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Fue un famoso orientalista británico que comenzó su carrera científica en la Universidad de Cambridge, donde aprendió árabe, a causa de su amor por este idioma. Luego se trasladó para trabajar como investigador en la Universidad de Aligarh en la India; y pasó diez años allí, durante los cuales escribió su famoso libro The Preaching of Islam [La Predicación del Islam.] Fue profesor de filosofía en la Universidad de Lahore, antes de regresar a Londres en 1904, para doble actuar como Asistente Bibliotecario en la Oficina de la India y profesor a tiempo parcial en la Universidad de Londres. Fue miembro del consejo editorial de la primera edición de la Enciclopedia Islámica publicada en Leiden, Holanda. Fue profesor visitante en la Universidad Egipcia en 1930. Cabe mencionar que fue maestro del pensador indio islámico, Muhammad Iqbâl.





The Spread of Islam in the World: A History of Peaceful Preaching [La difusión del Islam en el mundo. Historia de una predicación pacífica]





Una penetración pacífica





“Pero en su mayor parte, faltan detalles para cualquier historia de la desaparición del cristianismo entre las tribus árabes cristianas de Arabia del Norte. Parece que han sido absorbidas por la comunidad musulmana circundante en un proceso casi imperceptible de “penetración pacífica”. Si se hubieran realizado intentos para convertirlos por la fuerza cuando por primera vez estuvieron bajo el gobierno Mahometano, no hubiera sido posible para los cristianos haber sobrevivido entre ellos hasta los tiempos de los ‘califas abasíes’”. [1]





Una acusación falsa





“El hecho mismo de su (de la Iglesia Nativa Cristiana) supervivencia bastante larga (en el norte de África) se opone a cualquier suposición de conversión forzada”[2].





Saladino y sus sucesores





“Durante el reinado de Salâh Ad-Dîn (Saladino) (1169-1193) sobre Egipto, la condición de los cristianos fue muy buena bajo los auspicios de este gobernante tolerante. Los impuestos que habían sido establecidos sobre ellos fueron aligerados y varios fueron suprimidos completamente. Ellos atestaron las oficinas públicas en calidad de secretarios, contadores y registradores y, durante casi un siglo bajo los sucesores de Saladino, disfrutaron de la misma tolerancia y favor y no tenían nada de qué quejarse, excepto la corrupción y la degeneración su propio clero. La simonía se había vuelto terriblemente común entre ellos. El sacerdocio fue vendido a personas ignorantes y viciosas, mientras que los postulantes para el sagrado oficio, que no podían pagar las sumas exigidas para la ordenación, eran rechazados con desprecio a pesar de ser personas dignas y adecuadas”[3].





Una libertad perfecta





“Y acerca del hecho de que estas conversiones no eran debido a la persecución, sabemos de evidencia histórica directa que, durante esta vacante del patriarcado, los cristianos tenían plena y total libertad de culto público... y fueron juzgados en sus propios tribunales, mientras los monjes estaban exentos del pago de tributo y se les otorgaban ciertos privilegios”[4].





De controversias interminables a la fe clara





“La rápida propagación del Islam en los primeros días de la ocupación árabe fue probablemente debida menos a esfuerzos definidos para atraer que a la incapacidad del cristianismo para retener. La base teológica para la existencia de los jacobitas como una secta separada, los principios que ellos por tanto tiempo y a tan gran costo habían luchado para mantener, fueron encarnados en doctrinas del carácter más abstruso y metafísico. Muchos de los que eran seguros se convirtieron, en absoluta perplejidad y cansancio de las interminables controversias que proseguían a su alrededor, a una fe que se resumía en la verdad simple, inteligible de la unidad de Dios y la misión de su Profeta, Muhammed (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam). Incluso dentro de la Iglesia copta, en un período posterior, encontramos evidencia de un movimiento que, si no era claramente musulmán, por lo menos estaba estrechamente aliado al Islam y que, en ausencia de cualquier organización eclesiástica separada en la que podría encontrar expresión, probablemente contribuyó al aumento de los convertidos al Islam”[5] .





