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LA HISTORIA DE JOSÉ





Esta es una historia de intriga y engaño, de envidia, orgullo y pasión… y no se trata de una telenovela. Es una saga de paciencia, lealtad, valentía y compasión… y no es el Show de Cristina. Es la historia del Profeta José, la paz de Dios sea con él. El mismo José conocido por el musical de Broadway “José el Soñador”, de Andrew Lloyd Webber y Tim Rice; y el mismo Profeta José conocido en las tradiciones cristiana y judía. Dios le reveló esta historia al Profeta Muhammad cuando un israelita le pidió que le dijera lo que sabía respecto a José[1]. Las historias en el Corán generalmente son contadas en trozos pequeños repartidos por varios capítulos; la historia de José, sin embargo, es única. Fue revelada en un capítulo, de principio a fin. Es la historia y las experiencias completas del Profeta José. Aprendemos acerca de las alegrías, problemas y aflicciones de José, nos movemos con él a través de los años de su vida mientras se arma con la piedad y la paciencia, y al final sale victorioso. La historia de José comienza con un sueño, y termina con la interpretación de ese sueño.





 “Ésta es la más hermosa de las historias que te revelamos en el Corán, y antes no tenías conocimiento de ella”. (Corán 12:3)





La infancia de José





José era un muchacho joven, guapo, alegre y muy querido por su padre. Una mañana se despertó entusiasmado respecto a un sueño, y corrió feliz a ver a su padre explicándole lo que había visto en su sueño. El padre de José escuchó con atención a su hijo amado, y su rostro resplandecía de alegría mientras José relataba un sueño que hablaba del cumplimiento de una profecía. José dijo:





 “¡Oh, padre mío! Por cierto que vi [en sueños] once astros, también al Sol y la Luna, que se prosternaban ante mí”. (Corán 12:4)





José era uno de 12 hermanos cuyo padre era el Profeta Jacob y cuyo bisabuelo era el Profeta Abraham. Esta profecía hablaba de mantener vivo el mensaje de Abraham de adorar al Único Dios Verdadero. El nieto del Profeta Abraham, Jacob, interpretó que el sueño quería decir que José sería aquel que llevaría la “Luz de la Casa de Dios”[2]. Sin embargo, se desvaneció la alegría que había surgido en el rostro de Jacob con la misma rapidez con que había aparecido, y él imploró a su hijo que no le contara su sueño a sus hermanos. Jacob dijo:





“¡Oh, hijito! No cuentes tu visión a tus hermanos porque conspirarán contra ti [por envidia]; ciertamente Satanás es para los humanos un enemigo evidente [y no cesará de susurrarles que tramen algo contra ti]. Así [como te mostró esa visión en sueños] tu Señor te elegirá [como Profeta] y te enseñará la interpretación de los sueños; y completará Su gracia sobre ti [con la revelación] y sobre la descendencia de Jacob, tal como la completó sobre tus ancestros Abraham e Isaac; en verdad tu Señor es Omnisciente, Sabio”. (Corán 12:5-6)





Jacobo sabía que sus hijos (los hermanos de José) no aceptarían la interpretación de este sueño ni el avance de José sobre ellos mismos. Jacobo estaba lleno de miedo. Los diez hermanos mayores siempre estuvieron celosos de su hermano menor. Ellos reconocían en su padre un afecto particular hacia él. Jacob era un Profeta, un hombre dedicado a la sumisión al Único Dios Verdadero, y trataba a su familia y a su comunidad con justicia, respeto y amor equitativo. Sin embargo, su corazón se inclinaba por las dulces cualidades evidentes en su hijo José. José también tenía un hermano menor llamado Benjamín, quien en ese momento, era demasiado joven para participar en cualquiera de los trucos y engaños que se estaban gestando.





Mientras que los Profetas y los piadosos están dispuestos a divulgar el mensaje de sumisión a Dios, Satanás está a la espera de seducir e incitar a la humanidad. Le encanta la confabulación y el engaño, y ahora estaba sembrando las semillas de la discordia entre Jacob y sus hijos mayores. Los celos que los hermanos sienten hacia José ciegan sus corazones, desorientan sus pensamientos y hacen que las cosas pequeñas parezcan insuperables, mientras que las grandes se vean insignificantes. José atiende las advertencias de su padre y no les cuenta su sueño a sus hermanos; pero aun así, ellos se obsesionan y son abrumados por los celos. Sin conocer el sueño de José, idearon un plan para matarlo.





