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Los funerales en el Islam


Introducción


La Oficina de Cultura y Difusión Islámica de Argentina considera un alto honor el poder presentar esta obra a los hermanos y hermanas musulmanes de habla hispana, con la única finalidad de intentar clarificar ciertas reglas, enseñanzas y prácticas rituales de nuestra religión.


La finalidad de este libro es explicar, en la forma más detallada posible, las Reglas del Funeral


en el Islam, alertando a los musulmanes sobre costumbres no islámicas, las que, en el transcurso


del tiempo, tienden a desvirtuar totalmente lo establecido en nuestra legislación.


Podemos atribuir esta situación a la falta de conocimiento de muchos y a la influencia de vivir


en países occidentales, donde las costumbres son totalmente distintas a las nuestras, a tal punto


de vernos absorbidos día a día en una profunda crisis espiritual, de la que saldremos únicamente


si nos aferramos nuevamente a nuestra religión y a los preceptos del Generoso Corán y la Sunna


de nuestro Profeta Muhammad (ByP).


El Islam no está reducido a un simple concepto ritual o moral, sino que supone un completo


sistema social, una constitución legislativa y una normativa de vida.


Deseamos que esta obra aporte el conocimiento a quienes tengan la responsabilidad de dirigir, colaborar o asistir a un funeral islámico.


Nuestro agradecimiento al Dr. Bahig Mulla, a los hermanos Shaikh Yusuf Taha, Kamal Bacri,


Munif Al Sukaría, Nayyem Al Hassan, Lic. Abdallah Desuque, y al hermano Sirhán Ali, por el


apoyo brindado a este libro.


Oficina de Cultura y Difusión Islámica


Buenos Aires - Argentina





Los funerales en el Islam


En el Nombre de Dios, Clemente, Misericordioso


Las honras fúnebres en el Islam


Glorificado sea Dios, Creador del universo, Amo y Señor absoluto de este mundo y del mundo de la eternidad. A Él damos las gracias por habernos hecho musulmanes, y hacer de los musulmanes una comunidad coherente.


Las normas que seguimos, los modelos que proponemos y ejecutamos, y los ritos que practicamos, son elementos que nos distinguen y dotan de una personalidad propia, por lo tanto,


conocerlas es un deber y practicarlas es la forma más sincera y amena de exteriorizar nuestro


convencimiento absoluto de esta gran Doctrina y de nuestra pertenencia a la Umma Islámica


(Comunidad Islámica).


El Islam, dada su condición de religión universal y misionera, no omite facetas de la vida sin


tratar y legisla preceptos para desarrollar nuestra actitud ante ella, sin dejar librado ningún vacío


legislativo, ni permite copiar legislaciones ajenas.


El hecho de nacer y el hecho de morir son dos facetas vinculadas. Una trae la felicidad, mientras la otra, deja tras de sí tristeza y dolor.


El comienzo de la vida, para un musulmán, es la difusión del alma en el embrión humano.


Desde ese preciso momento, la vida terrenal transcurre en etapas, teniendo cada cual su mundo,


sus vivencias, sus goces y sufrimientos. El paso de un mundo a otro siempre va acompañado de


una Sensación de temor, temor a lo desconocido, lo incierto y lo inusitado.


El recién nacido deja el claustro materno en pos de nuestro mundo con un grito, el que no


sabemos si es un grito de socorro, por haberlo extraído de un mundo donde disfrutaba de toda


clase de protección y bienestar, o es un grito de alegría por haberlo liberado de un mundo limitado hacia otro más amplio y más variado.


El Islam, dada su condición de Religión natural (Din al Fitra), permite expresar estados de


ánimo, siempre que sean en forma moderada: llorar - gemir - gritar, pero advierte contra los excesos. El realismo que caracteriza a la Doctrina Islámica hace de la muerte un escalón difícil, una


especie de sendero que conduce hacia la gloria, en otras palabras, la muerte para un musulmán


es un suceso triste y penoso, pero no catastrófico.


El llanto por la muerte de un ser querido es una manifestación sincera e innata de nuestros


sentimientos, por lo tanto es imposible contenerlo totalmente, pero sí es posible aliviarlo y moderarlo. Por otra parte, el Islam, dada su condición de Doctrina basada en la justicia y la equidad, condiciona la salvación a la obra y actitud personal de cada ser viviente que es, en definitiva, la suma del bien y del mal, realizada a lo largo de su vida mundana. Ser musulmán no es un


salvoconducto hacia el paraíso.