Una vida basada en la libertad religiosa





“Para estos coptos, como se les llama a los cristianos jacobitas de Egipto, la conquista mahometana les trajo una libertad en la vida religiosa que no habían disfrutado durante un siglo”[6].





Adoptaron el Islam incluso antes de la conquista





“En los primeros días del gobierno mahometano entonces, la condición de los coptos parece haber sido bastante tolerable y no hay evidencias de que su apostasía extendida al Islam fuera debida a la persecución o presión injusta por parte de sus nuevos gobernantes. Incluso antes de que la conquista fuera completa, mientras la capital era aún Alejandría, había muchos de ellos inclinados al Islam y, unos años más tarde, el ejemplo que ellos habían dado fue seguido por muchos otros”[7].





Una revuelta contra la corrupción y las supersticiones





Aclarando que la causa de la propagación rápida y fácil del Islam en África y Asia se origina por la corrupción de la sociedad cristiana, Canon Taylor [8] dice: “Es fácil de entender por qué este judaísmo reformado se propagó con tanta rapidez en África y Asia. Los médicos africanos y sirios habían sustituido la religión de Cristo por los abstrusos dogmas metafísicos. Trataron de luchar contra el libertinaje de la época con el mérito celestial del celibato y la excelencia angelical de la virginidad -el aislamiento del mundo era el camino a la santidad y la suciedad fue la característica de la santidad monacal — la gente prácticamente eran politeístas, adorando a una multitud de mártires, santos y ángeles. Las clases altas eran de afeminados y corruptos, la clase media oprimida por impuestos y los esclavos sin esperanza para el presente o el futuro. Como con la escoba de Dios, el Islam barrió esta masa de superstición y corrupción. Fue una revuelta contra las vacías polémicas teológicas. Fue una protesta masculina contra la exaltación del celibato como una corona de piedad”[9].





Un credo tan simple que puede ser expuesto por cualquier persona





“La primera de ellas [se refiere a las causas del éxito del Islam][10] es la sencillez del credo musulmán. No hay más dios que Dios y Muhammad es el apóstol de Dios. La aceptación de estas dos doctrinas simples es todo lo que se le exige al converso, y toda la historia de la dogmática musulmana no presenta ningún intento por parte de asambleas eclesiásticas para imponer a la masa de creyentes cualquier símbolo formulado en términos más elaborados y complejos. Este credo simple no exige ninguna gran prueba de fe y no despierta como regla ninguna dificultad intelectual particular, mientras está al alcance de incluso la más humilde inteligencia. No comprometido con sutilezas teológicas, puede ser expuesto por cualquiera, incluso los menos versados en expresión teológica”[11].





Una religión racionalista





«Este, el carácter racionalista del credo musulmán, y la ventaja que recoge del mismo en sus esfuerzos misioneros, no han sido sacados a relucir más admirablemente que en las siguientes frases del profesor Montet[12]: “El Islam es una religión que es esencialmente racionalista en el sentido más amplio de este término cuando se considera etimológica e históricamente”»[13].





La propagación espiritual





“La energía espiritual del Islam no está, como ha sido sostenido tan a menudo, acorde con su poder político. Por el contrario, la pérdida de poder político y prosperidad mundana, ha servido para exponer las más finas cualidades espirituales que son los verdaderos incentivos para la obra misionera”[14].





Esta hermandad es la mejor de las maneras





“Ninguna estrategia del genio religioso podría haber concebido un mejor recurso para inculcarles a las mentes de los fieles un sentido de su vida en común y hermandad en lazos de fe. Aquí, en un acto supremo de adoración común, el negro de la costa occidental de África se encuentra con el chino de Lejano Oriente y el cortesano y pulido otomano reconoce a su hermano musulmán en la selva isleña del punto más lejano del mar malayo. Al mismo tiempo, en todo el mundo Mahometano, los corazones de los creyentes se levantan en solidaridad con sus hermanos más afortunados reunidos en la ciudad sagrada”[15].





