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El Islam es una religión de misericordia para todas las personas, sean musulmanes o no. El Profeta fue descrito en el Corán como una misericordia, por el mensaje que trajo a la humanidad:





“Y no te hemos enviado sino como misericordia para todos los mundos”. (Corán 21:107)





Cuando una persona analiza la legislación del Islam con una mente abierta, la Misericordia mencionada en este versículo se hace muy evidente. Uno de los aspectos que constituyen un epítome de esta Misericordia, es la forma en que la legislación del Islam trata a la gente de otras creencias. La actitud tolerante del Islam hacia los no-musulmanes, ya sea que se trate de aquellos que viven en sus propios países o dentro de tierras musulmanas, puede verse claramente a través de un estudio de la historia. Este no es un hecho pretendido sólo por los musulmanes, sino aceptado por muchos historiadores no-musulmanes. El Patriarca Ghaytho escribió:





“Los árabes, a quienes el Señor ha dado control sobre el mundo, nos tratan como ya saben: no son enemigos de los cristianos. En realidad, ellos elogian nuestra comunidad, tratan a nuestros sacerdotes y santos con dignidad, y ofrecen ayuda a las iglesias y monasterios”.[1]





Will Durant escribió:





“En la época del califato Omeya, la Gente del Pacto, cristianos, zoroastrianos, judíos y sabeos, disfrutaron de un grado de tolerancia que no se encuentra aún hoy en los países cristianos. Fueron libres de practicar los rituales de su religión, y sus iglesias y templos fueron preservados. Disfrutaron de una autonomía en la que estaban sujetos a las leyes religiosas de los eruditos y jueces”.[2]





Estas relaciones entre musulmanes y personas de otras creencias no se debieron a la mera política desempeñada por los gobernantes musulmanes, sino que fueron el resultado directo de las enseñanzas de la religión del Islam, una de las cuales predica que la gente de otras religiones es libre de practicar su propia fe, sólo aceptando por su propia voluntad la guía ofrecida por el Islam. Dice Dios en el Corán:





“No hay coacción en asuntos de fe…” (Corán 2:256)





El Islam no sólo demanda su libertad en la práctica religiosa, sino también que deben ser tratados con justicia como cualquier otro ser humano. Advirtiendo contra cualquier abuso hacia los no-musulmanes en una sociedad islámica, el Profeta declaró:





“¡Tengan cuidado! Quien es cruel y duro con una minoría no-musulmana, restringiendo sus derechos, cargando a estas gentes con más de lo que pueden soportar, o tomando cualquier cosa de ellos en contra de su voluntad, yo (el Profeta Muhammad) reclamaré en contra de esa persona el Día del Juicio”. (Abu Dawud)





¡Qué lejos de esta conducta están la mayoría de las naciones, que hoy día no sólo suprimen los derechos de las religiones extranjeras, sino también a los extranjeros y a otras razas! En tiempos en que los musulmanes fueron torturados hasta la muerte en La Meca pagana, los judíos fueron perseguidos en la Europa cristiana, y muchas otras gentes fueron subyugadas por su raza o casta, el Islam llamó al justo trato de todos los pueblos y religiones, debido a sus principios misericordiosos que le dieron al género humano el derecho a su humanidad.





Se habla mucho en estos días sobre la tolerancia que tiene el Islam por las otras religiones en el mundo. Algunos opinan que el Islam ordena a los musulmanes luchar contra el mundo hasta que todos se conviertan en musulmanes, creando sentimientos de rencor sin saber realmente lo que dice la religión respecto a ello, y menos aún sobre la existencia de no-musulmanes en un país islámico.