Después de la muerte física, habrá un juicio y un veredicto, luego una condena justa o un


premio merecido, y en último caso el Soberano tendrá la última palabra, confirmar la condena,


rebajarla, u otorgar su amnistía a quién Él designe.





Los funerales en el Islam


En este breve compendio trataremos de exponer, muy sucintamente, el comportamiento posible en estos casos, como asimismo las actitudes por parte de sus familiares, seres queridos y


del resto de la Comunidad.


Es necesario que cada uno de nosotros “programe” su propia muerte en la mejor escena posible, para que ésta sea lo menos traumática, para nosotros mismos como para nuestros allegados, herederos y seres queridos. Es algo así como prepararse para realizar el largo viaje; saldar las


deudas, despedirse de los seres queridos, documentar nuestro testamento, recomendar y aconsejar a nuestros descendientes, etc.


Todo el equipaje permitido será solamente la obra personal, todo lo que pueda ser una obra


benéfica, un legado cultural o un hijo virtuoso que implore la clemencia divina para con sus padres.


Sabemos que “toda alma probará el sabor de la muerte” (Sagrado Corán, 3:185, 21:35 y 29:57)


y también que la Comunidad Musulmana se distingue de las demás por sus normas de vida específicas, que cada uno de nosotros tiene la obligación de conocer y de obrar en consecuencia;


ya sea en los momentos difíciles como en los de felicidad.


Ciertamente hay normas y formalidades propias de nuestra Tradición para con el musulmán


fallecido. Bañarlo, amortajarlo, rezar por él y para él, y, finalmente, sepultarlo, según las enseñanzas del Corán y de la Sunna (tradición) de nuestro Profeta Muhammad (ByP).


Es nuestro propósito en este trabajo hacer conocer a nuestra Comunidad todo cuanto rodea


a estas normas y advertirle contra innovaciones y supersticiones que muchas veces prevalecen y


distorsionan nuestra Tradición.


También aludiremos a la ética y al sentido del pésame, a las visitas a los cementerios, al testamento, etc., intentando con ello resumir lo esencial que debe conocer un miembro de nuestra


Comunidad.


Esta Comunidad, en el lugar del mundo donde se encuentre, tiene la obligación colectiva de


despedir ritualmente a quienes se nos anticiparon hacia la otra vida. Este adiós debe abarcar el


tiempo anterior, durante y posterior al hecho de la muerte. Es nuestra responsabilidad dar testimonio de este acto con respeto, solemnidad y condolencia.


Apelamos a los guías religiosos y a los responsables de las respectivas Entidades Islámicas,


para que a través de sus encuentros con la Comunidad, difundan estas normas con explicaciones


detalladas, y con la mayor claridad posible.


Recordemos que todo proceso en las honras fúnebres está muy relacionado con la existencia


de funerarias musulmanas y de cementerios para nuestra Comunidad.


Anhelamos y alentamos la creación de estas funerarias y cementerios, cumpliendo al mismo


tiempo con los requisitos necesarios. Ambas cosas pueden ser posibles, con una labor de solidaridad intercomunitaria y la planificación de nuestras Entidades Islámicas y colaboración entre


ellas, además de la relación con los municipios de cada región.


Esperamos que esto sea de utilidad, y que Allah —Subhanahu wa Ta‘ala, Enaltecido sea— dispense nuestros errores.





Los funerales en el Islam


Legados


Como hemos mencionado anteriormente, la única posibilidad de tener un saldo a nuestro


favor en el momento de la muerte es, según el Profeta Muhammad (ByP):


— Dejar una obra piadosa en funcionamiento, a título individual o comunitario, por ejemplo: un asilo o residencia de ancianos al servicio de los más necesitados, una escuela, un


Masÿid (mezquita), etc.


— Legar una obra científico-educativa, por ejemplo: un invento al servicio del bien común,


una obra en pro de la ciencia y del progreso humano, etc.


— Un hijo virtuoso, que no dejará de implorar el perdón divino para sus padres, y, al mismo


tiempo, el hacerse cargo de sus deudas económicas.


Éstos son los únicos legados que pueden seguir beneficiando al fallecido en la otra vida.


