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EL PERDÓN DEL PROFETA A SUS ENEMIGOS


Escrito por Adil Salahi





Anas, un compañero cercano del Profeta Muhammad (la paz y las bendiciones sean con él) informó:





“Una mujer judía trajo un cordero envenenado al Profeta, y él comió de él. Cuando la mujer fue llevada a él, la gente sugirió:





“¿La matamos?”





El Profeta dijo:





“No”.





Noté los efectos de ese envenenamiento en la garganta del Profeta desde entonces”. (Al-Bujari, Muslim, Abu Dawud, Ahmad y otros).





Seguir el ejemplo del Profeta en cualquier situación es asegurarse de elegir el curso de acción correcto. Algunas personas pueden pensar que esto se aplica solo a cuestiones de religión. En el Islam no hay diferenciación entre asuntos religiosos y “mundanos”. Todo en la vida de las personas se evalúa desde el punto de vista islámico. De ahí que el ejemplo del Profeta nos oriente en todas las esferas de la vida.





No hace falta decir que esto se aplica, quizás en mayor medida, al comportamiento social y las relaciones con otras personas. Es importante estudiar cómo el Profeta trató a otras personas en una amplia gama de situaciones para comprender el enfoque islámico de las relaciones sociales. Aquí, estamos dando algunas notas breves sobre una característica que se manifestó en el comportamiento del Profeta en una variedad de situaciones. Esa característica es el perdón a sus enemigos.





Quizás la descripción de “un enemigo personal” no pueda ser más apropiada que la de alguien que intenta matar a alguien. Cuando el intento es el resultado de una conspiración cuidadosa, la hostilidad está profundamente arraigada. Durante su vida, el Profeta tuvo muchos enemigos que conspiraron contra su vida. Uno de esos intentos tuvo lugar poco después de que el Profeta ganara la batalla de Jaibar que luchó contra los judíos de Medina, lo que resultó en la destrucción del poder militar judío en Arabia. Jaibar cayó ante el Profeta después de un largo asedio que culminó en una feroz lucha para ganar varios de los muchos fuertes que componían este bastión judío.





Para apreciar el significado de la historia citada en el hadiz que nos ocupa, debemos recordar que el Profeta era el jefe del estado islámico, además de ser un Profeta y un mensajero de Dios para toda la humanidad. En cualquier estado, un atentado contra la vida del presidente siempre se considera muy en serio.





Cualquiera que sea sorprendido haciendo o preparándose para hacer tal intento normalmente es acusado de alta traición y de agresión al estado y a toda su gente. Una persona así casi nunca escapa a la pena de muerte. Sin embargo, la reacción inmediata del Profeta fue que no se debía matar a la mujer. Además, no había dudas sobre la identidad del autor de ese espantoso atentado contra la vida del Profeta. La mujer misma trajo el cordero y le dijo al Profeta que se lo había preparado como regalo.





Cuando la mujer fue llevada ante el Profeta, él le preguntó acerca de sus motivos. Ella no negó haber envenenado al cordero. Ella dijo:





“Pensé que si eras verdaderamente un Profeta, no te haría daño. Si fueras un rey (es decir, si su afirmación de ser profeta fuera falsa), entonces me habría librado de ti”.





Cuando esa mujer contempló su intento, debió haberse dado cuenta de que si tenía éxito, habría vengado la derrota de su pueblo. Estaba segura de que el Profeta aceptaba cualquier regalo que se le diera y siempre trataba de complacer a la persona que le daba un regalo comiéndolo si era comida o usándolo si era algo para usar.





Además, se dio cuenta de que el Profeta no sería el único en comer de ese cordero. Cualquiera de sus Compañeros que asistiera con él sería invitado a unirse a él en su comida. Muchos de ellos, probablemente algunas de las principales figuras, morirían con él. Ese podría muy bien haber sido el resultado de su intento. De hecho, uno de ellos, Bishr ibn Al-Baraa’, fue el primero en comer. El Profeta mismo comió uno o dos bocados. Inmediatamente les indicó a sus Compañeros que se detuvieran. El les dijo:





“No lo toquen. Uno de sus órganos me dice que está envenenado”.





Bishr ibn Al-Baraa’ murió pronto.





El mismo Profeta se quejó de los efectos del veneno por el resto de su bendita vida. Anas, quien continuó en el servicio del Profeta durante 10 años hasta que falleció, pudo reconocer el cambio que afectó al Profeta como resultado de este cordero envenenado. Ella debe haber usado un veneno muy poderoso para producir un efecto tan duradero.





De hecho, se informa que el Profeta dijo durante una enfermedad, justo antes de fallecer, que continuó quejándose de la comida envenenada que comió en Jaibar. Por esta razón, varios eruditos han argumentado que el Profeta también fue un mártir. Eso significa que Dios le ha dado el honor de ser un mártir además del honor de ser un Profeta y un mensajero.





A la luz de lo anterior, la tendencia del Profeta a perdonar a esa mujer, que se manifestó en su reacción inmediata a la sugerencia de sus Compañeros de que deberían matarla, es muy significativa. Siempre perdonaba incluso al más duro de sus enemigos, si la decisión de perdonar era suya. En este caso, fue su propia vida la que fue el objetivo inmediato de esa mujer. Dios frustró su intento y el Profeta se inclinó a perdonarla.





La mayoría de los hadices y los libros de historia dan a este informe lo mismo que se le ha dado en este artículo. No mencionan si la mujer, que por cierto se llamaba Zainab bint Al-Harith, fue castigada de alguna manera. De hecho, Al-Bujari incluye este hadiz en su valiosa compilación titulada Al-Adab Al-Mufrad bajo el título del capítulo “El perdón de otras personas”.





Sin embargo, varios eruditos mencionan que el Profeta ordenó posteriormente que la mujer fuera ejecutada. No hay contradicción entre su anterior perdón de ella y el castigo posterior. El Profeta primero la perdonó por atentar contra su vida. Su intento falló y él sobrevivió. Él mismo era el único que tenía autoridad para perdonarla, ya que el atentado fue contra él personalmente. Su castigo fue por matar a uno de sus Compañeros (es decir, Bishr ibn Al-Baraa’) que comió del cordero envenenado.





Cuando se trataba de lesiones, daños o insultos personales, el Profeta nunca dudó en perdonar a esos infractores. El Profeta perdonó a la mujer judía por conspirar para asesinarlo. Sin embargo, fue ejecutada por envenenar hasta la muerte a uno de sus Compañeros.



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