Los persas respiraron de nuevo





“Cuando los ejércitos del Estado (Persa) fueron derrotados, las masas de gente ofrecieron poca resistencia. Los reinados de los últimos representantes de la dinastía sasánida se habían caracterizado por la anarquía terrible, y la simpatía del pueblo había sido más alienada de sus gobernantes por el apoyo que dieron a la persecución política de la religión del estado, el zoroastrismo. Los sacerdotes zoroástricos habían adquirido una enorme influencia en el estado. Eran casi todopoderosos en los consejos del rey y se arrogaron una gran parte de la administración civil. Tomaron ventaja de su posición para perseguir a todas aquellas entidades religiosas — (y eran muchas) — que disidieron de ellos. Además de los numerosos seguidores de antiguas formas de la religión persa, había cristianos, judíos, sabeos y numerosas sectas en las cuales las especulaciones de los gnósticos, maniqueos y budistas encontraron su expresión. En todos estos, la persecución había suscitado sentimientos de amargo odio contra la religión establecida y la dinastía que apoyó su opresión, y así hizo que la conquista árabe apareciera a la luz de la liberación. Los seguidores de todas estas formas variadas de fe podrían respirar de nuevo bajo un gobierno que les otorgó la libertad religiosa y la exención del servicio militar”[16].





El Libertador de persas





“El pueblo de Persia y, sobre todo las razas semíticas, estaban justo en la exacta condición mental calculada para hacerlos acoger la Revolución Islámica y con entusiasmo instarlos a abrazar el nuevo y fuerte credo que, con su simplicidad completa y viril, barrió con un solo plumazo todas esas brumas oscuras, abrió las almas a nuevas, seductoras y tangibles esperanzas y prometió una liberación inmediata de un miserable estado de servidumbre. Pero el credo musulmán fue más ansiosamente recibido por la gente del pueblo, las clases industriales y los artesanos, cuyas ocupaciones les hicieron impuros según el credo zoroástrico porque, en el cumplimiento de su comercio o profesiones, profanaban el fuego, la tierra o el agua. Así, fueron marginados en los ojos de la ley y en consecuencia fueron tratados con escasa consideración. Abrazaron con entusiasmo un credo que los hizo a la vez hombres libres e iguales en una hermandad de la fe”[17]





ue un famoso orientalista británico que comenzó su carrera científica en la Universidad de Cambridge, donde aprendió árabe, a causa de su amor por este idioma. Luego se trasladó para trabajar como investigador en la Universidad de Aligarh en la India; y pasó diez años allí, durante los cuales escribió su famoso libro The Preaching of Islam [La Predicación del Islam.] Fue profesor de filosofía en la Universidad de Lahore, antes de regresar a Londres en 1904, para doble actuar como Asistente Bibliotecario en la Oficina de la India y profesor a tiempo parcial en la Universidad de Londres. Fue miembro del consejo editorial de la primera edición de la Enciclopedia Islámica publicada en Leiden, Holanda. Fue profesor visitante en la Universidad Egipcia en 1930. Cabe mencionar que fue maestro del pensador indio islámico, Muhammad Iqbâl.





 





The Spread of Islam in the World: A History of Peaceful Preaching [La difusión del Islam en el mundo. Historia de una predicación pacífica]





 





Incluso los templos de fuego





 





“E incluso leemos de un general Mahometano (durante el reinado de al-Mu‘tasim, D.C. 833-842) que ordenó que un imam y un muecín sean azotados por destruir un templo de fuego en Sughd y construir una mezquita en su lugar. En el siglo X, tres siglos después de la conquista del país, los templos de fuego todavía eran encontrados en ‘Iraq, Fars, Kermán, Sijistan, Jurasán, Montes de Azerbaiyán y Arran (es decir, en casi cada provincia de Persia). En la misma provincia de Fars, casi no había ciudades o distritos en los que no se encontraran templos de fuego y magos. Ash-Shahrastânî también (escribiendo en el siglo XII) mencionó un templo de fuego en Isfiniya, en las cercanías de la propia ciudad de Bagdad”[1].