Además, deberá existir un hecho documental de trascendencia que el musulmán debe realizar; su “Testamento”. Este documento debe comprender dos hechos importantes, las deudas en


favor y en contra, así como la división de su herencia, garantizando la equidad entre sus herederos, de acuerdo a los preceptos islámicos establecidos.





El Testamento


(Al-Uasîya)


Legislación


La legislación islámica nos indica que, en ausencia de un registro de última voluntad o de un


escribano o notario, podremos redactar nuestro testamento de puño y letra, y atestiguar delante


de quienes merecen nuestra confianza el contenido del mismo.


En nuestro caso, el ser una minoría, en países no islámicos, nos impone la responsabilidad de


equiparar en lo posible entre lo establecido en nuestra Legislación (Sharî‘a), con lo establecido


en el código civil vigente del país en que vivimos. En ausencia de un tratado entre la Comunidad


Islámica y ese país, tendremos que ajustar lo establecido en la Jurisprudencia Islámica, con lo


establecido en nuestro testamento.


La división de los bienes que dejamos, la designación e identificación de herederos, la liquidación de deudas y la concesión de donaciones y usufructos, son temas que atañen tanto al muerto


como a los vivos y, por lo tanto, pueden ser motivo de discrepancias entre sus herederos.


Mencionaremos los puntos más significativos del testamento en la Jurisprudencia Islámica:


— Padres y cónyuges son herederos forzosos, contrariamente a lo establecido en algunos


códigos civiles, es decir son herederos legítimos: esposa/o, padre, madre e hijos o nietos en


ausencia de sus padres.





Los funerales en el Islam


— La distinción de uno o más herederos es nula en el Islam, o sea, no hay privilegios para


algunos en la herencia, aún siendo mencionado y confirmada en el testamento.


— Saldar las deudas del fallecido tiene prioridad antes de la división de los bienes. Primero


saldar sus deudas, luego dividir la herencia.


Relató el Imâm Ahmad, Dios se complazca de él, que el Profeta Muhammad (ByP) dijo: “El


alma del creyente fallecido permanecerá encadenada, hasta que sus deudas económicas sean saldadas”.


Pagar las deudas del fallecido, descontándola de su herencia o bien cargándola a cuenta de


sus hijos, tiene prioridad y supremacía en el Islam.


La división de libre disposición (dedicar parte de la herencia a donaciones, a personas ajenas


y/o a instituciones benéficas o cultuales) es posible, siempre y cuando no supere un tercio de la


herencia.


El derecho de usufructo no tiene validez después de la muerte del testador. Ninguna persona


puede disfrutar de un derecho en detrimento de los intereses de los demás herederos.


En ausencia de padres del fallecido, los abuelos del mismo heredan la cuota de sus hijos, y


en ausencia de un hijo heredarán los nietos la cuota de su padre (la que no excederá de 1/3 de


la herencia).


La mujer heredará 1/8 de la herencia y, en caso de no existir otros herederos ascenderá la


misma a 1/4.


La misión fundamental de los amigos y allegados es advertir a los familiares de la importancia del testamento en caso de existir éste y de la importancia de dividir la herencia cuanto antes,


para evitar cualquier discrepancia entre los beneficiarios.


Aclararles que repartir la herencia de acuerdo a los preceptos islámicos es en beneficio de todos, conservando la unidad de la familia.


La esposa del fallecido deberá aguardar inexorablemente un período de espera (‘idda), antes de


volver a casarse, con el fin de asegurarse no estar embarazada. En caso de estarlo y, si llegare a dar a


luz, tendrá idéntico derecho que sus hermanos en la herencia de su padre. Además, este período de


tiempo le servirá para meditar su futuro y el de su familia.


El período de espera antes de contraer matrimonio, fue establecido en el Generoso Corán


2:24, y es de cuatro meses y diez días, a contar desde la muerte de su esposo.


El agonizante


Es preferible que el agonizante esté rodeado de sus parientes más cercanos y queridos, con el


fin de escuchar sus últimos deseos y recomendaciones, tranquilizándolo y animándolo.


La enseñanza Islámica en ningún caso acepta gestos, por parte de los asistentes que motiven


el desánimo del moribundo. Cualquier acto, o simplemente una frase, deberán ser lo más disimulados posibles, puesto que nadie conoce si ese enfermo morirá o, por el contrario, se recuperará de acuerdo a los designios, infundidos en él por el Todopoderoso.


