Al-Husayn ibn Salam fue un Rabino judío en Yazrib [Medina], quien era ampliamente respetado y honrado por la gente de la ciudad, incluso por aquellos que no eran judíos. Era conocido por su piedad y bondad, su conducta correcta y su veracidad.
Al-Husayn vivió una vida pacífica y tranquila, era serio, lleno de propósitos y organizado en la forma en que invertía su tiempo. Por un periodo fijo cada día, él realizaba actos de adoración, enseñaba y predicaba en el templo.
Luego, pasaba un tiempo en su huerto, cuidando sus palmas, podando y polinizando. De allí en adelante, para incrementar el entendimiento y conocimiento de su religión, se dedicaba al estudio de la Tora.
En este estudio, se dice que él fue particularmente impactado por algunos versos de la Tora que trataban sobre la venida de un Profeta que completaría el mensaje de los profetas anteriores. Al-Husayn, por lo tanto, tomó un inmediato y entusiasta interés cuando oyó noticias de la aparición de un profeta en La Meca.
Lo que sigue es su historia, en sus propias palabras:
Cuando oí sobre la aparición del Mensajero de Dios, la paz y las bendiciones de Dios sean con él, empecé a hacer averiguaciones acerca de su nombre, su genealogía, sus características, su tiempo y lugar, y empecé a comparar esta información con lo que está mencionado en nuestros libros.
De estas averiguaciones, resulté convencido acerca de la autenticidad de su condición de profeta y afirmé la verdad de su misión. Sin embargo, escondí mis conclusiones a los judíos. Contuve mi lengua.
Luego, llegó el día cuando el Profeta, la paz y las bendiciones de Dios sean con él, dejó La Meca y partió hacia Yazrib. Cuando llegó a Yazrib y se detuvo en Qubá, un hombre llegó apresurándose a la ciudad, llamando a la gente y anunciando la llegada del Profeta.
En ese momento yo estaba arriba de un árbol de palma haciendo un trabajo. Mi tía, Jalidah bint Al-Hariz, estaba sentada bajo el árbol. Al oír las noticias, yo grité: “Allahu Akbar! Allahu Akbar!” (¡Dios es Supremo! ¡Dios es Supremo!).
Cuando mi tía me oyó, se quejó: “Que Dios te frustre... Por Dios, si hubieras oído que Moisés estaba llegando no hubieras estado tan entusiasmado”.
“Tía, por Dios, él es realmente el ‘hermano’ de Moisés y sigue su religión. Él fue enviado con la misma misión que Moisés”. Ella estuvo en silencio por un momento y luego dijo: “¿Es él el Profeta acerca de quien tú nos hablaste, quien sería enviado a confirmar la verdad predicada por los profetas previos y a completar el mensaje de su Señor?” “Sí”, contesté.
Sin ningún retraso o duda, fui a conocer al Profeta. Vi multitudes de personas en su puerta. Me moví entre la multitud hasta que llegué cerca de él.
Las primeras palabras que le oí decir fueron: “¡Oh gente! Difundan la paz... Compartan la comida... Oren durante la noche cuando la gente (normalmente) duerme y entrarán al Paraíso en paz”.
Lo miré de cerca. Lo investigué y estuve convencido de que su rostro no era el de un impostor. Me acerqué más a él e hice la declaración de fe de que no hay dios sino Allah y que Muhammad es el Mensajero de Dios.
El Profeta se volvió hacia mí y preguntó: “¿Cuál es tu nombre?” “Al-Husayn ibn Salam” Contesté. “En lugar de esto, tu nombre es ahora Abdullah ibn Salam”, él dijo (dándome un nuevo nombre). “Sí” Yo accedí. “Abdullah ibn Salam, este será. Por Quien te ha enviado con la Verdad, no deseo tener otro nombre desde este día”.
Regresé a mi hogar y le presenté el Islam a mi esposa, mis hijos y al resto de mi familia. Todos ellos aceptaron el Islam, incluyendo a mi tía Jalidah, quien era entonces una mujer anciana. Sin embargo, les aconsejé ocultar nuestra aceptación del Islam a los judíos hasta que yo se los permitiera. Ellos aceptaron.
Subsecuentemente, volví donde el Profeta, la paz y las bendiciones de Dios sean con él, y le dije: “¡Oh Mensajero de Dios! Los judíos son personas inclinadas a la calumnia y la falsedad. Deseo que tú invites a sus más prominentes hombres a reunirse contigo. Durante la reunión, sin embargo, debes mantenerme escondido de ellos en una de tus habitaciones. Pregúntales acerca de mi estatus entre ellos antes de que ellos sepan de mi aceptación del Islam. Luego invítalos al Islam. Si ellos supieran que yo me he vuelto musulmán, me denunciarían y me acusarían de toda clase de cosas y me calumniarían”.
El Profeta me mantuvo en una de sus habitaciones e invitó a las personalidades judías prominentes a visitarlo. Él les presentó el Islam y los urgió a tener fe en Dios.
Ellos empezaron a disputar y discutir con él acerca de la Verdad. Cuando él se dio cuenta de que ellos no estaban inclinados a aceptar el Islam, les hizo una pregunta:
“¿Cuál es el estatus de Al-Husayn ibn Salam entre ustedes?”
“Él es nuestro líder y el hijo de nuestro líder. Él es nuestro Rabino y nuestro experto, el hijo de nuestro Rabino y sabio”.
“¿Si ustedes llegaran a saber que él ha aceptado el Islam, aceptarían el Islam también?” preguntó el Profeta.
“¡Dios no lo permita! Él no aceptaría el Islam. Que Dios lo proteja a él de aceptar el Islam”, dijeron horrorizados.
En ese momento salí a plena vista de ellos y anuncié: “¡Oh asamblea de Judíos! Sean conscientes de Dios y acepten lo que Muhammad ha traído. Por Dios, ustedes saben que él es el Mensajero de Dios y pueden encontrar profecías acerca de él y la mención de su nombre y sus características en la Tora. Yo por mi parte declaro que él es el Mensajero de Dios. Yo tengo fe en él y creo que él es verdadero. Yo lo conozco”.
“Tú eres un mentiroso”, ellos exclamaron. “Por Dios, tú eres maligno e ignorante, el hijo de una persona maligna e ignorante”. Y ellos continuaron mencionando todo concebible abuso sobre mí.
Y así termina su propia narración.
Abdullah ibn Salam se aproximó al Islam con un alma sedienta de conocimiento. Era apasionadamente devoto del Corán y dedicó mucho tiempo a recitar y estudiar sus bellos y sublimes versículos. Estaba profundamente unido al noble Profeta y constantemente pasaba tiempo en su compañía.
Pasó mucho de su tiempo en la mezquita, involucrado en el culto, en aprender y en enseñar. Fue conocido por su forma dulce, conmovedora y efectiva de enseñar en los círculos de estudio de los Sahabah, quienes se reunían regularmente en la mezquita del Profeta, la paz y las bendiciones de Dios sean con él.
Abdullah ibn Salam fue conocido entre los Sahabah como un hombre de la gente del Paraíso. Esto era debido a su determinación en el consejo del Profeta de mantenerse firmes al ‘más confiable sostén’, que es la creencia y total sumisión a Dios.