Al-Hayy Ibrahim Khalil Ahmad, anteriormente Ibrahim Khalil Philobus, era un sacerdote copto egipcio que estudió teología y obtuvo un alto grado de la Universidad de Princeton. Estudió el Islam para encontrar algo con que atacarlo; en cambio terminó abrazando el Islam con sus cuatro hijos, uno de los cuales es ahora un brillante profesor de la Universidad Sorbonne, en París, Francia. En un modo interesante, se revela a si mismo diciendo:
“Nací en Alejandría el 31 de enero de 1919 y fui enviado a las escuelas de Misión Americana hasta que obtuve allí mi certificado de educación secundaria. En 1942 obtuve mi diploma de la Universidad Asiut y me especialicé en los estudios religiosos como preludio para unirme a la Facultad de Teología. No fue una tarea fácil unirme a la facultad, ya que ningún candidato podía unirse a no ser que tuviese una recomendación especial de la iglesia, por lo tanto, después de pasar una cantidad de exámenes. Obtuve la recomendación de la Iglesia Al-Attarin en Alejandría y otra de la Asamblea de Iglesias de Egipto después de pasar muchas pruebas para saber mis calificaciones para convertirme en un hombre de religión. Luego obtuve una tercera recomendación de la Asamblea de la Iglesia del Sínodo que incluía sacerdotes de Sudán y Egipto.
El Sínodo dictaminó mi entrada en la facultad de teología en 1944 como un estudiante pensionado. Allí estudié con profesores norteamericanos y egipcios hasta mi graduación en 1948.
Se suponía, continuó, que iría a Jerusalén, si no hubiese sido por la Guerra en Palestina ese mismo año, entonces fui a Asna en el norte de Egipto. El mismo año me registré para una tesis en la Universidad Norteamericana del Cairo. Era acerca de las actividades misioneras entre los musulmanes. Mi encuentro con el Islam comenzó en la facultad de teología donde estudié el Islam y todos los métodos por los cuales podríamos sacudir la fe de los musulmanes y proponer conceptos errados de la comprensión de su propia religión.
En 1952 obtuve mi título de la Universidad de Princeton en USA. Y me designaron profesor de la facultad de teología en Asiut. Enseñaba Islam en la facultad también así como también los falsos conceptos desparramados por sus enemigos y los misioneros en contra de él. Durante este período, decidí ampliar mis estudios acerca del Islam para no leer solo los libros de los misioneros. Me tenía tanta fe que decidí leer el otro punto de vista. De este modo comencé a leer libros escritos por autores musulmanes. También decidí leer el Corán y comprender su significado. Esto debido a mi sed de conocimiento y por mi deseo de sumar más pruebas en contra del Islam. El resultado fue, sin embargo, exactamente el contrario. Mi posición comenzó a temblar y comencé a sentir una fuerte lucha interna, y descubrí la falsedad de todo lo que había estudiado y predicado a la gente. Pero no pude enfrentarme a mi mismo y por el contrario intenté sobreponerme a esta crisis interna y continué con mi trabajo.
En 1954, fui enviado a Aswan como secretario general de la Misión Suizo Alemana. Esta era solo mi posición aparente, ya que mi misión real era predicar en contra del Islam en Egipto especialmente entre los musulmanes. Una conferencia misionera se desarrollé en ese momento en el Hotel Catarct en Aswan, y tuve la oportunidad de hablar. Ese día hablé demasiado, reiterando todos los errores en contra del Islam; y al final de mi discurso, percibí nuevamente una crisis interna y comencé a revisar mi posición.