José y Benjamín eran los hijos de la segunda esposa de Jacob. Los mayores se consideraban a sí mismos hombres. Eran mayores, más fuertes y veían en sí mismos muchas cualidades buenas. Cegados por la envidia, veían a José y a Benjamín demasiado jóvenes y ninguna importancia en la vida de la familia. Ellos se negaban a entender por qué su padre los amaba tanto. El pensamiento retorcido de los hijos mayores les hacía acusar a su padre de estar perdido, cuando en realidad estaban lejos de la verdad. Satanás hizo que ellos vieran sus pensamientos como justos, y su extravío se mostró claramente cuando hablaron de matar a José para, inmediatamente después de cometer un acto tan despreciable, mostrar arrepentimiento a Dios.





 “Cuando dijeron: Por cierto que José y su hermano [Benjamín] son más amados por nuestro padre que nosotros a pesar que somos un grupo [de varios hijos]. Ciertamente nuestro padre está en un error evidente. Matad a José o desterradlo para que la atención [y el amor] de vuestro padre sea sólo para vosotros, y luego [de haberlo eliminado arrepentíos y así] os contaréis entre los virtuosos [nuevamente]”. (Corán 12:8-9)





Uno de entre ellos sintió el error de lo que planeaban y sugirió que en lugar de matar a José, lo debían tirar a un pozo. Cuando fuera encontrado por algún viajero que pasara, sería vendido como esclavo, dejándolo, por tanto, como muerto para la familia. Ellos creían, en su ceguera, que la ausencia de José lo haría desaparecer de los pensamientos de su padre. Los hermanos continuaron urdiendo su plan malévolo. Satán estaba jugando con ellos, susurrando sus pensamientos en sus mentes y susurrando el extravío en sus oídos. Los hermanos terminaron su discusión satisfechos consigo mismos y creyeron que habían diseñado un plan inteligente. Se acercaron a Jacob con un plan para llevarse a José con ellos al desierto, con el pretexto de jugar con él para que se divirtiera. El miedo saltó al corazón de Jacob.





Y todos los asuntos son como Allah lo dispone, pero la mayoría de los hombres lo ignoran.” (Corán 12:21)





La historia de José confirma incondicionalmente que Dios tiene control total sobre todas las cosas. La traición y el engaño de los hermanos de José sólo tuvieron éxito en preparar a José para la gran posición que ocuparía finalmente. La historia de José describe la omnipotencia de Dios y nos da cuenta exacta de Su poder y supremacía. La historia comienza con engaño, pero termina con comodidad y alegría. Una recompensa justa por la paciencia y la total sumisión a la voluntad de Dios que José mostró a través de su largo viaje, enfrentando las intrigas y la traición de quienes lo rodeaban.





La paciencia que aprendió José de su terrible experiencia lo convirtió en uno de los más justos de entre los hombres. Su linaje era impecable, su bisabuelo, su abuelo y su padre también eran Profetas. En las tradiciones cristiana y judía, estos hombres son conocidos como Abraham, Isaac and Jacob.





Engaño y traición





Cuando los hijos mayores de Jacob pidieron permiso para llevarse con ellos a José a las profundidades del desierto para jugar, Jacob sintió miedo en su corazón. Desde sus primeras palabras, él sospechó la traición y expresó su miedo de que un lobo atacara a José. Jacob dijo:





 “En verdad me apena [que se separe de mí y] que os vayáis con él, y temo que se lo coma un lobo cuando estéis descuidados”. (Corán 12:13)





Satanás trabaja de manera sutil y engañosa, y con sus palabras, Jacob les proporcionó involuntariamente a sus hijos la razón perfecta para la desaparición de José. Los hermanos supieron de inmediato que culparían a un lobo por la desaparición de José, y esto se convirtió en parte de su cobarde plan. Jacob estuvo finalmente de acuerdo y permitió a José ir con sus hermanos en su viaje por el desierto.





Fueron directamente al pozo y sin remordimientos, tomaron a José y lo lanzaron en él. José lanzó un grito de miedo, pero sus crueles corazones no sintieron piedad por su hermano menor. Los hermanos confiaban en que un viajero hallaría a José y lo vendería como esclavo. Mientras José pedía auxilio aterrado, los hermanos tomaron un pequeño carnero o cordero de su rebaño, lo sacrificaron y limpiaron la sangre sobre una de las prendas de José. Consumidos por completo por su envidia, los hermanos hicieron un juramento para mantener en secreto su fechoría y se alejaron satisfechos de sí mismos. José, aterrado, se aferró a una cornisa en el pozo y Dios le hizo saber que un día se enfrentaría a sus hermanos. Él le dijo a José  que llegaría el día en que les hablaría a sus hermanos de ese evento cobarde, pero los hermanos no sabrían que estarían hablando con José.





