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Mi gran amor por Jesús me condujo al Islam


Simon Alfredo Caraballo





A. María.A.Z





Nací católico y como tal fui educado en la creencia de


que el catolicismo es la única religión verdadera; el


judaísmo, un mero preludio del Cristianismo y cualquier


otra religión, falsa. Oí hablar del Islam por vez primera en


1978. Supe entonces que los musulmanes creen en el


origen divino del Cristianismo y el judaísmo y que el


Corán afirma que a lo largo de la historia Dios ha enviado


profetas a las diferentes partes del orbe para guiar a los


seres humanos al buen camino.


Para implantar el Cristianismo en lo más hondo de la


conciencia la Iglesia Católica se sirve de un plan que,


ejecutado en la más tierna infancia, asegura que con toda


probabilidad su influencia se extenderá de por vida. El


plan discurre en sus líneas maestras en torno a la vida y


persona de Cristo, desde su supuesto nacimiento en


diciembre hasta su supuesta crucifixión en Semana Santa.


Sin embargo, todos esos sucesos no se conocieron hasta


siglos después de que él dejara de estar entre nosotros: no


fueron revelados por Dios, sino inventados por hombres.


Siguiendo una tradición venezolana, yo esperaba cada


nochebuena que Jesús apareciera portando los regalos que


le había pedido en mi carta anual. Pero como pertenecía a


una familia pobre y tenía muchos hermanos, al Niño Jesús


le resultaba en extremo difícil traérmelo todo. Yo me


preguntaba desconcertado cómo podía ser que, si tal como


me enseñaban en las clases de catecismo, Jesús tantos


milagros obraba, fuera incapaz de traerme un simple


triciclo. ¿Acaso traerme un triciclo no resulta más sencillo


Mi gran amor por Jesús me condujo al Islam 5


que resucitar a los muertos?, me preguntaba. Y así, durante


años…


Al aproximarse la Semana Santa solía ver las


recreaciones televisivas de la Pasión y Muerte de Cristo.


Me moría de ganas de meterme dentro de la tele y tratar de


ayudarlo de algún modo. Rogaba a Dios que viniera en su


auxilio, que no dejara que crucificaran a Su “hijo”. Y al


final, incapaz de soportarlo, lloraba a escondidas (porque


“los hombres no lloran”). En verdad no podía comprender


que se dirigiera tanta crueldad contra un hombre bueno.


Aunque traumatizantes, aquellas experiencias encendieron


en mi interior una llama de vivo amor por tan grande


profeta. Acaso a otros niños que veían colmadas sus


expectativas navideñas fueran los regalos los que les


infundieron el amor a Cristo...


En definitiva, si el objetivo de la Iglesia es engendrar


en los hombres la veneración a Jesús no cabe duda de que


conmigo lo consiguieron. Aprendí a amarlo más incluso


que a mis padres. Mas, aún muy niño, comencé a


cuestionarme el poder divino. Dios, cavilaba para mis


adentros, hace cuanto le viene en gana. Él es el creador del


universo todo: de la tierra, del sol, de la luna, las estrellas y


el hombre. Entonces, ¿por qué no libró de la muerte al


Jesús crucificado? En cierta ocasión, dispuesto a resolver


la paradoja, trepé una tapia en la parte trasera de nuestra


casa y allí me dirigí directamente a Él. “Dios mío,


exclamé, voy a arrojarme desde lo alto de esta tapia. Si tan


poderoso eres, si nada escapa a tu voluntad, hazme volar


surcando los aires. Si no lo haces, dejaré de creer en tu


poder, porque tampoco pudiste salvar a Jesús”. ¡Menos


mal que la tapia no era muy alta…! Y a cada tentativa de


vuelo crecía más en mí el convencimiento de que, al cabo,


Dios no era tan poderoso. ¡Qué chiquillada!, ¿verdad?


6 Mi gran amor por Jesús me condujo al Islam


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Cuando comencé los estudios de secundaria mis


padres me autorizaron a trabajar con un señor mayor


fotógrafo al que acompañé a multitud de sitios. Resultó


que mi amigo fotógrafo tenía fama de brujo. Doquiera que


acudíamos las clientas le rogaban que les leyera la


buenaventura. Él, entonces, encendía un cigarro y al


tiempo que se consumía y sus cenizas se iban


desprendiendo desvelaba sus “adivinaciones”. Otras veces


hipnotizaba a las personas para sonsacarles sus secretos


más íntimos.


Todas estas experiencias se fueron depositando en mi


conciencia a una edad muy temprana. Por entonces, mis


padres frecuentaban un centro de parapsicología. Allí


acudí con ellos en diversas ocasiones y allí me fui


familiarizando con la meditación, los espíritus, las


posesiones demoníacas, la así llamada “comunicación de


los muertos con los vivos”1, etc.


Allí aprendí también a orar dos veces al día frente a un


pequeño altar que mi padre, con cariñoso esmero, había


erigido. Mi padre tenía un libro que solía leer muy a


menudo. Se titulaba La vida de Jesús dictada por él


mismo. En una de aquellas reuniones, la persona que


1 Los muertos, en realidad, no se comunican con los vivos. Son


demonios los que imitan las voces de las personas fallecidas


para, así, ser escuchados. Son la deprecación a Allah, la


recitación del Corán y el dikr del Profeta los que sí tienen un


enorme poder para expulsar a los espíritus malignos y sanar a los


poseídos. Se trata de un portento que cualquier musulmán puede


obrar. Mas quien pretenda invocar a otro que a Allah o utilizar la


Biblia para expulsar a los espíritus, ese tal no hará sino convenir


con los demonios que pretende exorcizar o utilizar unos


demonios para expulsar a otros.


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conducía la sesión me preparó una suerte de talismán.