 





Nunca buscaron la ayuda del poder





 





“Ante tales hechos, es ciertamente imposible atribuir enteramente el decaimiento del zoroastrismo a las violentas conversiones hechas por los conquistadores musulmanes”[2].





 





Entusiasmo y tolerancia





 





“Uzbeg Kan[3], líder de la Horda de oro de 1313 a 1340 y que se distinguió por su celo proselitista... se dice que diseñó la propagación de la fe islámica en toda Rusia... Por otra parte, es evidente que, a pesar de su celo por la difusión de su propia fe, Uzbeg Kan fue muy tolerante hacia sus súbditos cristianos, a quienes se les dejó practicar su religión en paz e incluso se les permitió proseguir su labor misionera en su territorio”[4].





 





Un documento





 





“Uno de los documentos más notables de la tolerancia Mahometana es la carta que Uzbeg Kan cedió al obispo metropolitano Pedro (Peter) en 1313: “¡Por la voluntad, poder, grandeza y misericordia del Altísimo! Desde Uzbeg a todos nuestros príncipes, grandes y pequeños, etc., etc.… No dejen que nadie insulte a la iglesia metropolitana, de la cual Pedro es el líder, ni a sus empleados o eclesiásticos. No dejen que nadie se apodere de sus propiedades, bienes o personas y que nadie se inmiscuya en los asuntos de la iglesia metropolitana, ya que son divinos. Quien se inmiscuya en ellos y transgreda nuestro edicto será culpable ante Dios y sentirá Su ira y será castigado con la muerte por nosotros. Dejen que el obispo metropolitano more en el sendero de la seguridad y el regocijo. Con un corazón justo y honrado, dejen que él (o su delegado) decidan y regulen todos los asuntos eclesiásticos. Declaramos solemnemente que ni nosotros ni nuestros hijos, los príncipes de nuestro reino o gobernadores de nuestras provincias interferiremos de cualquier forma en los asuntos de la Iglesia y el obispo metropolitano o en sus ciudades, distritos, pueblos, caza y pesca, colmenares, tierras, prados, bosques, lugares bajo sus administradores, viñedos, molinos, cuarteles de invierno para ganado o cualquiera de las propiedades y bienes de la Iglesia. Dejen que la mente del metropolitano esté siempre en paz y libre de problemas. Con el corazón recto, dejemos que rece a Dios por nosotros, nuestros hijos y nuestra nación. Quien ponga sus manos sobre cualquier cosa sagrada, será considerado culpable, incurrirá en la ira de Dios y la pena de muerte, para que otros puedan sentirse consternados por su destino. Cuando el tributo u otras contribuciones, como los derechos de aduana, impuestos de arado o peajes se recauden o cuando queramos reclutar tropas entre nuestros súbditos, que nada sea exigido de las iglesias catedrales bajo el liderazgo del obispo metropolitano Pedro o de cualquiera de su clero:... cualquier cosa que sea exigida del clero se devolverá triplicada... Se respetarán sus leyes, iglesias, monasterios y capillas. Quien condene o culpe a esta religión no se excusará bajo cualquier pretexto, pero será castigado con la muerte. Los hermanos e hijos de los sacerdotes y diáconos, viviendo en la misma mesa y en la misma casa, gozarán de los mismos privilegios”[5].





 





India: mensajes en lugar de espadas





 





“Varios príncipes indios respondieron a la invitación del califa 'Umar ibn 'Abd-al-'Azîz a abrazar el Islam... Que estas conversiones fueron en su mayoría voluntarias, puede ser juzgado de la tolerancia que los árabes, después del primer embate, mostraron hacia sus súbditos idólatras. Por ejemplo, a la gente de Brahmanabad, cuya ciudad había sido golpeada por una tormenta, les fue permitido reparar su templo, que era un medio de subsistencia para los brahmanes, y a nadie se le prohibía o impedía seguir su propia religión y, en general, donde había sumisión, la misericordia era fácilmente otorgada y se le permitía a la gente practicar sus propias creencias y leyes”[6].