“Ciertamente les recordarás [un día] esta acción, y no se darán cuenta [que ello te fue revelado]”. (Corán 12:15)





El llanto no es evidencia de la verdad





Los hermanos regresaron a su padre llorando. En ese momento, ya era de noche y Jacob estaba sentado en su casa esperando con ansias el regreso de José. El sonido de diez hombres llorando confirmó su temor más profundo. La oscuridad de la noche sólo era comparable con la oscuridad de sus corazones. Las mentiras salieron con facilidad de sus lenguas y el corazón de Jacob se encogió de miedo.





 “Dijeron: ¡Oh, padre! Nos adelantamos para competir [con nuestros arcos], y dejamos a José con nuestras provisiones, y entonces se lo comió un lobo. No nos creerás a pesar de que somos veraces. Y le mostraron su camisa manchada con sangre falsa”. (Corán 12:17-18)





En una historia de los hombres rectos que vinieron después del Profeta Muhammad, viene un relato de un juez musulmán que estaba decidiendo el caso de una anciana. Los detalles del caso no son importantes; sin embargo, la anciana lloraba y lloraba. Con base en la evidencia, el juez falló en su contra. Un amigo del juez dijo: “Ella lloraba y lloraba, es vieja, ¿por qué no le creíste?” El juez dijo: “¿Acaso no sabes, por el Corán, que el llanto no es evidencia de la verdad, pues los hermanos de José fueron llorando ante su padre?” Ellos estaban llorando, pero habían cometido el crimen.





Tanto Jacob como José fueron de los más nobles entre los hombres. El Profeta Muhammad describió a José como el hombre más digno y generoso. Cuando se le pregunto quién era el hombre más temeroso de Dios, dijo: “La persona más honorable es José, el profeta de Dios, el hijo del profeta de Dios, el hijo del siervo amado de Dios (Abraham)”[1]. Mientras José estaba sentado en el pozo, aterrorizado, seguía seguro de su sumisión a Dios; y Jacob, a muchos kilómetros de allí, sentía su corazón encogido de miedo y dolor, pero sabía que sus hijos mentían. Como corresponde a un profeta de Dios, con lágrimas bañando su rostro, dijo Jacob:





 “Eso es lo que les susurra vuestra alma. Tendré paciencia, y Allah es a Quien debo implorar el socorro sobre lo que narráis”. (Corán 12:18)





Este era un dilema para Jacob, ¿qué iba a hacer? Sabía que sus hijos mentían, pero, ¿cuáles eran sus opciones? ¿Matar a sus hijos? Debido a su completa sumisión a Dios, Jacob sabía que este asunto estaba más allá de sus manos. No tenía más opción que confiar en Dios y volverse a Él con esperanza y paciencia.





En lo profundo del pozo, José oró. Padre e hijo se volvieron hacia Dios en la profunda oscuridad de la noche. Una mezcla de miedo y esperanza llenó sus corazones, y la noche dio paso a un nuevo día. Para Jacob, el día amaneció en el comienzo de muchos años a ser llenados con confianza en Dios y con paciencia. Para José, los rayos del amanecer brillaban en los bordes del pozo. Si hubiera podido otear el horizonte, habría divisado una caravana acercándose. Minutos después, un hombre bajó su cubo al fondo del pozo esperando hallar agua clara y fresca.





Extraviados por los susurros de Satanás y llenos de envidia y orgullo, los hermanos engañaron a su padre Jacob y traicionaron a su hermano menor. Arrojado a un pozo profundo por sus hermanos, José, el hijo amado del Profeta Jacob, se aferró toda la noche a una repisa y trató de poner su confianza en Dios. El tiempo pasó lentamente y el calor del sol de la mañana cayó pesadamente sobre la tierra quemada. Más tarde ese día, una caravana que iba hacia Egipto se acercó al pozo.





Cuando la caravana llegó, los viajeros se dedicaron a sus obligaciones, algunos amarraban los camellos, otros atendían los caballos, algunos desempacaban, otros preparaban la comida. El aguador fue hasta el pozo y lanzó su cubo, feliz de pensar en obtener agua fresca y clara. José se sorprendió cuando el cubo cayó hacia él, pero antes que alcanzara el agua, él lo tomó y se aferró a la cuerda. Sorprendido por el peso del cubo, el hombre se asomó por el borde del pozo. Quedó pasmado y emocionado cuando vio a un niño aferrado a la cuerda. El hombre llamó a sus compañeros para que le ayudaran a subir al niño del pozo y todos se asombraron de ver a este niño hermoso, no muy pequeño, que estaba frente a ellos.





