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En otro artículo de este mismo sitio web puedes leer sobre la vida del Profeta Moisés (que Dios lo bendiga). Es una historia fascinante llena de anécdotas y lecciones de vida que son aplicables hoy día tanto como en la época de Moisés. De manera breve, en la parte final de esa serie, se retoma la historia de Moisés y Jíder, con base en la historia original contada por Ibnu Kazir en su obra Las historias de los profetas, y en lo que el Corán nos cuenta sobre este encuentro trascendental[1]. En este artículo de dos partes, daremos un vistazo a las lecciones aprendidas específicamente de la relación entre Moisés y Jíder. Hallaremos que sus interacciones forman la base de lecciones que, aún después de tantas generaciones, nos enseñan cómo lidiar con los problemas que afrontamos a diario. Antes de ver cómo los caminos de estos dos hombres sabios se encontraron, trataremos de descubrir quién fue el hombre llamado Jíder.





Fue durante los años en que Moisés y los hijos de Israel vagaron por el desierto, sin posibilidad de entrar a la Tierra Prometida, que Moisés conoció y pasó tiempo con Jíder. Se considera que el nombre Jíder significa "el verde", asociado coloquialmente con la palabra árabe para verde, al ájdar. En sus tradiciones, el Profeta Muhammad (que la paz y las bendiciones de Dios sean con él) relata que "él fue llamado Jíder debido a que se sentó en una zona árida y seca de tierra, y esta de repente se hizo verde bajo él"[2].





La mayoría de los eruditos islámicos son de la opinión de que Jíder fue un Profeta. El Corán se refiere a él como uno de los siervos de Dios al que se le concedió conocimiento, comprensión y misericordia.





"Encontraron a uno de Mis siervos [Al Jíder] a quien había agraciado con Mi misericordia y enseñado ciertos conocimientos [que Moisés desconocía]". (Corán 18: 65)





Es a partir de las tradiciones del Profeta Muhammad que aprendemos que el hombre sabio que instruyó a Moisés fue, de hecho, Jíder. Como musulmanes, creemos que Dios solo nos ha informado los nombres de algunos profetas. Creemos que a todas las naciones en todas las épocas les fueron enviados profetas para advertirles del castigo que les espera a quienes desobedecen a Dios, y para guiarlos a la forma correcta de adoración. Por lo tanto, está dentro del marco de lo posible y perfectamente aceptable tener la opinión de que Jíder fue uno de los profetas.





El nombre de Jíder o "el verde" ha sido conectado con figuras reconocidas y místicas a lo largo de diferentes periodos y en diversas religiones. Él ha sido asociado invariablemente con sabiduría y con la enseñanza del conocimiento. Los historiadores modernos presumen que Jíder, de hecho, fue Kuzar Jasís (o Kothar wa Khasis), una notable figura que aparece por primera vez en la literatura y mitología ugaríticas (del norte de Siria). Kuzar es un hombre sabio asociado con, entre otras cosas, matar dragones, lo que puede explicar los mitos que asocian a Jíder con San Jorge, el asesino de dragones de la mitología cristiana.





Otros eruditos cristianos sugieren que Jíder es la Noche Verde de la historia artúrica Sir Gwain y la noche verde; por lo tanto, este personaje pudo haber entrado a la literatura europea/cristiana a través de la mezcla de culturas durante el tumultuoso período de las cruzadas. Sin embargo, otros eruditos proponen que la leyenda y la historia de Jíder derivan de un mito irlandés que es anterior a las cruzadas, protagonizado por Cúchulainn.





Existen historias similares en la literatura judía que asocian al personaje de Jíder con el Profeta Elías, y abundan los mitos e historias por todo el subcontinente indio, que asocian a Jíder con un espíritu de los ríos. Frente a todos estos mitos, leyendas y cuentos sobre Jíder, ¿en qué puede creer o confiar una persona creyente? Primero que nada, es importante tener en cuenta que todo lo que necesitamos saber acerca de la religión del Islam y de nuestro propósito en la vida, está contenido en el Corán y en las tradiciones auténticas del Profeta Muhammad. Hay muchas cosas que no nos fueron reveladas y, por lo tanto, debemos asumir que conocerlas no nos beneficia ni mejora nuestra adoración a Dios.