 





Una concepción más alta de Dios





 





“No fue a la fuerza que el Islam debe su éxito permanente en Bengala del Sur. Hizo un llamamiento al pueblo y obtuvo la gran masa de sus conversos de los pobres. Trajo una concepción más alta de Dios y una idea más noble de la hermandad del hombre. Ofreció a las castas bajas atestadas de Bengala, quienes habían permanecido por siglos abyectos en los límites más remotos de la comunidad hindú, entrada libre a una nueva organización social”[7].





 





Superioridad intelectual y moral





 





“Dondequiera que el Islam se abrió paso, había un misionero Mahometano que daba testimonio de sus doctrinas — el comerciante, fuera un árabe, Pul o Mandingo, combinaría proselitismo con la venta de su mercancía y, aquel cuya profesión le pondría en contacto cercano e inmediato con aquellos que convertiría, desarma cualquier posible sospecha de motivos siniestros. Cuando un hombre así entra en un pueblo pagano, él pronto atrae la atención con sus frecuentes abluciones y regularmente recurrentes tiempos de oración y postraciones en las que parece estar conversando con algún ser invisible. Por la suposición de su superioridad intelectual y moral, merece el respeto y la confianza del pueblo pagano, a quien al mismo tiempo, se muestra dispuesto a comunicarles sus elevados privilegios y conocimientos”[8].





 





El ejército de jurisconsultos, comerciantes y peregrinos





 





“Hay pruebas suficientes para demostrar la existencia de esfuerzos misioneros pacíficos para propagar la fe del Islam durante los últimos seiscientos años. A veces incluso la espada ha salido en apoyo a la causa de la religión, sin embargo, la predicación y la persuasión en lugar de la fuerza y la violencia han sido las principales características de este movimiento misionero. El maravilloso éxito logrado ha sido en gran medida el trabajo de los comerciantes que se ganaron los corazones de los nativos. … Además de los comerciantes, hubo un número de los que pueden llamarse misioneros profesionales — teólogos, predicadores, jurisconsultos y peregrinos”[9].





 





Una labor de misioneros más que de príncipes





 





“Este largo trabajo de conversión ha procedido pacíficamente y poco a poco y el crecimiento de los Estados musulmanes en esta isla (de Java) pertenece a su política más que a su historia religiosa, ya que el progreso de la religión se ha logrado por la labor de los misioneros más que de los príncipes”[10].





 





Los selyúcidas en lugar de los bizantinos





 





“Esa misma sensación de seguridad de la vida religiosa bajo el dominio musulmán también llevó a muchos de los cristianos de Asia Menor, casi al mismo tiempo, a dar la bienvenida a la llegada de los turcos selyúcidas por considerarlos sus salvadores del odiado Gobierno bizantino. Esto no fue sólo a causa de su opresivo régimen fiscal sino también del espíritu de persecución de la Iglesia griega que, con tal crueldad, aplastó las herejías de los paulistas y los iconoclastas.” [11]





 





¡Libradnos!





 





“En el reinado de Miguel (Michael) VIII (1261-1282), los turcos a menudo fueron invitados por los habitantes a tomar posesión de sus ciudades más pequeñas en el interior de Asia menor, para poder escapar a la tiranía del Imperio y tanto ricos como pobres a menudo emigraban a los dominios turcos”[12].





 





En el fragor de la histórica victoria





 





“Una de las primeras medidas adoptadas por Muhammad II, después de la captura de Constantinopla y el restablecimiento del orden en esa ciudad, era asegurar la lealtad de los cristianos al proclamarse el protector de la Iglesia griega y que la persecución de los cristianos estaba estrictamente prohibida. Un decreto fue otorgado al patriarca recién elegido, que les aseguraba a él, sus sucesores y los obispos bajo su mando el disfrute de los viejos privilegios, ingresos y exenciones que disfrutaban bajo el gobierno anterior. … Pero no sólo fue tratada la cabeza de la Iglesia con todo el respeto que él estaba acostumbrado a recibir de los emperadores cristianos, sino que además fue investido con amplio poder civil. … En consecuencia, aunque los griegos eran numéricamente superiores a los turcos en todas las provincias europeas del Imperio, esta tolerancia religiosa y la protección de la vida y la propiedad que disfrutaron, pronto los conciliaron a un cambio de amos y los llevó a preferir la dominación del sultán a cualquier potencia cristiana. De hecho, en muchas partes del país, los conquistadores otomanos fueron acogidos por los griegos como sus libertadores del dominio rapaz y tiránico”[13].