En cuanto a la residencia dentro de una sociedad musulmana, los no-musulmanes son clasificados en tres tipos. Para entender estos tipos, es necesario profundizar en la comprensión de la relación entre musulmanes y gentes de otras creencias en una sociedad islámica:





Clasificación de los no-musulmanes





A.        Residentes permanentes





Los juristas musulmanes utilizan el término “Gente de la Alianza’[1] (en árabe dimmi o Ahlul-Dimma) para referirse a los residentes no-musulmanes. No es un término despectivo, como algunos han querido hacer ver. En lengua árabe, la palabra dimma dignifica un tratado de protección para los no-musulmanes que viven en un territorio musulmán. Un término similar, Ahlul-Dimma, significa “Gente de la Alianza”, porque están protegidos bajo la alianza extendida a ellos por el Profeta Muhammad y los musulmanes.[2] Los no-musulmanes tienen protección garantizada en la sociedad musulmana en tanto paguen un impuesto y cumplan con las legislaciones específicas que se mencionan en la Ley Islámica. Esta alianza de protección no está limitada a un término de tiempo específico. Por el contrario, es efectiva en tanto quienes están cubiertos por dicha alianza cumplan con sus condiciones.[3] La buena intención tras el término dhimmi puede verse en la carta escrita por el Califa Abu Bakr as-Siddiq[4] a los no-musulmanes de Nayran:





“En el Nombre de Dios, el Clemente, el más Misericordioso. Esta es la declaración escrita por el siervo de Dios, Abu Bakr, el sucesor de Muhammad, el Profeta y Mensajero de Dios. Él ratificó para ustedes los derechos de un vecino protegido, en sus personas, sus tierras, su comunidad religiosa, su riqueza, sus criados y sirvientes, aquellos de ustedes que estén presentes o en el extranjero, sus obispos y monjes, y los monasterios, y todo lo que poseen, sea grande o pequeño. No serán privados de nada de eso, y tendrán total control sobre ello…’[5]





Otro ejemplo es la declaración de un famoso erudito clásico del Islam, el Imán Awzai’[6] en su carta al gobernador abasí Salih b. Ali b. Abdul-Lah acerca de la Gente de la Alianza, “ellos no son esclavos, así que ten cuidado de no cambiar su situación después que han vivido en libertad. Son Gente libre de la Alianza”.[7]





Reconociendo este hecho, Ron Landau escribió:





“En contraste con el Imperio Cristiano, que procuró imponer el cristianismo a sus súbditos, los árabes extendieron el reconocimiento a las minorías religiosas, y aceptaron su presencia. Judíos, cristianos y zoroastrianos fueron conocidos como “Gente de la Alianza”, es decir, naciones que disfrutaban de un estado de protección”.[8]





B.        Residentes temporales





Esta categoría incluye dos tipos:





1)               Los residentes de países no-musulmanes que están en paz con los musulmanes a través de acuerdos de paz específicos, tratados internacionales u otros mecanismos, quienes llegan a países musulmanes temporalmente por trabajo, educación, negocios, en misiones diplomáticas u otros. Los juristas musulmanes se refieren a ellos en árabe como mua-ahadún, que significa, “aquellos con los que hay un pacto”.





2)               Los residentes de países no-musulmanes con los que los musulmanes no tienen tratados de paz, o que pueden estar en guerra contra los musulmanes, quienes llegan a países musulmanes temporalmente por trabajo, educación, negocios, en misiones diplomáticas u otros. Los juristas musulmanes se refieren a ellos en árabe como mustaminún, que significa, “los que buscan protección”.





Todos estos tipos tienen derechos generales comunes entre ellos, y derechos que son específicos de cada grupo. Limitaremos nuestra exposición en especial a los derechos más generales y comunes, para evitar detalles excesivos.





Los derechos generales de los no-musulmanes





La expresión “derechos humanos” es relativamente nueva, habiendo entrado en el uso cotidiano apenas a partir de la Segunda Guerra Mundial, al fundarse las Naciones Unidas en 1945, y con la adopción por la Asamblea General de la ONU de la Declaración Universal de los Derechos Humanos en 1948.[9] Aunque su aparición en el derecho internacional es relativamente reciente, la idea de los derechos humanos no es nueva. Si uno estudia y compara la Declaración Universal de los Derechos Humanos con los derechos humanos reconocidos por el Islam hace 1400 años, se puede ver claramente el nivel de alta moral logrado por el Islam antes de la Declaración Universal.[10] Este modelo moral no fue el resultado de un esfuerzo del intelecto humano. La fuente de la moral islámica es Dios. La norma divina provee verdadera amplitud y profundidad en las necesidades humanas. Prevé todo lo que beneficia a la raza humana y la protege de cualquier daño. Un estudio objetivo puede concluir que “no hay religión o código moral en la tierra que haya dado atención más generosa a afirmar fielmente estos derechos que el Islam, detallándolos, clarificándolos y expresándolos”.[11]