Mirando al muchacho, el aguador no pudo ocultar su emoción y exclamó en voz alta: “¡Qué sorpresa! Hay un jovencito”  (Corán 12:19). El hombre estaba muy contento, y de inmediato decidió vender a José, sabiendo que con él haría mucho dinero en el mercado de esclavos. Tal como los hermanos habían previsto, el hombre de la caravana se llevó a José a Egipto esperando venderlo por un buen precio. El mercado de esclavos de Egipto estaba lleno de gente, algunos comprando, otros vendiendo y otros simplemente viendo las transacciones. El bello joven hallado en el pozo atrajo a muchos y su subasta no se hizo esperar. El precio subía más allá de las expectativas y José fue adquirido finalmente por Aziz, el Primer Ministro de Egipto.





Sin embargo, Dios nos dice en el Corán que lo vendieron por un bajo precio.  (12:20) Esto noparece tener sentido ya que los hombres de la caravana estaban llenos de júbilo por el precio que habían recibido. Dios describe el precio como bajo debido a que José en realidad valía mucho más de lo que nadie hubiera podido imaginar jamás. Los hombres no se dieron cuenta lo que este niño podría llegar a ser. Ellos creyeron que, aunque hermoso, José era insignificante. Nada podía estar más alejado de la verdad, si ellos hubieran cobrado su peso en oro, aún habría sido un precio bajo por el hombre que llegaría a ser José, el Profeta de Dios.





En la casa de Aziz





El Primer Ministro, Aziz, percibió de inmediato que este no era un joven común y corriente. Lo llevó a su casa, una de las grandes mansiones de Egipto, y le dijo a su esposa:





“Recíbelo honorablemente, tal vez nos sea de provecho [como un sirviente], o lo adoptemos como hijo. Así establecimos a José en la tierra [de Egipto] y le enseñamos la interpretación de los sueños”. (Corán 12:21)





Dios puso a José en la casa de la segunda persona más importante de Egipto. El Primer Ministro Aziz era más que sólo un primer ministro, también era el tesorero de Egipto. Dios estableció a José en la tierra para enseñarle sabiduría y entendimiento. La lucha y el esfuerzo requeridos por José para superar la separación de su padre y su familia, la dificultad de haber sido traicionado por sus hermanos mayores que se suponía lo protegían, la prueba en el pozo y la humillación de ser vendido como esclavo, fueron todas pruebas diseñadas para moldear el carácter de José. Esos fueron los primeros pasos en la escalera hacia la grandeza. Dios usó la traición de los hermanos de José para cumplir Su plan de establecer a José como Profeta.





Los hermanos de José creyeron que tenían el asunto bajo control cuando pusieron a su hermano en el pozo, pero en realidad el asunto estaba fuera de sus manos. Dios es Quien controla todos los asuntos. Dios fue decisivo en Su acción, y Su plan fue llevado a cabo a pesar de la traición, la envidia y el orgullo de los demás. José se encontró en el centro de la toma de decisiones de Egipto con un hombre que de alguna manera parecía estar consciente de las cualidades especiales de José. Aunque lejos de su padre y de su hermano Benjamín, José estaba bien cuidado y vivía rodeado de lujos. José creció y maduró en la casa de Aziz y Dios le concedió buen juicio y conocimiento.





“Y cuando alcanzó la madurez, le concedimos sabiduría y conocimiento [a través de la revelación]; así recompensamos a los benefactores”. (Corán 12:22)





Dios le concedió a José conocimiento y sabiduría. No sólo una, sino ambas cualidades. Le dio la habilidad de entender y la habilidad del buen juicio cuando aplicaba su conocimiento. Este no siempre es el caso. Hay mucha gente a través de la historia del mundo, incluso hoy día, que tiene conocimiento pero no tiene la habilidad o el juicio de aplicar ese conocimiento de manera efectiva.





Uno de los grandes eruditos del Islam, el Imam Abu Hanifa, celebraba con frecuencia grandes círculos de aprendizaje en los que presentaba un tema de debate. El tema era discutido y las opiniones dadas, luego el Imam Abu Hanifa daba un veredicto final. Esta forma de enseñanza fue única en aquel tiempo. Había entre estos círculos de aprendizaje un erudito de las narraciones del Profeta Muhammad (hadices), él recitó uno que el Imam Abu Hanifa nunca había escuchado antes. En ese preciso momento, una mujer se acercó al círculo e hizo una pregunta. El erudito le respondió que no conocía la respuesta, pero que el Imam Abu Hanifa estaba capacitado para responderle. Entonces Abu Hanifa se volvió hacia los miembros del círculo de aprendizaje y dijo: “Sé la respuesta a esta pregunta gracias al hadiz que nuestro hermano acaba de mencionar”. Así, es posible tener el conocimiento pero no saber cómo aplicarlo. Al Profeta José, como a todos los Profetas de Dios, le fue dado el conocimiento y la sabiduría para entenderlo y para aplicarlo.



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