Según él, sus virtudes portentosas habrían de protegerme


de todo mal, así que lo porté siempre conmigo.


Mientras tanto continuaba reflexionando acerca de la


crucifixión de Cristo. Mi padre me dijo que en el libro que


tanto le agradaba leer Jesús afirmaba en nombre propio


que había viajado a lugares muy distantes de Jerusalén, lo


que me devolvió en cierta medida el optimismo, aunque no


se me alcanzaba cómo podía ser que Jesús hubiera dictado


su propia autobiografía.


Al finalizar los estudios de secundaria me ofrecieron la


posibilidad de trasladarme con una beca a los Estados


Unidos para allí obtener una licenciatura en ingeniería, y


acepté lleno de gozo.


Me desplacé a los EEUU en 1977. Pero antes de eso


tuve una experiencia que afectó muy negativamente a mi


fe cristiana. Cierto día fui testigo de cómo dos cristianos


modélicos se detenían a auxiliar a una persona que había


sufrido un ataque de epilepsia en plena calle. Primero lo


socorrieron, y seguidamente le abrieron la cartera para


sustraerle el dinero1. Aunque los actos individuales no


1 Algunos textos bíblicos prohíben explícitamente el robo y los


demás males, de ello hablan los mandamientos: (Y habló Dios


todas estas palabras, diciendo: Yo soy Yahveh tu Dios, que te


saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre. No tendrás


dioses ajenos delante de mí. No te harás imagen, ni ninguna


semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra,


ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las


honrarás; porque yo soy Yahveh tu Dios. No tomarás el nombre


de Yahveh tu Dios en vano…. Honra a tu padre y a tu madre….


No matarás. No cometerás adulterio. No hurtarás. No hablarás


8 Mi gran amor por Jesús me condujo al Islam


8


prueban la validez de una religión, lo cierto es que


aquello me impresionó vivamente. Acaso para algunos


parezca un episodio intrascendente. Pero para mí, que


había visto el severo castigo que mi padre aplicó a uno de


mis hermanos por aparecer en casa con veinticinco


centimitos de bolívar cuyo casual hallazgo no atinó a


explicar de manera satisfactoria, el asunto no era baladí.


II


Mi experiencia en los Estados Unidos de Norteamérica


En 1977 llegué a los Estados Unidos para iniciar mis


estudios universitarios. Comencé asistiendo a una escuela


para aprender inglés donde conocí a personas de diferentes


orígenes y religiones. En esa escuela de Seattle,


Washington, compartí habitación con un saudí que seguía


estudios de maestría: Fouad, creo que se llamaba… Un


día, Fouad me preguntó si no tenía inconveniente en que


contra tu prójimo falso testimonio. No codiciarás la casa de tu


prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo,… ni cosa alguna


de tu prójimo. «Éxodo 20:1-17»). Estos diez mandamientos, que


están de acuerdo con el texto coránico, forman parte de la Biblia,


aunque su impacto sobre la gente esté por desvanecerse, porque


existen otros textos bíblicos que los contradicen o desmienten.


La revelación del Corán generoso, último libro de Dios, fue una


muestra de Su misericordia de la que se habrían de beneficiar


Sus creados. El Corán es, para todo musulmán, la medida de


cualquiera otra Sagrada Escritura.


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rezara en la habitación. Le contesté que no. Me sorprendió


ver rezar por vez primera a un musulmán. Antes de


comenzar la oración se lavó las manos y se enjuagó la


boca. Seguidamente, se lavó la cara y los antebrazos1 en el


pequeño lavamanos del aseo interior de nuestra habitación.


Desde luego era la primera vez que veía a alguien lavarse


los pies en un lavamanos… Me quedé embelesado


observando la secuencia de sus movimientos al orar. Se


levantaba, se arrodillaba y finalmente se postraba rozando


el suelo con la frente. Nosotros, en la iglesia, solo nos


arrodillábamos y rezábamos. Pero lo de Fouad era


diferente. Poco después se mudó de habitación y no volví a


ver orar a un musulmán durante meses.


En la escuela donde aprendía inglés los recesos eran


aprovechados por los estudiantes de diferentes países para


1 El Islam otorga una gran importancia a todo lo relacionado con


la limpieza. Por ejemplo, además de la ablución ritual menor o


wudu` (el “alguado”, en castellano antiguo) para la validez de la


oración son requisitos imprescindibles la pulcritud del vestido,


del cuerpo y del lugar donde se ora. También se recomienda la


ablución antes de recitar el Sagrado Corán y antes de retirarse a


dormir. Por otra parte, el ghusl, o aseo completo dejando correr


el agua por todo el cuerpo, es obligado después de mantener


relaciones sexuales y recomendable, antes de acudir a la oración


comunal del viernes (el yumu`a). Enjuagarse la boca, cepillarse


los dientes, recortarse las uñas, afeitarse el vello púbico y de las


axilas, retocarse el bigote, perfumarse, abstenerse de ensuciar


lugares o mobiliario públicos y no contaminar las aguas,


caminos y lugares de sombra y reunión, son puntos vivamente


recomendados en el Islam y se consideran actos de culto que


acercan el hombre a Dios: ninguna otra religión puede competir


con el Islam en interés por la limpieza y pulcritud del cuerpo y


del alma.


1 0 Mi gran amor por Jesús me condujo al Islam


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reunirse a charlar. Recuerdo bien una de aquellas


charlas en torno al origen de las religiones. “Rezáis como


rezáis - comenté llegado un momento de la discusión- no


más porque tal es el modo en que vuestros antepasados lo


hacían”. Después añadí que sus antepasados adoraban el


sol y las estrellas, y que tales emociones se habían


transmitido, de generación en generación, hasta hoy.


