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Un cristiano libanés, caracterizado por su perspectiva objetivista y su investigación de la verdad. Era conocido por su actividad perseverante aspirante a lograr la coexistencia pacífica entre el Islam y el cristianismo en el Líbano -según sus palabras- tanto al nivel intelectual como al realista. A lo largo de los años sesenta escribió varios capítulos y dio muchos discursos en diferentes ocasiones tanto islámicas como cristianas, con el fin de lograr el mismo objetivo. Fue un ex-embajador del Líbano en el Vaticano. De sus libros: Liqâ’ Al Masîhiiah Ual Islâm [El encuentro entre el cristianismo y el Islam] (Año 1970 d.C.), Fî Jutâ Muhammad [Siguiendo los pasos de Muhammad]  (Año 1970 d.C.) y Al Islâm Kamâ ‘Ariftuh… Dîn Ar-Rahmah Ua As-Salâm [El Islam como lo conocí… la religión de la misericordia y la paz] (Año 1997 d.C.).





 





([No discutáis] Sino de buen modo):





 





                “Me agrada mencionar la aleya que representa una fuente de tolerancia: Al-lâh Dice [traducción del significado]: {No discutáis con la Gente del Libro [acerca de vuestra fe] sino de buen modo, a excepción de los que hayan sido injustos, y decid: Creemos en lo que nos ha sido revelado a nosotros así como en lo que os ha sido revelado a vosotros. Nuestro Dios y vuestro Dios  es Uno, y a Él nos sometemos.}[1]. Esto es lo que los musulmanes dicen a los cristianos y tienen fe en ello, ya que son las palabras de Al-lâh (Glorificado Sea) dirigidas a ellos, son frases que deberíamos todos -cristianos y musulmanes- pronunciar todos los días, ya que son las piedras de fundación de una construcción que queremos que trascienda hasta el cielo, pues es la construcción donde nos encontramos entre nosotros y donde nos encontramos con Al-lâh (Glorificado Sea), ya que donde el amor esté Al-lâh (Glorificado Sea) también Estará. De hecho, el Corán menciona explícitamente que los Libros revelados tienen el mismo Mensaje, y su origen Al-lâh (Glorificado Sea) lo Tiene en Su poder. Dicho origen a veces se lo nombra como Um Al Kitâb, otras como Al-Lauh Al Mahfûdh o como Al Imâm Al Mubîn, y todas estas denominaciones se refieren a la Tabla Protegida”[2]





 





El libro más profundo que jamás se haya escrito:





 





            “Muhammad (sallal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) era analfabeto, de modo que no sabía leer ni escribir, y pese a eso regaló a la humanidad el libro más elocuente que jamás se haya escrito y que la humanidad ha soñado desde sus inicios. Fue el Libro que Al-lâh (Glorificado Sea) Reveló a Su Mensajero”[3].





 





El Libro guardado:





 





“Ningún libro –antes de la [invención] de la imprenta– de cualquier tipo o importancia, recibió el mismo nivel de cuidado e interés que el Corán, ni se le proporcionaron los medios de protección de pérdida y distorsión que el Corán. Dichos medios lo guardaron de las sospechas que normalmente influyen en los libros de la Biblia”[4].





 





Su milagro fue el mismo Corán:    





 





            “Nada en todo el Corán menciona un solo milagro o una sola maravilla hecha por el Profeta (sallal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam), es suficiente para él que el milagro mayor fue revelado a él, es suficiente para él que fue escogido fuera del resto de los hombres para que aquella riqueza le fuera revelada, pues jamás la historia narró que otra de su importancia fue comunicada por medio de la lengua de un solo hombre. Es suficiente para él que difundió aquella riqueza, tal como era, entre la gente, de modo que ésta los benefició a todos y seguirá a lo largo de la vida como una fuente a la que recurren los sedientes de la verdad y los hambrientos de llegar al Reino de Al-lâh (Glorificado Sea)”[5].   





 





El tesoro eterno:





 





            “El Islam no necesita nuestra pluma, sea lo que sea su elocuencia, sino que nuestra pluma sí necesita el Islam, por lo que contiene de riqueza espiritual y moral, así como su Corán maravilloso del que podemos aprender mucho”[6].





 





Nadie lo pudo hacer:





 





            “Aquí se demuestra la grandiosidad de Muhammad, ya que, en muy poco tiempo y con tanta rapidez, pudo establecer una legislación moral, espiritual y social sin precedentes a lo largo de la historia”[7].     





 





Un político, jurídico, fundador y reformador… en medio de tantas perturbaciones:





 





            “Este hombre, que no conoció la tranquilidad, el descanso ni la estabilidad,, pudo en medio de tantas perturbaciones establecer los fundamentos de un Estado, legislar las leyes, poner los sistemas, citar interpretaciones esforzándose en sus explicaciones”[8].        





 





No era un hombre común:





 





            “Quien piense en la Sîrah [biografía] de este hombre [o sea del Profeta (sallal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam)], se verá impulsado a admitir que lo que había logrado y realizado casi forma parte de otra vida diferente de la vida conocida por los hombres”[9].       





 





Un tesoro interminable:





 





            “Parece como si Muhammad (sallal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) quisiera dejar a los creyentes una riqueza espiritual y moral interminable, de la que gastaran sin que se agotara ni se escaseara, porque esta riqueza tiene el mismo tamaño de su espíritu. ¡¿Acaso el espíritu del Profeta se agota o se escasea?!”[10].      





 





La cima de las cumbres:





 





            “Aquel idioma (el árabe) que Al-lâh (Glorificado Sea) Quiso que fuera la cumbre de todas las lenguas, el Corán es su punto más alto. Entonces, el Corán es la cima de las cumbres, porque es la Palabra de Al-lâh (Glorificado Sea)”[11].     





 





El hombre más grande del mundo:





 





                “En La Meca nació un niño cuya madre jamás imaginó -en el momento de su nacimiento- que sería uno de los hombres más grandiosos no sólo del mundo, sino de la historia, y quizá sea el más grandioso en absoluto”[12].





 





Un mundo en sí mismo:





 





                “No se olvidó de que él era un padre y abuelo de hijos y nietos, por consiguiente no los privó de su cariño y compasión. Así, por medio de su personalidad eminente, rica de valores, capacidades y cualificaciones, poseedora de aspectos multidimensionales y singular gracias a los atributos y las mercedes concedidos por Al-lâh, fue un mundo en sí mismo”[13]





 





El patrimonio de Muhammad (sallal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam):





 





                “Tu patrimonio, oh hijo de ‘Abdul-lâh, debe vivir, no sólo en las almas y en los corazones, sino en la vida real, en todas las crisis y los obstáculos que la gente enfrenta. Tu patrimonio es una escuela que cada día da lecciones y  predicaciones. Tienes respuestas para todas las preguntas, y encontramos para cada problema –de cualquier complejidad y dificultad- una solución en tus citaciones”[14].        





 





Logró lo que deseaba:





 





                “…El Profeta (sallal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) no era solamente un Mensajero que guiaba a la gente a la fe, sino que era un comandante y líder de un pueblo. Así pues, procuró transformar a aquel pueblo en la mejor nación que haya surgido de la humanidad, y logró su objetivo”[15]









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