dinero no en lo que complace a Al-lah, sino en lo que no lo complace. Algunos gastan miles de dólares en actividades vanas, en diversión, en lujos…y, ¡ojo!, no estamos diciendo que gastan en actividades ilícitas y pecaminosas, sino en diversión y lujos. Algunos compramos caras y exquisitas comidas que ni siquiera podemos terminar, y lo que sobra lo arrojamos a la basura; pero si se nos pide que gastemos un solo dólar en la causa de Al-lah, nuestra respuesta es negativa, no tenemos la voluntad de hacerlo, nos mostramos indecisos. ¡Subhaanal-lah, Alabado sea Al-lah! Para estas personas, aquel musulmán que le dice: “Gasta por la causa de Al-lah”, se convierte en la persona más detestable. Seamos honestos con nosotros mismos y analicemos nuestras acciones antes que seamos llamados a rendir cuentas el Día del Juicio. Y uno nunca sabe, puede ser que el Día del Juicio esté cerca, puede ser que al mediodía estés vivo y al llegar la tarde te encuentres ante Al-lah, elevado sea, listo para ser juzgado…no creas que es algo que no te sucederá a ti.





 





La voluntad de Abu Darda





 





Había un discípulo del Mensajero de Allah, sallallahu ‘alayhi wa sallam, uno de sus Sahabas, llamado Abu Darda. Abu Darda poseía un huerto frente a la mezquita del Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, en Medina. Al Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, le gustaba entrar en este huerto y beber de su agua y comer de sus frutos. Era el más hermoso huerto y jardín de Medina, Abu Darda se sentía muy orgulloso de su huerto y lo amaba mucho. Cuando Al-lah hizo descender el verso (que se interpreta en español): {No alcanzaréis la piedad verdaderamente hasta que no deis [en caridad] de lo que amáis} [Corán 3:92], Abu Darda fue donde el Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, y le dijo: “Oh Mensajero de Al-lah, extiende tu mano hacia mí”. Y el Profeta así lo hizo. Luego, Abu Darda le dijo: “Al-lah es testigo de que este huerto es el bien que más amo de entre mis posesiones. Tómalo pues, oh Mensajero de Al-lah, y haz con él lo que desees”. ¡Subhanal-lah, Alabado sea Al-lah! La voluntad de este hombre por practicar las enseñanzas del Corán era tan fuerte, que después de donar el huerto entró en él y encontró en el bolsillo de su hijo un dátil, y le dijo: “Oh hijo, deja este dátil, pues este huerto ya no es nuestro”. ¡Subhanal-lah, Alabado sea Al-lah! La voluntad, la voluntad hermanos.





 





¿Qué es la voluntad?





 





La voluntad de sacrificar algo por Al-lah, y de no dejar que eso que amamos tanto nos controle; y si tienes la voluntad de dar hasta tu vida por Al-lah, encontrarás las fuerzas para hacerlo. Pero cuando el ser humano no tiene la voluntad, aunque tenga conocimiento, lo vemos regateando hasta por un dólar, tacañeando hasta un dólar. Lo vemos tacañeando cinco minutos de su tiempo para realizar la oración, para pedir la Misericordia de Al-lah. No tiene la voluntad para realizar el Wudu y rezar cinco minutos; pero sí tiene la voluntad y las ganas para quedarse hasta la madrugada jugando cartas o conversando banalidades con sus amigos. Seamos honestos, seamos sinceros con nuestras personas… ¡hermanos! Abu Darda escuchó las palabras de Al-lah (lo que se interpreta en español): {No alcanzaréis la piedad verdaderamente hasta que no deis [en caridad] de lo que amáis}[Corán 3:92], y no lo pensó dos veces; no se puso a calcular cuánto iba a perder, no buscó excusas; sino que dijo: “Oh Mensajero de Al-lah, toma mi huerto y haz con él lo que quieras”.