En todo caso, es importante volver a examinar la historia de Jíder y de Moisés en el Corán, Ibnu Kazir narra que una vez alguien le preguntó a Moisés: "¡Oh, Mensajero de Dios! ¿Existe sobre la Tierra un hombre con más conocimientos que tú?". Moisés le contestó: "  No", creyendo que, ya que Dios le había permitido realizar milagros y le había revelado la Tora, seguramente él era el hombre vivo con más conocimiento. Este, sin embargo, no era el caso; así que cuando Moisés supo de la existencia de Jíder, se dispuso a encontrarlo.





Dios instruyó a Moisés que guardara un pez vivo en un contenedor, y que cuando ese pez desapareciera, hallaría al hombre que buscaba. Moisés emprendió su viaje, acompañado por un joven que llevaba el contenedor con el pescado. Finalmente, encontraron a Jíder en la forma en que Dios le había asegurado a Moisés que lo harían. Los detalles completos de este viaje pueden ser encontrados en este mismo sitio web[3]. Antes de pasar a la segunda parte, donde hablaremos sobre las lecciones que debemos aprender del encuentro entre Moisés y Jíder, sería sabio y beneficioso leer la historia del Corán. La puedes hallar en Corán 18:66-82, comenzando con el reconocimiento, por parte de Moisés, de que él puede aprender mucho de Jíder, y con la forma en que Jíder le señaló a Moisés que no tendría la paciencia necesaria para hallar el significado detrás de los actos de Jíder.





"Moisés le dijo: ‘¿Puedo seguirte para que me enseñes la guía que se te ha enseñado?’. Respondió: ‘No tendrás paciencia conmigo. ¿Cómo podrías tener paciencia con algo que desconoces?’. Dijo: ‘Si Dios quiere, verás que seré paciente y no te desobedeceré.’ Dijo: ‘Si me sigues, no me preguntes sobre lo que hago hasta que te haga mención de ello’". (Corán 18:66-70)





Los musulmanes aman y respetan a Moisés (que la paz y las bendiciones de Dios sean con él), Dios lo menciona en el Corán más de 120 veces. Su historia es contada a lo largo de muchos capítulos, siendo uno de ellos el sura 18 (La Cueva). Aquí es donde se encuentra la historia del encuentro entre el Profeta Moisés y el hombre sabio conocido como Jíder.





Esta historia nos recuerda que Dios es el Más Sabio. Dios reúne a dos de los hombres más sabios de la historia y nos enseña que el decreto de Dios deriva de Su sabiduría suprema y absoluta. La vida de un ser humano a veces es acosada por pruebas, tragedias o calamidades que parecen no tener sentido alguno, pero que en retrospectiva las vemos como lo que realmente son: lecciones del Más Sabio diseñadas para acercarnos a la recompensa suprema, el Paraíso (Al Yanna).





Estar satisfechos con el decreto de Dios, aunque inicialmente lo sintamos placentero o desagradable, es la lección más importante que podemos aprender de la historia de Moisés y Jíder. Creer en el decreto divino es uno de los seis pilares de la fe islámica. Por lo tanto, no solo aceptarlo, sino también comprender lo que ello implica, es importante. Los problemas que enfrentamos en la vida pueden ser fuente de bien para nosotros.





El Profeta Muhammad (que la paz y las bendiciones de Dios sean con él) dijo: "¡Qué maravilloso es el caso del creyente!, pues sus asuntos son todos buenos y esto solo aplica al creyente. Si algo bueno le ocurre, es agradecido por ello y esto es bueno para él. Y si algo malo le ocurre, lo tolera con paciencia y esto es bueno para él"[1].





En este punto, si no estás familiarizado con la historia de Moisés y Jíder como está narrada en el Corán, sería de mucho beneficio que la leyeras por cuenta propia y la tuvieras fresca en tu mente mientras seguimos a Moisés en su viaje. La meta de Moisés era hallar al hombre con más conocimiento del que él mismo tenía. Partió con un muchacho, probablemente Josué, el hombre piadoso que guio a los hijos de Israel después de la muerte de Moisés. Dios lo instruyó para que cargara un pescado en un recipiente, y le dijo que cuando el pez desapareciera, encontrarían al hombre que buscaban. Así comienza la historia y, a lo largo de la misma, Dios nos imparte Su sabiduría y conocimiento.