El cambio de postura del agonizante, o sea orientarlo hacia la Quibla (Meca), o recitar versículos del Generoso Corán ante él, no tienen apoyo en la Jurisprudencia Islámica (Sharí‘a), aunque no es reprochable hacerlo.


Mencionar la Profesión de Fe (Shahâda) en voz baja, es un hecho permitido ante el moribundo.





Los funerales en el Islam


El momento de la muerte


(Óbito)


En el momento inmediatamente posterior al óbito (o sea el último suspiro, que es cuando el


alma abandona al cuerpo), después de pasados los primeros minutos de dolor por parte de los


presentes, alguien de sus allegados deberá subir la mandíbula del fallecido, luego pasar la mano


de arriba hacia abajo sobre sus ojos para cerrar sus párpados y cubrir el cadáver con una prenda


o trozo de tela.


Informar de su muerte


Anunciarla, lo más rápido posible, de acuerdo a las formas y circunstancias del medio en que


se vive, a través de diarios, radios o simplemente por medio de los miembros de la Comunidad.


Además, comunicar la muerte de manera oficial a las autoridades competentes para así preservar los derechos del fallecido y de sus herederos.


Es necesario conocer si el fallecido habría comunicado sus últimos deseos a su cónyuge o a


sus hijos o a cualquier otra persona de su conocimiento, referente a su entierro o a cualquier otra


diligencia a realizar. Todo tipo de deseo factible de cumplir, no estando en contra de los principios islámicos, deberá intentar realizarse, por ejemplo ser enterrado al lado de sus parientes, si


ellos están inhumados en el cementerio de la ciudad donde éste murió. Trasladar el féretro hasta


otra ciudad, va en contra de nuestros preceptos, por lo tanto es aconsejable enterrar a un musulmán en el cementerio de la localidad donde murió. Hacer de su tumba un monumento tampoco


es aprobado, ni construir una mezquita o algo fastuoso sobre ella.


Preparativos para el entierro


Obtenido el certificado de defunción y el permiso de inhumación, se procederá a preparar al


fallecido según el ritual islámico, que consiste en:


1) Bañar al fallecido (gusul).


2) Amortajarlo (Takfîn).


3) La ceremonia religiosa: Oración fúnebre y honras.


4) Sepultarlo.





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La Ablución Funeral (Gúsul)


Bañar al fallecido antes de proceder a amortajarlo y enterrarlo es un precepto Islámico, y el


realizarlo es una obligación de la Comunidad (fard kifâya), es decir, si alguien de la Comunidad lo


cumple, el resto quedará exento.


El objetivo del baño es hacerlo presentable ante aquellos que lo despedirán. No obstante,


siendo un hecho ritual, tendrá que seguir las reglas Islámicas que se enumeran a continuación.


¿Quién deberá ocuparse del bañado?


Es preferible que la Comunidad musulmana tenga su funeraria propia, así pues, encomendar


el proceso del entierro a una entidad conocedora de las reglas del bañado, del amortajamiento,


y del entierro, evita las iniciativas inadecuadas e inoportunas. No obstante, dada la simplicidad


de la tarea, cualquier musulmán puede hacerse cargo del funeral, siempre y cuando reúna las


siguientes condiciones:


— Ser una persona digna de confianza (para no revelar lo que viera de las intimidades físicas


del fallecido).


— Ser del mismo sexo del fallecido (excepción hecha para el cónyuge y para los de corta


edad).


— Ser conocedor de las reglas rituales fúnebres.


Si esta persona es de los familiares más cercanos tendrá prioridad sobre los demás. En todo


caso quien baña a un difunto será bien remunerado por Dios. Así el Profeta Muhammad (ByP)


dijo:


“Quien bañe a un difunto y guarde sus secretos, Dios le perdonará y bendecirá”.


¿Cómo se realiza el baño ritual?


Es preferible que la persona encargada de la ablución fúnebre, se haya hecho una ablución


previa, así estará física y psíquicamente en condiciones de realizar el baño.


Se comienza diciendo: Bismillâh ua ‘alá millati rasûli-lâh (En el Nombre de Dios, y acorde a las


enseñanzas de Su Mensajero).


Luego se cubrirá el cadáver con una prenda o trozo de tela y se lo despojará de sus ropas.