Comenzaba así a dudar sobre el origen de la fe en Dios,


aunque mis profundas creencias cristianas me libraron de


caer en el ateismo.


Un día, visitando una mezquita, observe a un nutrido


grupo de personas que oraban de igual modo que había


visto hacer a Fouad. Aunque el suelo estaba gélido,


permanecían todos sentados y eso me animó a quedarme a


oír lo que el imán tenía que decir. Se llamaba Jamil Abdul-


Razzaq, era iraquí, y platicaba en inglés sobre la


maledicencia. Recuerdo la suya como una voz poderosa y


plena de pasión. Miraba a los asistentes como si supiera de


alguno calumniador al que no quería señalar directamente.


Seguro que pretendía que todos los maledicentes se


sintieran culpables por igual.


Aquel mismo día recibí un paquete con publicaciones


en torno a diversos temas. Entre ellas había una que


abordaba el estudio del Islam y el Cristianismo desde un


punto de vista comparativo. Me tomó mucho tiempo leer


aquello: al fin y al cabo, a la sazón yo no era más que un


novato de la Oklahoma State University. Pero fue a través


de ese estudio comparativo como tomé conciencia de que


tanto el Islam como el mensaje de Jesús son por igual


producto de la revelación divina. El Mesías dijo que su


mensaje no era suyo, sino de Dios: “Porque yo no he


hablado por mi cuenta, sino que el Padre que me ha


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enviado me ha mandado lo que tengo que decir y hablar.”


(San Juan 12:49). De igual modo, la revelación que


Muhammad, el enviado de Dios, sobre él la paz y la


bendición, transmitió a toda la humanidad provenía


también de Allah por conducto del ángel Gabriel: “Y en


verdad que ésta es la revelación del Señor del universo. El


Espíritu Fiel [el ángel Gabriel] descendió con ella hasta tu


corazón para que adviertas.” (Qur’an 26: l92-194)


Así pues, la autenticidad de una religión y su origen


divino dependen en gran medida de hasta qué punto lo


revelado por Dios a la humanidad ha sido transmitido de


manera exacta. Dicho de otro modo, una religión será


perversa en la medida en que lo revelado a los profetas no


haya sido en ella transmitido fielmente. Si algo se omitió o


se cambió, es casi seguro que la esencia del mensaje


original se habrá perdido para siempre. Por tanto, si


queremos ser justos y objetivos en nuestras valoraciones


deberemos determinar hasta qué punto los Evangelios y el


Corán están libres de adulteraciones, adiciones o


supresiones. Ya que el objetivo es transmitir la verdad al


estimado lector, y considerando que a veces, un relato


personal de sucesos no atrae a cierta gente, lo que


encuentra en este libro es un resumen sobre la


comparación del Cristianismo e Islam – las dos mayores


religiones influyentes en el mundo con el mayor número


de fieles de todas las razas y naciones. Después de ello,


continuaré narrando acontecimientos desde mi personal


experiencia. Ese es nuestro propósito principal con este


libro. Por ello, lector, si buscas la verdad, espero que Allah


te ilumine a través de él.


1 2 Mi gran amor por Jesús me condujo al Islam


12


III


Los Evangelios


Los cuatro evangelios conocidos como de Mateo,


Marcos, Lucas y Juan se encuentran en la sección de la


Biblia denominada “Nuevo Testamento”. Fueron escritos


entre los años 70 y 115 d.C. (es decir, décadas después de


que el Mesías dejara de estar entre nosotros) y están


basados en documentos de los que no ha quedado ni rastro.


El Evangelio según Marcos fue el primero escrito en Roma


y se redactó al menos cuarenta años después de que Jesús


desapareciera. El de Mateo se escribió en griego


aproximadamente en el año 90 d.C.; el de Lucas, también


en griego, sobre el año 80 d.C. Los tres forman el grupo


que se conoce como “evangelios sinópticos”, pues se


basan en los mismos documentos perdidos a los que aludía


antes. El Evangelio según Juan1, sin embargo, encierra


1 Por cierto que Juan no se contaba entre los discípulos de Jesús.


Según la Enciclopedia Británica, “el Evangelio según San Juan


es definitiva e indudablemente una invención” ("the Gospel


according to John is definitely and undoubtedly a fabrication").


Por otra parte, en la introducción a la Catholic Bible se afirma


con toda rotundidad que con el correr de los siglos los copistas


fueron añadiendo a las Sagradas Escrituras pasajes que no


formaban originalmente parte de las mismas y que, en


consecuencia, llegaron a la imprenta en base a manuscritos


plagados de corrupciones de toda suerte. Por otro lado, en la


introducción a la edición revisada de la King James Bible, obra


colectiva de treinta y dos teólogos cristianos ratificada por


cincuenta corporaciones consultivas, leemos: “La King James


sufre graves deficiencias… dichas deficiencias son tan


Mi gran amor por Jesús me condujo al Islam 13


notables diferencias con los anteriores. Es en este último


en el que se afirma la divinidad y preexistencia de Jesús,


pese a que él jamás dijo nada parecido. El Evangelio según


Juan se compuso entre los años 110 y 115 d.C.


Los evangelios se escribieron tras la división de los


discípulos en diferentes tendencias para dotar de soporte


teórico las necesidades prácticas de la comunidad. Aunque


se procuró basarlos en relatos transmitidos por la tradición,


lo cierto es que, sirviendo como lo hacían a los intereses


particulares de sus autores, no se puso un especial empeño


en mantener el mensaje original libre de adiciones,


recortes y manipulaciones. El Corán lo afirma con


meridiana claridad y hoy, catorce siglos después, un gran


número de teólogos cristianos así lo reconoce.