 





La sombra de los musulmanes frente a la sombra de otros





 





“Los dominios turcos fueron ciertamente mejor gobernados y más prósperos que la mayor parte de la Europa cristiana. Las masas de la población cristiana en el cultivo de las tierras gozaban de una mayor medida de libertad privada y de los frutos de su trabajo bajo el Gobierno del sultán que sus contemporáneos bajo el gobierno de muchos reyes cristianos. También se dio un gran impulso a la actividad comercial del país, ya que los primeros sultanes siempre estaban dispuestos a fomentar el comercio entre sus súbditos. Muchas de las grandes ciudades entraron en una era de prosperidad, cuando la conquista turca las liberó de la opresión fiscal paralizante del Imperio Bizantino”[14].





 





Mirando con ojos nostálgicos





 





“El tratamiento de los súbditos cristianos por parte de los emperadores otomanos— al menos durante dos siglos después de su conquista de Grecia— exhibe una tolerancia en ese momento que era bastante desconocida en el resto de Europa. Los calvinistas de Hungría y Transilvania y los unitarios de este último país prefirieron de largo someterse a los turcos en lugar de caer en manos de la fanática Casa de Habsburgo. Los protestantes de Silesia miraban con ojos nostálgicos hacia Turquía y con mucho gusto hubieran comprado la libertad religiosa al precio de la sumisión al gobierno musulmán. Fue hacia Turquía que los judíos españoles perseguidos huyeron para refugiarse en enormes números al final del siglo XV. También, los cosacos, que pertenecían a la secta de los ‘antiguos creyentes’ y fueron perseguidos por la Iglesia del estado de Rusia, encontraron en los dominios del sultán la tolerancia que les negaron sus hermanos cristianos”[15].





 





Tornando los ojos con nostalgia





 





“Incluso en Italia hubo hombres que tornaron los ojos con nostalgia hacia los turcos, con la ilusión de que, como sus súbditos, pudieran disfrutar de la libertad y la tolerancia que perdieron la esperanza de disfrutar bajo el gobierno cristiano. Entonces parece que el Islam no fue extendido por la fuerza en el dominio del sultán de Turquía”[16].





Fue un famoso orientalista británico que comenzó su carrera científica en la Universidad de Cambridge, donde aprendió árabe, a causa de su amor por este idioma. Luego se trasladó para trabajar como investigador en la Universidad de Aligarh en la India; y pasó diez años allí, durante los cuales escribió su famoso libro The Preaching of Islam [La Predicación del Islam.] Fue profesor de filosofía en la Universidad de Lahore, antes de regresar a Londres en 1904, para doble actuar como Asistente Bibliotecario en la Oficina de la India y profesor a tiempo parcial en la Universidad de Londres. Fue miembro del consejo editorial de la primera edición de la Enciclopedia Islámica publicada en Leiden, Holanda. Fue profesor visitante en la Universidad Egipcia en 1930. Cabe mencionar que fue maestro del pensador indio islámico, Muhammad Iqbâl.