Durante todo el proceso del lavado, quien bañe procurará no dejar al descubierto ninguna


parte del cadáver, si no fuese necesario, para cumplir con la tarea.


El baño consiste en duchar y limpiar el cadáver, hacerle la ablución menor (Udû’) y secarlo


con una toalla nueva.


Se procede al baño propiamente dicho, comenzando con una presión con las palmas de las


manos (enguantadas) sobre el estómago del fallecido, para provocar la evacuación de los excre-





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mentos retenidos en el último tramo del intestino. Se limpia la zona con agua y jabón, luego se


limpia todo el cuerpo (con agua y jabón) como en cualquier baño. Podrá repetir quién bañe este


procedimiento, tantas veces sea necesario, para la buena limpieza.


Luego se procede al Udû’ —ablución normal— (es la ablución que se realiza antes de las oraciones), pero sin necesidad de enjuagar la boca ni la nariz.


Por último se ducha el cadáver con agua normal de arriba hacia abajo, comenzando con dejar escurrir abundante agua sobre la cabeza, luego sobre el lado derecho del cuerpo y por último


sobre el lado izquierdo. Se seca el cuerpo, se peina el cabello y se perfuman ambos.


¿Qué hacer ante la imposibilidad de bañar al difunto?


En caso de falta de agua, o si se temiera destrozar aún más el cuerpo del difunto en caso de


grandes quemaduras o accidentes o, en ausencia del cónyuge del fallecido y de otra persona de


su sexo, entonces se recurre al “Taiammum” (mundificación alternativa, o ablución seca), es decir,


quien baña pondrá sus manos (las palmas hacia abajo) sobre cualquier superficie seca, preferentemente suelo arenoso, tierra o simplemente sobre una alfombra o algo similar y las frotará sobre la


cara y las manos del fallecido.


Por último, puede darse el caso de no encontrarse más que una parte del cuerpo del fallecido


(un brazo o parte de algún miembro), por ejemplo: en el caso de explosiones, terremotos, bombardeos, etc. Si esto sucede, se le dará el mismo tratamiento del cadáver normal.





El amortajamiento


Recordemos que amortajar a un musulmán es Fard Kifâya (deber de la Comunidad). Quien lo


realiza exime al resto de hacerlo.


La mortaja es simplemente una prenda o trozo de tela de extensión suficiente para envolver


todo el cadáver, preferentemente de color blanco.


La Tradición profética recomienda utilizar tres paños blancos (sudarios), uno tras otro, para


el hombre, y dos paños más tres elementos complementarios para la mujer (lo que veremos más


adelante). Pero advierte contra el encarecimiento y la ornamentación. Estos paños, además de


ser nuevos, serán de tela normal y corriente (no serán de seda ni cualquier otro tejido costoso).


Cómo deberá amortajarse a un hombre


— a) Se extienden los paños o sudarios unos sobre el otro, de modo que el primero en extenderse de ellos, sea el más amplio.


— b) Se traslada el cadáver (recién bañado) cubierto con una tela, hasta donde están extendidos los paños y se lo deposita sobre ellos.








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— c) Se comienza doblando el paño superior, cubriendo la parte del cuerpo del lado derecho, luego se dobla el resto del paño sobre la izquierda del cuerpo, de modo que éste


quede cubierto con el primer paño. Se realiza el mismo procedimiento con los restantes paños, hasta completar los tres. De acuerdo a la figura:


— d) Completado esto, deberán ajustarse estos sudarios al cuerpo con trozos de tela en forma de hilos, los que se soltarán al ser depositado el cuerpo en la tumba. Completado


esto, se perfuman los sudarios.


Cómo deberá amortajarse a una mujer


Recordemos que deberán usarse en la medida posible cinco elementos, para el caso de una


mujer, que están compuestos por:


— a) Una pollera o trozo de tela que ceñirá sus muslos.


— b) Una camisa larga o camisola.


— c) Un velo que cubrirá su cabeza y dos paños que cubrirán el cadáver, los que se atarán al


cuerpo, y soltarán sus ataduras en la tumba (de forma similar a la del hombre).


Terminada la tarea, se deposita el cadáver dentro de un féretro, para facilitar su traslado hasta el cementerio. Es aconsejable que el ataúd sea simple, con el fin de no agobiar a los familiares


del fallecido con gastos innecesarios, y al mismo tiempo, sea lo suficientemente fuerte para ser


reutilizado con otros fallecidos.