Cabe destacar que los cuatro citados no fueron los


únicos evangelios compuestos en los siglos siguientes a


que Jesús desapareciera de entre nosotros. Hubo muchos:


el Evangelio de Jacob, el de Pedro, el de Tomás, el de


Felipe o el de Bernabé, entre otros. El Evangelio de los


Hebreos, por ejemplo, compuesto en la misma lengua que


hablaba Jesús, el que utilizaban los habitantes de Nazaret,


niega la divinidad del Mesías, al que considera un gran


profeta de Dios, pero no más que eso. En los cuatrocientos


años que siguieron a la desaparición de Jesús, los


evangelios de Marcos, Mateo, Lucas y Juan fueron


incluidos entre los textos principales que componen el


corpus de la Biblia. La Iglesia declaró canónicos estos


cuatro evangelios y herético cualquier otro. Desde


numerosas y serias que…” ("Yet, the King James Version has


grave defects … and these defects are so many and so serious…").


1 4 Mi gran amor por Jesús me condujo al Islam


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entonces esos cuatro evangelios fueron considerados


“Palabra de Dios”, aunque ello no fue óbice para que se les


continuaran introduciendo cambios. Como resultado, los


evangelios canónicos se encuentran corruptos. Es evidente:


¿Cómo si no cabe explicarse que cada dos por tres vean la


luz ediciones diferentes y contradictorias con las


anteriores?


Entre los numerosos factores que debemos tomar en


consideración al analizar el grado de autenticidad y


fidelidad al mensaje original de los cuatro evangelios


canónicos se cuentan:


1. Del Evangelio original revelado por Dios a Jesús al que


hacen referencia tanto el Corán como los evangelios


conservados1 no ha quedado ni rastro.


2. Las primeras recopilaciones de las enseñanzas de Jesús,


registradas por escrito muy poco tiempo después de su


ascensión a los cielos, también se han perdido.


3. Los Evangelios se escribieron entre setenta y ciento


quince años después de los acontecimientos que narran y


se basan en documentos perdidos; su contenido ha sido


sometido a notables manipulaciones.


4. Ninguno de los compiladores de los evangelios


conocidos vio a Jesús, escuchó de viva voz sus palabras o


fue testigo presencial de lo narrado.


1 Dijo Allah, alabado y ensalzado sea: “Y le dimos [a Jesús] el


Evangelio, en el que había guía y luz…” (Quran 5:46). Y en


Marcos 14:9 leemos: “En verdad os digo que doquier que se


predicare este evangelio por todo el mundo se contará también


en memoria o alabanza de esta mujer lo que acaba de hacer.” En


verdad, quien quiera conocer las verdaderas enseñanzas de Jesús


deberá acudir al Corán.


Mi gran amor por Jesús me condujo al Islam 15


5. Los evangelios fueron compuestos en griego, mientras


que Jesús hablaba arameo.


6. Los evangelios y la mayoría de las epístolas que hoy


conocemos fueron sancionados en el siglo IV d.C.


(concretamente en el año 325) por una minoría de


miembros del Concilio de Nicea. Antes del año 325 los


evangelios, carentes de toda autoridad canónica, fueron


alterados por copistas de las diferentes sectas y


grupúsculos cristianos en consonancia con sus intereses y


caprichos personales.


7. La mayoría de los textos que integran lo que hoy


conocemos como los evangelios se debe a la pluma de


Pablo y sus discípulos. Pablo, que nunca vio a Jesús ni


jamás lo oyó predicar, fue un señalado enemigo del


mensaje del Mesías, a cuyos discípulos asesinaba,


confinaba en mazmorras (Hechos 8:3 y 9:1-2) o los


forzaba a calumniar al Maestro (Hechos 26:11). Sin


embargo, tras su “conversión”, “procuraba unirse a los


discípulos, mas todos se temían de él no creyendo que


fuese discípulo; hasta tanto que Bernabé tomándolo


consigo lo llevó a los apóstoles." (Hechos 9:26-27)


Después de que, aseguraba, Jesús se le apareciera y le


hablara camino a Damasco (Hechos 9:3-8), aunque no


pudiera aportar de ello testigos ni pruebas de ninguna


clase1, de la noche a la mañana se convirtió en el portavoz


1 En efecto, Pablo no tenía más pruebas que su propio


testimonio, lo que en consonancia con la propia Biblia no es


válido: “Si yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio no es


válido.” (Juan 5:31) Por otra parte, su versión incurre en


contradicciones. Así en Hechos 9:7 leemos: “Los que venían


acompañándole estaban asombrados oyendo, sí, sonidos de voz,


pero sin ver a nadie”, mientras que Hechos 22:9 afirma:


1 6 Mi gran amor por Jesús me condujo al Islam


16


oficial de Jesús, aquel al que el Mesías había designado


para predicar al mundo: una designación, por cierto, para


la que tampoco aportaba pruebas (Hechos 9:3-6)1. Pablo


comenzó a acusar a los discípulos y a aquellos que “no


creían que él fuese un discípulo” de andar errados en la fe


(Epístola I a Timoteo 6:20-21). De Bernabé, que tan bueno


y compasivo trato le había dispensado, se dice que “fue


inducido por ellos a usar de la misma simulación.”


(Galatas 2:13) Para completar el círculo, Pablo se arrogó el


derecho a propagar ideas contradictorias con las


enseñanzas del Mesías, que no había venido sino a


completar la Ley (Hechos 21:20 y Romanos 7:6)2. Incluso


“Aunque vieron la luz no entendieron bien la voz del que


hablaba conmigo.” Y logró así Pablo lo que antes no lograra por


la fuerza.


