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10 enseñanzas del Profeta Muhammad que me inspiran





Por el Sheij Ahmad Kutty





 





El Profeta Muhammad (la paz sea con él) es el ejemplo perfecto de excelencia moral y espiritual.





Esta simple declaración por sí sola expresa mi amor por él.





Sus ejemplos concretos de virtud, a la vez versátiles y amplios, sirven como fuentes perennes de inspiración.





Cuando era niño, fui iniciado en el tesoro de la sabiduría profética en el maktab mientras nosotros, con la gran pasión que acompaña a la juventud, memorizamos las declaraciones del Profeta (la paz sea con él).





Al avanzar hacia estudios superiores, las semillas de amor por el Profeta, así plantadas, crecieron en intensidad hasta convertirse en una pasión para toda la vida.





Ahora, no pasa un día en mi vida sin estar expuesto al verdadero tesoro de su sabiduría.





A través de mis estudios, me siento humilde por la magnitud de los esfuerzos realizados por innumerables hombres y mujeres cuyas vidas habían sido transformadas por el mensajero de la misericordia, hombres y mujeres que dedicaron sus vidas a preservar, escudriñar, transmitir y comentar las tradiciones proféticas.





El volumen de las obras que analizan las tradiciones proféticas, infiriendo y comentando sobre ellas, que abarcan una amplia gama de disciplinas, infunde un profundo sentido de asombro por el modelo profético.





Uno se pregunta si existe otro personaje comparable en la Historia.





Me aventuraría tan lejos como para afirmar que no hay.





Esta exposición constante nutrida a la sabiduría profética ha tenido un efecto vigorizante en mí. Lo he elegido como el modelo sobre el cual me esfuerzo por moldear mi personalidad, alterar mi forma de pensar, dar forma a mi visión y mi comunión con Dios y, por lo tanto, mi actitud hacia la creación de Dios, lo pequeño y lo grande.


Alimentación espiritual y moral





No importa a qué etapa de la vida me dirija, siempre encuentro ejemplos proféticos que me motivan a aspirar a una perfección cada vez mayor.





A continuación, enumeraré algunos aspectos del alimento espiritual y moral que me sustenta mientras enfrento los desafíos diarios:





1- Cuando abro los ojos después de una buena noche de sueño, el ejemplo del Profeta de derramar su corazón en alabanza a Dios me impulsa a repetir:





    “¡Gracias Al-lah por (Tu) regalo de vida, salud y (por honrarme con) Tu recuerdo!”





Y mientras me dirijo al baño, sus constantes recordatorios sobre la higiene bucal, la limpieza y la purificación actúan como un estímulo para que me mantenga limpio y ordenado.





2- Mis quehaceres matutinos comienzan con la oración. Las palabras del Profeta de que estaría dispuesto a desprenderse del tesoro del mundo entero por la oportunidad de rezar dos rak’ahs de fayr resuenan en mi mente.





Sus largas meditaciones/afirmaciones matutinas contando las bendiciones de Dios llenan mi corazón/alma con un alimento espiritual saludable, que me empodera y anima para enfrentar los desafíos que tengo por delante.





3- El Profeta me sigue a la mesa del desayuno; me entrena para invocar a Dios, y agradecerle por sus dones, y practicar la moderación en el consumo.





Me saca de mi complacencia de no permitirme nunca dar por sentadas las bendiciones de Dios y recordar a los menos afortunados.


Caridad y Humor





4- Los constantes recordatorios del Profeta sobre la caridad y la vida caritativa y la imagen de él siendo conmovido hasta las lágrimas al ver un grupo de hombres y mujeres demacrados que aparecen ante él; su sermón consecuente recordando a los compañeros la unidad de la familia humana me impulsa a ser caritativo y generoso.





5- Su humor interminable y charlas joviales con su familia, los niños corriendo para dar la bienvenida al Profeta; su bajada del alminbar para colmar de besos a su nieto; se conmovía e interrumpiría sus oraciones al escuchar el llanto de un bebé y se compadecía con un niño pequeño que estaba de luto por la pérdida de su ave mascota… Estas imágenes acompañan mis interacciones con mi familia.


El mejor maestro





6- Mientras me dirijo a mi estudio, me estimulan las exhortaciones del Profeta sobre el valor del conocimiento, y su súplica: “Señor, aumenta mi conocimiento”.





Sus oraciones a Dios contra el conocimiento que no beneficia; y los corazones que no son humildes ante el temor de Dios aseguran que nuestros corazones se derritan en manos de la religión y no al revés.





7- Mientras me dirijo al salón de clases para compartir mi conocimiento limitado, una vez más, el Profeta sirve como un excelente modelo de maestro/comunicador.





Su uso del humor, su manera de enseñar e ilustrar; su adaptación del mensaje a la audiencia, su uso de ejemplos concretos para explicar profundas verdades espirituales; y su compasión y paciencia ilimitadas como maestro: todo esto me mantiene alerta.





8- Cuando doy un paseo por el parque o salgo a caminar, mi corazón se eleva al recordar sus enseñanzas de cómo toda la creación, incluidas las hormiguitas en sus agujeros, oran por el buscador y maestro de sabiduría.





Su declaración de que aquellos que recuerdan a Dios son recibidos por todas las criaturas, ya que ellos mismos están ocupados con la glorificación del Altísimo, me mueve a mover mis labios en dikr. Además, su repetida exhortación a ser caritativos incluso con las criaturas más pequeñas sirve como un recordatorio constante sobre cómo tratar a toda la creación de Dios.


El mejor modelo a seguir





9- Los ejemplos del Profeta como invitador al Islam enfatizan los valores de integridad y credibilidad como pilares del carácter.





Sus credenciales como la persona más confiable en La Meca; y que él era conocido como el refugio de los débiles y los indigentes me advierten contra confundir el Islam con una teología seca y desprovista de compasión.





Esto me sirve bien cuando me encuentro e interactúo con la diversidad de vidas, estilos de vida y visiones del mundo en la comunidad multicultural y la nación en la que vivo;





10- Concluyo con las palabras de su joven compañero Anas:





“Una vez un hombre se acercó al Profeta y le preguntó, ¿cuándo es la hora?”.





El Profeta le preguntó:





    ¿Qué has preparado para ella?





El hombre dijo:





“No estoy preparado para ello con muchas oraciones, obras de caridad o ayunos, pero sin duda amo a Dios y a Su Mensajero”, a lo que el Profeta respondió:





    ¡Te unirás a los que amas!





Anas comenta:





“Nosotros (los compañeros) nunca nos regocijamos tanto como ese día que escuchamos esas palabras”.





Anas añadió además:





“Amo a Dios y a Su Mensajero, y amo a Abu Bakr y Umar; por lo tanto, espero reunirme con ellos (en el Paraíso), aunque no puedo afirmar que tengo tantas obras en mi haber como ellos tienen en el suyo”.





Ruego a Dios que implante en nuestros corazones el verdadero amor por Dios y Su Mensajero.





Que el Todo Compasivo nos bendiga a todos con el honor de reunirnos en la compañía Su Mensajero, sobre quien sean las bendiciones y la paz de Dios.





Amín.





 





Fuente: Islamic Institute of Toronto







 



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