Estando en países no islámicos, donde existen normas y legislaciones que obligan a mantener


el cadáver 24 horas antes de sepultarlo (por ejemplo Argentina), no es impedimento aprovechar


la ocasión para escuchar un sermón, o un comentario, que nos haga recordar sobre los deberes


ante Allah y ante el prójimo. Tampoco es desaconsejable leer o escuchar la recitación del Sagrado Corán. Es decir, aprovechar el tiempo comprendido entre el amortajamiento y el entierro (si


bien no es ningún precepto ni tradición islámica, simplemente es llenar un tiempo obligado con


algo útil), en lugar de dar rienda suelta a bullicios o conversaciones impropias del momento.


Nota: En el caso de muertes a raíz de grandes catástrofes, epidemias, etc. y no disponerse de


sudarios suficientes, se amortajarán dos o más muertos con un solo sudario y se podrán también


enterrar en una misma tumba. (Tal lo ocurrido con los creyentes caídos en la batalla de Uhud


—Allah se complazca de ellos—).


Antes de finalizar, advertimos sobre el uso de velas o cirios alrededor del cadáver, ya que esto


no es costumbre islámica.





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La plegaria fúnebre


(Salât-ul-Ÿanâza)


Se define la plegaria fúnebre como un Fard Kifâya, “deber colectivo” hecho por algunos, quedando los demás miembros de la Comunidad exentos.


La misma consiste en los siguientes pasos sucesivos:


1— Takbîrat-ul-Ihrâm (de apertura) ALLAHU AKBAR, seguida por la recitación de


Al-Fâtiha.


2— La 2ª Takbîra, luego seguida por Salâtu-l-Ibrahimîya.


3— La 3ª Takbîra, seguida por una súplica por el difunto.


4— La 4ª y última Takbîra, seguida por una súplica general o amplia. Y finaliza la plegaria con


una o dos Taslîma (Assalâmu Alaykum).


La manera de realizar esta plegaria es muy peculiar, se hace de pie (calzado, si no se estuviese


en un piso alfombrado), sin Rukû‘ (inclinación) ni Suÿûd (prosternación). Puede realizarse en


una mezquita, en un salón, o bien en el solar del cementerio (dedicado a la oración funeraria)


(Musalla) o, en su defecto, en cualquier lugar antes de proceder al entierro, e incluso después de


éste, si por algún motivo no se hubiere podido realizar la plegaria.


Cómo se realiza Salât-ul-Ÿanâza


Se coloca el féretro en el suelo, en sentido perpendicular a la Quibla (dirección hacia la Meca)


y el Imâm (o quien oficie de guía religioso), se sitúa detrás del féretro (preferiblemente detrás de


la cabeza del difunto, si es varón, o detrás de la parte media del cuerpo, si es mujer). Ver figura:


Los demás se ponen de pie, en hileras detrás del Imán.


La condición exigible es que todos los que hagan esta oración deberán tener la ablución (como


se realiza para las oraciones tradicionales). En caso de no tenerla hecha, y que el tiempo apremie


Quibla


Ubicación del féretro


Imâm


Fieles





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hacerla, entonces se sustituye por el tayammum (ablución alternativa, explicada anteriormente).


El Tayammum es válido, tanto para la ablución mayor como para la menor.


Cumplidos estos requisitos indispensables, y:


— a) Ordenados los participantes para la plegaria, el Imâm, antes de dar comienzo a la misma, suele explicar en voz alta la manera de realizar esta oración, luego expresa la intención (Níia) de efectuarla, y exclama la llamada de apertura:


Allâhu Akbar (Takbîrat ul Ihrâm),


elevando las manos hasta la altura de sus orejas, y completando todos los movimientos como se


realizan en las plegarias cotidianas.


Los seguidores del Imâm (Mu’tamin) lo seguirán paso por paso.