Mientras Moisés tomaba una siesta, su compañero vio cómo el pez se alejaba retorciéndose hasta deslizarse al agua; sin embargo, olvidó informarle esto al Profeta Moisés hasta mucho después, cuando ya habían avanzado bastante camino. Cuando el Profeta Moisés se dio cuenta de que habían pasado más allá del punto de destino, deshizo con premura sus pasos hasta el lugar donde el pez entró al agua. No regañó a su compañero ni se lamentó por haberse salido de curso, no desperdició tiempo ni esfuerzo. Lo pasado, pasado; esa era la voluntad de Dios. El comportamiento del Profeta Moisés es el de una persona satisfecha con el decreto de Dios. Una vez supo que se había desviado de la trayectoria correcta, tomó la acción necesaria para regresar al camino correcto. Esta es una lección para todos nosotros. En esta vida, muchos de nosotros elegimos el camino equivocado, ¡pero tememos rectificar nuestros errores o nos da vergüenza hacerlo! Una vez que una persona se da cuenta de que ha cometido un error, debe enfilar de inmediato hacia la dirección correcta. Esto nunca debe ser considerado una derrota, pues en realidad es una victoria.





Al regresar al lugar donde el pez escapó, Moisés encontró al hombre que había estado buscando: Jíder. Dios decidió educar al Profeta Moisés a través de tres eventos que se sucederían durante el viaje de Moisés con Jíder. Jíder se mostró reacio a viajar con Moisés porque pensó que Moisés no tendría la paciencia para ver en profundidad esos eventos y aprender de ellos. Sin embargo, Moisés fue capaz de convencer a Jíder de que estaba ansioso por aprender de él, así que se pusieron en marcha juntos.





El Profeta Muhammad subrayó continuamente la importancia del conocimiento. Nos dijo en sus tradiciones que los ángeles oran por los eruditos, que Dios asiste a las personas que buscan conocimiento, y que los eruditos son los herederos de los profetas.





En el primer evento, Jíder y Moisés abordaron una embarcación en la que Jíder perforó un hoyo haciendo que el barco fuera defectuoso y no pudiera navegar. Moisés se horrorizó y señaló su acción como malvada. Jíder le recordó entonces a Moisés que había estado de acuerdo en tener paciencia y no hacer preguntas. Moisés reafirmó su promesa y continuaron. El Corán nos dice que cuando pasaron al lado de un muchacho, Jíder lo mató. Moisés quedó horrorizado y olvidó su promesa. Jíder se la recordó de nuevo y continuaron. Finalmente, llegaron a una ciudad y le pidieron a la gente que los alimentaran porque estaban hambrientos después de un largo viaje. La gente se negó, y en lugar de enfrentar a la gente o dejar atrás la ciudad, Jíder reconstruyó un muro que estaba cayéndose. Moisés no podía entender por qué el no pidió que le pagaran por ello. Jíder le informó entonces a Moisés que ese era el fin de su viaje juntos, pero que le explicaría las razones por las que actuó en la forma en que lo hizo en las tres situaciones.





Jíder causó un pequeño daño al barco para protegerlo de un mal mayor. Había un rey que venía detrás de ellos, apoderándose de toda embarcación que pudiera salir al mar. En lugar de perder su bote, su medio de subsistencia y posiblemente sus vidas, los pescadores solo tendrían que reparar el pequeño daño. En cuanto a la vida del muchacho, él estaba destinado a crecer y ser una carga pesada para sus padres, debido a sus múltiples crímenes y pecados, de modo que Dios decidió remplazarlo con un buen niño piadoso. En el último evento, Jíder reconstruyó la pared a pesar de que la gente de la ciudad no fue nada amigable, debido a que Dios le indicó que lo hiciera. Debajo de la pared había un tesoro que pertenecía a dos jóvenes huérfanos. Dios quería que permaneciera oculto hasta que los jóvenes fueran hombres adultos y pudieran tomar su tesoro sin temor a ser acosados o robados, ya que su padre había sido un hombre recto.





Jíder actuó de la manera en que lo hizo en las tres situaciones en completa obediencia a las órdenes de Dios, no decidió hacer esas cosas por un juicio personal y no tenía conocimiento absoluto de lo oculto. Es importante entender que Dios no crea el mal por cuenta propia, sino que a menudo el mal es precursor del bien. Estos tres eventos ilustran este punto. Cuando entendemos esto, dejamos de sentirnos victimizados o tratados de modo injusto. A veces, el bien en una situación difícil no aparece claro hasta un largo tiempo después, y en otras ocasiones, es aparente de inmediato. La historia de Moisés y Jíder nos dice que debemos ser pacientes y confiar en la misericordia y la sabiduría de Dios. Nos dice que Dios no trata a nadie de forma injusta, y que Su decreto para nosotros siempre es el más junto e inherentemente generoso.



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