La Sharíah, que es el código legal y moral del Islam, no se limita a otorgar derechos sólo a los musulmanes. Una de sus características distintivas es que los no-musulmanes comparten muchos de estos derechos. Es un hecho que el principio general es que los no-musulmanes tienen los mismos derechos y obligaciones que los musulmanes.[12] Este aspecto de la religión es único del Islam, y quizás no ha sido alcanzado por ninguna otra religión en el mundo. Si miramos el cristianismo, por ejemplo, el Profesor Joseph Heath de la Universidad de Toronto, dice: “No hace falta decir que usted puede revisar la Biblia y no encontrar una sola mención de ‘derechos’. También, puede hurgar en los últimos 1500 años de cristiandad sin encontrar ningún derecho. Esto es porque la idea está totalmente ausente”.[13]





Los no-musulmanes tienen muchos derechos en el Islam. Limitaremos nuestra exposición a los más importantes de ellos, como el de la libertad de credo, el derecho al trabajo y la vivienda, la libertad de desplazamiento y de educación.





Dios ha creado a los seres humanos con una dignidad confirmada, tanto musulmanes como no-musulmanes, y ha elevado su estado muy por encima de Su creación. Dios dice en el Corán:





“Es cierto que hemos honrado a los hijos de Adán. Los llevamos por la tierra y por el mar, les damos cosas buenas como provisión y les hemos favorecido con gran preferencia por encima de muchas de las criaturas”. (Corán 17:70)





Como símbolo honorífico y para elevar su posición, Dios ordenó a los ángeles que se postraran con humildad ante Adán, el padre de la humanidad. Dios nos informa en el Corán:





“Y cuando dijimos a los ángeles: Póstrense ante Adán, y se postraron. Sin embargo, Iblís se negó”. (Corán 20:116)





Dios otorgó muchos favores a la humanidad, algunos de los cuales son evidentes, mientras que otros están ocultos. Por ejemplo, Él sometió a los cielos y a la tierra a los seres humanos para honrarlos. Él dijo:





“Dios es quien ha creado los cielos y la tierra y hace caer agua del cielo con la que hace que salgan frutos que les sirven de provisión. Y les ha subordinado la nave que navega en el mar gracias a Su mandato, y los ríos. Y les ha subordinado al sol y a la luna, incesantes; y a la noche y al día. Y les ha dado de todo lo que han pedido. Si tratan de contar las bendiciones de Dios, no podrán enumerarlas; es cierto que el hombre es injusto, ingrato”. (Corán 14:32-34)





La posición que Dios ha dado a la humanidad configura las bases del principio de dignidad humana en el Islam, sea la persona musulmana o no. El Islam hace hincapié en que el origen de toda la humanidad es uno; por lo tanto, todos los seres humanos tienen ciertos derechos. Dios dice:





“¡Oh, humanos! Los hemos creado a partir de un varón y de una hembra y los hemos hecho pueblos y tribus distintos para que se reconozcan unos a otros. Y en verdad que el más noble de ustedes ante Dios es el que más Le teme. Dios es Conocedor y está perfectamente informado (de todas las cosas)”. (Corán 49:13)





El Mensajero de Dios declaró en su sermón de despedida, dirigiéndose a la mayor de las reuniones en la historia árabe hasta ese momento:





“Gente, sepan que su Señor es Uno y que su padre es uno. Deben saber que un árabe no es superior a un no-árabe, ni un no-árabe es superior a un árabe, ni un hombre rojo es superior a un hombre negro, ni uno negro sobre uno rojo, excepto en términos de lo que cada persona tiene de piedad. ¿He transmitido el mensaje?”[1]