1 “Queridos míos -leemos en la Epístola I de Juan 4:1-, no


queráis creer a todo espíritu sino examinad los espíritus si son de


Dios o siguen su doctrina; porque se han presentado en el mundo


mucho falsos profetas.” Pablo incluso llegó a confesar que


mentía en sus predicaciones: “Pero si la verdad de Dios con


ocasión de mi mentira se ha manifestado más gloriosa, ¿por qué


razón todavía soy yo condenado como pecador?” (Romanos


3:7).


2 “No penséis que yo he venido a destruir la Ley o los profetas:


no he venido a destruirla, sino a darle su cumplimiento. Que con


toda verdad os digo que antes faltarán el cielo y la tierra que deje


de cumplirse perfectamente cuanto contiene la Ley hasta una


sola jota o ápice de ella.” (Mateo 5:17-18). Pablo hizo cuanto


estuvo en su mano por atraer a su círculo todos los seguidores


que fuera posible, incluso si ello exigía contradecir las


verdaderas enseñanzas de Jesús o su modo de predicar, pues


nunca el Mesías, debemos subrayarlo, condescendió a la lisonja


en detrimento de la verdad. En Corintios I 9:19-23, Pablo


Mi gran amor por Jesús me condujo al Islam 17


“quería éste [Pablo] salir a presentarse en medio del


pueblo, mas los discípulos no se lo permitieron” (Hechos


19:30): no sorprende, pues, que afirmara que “todos los


naturales de Asia se han apartado de mí” (Epístola II a


Timoteo 1:15) y que “en mi primera defensa nadie me


asistió, antes todos me desampararon.” (Epístola II a


Timoteo 4:16)


8. Los más antiguos manuscritos de la Biblia conservados


son el Codex Vaticanus, el Codex Sinaiticus y el Codex


Alexandrinus, todos ellos fechados entre los siglos IV y V


d.C. No es posible establecer con exactitud los cambios


introducidos en los evangelios con anterioridad a esas


fechas, siempre teniendo en cuenta, por supuesto, que los


evangelios se escribieron en griego y Jesús hablaba


arameo.


9. Las discrepancias que se observan en los manuscritos


conservados de los siglos IV y V son muy notables en


diversos puntos1.


confiesa: “En verdad que estando libre de todos de todos me he


hecho siervo, para ganar más almas. Y así con los judíos he


vivido como judío, para ganar a los judíos; con los sujetos a la


Ley he vivido como si yo estuviese sujeto a la Ley (con no estar


yo sujeto a ella) sólo por ganar a los que a la Ley vivían sujetos;


así como con los que no estaban sujetos a la Ley, he vivido


como si yo tampoco lo estuviese (aunque tenía yo una ley con


respecto a Dios, teniendo la de Jesucristo), a trueque de ganar a


los que vivían sin ley. Híceme flaco con los flacos, por ganar a


los flacos. Híceme todo para todos, parar salvarlos a todos, todo


lo cual hago por amor del Evangelio, a fin de participar de sus


promesas.”


1 Ciertos teólogos cristianos señalan con satisfacción la


existencia de cientos de manuscritos diferentes de los


1 8 Mi gran amor por Jesús me condujo al Islam


18


10. Los Evangelios y las Epístolas contienen numerosos


errores y contradicciones1. Además, no existe un nexo de


unión probado de los mismos con sus supuestos autores.


Con todo ello disponemos de pruebas más que


suficientes para aseverar de manera categórica que el


Evangelio original de Jesús, tal y como le fue revelado por


Dios, no es lo que ha llegado hasta nosotros. Se concluye,


pues, que los cuatro evangelios y las epístolas que hoy


hallamos en la Biblia no pueden considerarse similares o


equivalentes al Evangelio revelado por Dios a Jesús.


Para abundar en la demostración valgan como muestra


los siguientes ejemplos:


La moderna doctrina cristiana se basa en el Nuevo


Testamento. Pero el Nuevo Testamento ha sido sometido a


tantos cambios que prácticamente no hay una edición


nueva que se pueda calificar de igual a la anterior.


Además, se trata de cambios tan sustanciales que afectan a


las raíces mismas de la doctrina cristiana. Por ejemplo, las


dos únicas fuentes evangélicas en torno a la ascensión de


Jesús a los cielos han sido suprimidas. Concretamente nos


referimos a los siguientes pasajes de Marcos y Lucas:


Evangelios. Mas uno se pregunta qué valor tienen en realidad


todos esos manuscritos si entre ellos ¡no hay dos iguales…!


1 La profusión de errores que se observan en la Biblia condujo a


Robert Kehl Zeller en su obra The Authenticity of the Holy Bible


a sostener con la mayor contundencia que no hay libro en la


historia de la humanidad que haya sido objeto de tantos cambios


y manipulaciones. ¡Qué gran diferencia con lo que opina


William Muir del Corán! (véase la nota 1 de la p. 20 de la


presente obra).


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“Así el Señor después de haberles hablado fue elevado


al cielo y allí está sentado a la diestra de Dios.” (Marcos


16:19)


“Y mientras los bendecía se fue separando de ellos y


elevándose al cielo.” (Lucas 24:51).


El pasaje de Marcos ha sido sencillamente eliminado


junto a todo su contexto. El de Lucas, si bien no ha


desaparecido del todo, ha quedado como sigue: “Y


mientras los bendecía se fue separando de ellos”, donde las


palabras “elevándose al cielo” se han evaporado.


Veamos algunos otros ejemplos. En Mateo 16:27-28


leemos: “Ello es que el Hijo del hombre ha de venir


revestido de la gloria de su Padre acompañado de sus


ángeles a juzgar a los hombres; y entonces dará el pago a


cada cual conforme a sus obras. En verdad os digo que hay


aquí algunos que no han de morir antes de que vean al


Hijo del hombre aparecer en el esplendor de su Reino.”