Pero Abu Darda no fue el único en darnos una lección de cómo debe ser el musulmán, no es el único en darnos un ejemplo de cómo ser mejores. Aquí tenemos a otro de los discípulos del Mensajero de Allah, Abdullahi bin Umar, que Al-lah esté complacido con él, quien tenía una esclava romana muy bella y a él le gustaba mucho. Pero cuando escuchó las palabras de Al-lah, le dijo: “Puedes irte, eres libre. Te he liberado por la causa de Al-lah”. Algunas personas le dijeron: “Pero, ¿por qué no te casas con ella?, así la liberas y te quedas con ella como esposa”. Abdullahi bin Umar les respondió: “No lo haré, pues la he liberado única y exclusivamente por la causa de Al-lah, y temo que al casarme con ella alguien dude de la sinceridad de este mi acto”.





El caballo de Zaid bin Harizah





 





Y como si no fuera ya suficiente vergüenza para nuestras almas mezquinas y duros corazones el escuchar sobre el desprendimiento de estos dos discípulos del Profeta, sallallaahu ‘alayhi wa sallam, examinemos las palabras de este tercer discípulo del Profeta de nombre Zaid bin Harizah, quien, al escuchar el verso que mencionamos, vino al Profeta de Al-lah trayendo su caballo, y le dijo: “Oh mensajero de Al-lah, Al-lah es testigo, y tú eres testigo que no poseo más que este caballo…tómalo pues y úsalo en la causa de Al-lah”. ¡Subhanal-lah, Alabado sea Al-lah! ¿Son nuestras posesiones más valiosas que las posesiones que estos tres discípulos del Profeta, sallallaahu ‘alayhi wa sallam, dieron por la causa de Al-lah? ¿Acaso no las amamos tanto como ellos las amaban?





 





Las acciones de estos hombres creyentes son el mejor ejemplo de cómo el musulmán debe responder al llamado de Al-lah en el Corán. El mu’min (el verdadero creyente), cuando escucha la palabra de Al-lah, dice: “Escucho y obedezco”; en cambio el hipócrita, cuando escucha la palabra de Al-lah la desobedece, y en vez de arrepentirse de sus actos pecaminosos, se siente orgulloso de ellos. Y las personas que les recuerdan de lo pecaminoso de sus actos, se convierten para ellos en las peores personas. Tal y como dijo el Mensajero de Al-lah, sallallaahu ‘alayhi wa sallam, en una de sus profecías: “Vendrá un tiempo en que las personas de mi comunidad preferirán la pestilencia del cadáver de un burro, a la presencia de una persona que les recuerde sobre Al-lah”.





 





El verdadero creyente reacciona diferente cuando se recuerda de Al-lah. Dice Allah (lo que se interpreta en español): {Los verdaderos creyentes son aquellos quienes, cuando se les recuerda a Al-lah, sus corazones se sobrecogen; y cuando se les recita el Corán, su fe aumenta y se encomiendan a Su Señor} [Corán 8:2] Es decir: haz lo que Al-lah ha ordenado y deja lo que Él ha prohibido, y encomiéndate a Él. La dotación está en manos de Al-lah. Sabe querido hermano que, si no das algo por la causa de Al-lah voluntariamente, Al-lah tiene el poder de hacer que lo des aún contra tu voluntad. Y sabe querido hermano que, si no dejas algo prohibido por Al-lah voluntariamente, Al-lah tiene el poder de hacer que lo dejes aún contra tu propia voluntad. Por ejemplo, un musulmán que consume bebidas alcohólicas y que sabe que Al-lah ha prohibido su consumo, pero no se abstiene de consumirlas, Al-lah tiene el poder de hacerlo dejar de consumirlas, aunque sea contra su voluntad. Así, su médico le puede informar que su hígado está en muy mal estado a consecuencia del daño causado por el alcohol, y le puede prohibir terminantemente seguir bebiendo. Al-lah es El Todopoderoso, pero te da la oportunidad de que hagas uso de tu voluntad y decidas qué hacer. No nos dejemos engañar por los susurros de Satanás que nos dice: “Pero qué tiene de malo hacer esto o aquello, si todo el mundo lo hace…” Acaso si todo el mundo decidiera tomar veneno, ¿tú también lo tomarías? Claro que no.