Un ejemplo de la preservación de la dignidad humana de los no-musulmanes es el derecho de que sus sentimientos sean respetados, por ejemplo, que se les muestren buenos modales en el discurso y en el debate en obediencia al mandato divino:





“Y no discutan con la Gente de la Alianza sino de la mejor manera, a excepción de los que hayan sido injustos. Y digan: Creemos en lo que se nos ha hecho descender, nuestro Dios y su Dios es Uno y nosotros estamos sometidos a Él (somos musulmanes)”. (Corán 29:46)





Los no-musulmanes tienen el derecho a que no se haga burla de sus creencias. No es una exageración decir que no existe otra religión o secta en el mundo que sea tan justa con las personas de otras creencias como el Islam. Por ejemplo demos un vistazo al versículo del Corán:





“Di: ¿Quién les da la provisión desde los cielos y la tierra? Di: Dios. Y necesariamente uno de los dos, o nosotros o ustedes, está guiado, mientras que los otros están en un claro extravío”. (Corán 34:24)





El versículo termina con una pregunta retórica, cuya respuesta es común al conocimiento de la audiencia a quien va dirigida. El versículo mezcla la certeza con la duda: Los musulmanes siguen la guía, y el error de los incrédulos se presenta como algo dudoso. Al hacer esto, Dios enfatiza la verdad al permitir que el lector saque sus propias conclusiones. Dios no declara en este versículo quién está siguiendo la guía y quién no. El versículo trata al “oponente” ficticio con justicia al presentar el argumento y permitir a quien lo escucha que lo juzgue. Az-Zamajshiri, un lingüista clásico y exégeta del Corán, explica este punto con detalle:





“Este es un discurso equitativo: Quienquiera que lo escuche, partidario o adversario, dirá que la persona que ha hablado ha tratado con justicia a quienes ha dirigido la palabra. Lleva a quien escucha a la conclusión inevitable, después que el argumento ha sido presentado, de forma que no hay duda acerca de quién sigue la guía y quién está errado. La indicación de los hechos, como si la pregunta fuera un acertijo, proporciona una prueba más convincente de la verdad, el oponente es desarmado con gentileza, sin recurrir a una pelea acalorada”.[2]





Un ejemplo del estilo empleado por el Corán sería que alguien dijera en un debate “Dios sabe quién dice la verdad y quién miente”.[3]





Dios también ha prohibido a los musulmanes hablar mal de los dioses y divinidades adorados por los no-musulmanes, para que ellos tampoco hablen mal del Único, el Dios Verdadero. Será difícil encontrar un ejemplo similar en cualquier escritura de las grandes religiones del mundo. Si los politeístas escucharan a los musulmanes hablar mal de sus dioses, esto los llevaría a hablar mal de Allah (el nombre propio de Dios). Además, si los musulmanes fueran a hablar mal de los dioses paganos, esto instigaría a los politeístas a calmar sus sentimientos heridos hiriendo los sentimientos de los musulmanes. Tal escenario va contra la dignidad humana de ambas partes y daría lugar al odio y rechazo mutuos. Dios dice en el Corán:





“Y no insulten a los que ellos, fuera de Dios, invocan; no sea que ellos insulten a Dios por reacción hostil y sin conocimiento. Así es como hemos hecho que a cada comunidad le parecieran buenas sus acciones, luego habrán de volver a su Señor que les hará saber lo que hacían”. (Corán 6:108)





Otro ejemplo de cómo el Islam da sentido a la dignidad humana es el siguiente. Una historia famosa ilustra el grado con el que los califas de los inicios del Islam protegieron la dignidad de los no-musulmanes. Amr ibn al-As fue gobernador de Egipto. Uno de sus hijos le dio una golpiza con un látigo a un cristiano copto diciendo: “¡Soy el hijo de un hombre noble!” El copto se dirigió a Umar ibn al-Jattab, el califa musulmán que residía en la ciudad de Medina, y presentó una denuncia. Estos son los detalles tal como los relató Anas ibn Malik, el sirviente personal del Profeta durante su vida:





“Estábamos sentados con Umar ibn al-Jattab cuando llegó un egipcio y dijo: “Emir de los creyentes, acudo a ti como refugiado”. Entonces, Umar le preguntó sobre su problema y él contestó: “Amr tenía la costumbre de dejar sus caballos correr libremente por Egipto. Un día, llegué cabalgando mi yegua. Cuando pasé al lado de un grupo de personas, me miraron. Muhammad, el hijo de Amr se levantó y se dirigió hacia mi diciendo: ‘Juro por el Señor de la Kaaba que esta es mi yegua!’ Yo respondí: ‘¡Juro por el Señor de la Kaaba que esta yegua es mía!’ Se acercó y comenzó a golpearme con un látigo, diciendo: ‘Debiste tomarla, porque soy el hijo de un hombre noble (es decir, soy más generoso que tú)’. El incidente llegó hasta Amr, quien temió que yo viniera a ti, por lo que me encarceló. Escapé y aquí estoy ante ti”.





Anas continuó:





“Juro por Dios, la única respuesta que Umar dio al Egipcio fue que tomara asiento. Entonces, Umar escribió una carta a Amr, diciéndole: ‘Cuando esta carta llegue a ti, ven y tráeme a tu hijo, Muhammad’. Luego, le dijo al egipcio que permaneciera en Medina hasta que se le avisara que Amr había llegado. Cuando Amr recibió la nota, llamó a su hijo y le preguntó: ‘¿Has cometido un crimen?’ Su hijo sostuvo que no. Amr preguntó: ‘Entonces, ¿por qué Umar me escribe acerca de ti?’ Ambos fueron a ver a Umar”.





Anas narró el siguiente incidente:





“Juro por Dios, estábamos sentado con Umar, y llegó Amr vistiendo ropas de gente común. Umar buscó al hijo con la mirada, y lo vio de pie detrás de su padre (para ser menos visible). Umar preguntó: ‘¿Dónde está el egipcio?’, y él respondió: “¡Aquí estoy!” Umar le dijo: ‘Aquí está el látigo. Tómalo y golpea al hijo del hombre noble’. Así que él lo tomó y lo golpeó con fuerza, mientras Umar decía una y otra vez: ‘Golpea al hijo del hombre noble’. No lo hicimos detenerse hasta que estuvimos satisfechos de que lo hubiera golpeado lo suficiente. Entonces, Umar dijo: ‘Ahora tú debes tomarlo y golpearme en mi cabeza calva. Todo esto te ha ocurrido por el poder que tengo sobre ti’. El egipcio respondió: ‘Estoy satisfecho y mi ira se ha calmado’. Umar le dijo: ‘Si me hubieras golpeado, yo no te habría detenido hasta que lo hubieras querido. Y tú, Amr, ¿desde cuándo has hecho de la gente tus esclavos? Ellos nacieron libres’. Amr comenzó a disculparse, diciéndole: ‘No sabía que era esto lo que ocurrió’. Entonces, Umar dijo volviéndose de nuevo al egipcio: ‘Puedes irte, y sé guiado. Si te ocurre cualquier cosa mala, escríbeme’”.[1]





Ese fue Umar, quien dijo cuando recién fue electo como Califa: “Los débiles serán hechos fuertes, porque tomaré para ellos los que son sus derechos. Y los fuertes serán hechos débiles, porque tomaré de ellos lo que no les pertenece por derecho”. La historia lo ha registrado como un gobernante justo por su equidad para con los oprimidos, independientemente de la condición social, y por su firmeza contra el opresor, independientemente de su rango.





El valor de esta historia es que registra cómo la gente tenía un sentido de su humanidad y de su dignidad bajo el gobierno del Islam. Incluso un golpe injusto fue rechazado y despreciado. Muchos incidentes de injusticia similares a esta historia ocurrieron en tiempos del Imperio Bizantino, pero nadie se movió para corregirlos. Sin embargo, bajo la protección del gobierno islámico, vemos un ejemplo de una persona oprimida que tiene tan fuerte la convicción de su dignidad y el acceso a sus derechos, que estuvo dispuesto a emprender los infortunios y privaciones de un viaje desde Egipto hasta Medina, a causa de su confianza en que encontraría a alguien que escuchara su denuncia.



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