Evidentemente la profecía no se cumplió. Habemos pues


de concluir que se trata de un error de Mateo, pues en caso


contrario sería una mera engañifa de Jesús y el Mesías,


como profeta verdadero de Dios, no incurría en engaños.


Pero es que Mateo en una misma página dice una cosa


y completamente su contraria. Así, refiriendo la opinión


que Pedro le merecía al Mesías, pone en sus labios: “Y


Jesús, respondiendo, le dijo: Bienaventurado eres Simón,


hijo de Jonás, porque no te ha revelado eso carne y


sangre… Tú eres Pedro… Y a ti te daré las llaves del


Reino de los Cielos; y todo lo que atare sobre la tierra será


también atado en los cielos; y todo lo que desatare sobre la


tierra será también desatado en los cielos.” (Mateo 16:17-


19). Sin embargo, apenas unos versículos más abajo


(Mateo 16:23) leemos: “Pero Jesús vuelto a él le dijo:


Quítateme [le habla a Pedro] de delante Satanás que me


2 0 Mi gran amor por Jesús me condujo al Islam


20


escandalizas; porque no tienes conocimiento ni gusto de


las cosas de Dios, sino de las de los hombres.”


Pensemos ahora en los sucesos relativos a la supuesta


crucifixión de Cristo. Los evangelios se contradicen en


este punto de manera flagrante y de principio a fin. Así,


Mateo 27:44 afirma: “Y eso mismo le echaban en cara los


ladrones que estaban crucificados en su compañía”. En


efecto, no cabe duda de que los dos ladrones están


insultando a Jesús. Sin embargo, en Lucas 23:39-40


leemos: “Y uno de los ladrones que estaban crucificados


blasfemaba contra Jesús diciendo: Si tú eres el Cristo o


Mesías sálvate a ti mismo y a nosotros. Mas el otro le


respondía diciendo: ¿Cómo, ni aun tú temes a Dios


estando como estás en el mismo suplicio?”, donde


tampoco cabe duda de que uno de los ladrones lo insulta,


mientras que el otro lo defiende.


En fin, los errores y contradicciones son innumerables.


Y no son solo cosa del Nuevo Testamento: también los


hallamos en el Antiguo1. Por ejemplo, en Reyes II 8:26


leemos: “Ocozías tenía veintidós años cuando comenzó a


reinar, y reinó un año en Jerusalén”, lo que contradice


Crónicas II 22:2: “Ocozías tenía cuarenta y dos años


cuando comenzó a reinar”. Otro ejemplo: Reyes III 24:8


afirma: “Dieciocho años tenía Joaquín cuando comenzó a


reinar, y reinó tres meses en Jerusalén”, mientras que en


Crónicas II 36:9 leemos: “Joaquín tenía ocho años cuando


empezó a reinar, y reinó tres meses y diez días en


Jerusalén.”


1 El mismo Concilio Vaticano II (1962-65) admitió la existencia


de errores en el Antiguo Testamento.


Mi gran amor por Jesús me condujo al Islam 21


Otro. Samuel II 23 afirma que “Mical, la hija de Saúl,


no tuvo hijos hasta el día de su muerte”, lo que contradice


Samuel II 21:8: “Pero tomó a Armoní y Meribaal, los dos


hijos que Rispá, hija de Aiá, había tenido con Saúl, y los


cinco hijos que Mical, hija de Saúl, había tenido con


Adriel, hijo de Barzilai, el de Mejolá.” A ver, ¿Mical


murió sin hijos o dio a luz cinco? Para resolver la


incongruencia el nombre Mical, que aparece tanto en la


King James como en la New World Translation de los


Testigos de Jehová, ha sido reemplazado en la New


Standard American Version de 1973 por el de Merab.


También el Antiguo y el Nuevo Testamento se


contradicen; por ejemplo, en lo relativo a la visión de


Dios. Así, según Juan 1:18, “A Dios nadie lo ha visto


jamás”, lo que se confirma en la Epístola I de Juan 4:12


pero es completamente contradictorio con Génesis 32:30,


donde Jacob afirma haber mirado a Dios a la cara: “Vi a


Dios cara a cara, y fue librada mi alma”; con Éxodo 33:11,


donde se nos viene a decir que el Señor le habló a Moisés


cara a cara como quien mantiene una amigable charla con


un amigo, y también desde luego con Éxodo 24: 9-11: “Y


subieron Moisés y Aarón... y vieron a Dios, y comieron y


bebieron.”


Y otro ejemplo más. En Juan 3:13 leemos: “Ello es así


que nadie subió al cielo, sino aquel que ha descendido del


cielo, el Hijo del hombre, que está en el cielo”. Pero


Génesis 5:24 afirma: “Camino, pues, Enoch con Dios, y


desapareció, porque lo llevó Dios”, y Reyes II 2:1: “Esto


es lo que sucedió cuando el Señor arrebató a Elías y lo


hizo subir al cielo en el torbellino.” Aclaremos el asunto:


entonces, ¿a los cielos subió solo Cristo o también Enoch y


Elías?


2 2 Mi gran amor por Jesús me condujo al Islam


22


Todo ello sin contar con que existen numerosas


versiones diferentes del Antiguo Testamento: la hebrea, la


griega, conocida como Septuaginta, y la samaritana por


ejemplo. Y sin contar con que buena parte de los


verdaderos autores de los libros que componen el Antiguo


Testamento nos son completamente desconocidos. Así lo


confirma, sin ir más lejos, la introducción de la versión


francesa de la Biblia, en la que leemos: “Los diferentes


libros que componen la Biblia son obra, en su mayoría, de


autores reconocidos como la voz de Dios entre los suyos,


pero muchos de los cuales han permanecido en el


anonimato”.