Continuando su charla acerca de la crisis, el Sr. Khalil dijo: “Comencé a preguntarme a mi mismo: ¿Por qué debería decir todas estas cosas que sé que son mentiras? Dejé la conferencia antes de que finalice y me retiré a mi hogar. Estaba completamente aturdido. Caminando por el jardín Firyal, escuché un verso del Corán en la radio. Decía:
“Diles [a los hombres ¡Oh, Muhámmad!]: Me ha sido revelado que un grupo de genios dijeron al escuchar [la recitación del Corán]: Por cierto que hemos oído una recitación maravillosa que guía al sendero recto. Creemos en él [el Corán] y no asociaremos coparticipes a nuestro Señor.” (Corán 72:1-2)
“Y cuando oímos la guía creímos. Y quien crea en su Señor no tendrá que temer daño alguno ni injusticia.” (Corán 72:13)
Sentí un fuerte consuelo esa noche, y cuando regresé a mi hogar pasé la noche entera solo en la biblioteca leyendo el Corán. Mi esposa me preguntó porque lo había hecho y le pedí que me dejara en soledad. Pasé un largo tiempo pensando y meditando el verso:
“Si hubiéramos hecho descender este Corán sobre una montaña, la habrías visto temblar y derrumbarse por temor a Dios. Así exponemos a los hombres los ejemplos para que reflexionen.” (Corán 59:21)
Y el verso:
“Encontrarás que los peores enemigos de los creyentes son los judíos y los idólatras, y los más allegados a ellos en afecto son quienes dicen: Somos cristianos. Esto es porque entre ellos hay sacerdotes y monjes [sabios y desapegados], y por que no son soberbios. Y cuando oyen lo que le ha sido revelado al Mensajero ves que sus ojos se inundan de lágrimas porque reconocen la Verdad. Dicen: ¡Señor nuestro! Creemos, cuéntanos pues, entre quienes son testigos [de la Verdad]. ¿Y por qué no habríamos de creer en Dios y en lo que nos ha llegado de la Verdad si anhelamos que nuestro Señor nos introduzca [al Paraíso] con los justos?” (Corán 5:82-84)
El Sr. Khalil luego comentó una tercera acotación del Sagrado Corán que dice:
“Aquellos que siguen al Mensajero y Profeta iletrado [Muhámmad], quien se encontraba mencionado en la Tora y el Evangelio, que les ordena el bien y les prohíbe el mal, les permite todo lo beneficioso y les prohíbe lo perjudicial, y les abroga los preceptos difíciles que pesaban sobre ellos [la Gente del Libro]; y quienes crean en él, lo secunden, defiendan y sigan la luz que le ha sido revelada [el Corán] serán quienes tengan éxito. Di: ¡Oh, hombres! En verdad soy el Mensajero de Dios para todos vosotros. A Él pertenece el reino de los cielos y de la Tierra; no hay más divinidad que Él, da la vida y la muerte; creed pues, en Dios y en Su Mensajero y Profeta iletrado, quien cree en Dios y en Sus palabras [todos los Libros revelados anteriormente], y seguidle, pues así os encaminaréis.” (Corán 7:157-158)
Esa misma noche, el Sr. Khalil concluyó dramáticamente:
“Tome mi decisión final. Por la mañana hablé con mi esposa con la cual tengo tres hijos y una hija. Pero en cuanto sintió que yo me inclinaba a abrazar el Islam, ella lloró y pidió ayuda al presidente de la misión. Su nombre era Monsieur Shavits de Suiza. Era un hombre muy astuto. Cuando me preguntó acerca de mi verdadera actitud, le dije francamente lo que realmente quería y luego me dijo: Considérese despedido hasta que descubramos lo que le ocurre. Luego le dije: esta es mi renuncia. Intentó convencerme para que la pospusiera, pero insistí. Entonces rumoreó entre la gente que yo me había vuelto loco. Luego sufrí una severa prueba y opresión hasta que abandoné Aswan y regresé al Cairo”.
Cuando se le preguntó acerca de las circunstancias de su conversión el contestó: “En el Cairo, me presentaron a un respetado profesor quien me ayudó a sobreponerme de esta severa prueba, y lo hizo sin saber nada acerca de mi historia. Me trató como un musulmán, ya que me presenté como tal hasta ese momento no había abrazado el Islam oficialmente. El era el Dr. Muhammad Abdul Moneim Al-Yamal, el subsecretario del tesoro de ese momento. Estaba muy interesado en los estudios del Islam y quería realizar una traducción del Sagrado Corán para ser publicado en Norteamérica. Me lo pidió a mí porque yo hablaba inglés con fluidez ya que había obtenido mi título de una Universidad Norteamericana. También sabía que estaba preparando un estudio comparativo del Corán, la Tora y la Biblia. Cooperamos en este estudio comparativo y en la traducción del Corán.
Cuando el Dr. Yamal supo que había renunciado a mi trabajo en Aswan y que me encontraba desempleado, me ayudó a conseguir un trabajo en la Compañía Standard Stationery en el Cairo. Por lo tanto pude establecerme después de un corto tiempo. No le comenté a mi esposa acerca de la intención de abrazar el Islam, por lo tanto pensó que me había olvidado del asunto, y que estaba pasando por una crisis transitoria que ya no existía. Pero yo sabía muy bien que mi conversión oficial al Islam tendría grandes medidas complicadas, y era de hecho una batalla que preferí posponer por un tiempo hasta que estuve bien después de completar mi estudio comparativo”.
