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A lo largo de los 114 capítulos del Corán podemos encontrar información sobre diversos Profetas enviados por Dios a la humanidad. Esta información está presentada en diferentes formas. Desde unos pocos versículos, hasta la narración extensa respecto al Profeta Yusuf, que ocupa un capítulo completo.





Además, casi invariablemente, los Profetas llegaron cada uno a su pueblo en particular con el mismo mensaje. Ellos exhortaron a su gente a adorar solo a Dios, y no asociar a nada ni nadie con Él. Las historias de los Profetas hacen énfasis en esta doctrina básica del Islam de que Dios es Uno.





El Corán deja muy claro que los hijos y las riquezas son un adorno de esta vida y que se nos pondrá a prueba a través de nuestro amor por ellos (Corán 18:46). En las historias de los Profetas, vemos que Dios probó a varias naciones a través de la pérdida de la salud y de las riquezas, incluso con la pobreza extrema. Dios declara que el arrepentimiento y la paciencia son las claves para la vida eterna, por lo tanto, aceptar estas pruebas e incluso dar gracias a Dios por ellas, denota un nivel elevado de fe. La humanidad, sin embargo, está en una lucha constante por aceptar el mensaje de Dios. Muchas naciones fallaron.





La historia del Profeta Job es diferente. A través de su historia podemos ver la lucha de la humanidad a un nivel más personal. Dios no nos cuenta sobre los métodos con que Job predicó a su pueblo o cómo este rechazó sus advertencias y admoniciones. Dios no nos cuenta sobre la suerte que corrió el pueblo de Job. En lugar de ello, Él nos habla acerca de la paciencia de Job. Dios Todopoderoso alaba a Job diciendo:





“Job fue paciente [ante todas las adversidades]. ¡Qué excelente siervo; volvía a Dios en todos sus asuntos y se arrepentía con sinceridad!” (Corán 38:44)





Los cristianos a menudo se refieren a la “paciencia de Job” y, curiosamente, también los musulmanes se refieren a la paciencia de Job y tratan de imitarlo de cara a la adversidad implacable. En el siglo X d.C. el renombrado erudito islámico Ibn Kazir reunió la poca información que ha sobrevivido sobre Job, de modo que lo que sigue a continuación es la historia de Job basada en el Corán, las tradiciones auténticas del Profeta Muhammad, que la misericordia y las bendiciones de Dios sean con él, y la obra Historias de los Profetas, de Ibn Kazir.





Job era un descendiente de Noé (Corán 6:84). Amaba a Dios, lo adoraba solo a Él, era paciente, firme y pedía perdón a Dios a menudo. Satanás escuchó a un grupo de ángeles decir que Job era el mejor hombre de su generación, y el corazón oscuro de Satanás se llenó de celos y rabia en silencio. Su plan fue tentar a Job para alejarlo del bien y hacerlo caer en la incredulidad y la corrupción. Satanás intentó distraer a Job de sus oraciones, pero él se mantuvo firme, rezando con compromiso y concentración.





Esto provocó la ira de Satanás, quien se quejó ante Dios diciéndole que Job era un adorador devoto solo porque Él lo había bendecido con riqueza y posesiones. Dios le permitió a Satanás destruir las posesiones de Job, pero él se mantuvo fiel a su creencia y reconoció que Dios es capaz de dar o quitar la riqueza y las posesiones según Su parecer. Satanás se sintió más frustrado y regresó ante Dios diciéndole que Job solo ocultaba su decepción debido a su gran familia feliz. Satanás y sus ayudantes destruyeron la casa de Job, el edificio se vino abajo matando a todos sus hijos.





Una vez más, Job se volvió hacia Dios buscando consuelo y aceptando esta dura prueba sin quejarse. Satanás se disfrazó y se acercó a Job con la forma de un anciano. El anciano fingió compadecerse de Job y le sugirió que Dios no lo había recompensado por su devoción y sus oraciones, pero Job respondió que Dios “a veces da y a veces quita” y que él estaba complacido con su Creador. La cólera silenciosa pero ardiente de Satanás creció. Volvió ante Dios diciéndole que Job estaba en forma y saludable, y que por ello tenía la esperanza de recuperar su fortuna y tener más hijos. Satanás pidió permiso de destruir la salud de Job. Dios le concedió a Satanás su tercera petición, pero no le permitió tener influencia alguna sobre el alma, el corazón ni el intelecto de Job.