El Islam, en una postura rigurosamente justa, mantiene


que en la Biblia se mezclan verdad y falsedad, y el criterio


para distinguir ambas no es otro que el Sagrado Corán y la


Sunna del Profeta Muhammad, Dios lo bendiga y salve. En


definitiva, cuanto en la Biblia sea acorde con el Corán y la


Sunna será tenido por cierto. Y viceversa: cuanto no lo


sea, será tenido por falso. Si en la Biblia, por último, se


alude a algo y en el Corán y la Sunna no, entonces no


podremos juzgarlo. Creer con un convencimiento pleno en


el mensaje original revelado por Dios a Abraham, a


Moisés, a David, a Jesús o a cualquier otro profeta, con


todos ellos sea la paz, es parte sustancial de la fe: sin ese


pío convencimiento no serás musulmán.


Mi gran amor por Jesús me condujo al Islam 23


IV


La autenticidad del Qur’an


El Corán, la última revelación de Dios a la humanidad,


ha permanecido libre de cambio o intervención humana


durante más de mil cuatrocientos años1. Este Mensaje


Final de Dios fue revelado al profeta Muhammad, Dios lo


bendiga y salve, a lo largo de veintitrés años de forma


segmentada, de modo que en cada revelación se le daban a


conocer uno o varios versículos (o “aleyas”) de mayor o


menor tamaño. Cada vez que el profeta Muhammad


1 En su obra Te Rife of Muhammad, William Muir, un autor no


musulmán, afirma: “Probablemente no haya otro libro en el


mundo - refiriéndose al Corán- que haya permanecido intacto


durante doce siglos”. La orientalista italiana Laura Veccia


Vaglieri dice en su libro Apologia dell Islamismo: "Aun nos


queda otro indicio de la divinidad del Corán: a lo largo de los


siglos, su texto ha sido preservado de la tergiversación, desde el


tiempo de su revelación hasta nuestros días, y así será –si Dios


quiere– siempre y cuando exista el universo (p. 58). "Muestro mi


aprecio por este poderoso libro que no ha sufrido ningún


falseamiento tanto por sus partidarios como por sus enemigos; ni


por intelectuales ni por analfabetos; no lo decae el tiempo, y su


estado hoy sigue intacto igual que el primer día de su revelación


al Profeta fiel, el último de los enviados, añade, al final de su


libro (p. 133).


2 4 Mi gran amor por Jesús me condujo al Islam


24


recibía una de estas revelaciones la recitaba a sus


discípulos o compañeros, que la coleccionaban por escrito


y la memorizaban. El profeta, además, iba indicándoles la


posición exacta que cada segmento debía ocupar en la


compilación final del Texto. De este modo, cientos de


seguidores del profeta escribieron o memorizaron la


totalidad del Corán aún en vida de Muhammad. Tras su


muerte, Abú Bakr, el primer califa, puso en manos de Zaid


Ibn Zabit la responsabilidad de compilar todo ello en un


solo volumen a modo de obra unitaria. Más adelante, y por


orden del tercer califa, Uzmán Ibn `Affán, se prepararon


siete copias diferentes del Libro que se enviaron a los


centros urbanos principales del mundo islámico.


La pervivencia del Corán en su forma original árabe,


lengua viva y de uso; la existencia de millones de personas


que lo han memorizado de manera escrupulosa y exacta en


los cuatro puntos cardinales y la perfecta coincidencia de


uno y el mismo texto en todas sus copias y manuscritos


son pruebas concluyentes de la autenticidad de esta la


última Revelación de Dios a la humanidad.


El Corán, todo él, en forma y sentido, letra y espíritu,


sin adición ni merma alguna es la Palabra de Dios. Si


Allah ordenaba al profeta Muhammad “Di: ¡Dios es uno!”,


el profeta no podía sino repetir tal cual el mandato,


incluyendo incluso el imperativo “di”, que se mantienen en


el Libro. Para evitar confusiones, los hadices o tradiciones


proféticas, los cuales conforman la Sunna o segunda fuente


del Islam, y en los cuales solo el sentido, y no la forma, es


revelada por Dios, se mantienen aparte del Corán y se


reúnen en obras específicas que se denominan


“compilaciones de hadices”. En la Biblia, por el contrario,


se superponen partes reveladas por Dios junto a otras


atribuidas a los profetas y otras, por último, a personas


comunes y sin capacidad profética.


Mi gran amor por Jesús me condujo al Islam 25


Para cualquiera que lea el Corán es evidente que está


íntegramente dedicado a afirmar la unicidad divina. No es,


como algunos creen, un canto a las hazañas y grandezas de


Mahoma. Quien lea el Sagrado Corán deberá aceptar de


grado que en este Libro no hay otro afán o interés que


invitar a la fe en la unicidad de Allah, a alabarlo,


glorificarlo y obedecerlo: “Muhammad -leemos en Corán


3:144- no es más que un enviado: otros antes le


precedieron; si muriera o le mataran, ¿os volveríais atrás?


Quien se vuelva atrás ningún daño causará a Dios. Dios


retribuirá a los agradecidos.”