Luego continúo el Sr. Khalil:
“En 1955 completé mi estudio y mi material y me establecí. Renuncié a la compañía y monté una oficina de entrenamiento para importar artículos de papelería y artículos escolares. El negocio fue un éxito y gané mucho más dinero del que necesitaba. De este modo decidí declarar oficialmente mi conversión al Islam. El 25 de Diciembre de 1959, le envié un telegrama al Sr. Thompson, presidente de la Misión Norteamericana en Egipto informándole que había abrazado el Islam. Cuando le conté mi verdadera historia al Dr. Yamal él se sorprendió. Cuando declaré mi conversión al Islam, comenzaron los problemas. Siete de mis antiguos colegas en la misión intentaron persuadirme para que cancelara mi declaración, pero me negué. Amenazaron separarme de mi esposa y yo les dije: ella es libre de hacer lo que desee. Amenazaron con matarme. Pero cuando se dieron cuenta de que era testarudo dejaron de molestarme y me enviaron a un antiguo amigo mío también colega en la misión. El lloró delante de mí. Por lo tanto recite frente a él el siguiente verso del Corán:
“Y cuando oyen lo que le ha sido revelado al Mensajero ves que sus ojos se inundan de lágrimas porque reconocen la Verdad. Dicen: ¡Señor nuestro! Creemos, cuéntanos pues, entre quienes son testigos [de la Verdad]. ¿Y por qué no habríamos de creer en Alá y en lo que nos ha llegado de la Verdad si anhelamos que nuestro Señor nos introduzca [al Paraíso] con los justos?” (Corán 5:83-84)
Le dije:
“Deberías llorar humildemente ante Dios al oír el Corán y creer en la verdad que sabes pero rechazas. Se paró y me dejó ya que vio que no había manera de hacerme volver sobre mis pasos. Mi conversión oficial al Islam se realizó en Enero de 1960”.
El Sr. Khalil fue interrogado por la actitud de su esposa e hijos y respondió:
“Mi esposa me dejó en ese momento y se llevó con ella todos los muebles de nuestra casa. Pero mis hijos se unieron a mí y abrazaron el Islam. El mas entusiasta entre ellos fue mi hijo mayor Isaac quien cambió su nombre a Ozman, luego mi segundo hijo Joseph y mi hijo pequeño Samuel, cuyo nombre es ahora Yamal, y mi hija Máyida que se llama ahora Naywa. Ozman es ahora doctor en filosofía y trabaja como profesor de la Universidad de Sorbonne en Paris, enseña estudios orientales y psicología. También escribe en la revista ‘Le Monde’. Con respecto a mi esposa, se fue por seis años y acordó regresar en 1966, con la condición de continuar con su religión. Acepté esto, porque en el Islam no se puede imponer la religión. Le dije a ella: no quiero que te conviertas en musulmanes por mi, sino cuando estés convencida. Ella siente ahora que cree en el Islam pero no puede declarar esto por miedo a su familia, pero la tratamos como musulmana, ella ayuna en Ramadán porque todos mis hijos rezan y ayunan. Mi hija Naywa estudia en la Facultad de Comercio, Joseph es doctor farmacéutico y Yamal es ingeniero.
Durante este periodo, desde 1961 hasta el presente, pude publicar una cantidad de libros sobre el Islam y los métodos de los misioneros y los orientalistas en su contra. Me encuentro ahora preparando un estudio comparativo acerca de la mujer en las tres religiones divinas con el objeto de destacar el estatus de la mujer musulmana. En 1973, realicé el Hayy (peregrinación a La Meca) y estoy predicando el Islam. Realicé seminarios en Universidades y sociedades caritativas. Recibí una invitación de Sudan en 1974 donde asistí a muchos seminarios. Mi tiempo es utilizado por completo en servicio del Islam”.
Finalmente el Sr. Khalil fue preguntado acerca de los hechos sobresalientes del Islam que han atraído la atención de la mayoría. Y contestó:
“Mi fe en el Islam ha tenido lugar a través de la lectura del Sagrado Corán y la Biografía del Profeta Muhammad, que la paz y las bendiciones de Dios lo acompañen. Ya no creo en los conceptos errados en contra del Islam, y me atrae especialmente el concepto de la unicidad de Dios, que es la característica más importante del Islam. Dios es solo Uno. Nada es como Él. Esta creencia me convierte en el servidor de Dios y de nadie más. La unicidad de Dios libera al hombre de la servidumbre de cualquier ser humano y esa es la verdadera libertad.
También me interesa mucho la regla de perdón en el Islam y la relación directa entre Dios y Sus servidores.
“Diles [¡Oh, Muhámmad! a quienes transmitan Mi Mensaje que Yo digo]: ¡Oh, siervos Míos! Vosotros que os habéis excedido [cometiendo pecados] en detrimento propio, no desesperéis de la misericordia de Dios; por cierto que Alá puede perdonar todos los pecados, porque Él es Absolvedor, Misericordioso. Arrepentíos ante vuestro Señor y someteos a Él, antes de que os sorprenda el castigo, y entonces no seáis socorridos.” (Corán 39:53-54)