 





La voluntad de Abu Bakr





 





Por último, mencionaremos un episodio que ocurrió con uno de los más grandes discípulos del Mensajero de Allah, sallallaahu ‘alayhi wa sallam. Analicémonos a nosotros mismos a leer esta historia y pensemos en cómo hubiésemos reaccionado ante la siguiente situación:





 





Todos conocemos a Abu Bakr Al-Siddiq, que Al-lah esté complacido con él, uno de los más grandes discípulos del Profeta, sallallaahu ‘alayhi wa sallam, y padre de su más querida esposa, Aisha hija de Abu Bakr, que Al-lah esté complacido con ella. Resulta que algunos de los hipócritas de Medina inventaron un rumor en contra de Aisha, acusándola de adulterio. Imagínense cómo se sentía Abu Bakr y el gran enojo que debía sentir contra aquellos que inventaron semejante calumnia. Y resulta que uno de aquellos que andaba llevando el chisme de lugar en lugar, era una persona pobre a la que Abu Bakr ayudaba con su dinero. Cuando Abu Bakr se enteró de esto juró, por Al-lah nunca más ayudar a este hombre pobre y desagradecido. Entonces Al-lah reveló las siguientes palabras (lo que se interpreta en español): {Que los benefactores y los adinerados no juren dejar de asistir a los parientes, a los pobres y a quienes dejaron sus hogares por la causa de Al-lah, y que les perdonen y disculpen. ¿Acaso no amáis ser perdonados por Al-lah? Al-lah es Indulgente, Misericordioso.} [Corán 24:22] Al escuchar estas palabras, Abu Bakr dijo: “Claro que sí mi Señor, yo amaría ser perdonado por Ti. Juro por Al-lah que no le cortaré mi ayuda nunca más”. ¡Subhaanal-lah, Alabado sea Al-lah! ¿Acaso no es esta la verdadera fuerza de voluntad? Abu Bakr estaba muy molesto con el hombre desagradecido, en especial si sabemos que Aisha era una mujer pura e intachable, más virtuosa que todas nuestras hijas y esposas, y que el calumniar a una mujer así de virtuosa es un gran crimen. Pero Abu Bakr era un musulmán en el verdadero sentido de la palabra, era un ‘sometido a la voluntad de Al-lah’ y contaba con una fuerza de voluntad y una obediencia impresionantes. Pongámonos en el lugar de Abu Bakr y examinemos como sería nuestra reacción. En especial sabiendo que muchas veces los hermanos se dejan de hablar o de ayudar por una discusión tonta y vana. Imagínense si alguien manchara nuestro honor con una calumnia como la que sufrió Aisha. Pero Abu Bakr ponía al Corán por sobre todas las cosas, de aquí que apenas escuchó el verso anterior juró volver a ayudar al pobre desagradecido.





 





No podemos aducir ignorancia





 





La voluntad no se compra en un supermercado, ni se consigue debido a nuestra posición social o país de origen; sino que se aprende poco a poco, se la va criando, se la va desarrollando paso a paso. Con cada oración, con cada pequeño esfuerzo por la causa de Al-lah.





 





Algunas personas se excusan diciendo que no conocen la religión, y que por eso son como son y hacen lo que hacen. Esta es una excusa inaceptable hermanos. ¿Quién de nosotros no sabe que debemos seguir el ejemplo del Mensajero de Al-lah? ¿Quién de nosotros no sabe que Al-lah nos ha ordenado rezar cinco oraciones al día? ¿Ramadan? ¿Hayy? ¿Quién no sabe que Al-lah ha prohibido el engaño, la mentira, la inmoralidad, etc.? El Profeta, sallallaahu ‘alayhi wa sallam, dijo: “Lo que Al-lah ha permitido está claro, y lo que ha prohibido también está claro”. Y el que no sabe, que aprenda y que no sienta vergüenza. La única vergüenza que debe sentir es de la de llegar al Día del Juicio y darse cuenta que ya no hay marcha atrás. Muchos de los seguidores del Mensajero de Al-lah eran mayores en edad que él, pero eso nunca les impidió preguntar sobre lo que ignoraban.



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