 





The Spread of Islam in the World: A History of Peaceful Preaching [La difusión del Islam en el mundo. Historia de una predicación pacífica]





 





El Islam y la cristianización





 





«Esta consideración va en parte a explicar el éxito de los musulmanes en contraste con las misiones cristianas entre los pueblos negros. Se ha señalado con frecuencia que el negro convertido al cristianismo es propenso a sentir que sus correligionarios europeos pertenecen a un estrato de la civilización ajeno a sus propios hábitos de vida, mientras que él se siente más a gusto en una sociedad musulmana. Esto ha sido bien expuesto por un observador moderno en el siguiente pasaje: “El Islam, a pesar de sus deficiencias, no demanda, desde el punto de vista nigeriano, el suicidio racial de los nigerianos como acompañamiento de su conversión. No estipula cambios revolucionarios en la vida social imposibles en la etapa actual del desarrollo nigeriano ni socava la autoridad familiar o comunal. Entre el convertidor y el convertido no existe abismo. Ambos son iguales ante Dios, no en teoría pero en la práctica. Ambos son africanos, hijos de la tierra. La doctrina de la hermandad del hombre se lleva a cabo en la práctica. La conversión no significa, para el convertido, una ruptura con sus intereses, familia, vida social o respeto por la autoridad de sus gobernantes naturales.... Nadie puede dejar de estar impresionado con el porte y la dignidad de los nigerianos mahometanos — de hecho, de los africanos occidentales —. Todo el comportamiento del hombre sugiere una conciencia de la ciudadanía y un orgullo de la raza que parece decir: 'somos diferentes, tú y yo, pero somos hombres'.





 





» La difusión del Islam en el sur de Nigeria que estamos presenciando hoy en día es principalmente social en su acción. Trae a aquellos con quienes toma contacto, un estatus más alto, una concepción más elevada del lugar del hombre en el universo a su alrededor y la liberación de la esclavitud de mil temores supersticiosos.





 





» El contraste entre la forma en que el cristianismo y el Islam se presentan ante el africano, está bien expuesto por quien es él mismo un negro, en el siguiente pasaje: “Tandis que les missions renvoient a une epoque indefinie l'etablissement du pastorat indigene, les pretres musulmans penetrent dans l'interieur de l'Afrique, trouvent un acces facile chez les paiens et les convertissent a l'islam. De sorte qu'aujourdhui les negres regardent l'islam comme la religion des noirs, et le christianisme comme la religion des blancs. Le christianisme, pensent-ils, appelle le negre au salut, mais lui assigne une place tellement basse que, decourage, il se dit: 'Je n'ai ni part ni portion dans cette affaire.' L'islam appelle le negre au salut et lui dit: 'Il ne depend que de toi pour arriver aussi haut que possible.' Alors, le negre enthousiasme se livre corps et ame au service de cette religion." L'islam et le christianisme en Afrique d'apres un Africain. (Journal des Missions Evangiliques [Periodico de misiones evangélicas]. 63 e * annee [año], p. 207.) (París, l838.) [1] [Mientras que los misioneros cristianos de los obispos se limitan a una clase determinada, encontramos que los misioneros musulmanes penetraron en el corazón de África y tenían acceso a los paganos y los convirtieron al Islam. De esta manera, los negros concibieron al Islam como la religión del Negro y al cristianismo como la religión del blanco, y aunque el cristianismo invitaba al Negro a la salvación, lo puso en un lugar degradado, en tal medida que se dijo a sí mismo con gran desesperación: 'No tengo ninguna parte en esta religión'. Pero el Islam invitó al hombre a la salvación y le dijo: 'Tú puedes alcanzar el mayor rango posible, si haces lo mejor posible'. Por lo tanto, un Negro entraba en esta religión con entusiasmo de cuerpo y alma.]»





 





Un cambio completo





 





“La introducción del Islam en la sociedad árabe no implicó simplemente el barrido de unas pocas prácticas bárbaras e inhumanas, pero un cambio completo de los preexistentes ideales de la vida”[2].





 





Una civilización más elevada





 





“Los mandingos, una de las mejores razas de África y la más civilizada, más intelectual y más respetada de todos los negros, han estado entre los misioneros más activos del Islam, que se extendió por ellos entre los pueblos vecinos. En la Costa de Guinea, la influencia musulmana fue propagada principalmente por comerciantes de Hausa que se encuentran en todas las ciudades comerciales en esta costa. Cada vez que forman un asentamiento, a la vez construyen una mezquita y, por su comportamiento devoto y cultura superior, impresionan a los habitantes paganos. Tribus enteras de adoradores fetichistas se pasaron al Islam como resultado de su imitación de lo que reconocieron como una civilización más elevada que la suya, sin ser necesario ningún esfuerzo especial para persuadirlos”[3].