Satanás y sus colaboradores comenzaron a dañar el cuerpo de Job por voluntad de Allah. Lo redujeron a mera piel sobre huesos y lo hicieron sufrir dolores fuertes. Job también fue afectado por una enfermedad que hacía que la gente se alejara de él con repugnancia, y sus amigos y parientes comenzaron a abandonarlo. Solo su esposa permaneció con él. Ella se preocupaba por él y lo cubrió de bondad aun cuando se quedó sin dinero y tuvo que trabajar como sirvienta para llevar un poco de comida cada día para los dos.





A lo largo de esta experiencia terrible, Job mantuvo su devoción hacia Dios. Sus labios y lengua siempre recordaban a Dios y él nunca se desesperó ni se quejó. Al contrario, siguió agradeciendo a Dios incluso por esta gran calamidad que le había ocurrido. Satanás sentía el peso de su fracaso, no sabía cómo seducir a Job para alejarlo de su devoción hacia Dios, así que decidió acosar a su esposa. Se le apareció en la forma de un hombre y le recordó los viejos tiempos y lo fácil que había sido su vida anterior. La esposa de Job se echó a llorar y enfrentó a Job diciéndole: “Pídele a tu Señor que quite este sufrimiento de nosotros”.





Job se entristeció y le recordó a su esposa que Dios los había bendecido con riqueza, hijos y salud durante 80 años, y que este sufrimiento había estado sobre ellos por un período relativamente corto de tiempo. Declaró que se sentía avergonzado de pedirle a Dios que les quitara las dificultades y amonestó a su esposa diciéndole que si alguna vez recuperaba la salud, le daría 100 golpes. La esposa amorosa de Job quedó devastada, dio la vuelta y buscó refugio en otra parte. Job se sintió indefenso y se volvió hacia Dios, no para quejarse sino para rogar por misericordia.





“[El Profeta] Job invocó a su Señor: [¡Oh, Dios! Tú bien sabes que] He sido probado con las enfermedades, pero Tú eres el más Misericordioso. Respondí su invocación y lo curé de sus enfermedades, y le di nueva descendencia, multiplicándola como misericordia de Mi parte y como recuerdo para los adoradores devotos”. (Corán 21:83-84)





Dios le devolvió casi de inmediato la salud a Job. La esposa de Job no soportaba estar mucho tiempo separada de su esposo amado, así que regresó y se sorprendió al ver su recuperación. Lloró agradeciendo a Dios, y al oír sus palabras, Job se preocupó. En su ira, él había jurado golpear a su esposa, pero no tenía deseos de hacerle daño porque la quería mucho. Dios quiso tranquilizar el corazón de su siervo devoto y paciente, así que le aconsejó: “Toma en tu mano un manojo de hierbas y golpea [simbólicamente] con él a tu esposa, para que no perjures”(Corán 38:44).





Por las tradiciones del Profeta Muhammad sabemos que Dios también restauró la riqueza de Job. Se dice que un día, mientras tomaba un baño, Dios lo cubrió con saltamontes de oro[1]. Dios recompensó la paciencia de Job en abundancia. Su salud fue restablecida, su familia regresó con él y se multiplicó, y una vez más se convirtió en un hombre rico.





Dios nos dice que la historia de Job es un recordatorio para todos aquellos que Lo adoran (Corán 21:84). Cuando uno realmente adora a Dios con total sumisión, es necesario tener paciencia. Rezar toda la noche requiere paciencia, ayunar requiere paciencia, vivir con problemas y pruebas requiere paciencia. La vida de este mundo es una prueba, y a fin de pasarla y ser recompensados con el Paraíso, debemos adquirir la paciencia de Job.





 



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