Quien lea el Sagrado Corán verá que sin la


aquiescencia divina era impensable para Muhammad


beneficiar a nadie, ni siquiera a sí mismo: “Di: No está en


mi mano atraerme otros beneficios o daños que los que


Dios disponga. Si yo conociera lo arcano abundaría en


bienes y el mal no me habría tocado. Pero lo cierto es que


no soy mas que un monitor, un nuncio de buenas nuevas


para los creyentes.” (Corán 7:188)


Quien lea el Sagrado Corán incluso hallará aleyas que


recriminan severamente al Profeta por sus acciones. En


cierta ocasión, por ejemplo, un ciego se acercó a


Muhammad, Dios lo bendiga y salve, mientras éste


predicaba a los nobles de La Meca. El ciego, ávido de


instrucción en cuanto Allah había revelado a su mensajero,


interrumpió sus predicaciones. El profeta entonces,


persuadido de la viva fe que embargaba a aquel hombre


devoto, se limitó a fruncir el ceño e ignorarlo deseando


atraer a la fe a los demás. Aquella acción le valió al profeta


una buena regañina: “Frunció el ceño y volvió la espalda


porque el ciego se le allegó. ¿Quién sabe? Acaso podría


haberse crecido en pureza o dejado amonestar; y acaso la


amonestación le hubiera beneficiado. Pero no, le haces


caso al rico, aunque no seas responsable de si no se


2 6 Mi gran amor por Jesús me condujo al Islam


26


purifica, y a quien a ti acudió lleno de fervor y temor de


Dios ¡a ése no le prestas atención!” (Corán 80:1-11) Si


lees el Sagrado Corán comprobarás que Dios llega incluso


a amenazar de muerte al profeta si osare atribuirle la que


no es Su palabra: “Si hubiera osado atribuir a Nos sus


propias palabras lo habríamos tomado por la diestra y le


habríamos seccionado la aorta, y ninguno hubierais podido


impedirlo” (Corán 69:44-47)


Los árabes paganos acusaron repetidas veces al profeta


de inventarse el Corán. Para ellos reveló Allah varias


aleyas en las que los reta a componer una obra


parangonable al Libro. Así, en Corán 17-88 leemos: “Di:


Aunque la humanidad entera y todos los seres invisibles se


unieran para producir algo semejante a este Qur’an, nada


lograrían ni aunando sus afanes.” Y en Corán 52:33-34:


“O dicen: Él se lo ha inventado. ¿No ves que no están


dispuestos a creer? ¡Que presenten entonces una


composición similar si es cierto lo que dicen…!”.


Como no lo lograron, el reto se redujo posteriormente


a componer solo diez azoras como las del Corán: “Dicen:


¡Él se lo ha inventado! Di: Si es verdad lo que decís,


¡inventaos vosotros diez azoras así invocando en vuestro


auxilio a quien podáis, mas no a Dios!” (Corán 11:13). Y


tampoco lo lograron. Finalmente los retó, gloria a Él, a


componer una sola azora de similar belleza: “Si dudáis de


lo que hemos ido revelando a Nuestro siervo presentad una


sola azora semejante e invocad a vuestros testigos, mas no


a Dios, si lo que decís es verdad. Mas si no podéis -y


ciertamente no podréis-, guardaos del fuego en el que se


consumen hombres y piedras y que aguarda a cuantos


niegan la verdad.” (Corán 2:23-24) El reto se repite en


Corán 10:38: “Y dicen: ¡Él se lo ha inventado! Di: Si es


verdad lo que decís, ¡inventaos vosotros una sola azora así


convocando en vuestro auxilio a quien podáis, mas no a


Mi gran amor por Jesús me condujo al Islam 27


Dios!” Aunque a la sazón se contaban entre los enemigos


acérrimos del Islam algunos de los más conspicuos


oradores árabes de todos los tiempos, y aunque aquello les


hubiera ahorrado todo el tiempo y el esfuerzo que


derrocharon en combatir el Islam, no lograron componer


siquiera una sola azora comparable al Corán.


Por otra parte, quien lea el Sagrado Corán comprobará


que, al contrario que la Biblia, no incurre en errores


científicos, ni discrepa, contradice o entra en conflicto de


ninguna clase con la razón y/o la ciencia: “¿Es que no van


a reflexionar sobre el Qur’an? Si procediera de otro que


Dios habrían hallado en él una profusión de


contradicciones.” (Corán 4:82) Aunque revelado hace mil


cuatrocientos años, el Corán alude a cosas que los


científicos apenas acaban de descubrir o demostrar con la


ayuda de complejas investigaciones y la más avanzada


tecnología. La razón se resiente ante el hecho probado de


que un hombre analfabeto, hace mil cuatrocientos años,


conociera tales cosas.


Allah, gloria a Él en las alturas, describe con


meridiana claridad las diferentes fases del desarrollo


embrionario: “En verdad, hemos creado al hombre de la


esencia de la arcilla; luego lo depositamos como gota en


un firme receptáculo [el útero]; luego creamos de la gota


un coágulo [una célula embrionaria], del coágulo un


embrión, y en el embrión, huesos que revestimos de carne.


Luego hacemos surgir de todo ello una criatura nueva:


¡Bendito Dios, el creador sublime! (Qur’an 23:12-14)


El Sagrado Corán alude también al big bang: “¿Acaso


saben los que se empeñan en negar la verdad que los cielos


y la tierra formaban una sola masa que luego


fragmentamos?, ¿y que hemos dispuesto a partir del agua


todas las cosas vivas? ¿Tampoco ahora tendrán fe?”


(Corán 21:30) No debemos pasar por alto que estos


2 8 Mi gran amor por Jesús me condujo al Islam


28


versículos abordan la misma cuestión que fue objeto de


un Premio Nóbel del año 1973 y que la ciencia moderna ha


probado que el 80% del citoplasma de la célula viva está


compuesto por agua. La imposibilidad de que todos estos


datos tan precisos pudieran estar a disposición de un


hombre analfabeto1 de hace mil cuatrocientos años


constituye una prueba categórica de que el Corán es la


palabra de Dios y de que Muhammad es, Dios lo bendiga,


en verdad un profeta.


1 “Pues tú [Muhammad], antes de recibir esta no leías ni la


copiabas con tu mano escritura revelada alguna. De haberlo


hecho, quienes se afanan en negar la verdad habrían tenido


razones para dudar.” (Corán 29:48)


Mi gran amor por Jesús me condujo al Islam 29



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