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Hallazgos arqueológicos de la ciudad de Iram





A comienzos de 1990 aparecieron titulares en importantes periódicos con frases como “Ha sido descubierta una legendaria ciudad árabe perdida”, “Se ha encontrado la ciudad árabe de la leyenda”, “Ubar, la Atlántida de las arenas”. Lo que ha vuelto más sorprendente este hallazgo arqueológico es el hecho de que esta ciudad estaba también mencionada en el Corán. Muchas personas que pensaban que el pueblo de ‘Ad mencionado en el Corán era una leyenda o que su localización jamás sería encontrada, no podían ocultar su asombro ante este descubrimiento. El hallazgo de esta ciudad, que sólo era recordada en las tradiciones orales de los beduinos, despertó gran interés y curiosidad.





 





Fue Nicholas Clapp, un arqueólogo aficionado, quien encontró esta legendaria ciudad mencionada en el Corán. Como amante de la civilización árabe y premiado director de documentales, Clapp se había topado con un libro muy interesante durante sus investigaciones en historia de los árabes. Ese libro era “Arabia Felix” escrito por el investigador inglés Bertram Thomas en 1932. “Arabia feliz” era el nombre que los romanos le daban al extremo sur de la Península Arabe que hoy incluye al Yemen y parte de Omán. Los griegos llamaban a esta región “Eudaimon Arabia” y los eruditos árabes del medioevo la denominaban “Al-Yaman As-Sa’ida”[1].





 





Todos estos nombres significan “Arabia afortunada” porque la gente que vivía en esa región en los tiempos antiguos era conocida como la gente más afortunada de su tiempo. Ahora bien, ¿cuál era la causa de esta designación?





 





Su buena fortuna se debía en parte a su estratégica ubicación, que les permitía oficiar como intermediarios en el comercio de las especias entre la India y el norte de la Península. Por otro lado el pueblo que vivía en esa región producía y distribuía incienso, una resina aromática proveniente de raros árboles. Muy apreciado por las antiguas comunidades, este producto era utilizado como sahumerio en varios ritos religiosos. En aquellos tiempos ese producto era casi tan valioso como el oro.





 





El investigador británico Thomas describía a esas “afortunadas” tribus in extenso, y afirmaba que había encontrado rastros de una antigua ciudad fundada por esos pueblos[2]. Era la ciudad conocida como “Ubar” por los beduinos. En uno de los viajes que él hizo a la región, los beduinos que vivían en el desierto le habían mostrado unas sendas muy deterioradas afirmando que ellas conducían hacia la antigua ciudad de Ubar. Thomas, quien mostraba un gran interés en el tema, murió antes de poder completar su búsqueda.





 





Clapp, que examinó lo que había escrito el investigador inglés, estaba convencido de la existencia de la ciudad perdida descripta en el libro. Sin perder tiempo comenzó su búsqueda.





 





Clapp utilizó dos caminos para probar la existencia de Ubar. Primero, encontró las sendas que los beduinos decían que existían. Recurrió a la NASA para obtener imágenes satelitales del área. Después de una larga lucha, consiguió persuadir a las autoridades para que tomaran fotos de la región[3].





 





Clapp siguió con el estudio de antiguos manuscritos y mapas de la Biblioteca Huntington en California. Su objetivo era encontrar un mapa de la región. Después de una breve búsqueda encontró uno. Era un mapa trazado por el conocido geógrafo greco-egipcio Ptolomeo en el 200 d.C. En el mapa figuraba la ubicación de una antigua ciudad en la región y los caminos que conducían a ella.





 





Entretanto, recibió noticias de que la NASA había tomado las fotos solicitadas. En las fotos se distinguían algunos senderos de caravanas que era difícil identificar a ojo desnudo y que sólo podían apreciarse en su totalidad desde el cielo. Comparando estas fotos con el viejo mapa que tenía en sus manos, Clapp finalmente llegó al resultado que anhelaba: los senderos del mapa se correspondían con los que se veían en las fotos tomadas desde el satélite. El destino final de estos senderos era un amplio solar en donde se presumía que alguna vez hubo una ciudad.





 





Finalmente se había descubierto la ubicación de esa legendaria ciudad que se mencionaba en las tradiciones orales de los beduinos. En poco tiempo empezaron las excavaciones y comenzaron a emerger de las arenas los restos de una antigua ciudad. Por eso fue que esta ciudad perdida fue descripta como “Ubar, la Atlántida de las arenas”.





 





Ahora bien, ¿qué fue lo que probó que esta urbe era la ciudad del pueblo de ‘Ad mencionada en el Corán?





 





A partir del momento mismo en que comenzaron a desenterrarse las ruinas quedó claro que las mismas pertenecían al pueblo de ‘Ad y eran los pilares de Iram mencionados en el Corán, porque entre las estructuras desenterradas se encontraron las torres allí mencionadas. Un miembro del equipo de investigadores que conducía la excavación, el Dr. Zarins, dijo que al ser las torres la característica distintiva de Ubar, y siendo que Iram es mencionada como poseyendo pilares o torres, esto constituye la prueba más contundente de que las ruinas descubiertas pertenecían a esa ciudad del pueblo de ‘Ad descripta en el Corán. El Corán menciona a Iram como sigue:





 





{¿No has visto [¡Oh, Muhammad!] cómo tu Señor castigó al pueblo de ‘Ad ? Y al de Iram [pueblo del Yemen], el de las [construcciones con fuertes] columnas, al que no se le asemejó pueblo alguno.} [Corán 89:6-8].





 





Como puede verse, el hecho de que la información suministrada por el Corán sobre acontecimientos del pasado confirme los datos históricos recientemente obtenidos, es una evidencia más de que es la Palabra de Al-lah.





 








[1]Kamal Salibi, A History of Arabia (Historia de Arabia), Caravan Books, 1980.





[2]Bertram Thomas, Arabia Felix: Across the “Empty Quarter” of Arabia (Arabia Felix: A través de la “región vacía” de Arabia), New York: Schrieber’s Sons 1932, p. 161.





[3]Charlene Crabb, “Frankincense”, Discover, January 1993





 



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