 





La esclavitud a veces puede ser una guía





 





«La libertad es, en muchos casos, la recompensa de la conversión, y las mentes devotos han incluso reconocido, en la esclavitud, la guía de Dios hacia la verdadera fe, como los negros de los países del Alto Nilo, a quienes Charles Montagu Doughty conoció en Arabia. “En aquellos africanos no hay ningún resentimiento por haber sido convertidos en esclavos, aunque los crueles traficantes de humanos los alquilaron de sus familias. Los patrones que pagaron su precio los han adoptado en sus hogares, los varones son circuncidados y — lo que libera a sus almas, incluso en la larga pasión de la nostalgia [es el hecho de que] —Dios los ha visitado en su desgracia. Pueden decir 'es Su gracia,' ya que de este modo entraron en la religión de la salvación. Por lo tanto, ellos creen que este es el mejor país, donde son hombres libres del Señor. Una tierra de una vida más civilizada, la tierra de los dos santuarios nobles, la tierra de Muhammad — ¡por ello dan gracias a Dios que sus cuerpos en algún momento fueron vendidos como esclavos!”»[4].





 





Abisinia: la conversión al Islam de los superiores





 





“Una de las principales razones del éxito de esta fe (del Islam en Abisinia)[5] parece haber sido la superioridad moral de los musulmanes en comparación con la de la población cristiana de Abisinia. Rüppell dice que con frecuencia notó en el curso de sus viajes en Abisinia que, cuando un puesto debía ser ocupado, lo cual requería que una persona completamente honesta y confiable debía ser seleccionada; la elección siempre caía sobre un musulmán. En comparación con los cristianos, él dice que eran más activos y enérgicos; que cada musulmán enseñaba a sus hijos a leer y escribir, mientras que los niños cristianos eran educados sólo cuando estaban destinados para el sacerdocio. Esta superioridad moral de los mahometanos en Abisinia sobre la población cristiana llega a explicar el continuo aunque lento progreso realizado por el Islam durante los siglos XVIII y XIX. La degradación y la apatía del clero abisinio y los feudos interminables de los jefes de Abisinia han dejado a la influencia mahometana libre para trabajar sin perturbaciones”[6].





 





No eran en absoluto fanáticos





 





Según el Sr. Plowden, quien fue el cónsul inglés en Abisinia de 1844 a 1860, los abisinios no fueron ni obligados ni perseguidos para convertirse al Islam “pues se dice que los mahometanos aquí no han sido en absoluto fanáticos ni tuvieron cualquier enemistad particular para con el cristianismo”[7].





 





El rescate espiritual





 





“Muy lenta y gradualmente, los nubios parecen haber cambiado del cristianismo al mahometismo. La vida espiritual de su iglesia se había hundido hasta el nivel más bajo y, al no surgir ningún movimiento de reforma en medio de ellos y al haber perdido contacto con las iglesias cristianas más allá de sus fronteras, era natural que debieron buscar una expresión de sus aspiraciones espirituales en la religión del Islam. La religión cuyos seguidores durante tanto tiempo habían atestiguado de su poder vivo entre ellos y que ya habían ganado en algunos de sus compatriotas su aceptación”[8].





 





Propagación no violenta de la fe





 





“Al ser estos datos, de la conversión de los nubios, fragmentarios e insuficientes, sin duda podemos concluir de todo lo que sabemos del carácter independiente de este pueblo y la tenacidad con que se aferró a la fe cristiana, mientras era una fuerza viva entre ellos, que su cambio de religión fue gradual, extendiéndose a través de varios siglos”[9].





 





Un paso civilizacional





 





“El hecho mismo de que la aceptación del Islam sí implica un avance en la civilización y es un paso muy perceptible en el progreso intelectual, moral y material de una tribu negra ayuda en gran medida a explicar el éxito de esta fe”[10].


 









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