— b) Todos recitarán susurrando el pasaje de la apertura del Corán: Sûratu-l-Fâtiha:


Bismillahi Rahmáni Rahím


(En el nombre de Dios, Clemente, Misericordioso)


Alhamdulillâhi Rabbil ‘Alamîn


(Alabado sea Dios, Creador del Universo)


Arrahmâni Rahîm


(Clemente, Misericordioso)


Mâliki Iaumiddîn


(Soberano en el día del Juicio)


Iiâka Ná‘budu ua Iiâka Nasta‘în


(Sólo a Ti adoramos y de Ti imploramos ayuda)


Ihdinas Sirâtal Mustaqîm


(Guíanos por el sendero recto)





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Sirâtal Ladîna An‘amta ‘Alaihim Gairil Magdûbi ‘Alaihim Ualaddâlîn


(El sendero de quienes agraciaste, no el de los execrados ni el de los desviados)


Amîn


(Amén).


Esta sura es la única de obligada recitación en el idioma litúrgico musulmán, o sea el idioma


árabe.


— c) Terminada Al-Fâtiha, exclama el Imâm otra Takbîra (Allâhu Akbar) como en el paso


anterior, luego susurra al Salauat ul Ibrahimía en árabe, o en su defecto en castellano o


cualquier otro idioma:


Allahuma sal-li ‘Ala Muhammadin ua ‘ala âli Muhammad, kama sal-laita ‘ala Ibrahîma


ua ‘ala âli Ibrahîm.


Ua bârik ‘ala Muhammadin ua ‘ala âli Muhammad, kama Barakta ‘ala Ibrahîma una ‘ala


âli Ibrahîma Fil ‘âlamîna innaka Hamîdun Maÿîd


(Señor nuestro, colma con tu gracia a Muhammad y a la familia de Muhammad,


como colmaste con tu gracia a Abraham y a la familia de Abraham. Y bendice a Muhammad y a la familia de Muhammad como bendeciste a Abraham y a la familia de


Abraham. Ciertamente Tú eres Loable, Majestuoso.)


Este pasaje de oraciones se recita al final de cualquier plegaria, antes de finalizar con at-Taslîma: (Assalâmu Alaikum wa Rahmatul-lâh).





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— d) Finalizada la recitación de las oraciones mencionadas en el párrafo anterior, exclama


el Imâm otra vez: Allahu Akbar, luego, cada participante de la oración realizará para sí


una súplica por el difunto en árabe o en otro idioma, por ejemplo:


Allahumma’gfir lahu uarhamhu- Ua naÿÿîhi min ‘adâbil qabr, uamhu jataiâhu ua dâ‘if


fi hasanatihi ua‘fu ‘anhu. Ua uassi‘ fi qabrihi ua adjilhu fasíha ÿannâtik.


(Señor nuestro, ten misericordia con él y perdónalo, sálvalo del castigo de la tumba.


Perdónale sus pecados y multiplica sus buenas obras. Indúltalo, haz de su tumba un


refugio feliz. Ingrésalo a Tu divino paraíso.)


Si el difunto es de corta edad se puede añadir:


Allahumma ÿ‘alhu rahmatan li abauaihi, ua salafan ua dujran, ua shafî‘an ua zaqqil bihi


mauazînahuma.


(Señor consuela a sus padres, recompénsales y haz de su hijo un intercesor para ellos


ante Ti.)


— e) La cuarta fase de esta plegaria, comienza con una cuarta y última exclamación (Takbîr)


por parte del Imâm, seguido siempre por los demás participantes, luego cada uno hará


una súplica general por breves momentos, por ejemplo:


Allahumma Nauuir ‘uqûlana- uahdina ‘ala sirâtil-mustaqîm, ua tauaffana muslimîn,


uadjilna fi yannâtik.


(Señor: ilumina nuestro pensamiento y guíanos por el sendero recto. Haznos morir


como musulmanes, e ingrésanos en Tu paraíso.)





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Luego el Imâm finaliza la plegaria con at-Taslîma de Clausura (Assalâmu ‘Aleykum wa Rahmatullâh) girando su cabeza hacia la derecha, o bien hacia la derecha y luego hacia la izquierda.


Quien haya perdido parte de la plegaria fúnebre, podrá seguir al Imâm en lo que resta de la


misma, y cuando el Imâm finaliza, el participante completará las Takbîras no realizadas, es decir


al final debe completar las cuatro Takbîras. En caso de temerse por falta de tiempo, y que el féretro sea trasladado antes de recuperarse la Takbîra faltante, no será necesaria completarla siendo


suficiente lo realizado hasta el momento, es decir, se termina la plegaria con el Imâm.


El cortejo fúnebre


(Tashií Al-Ÿanâza)


El cortejo fúnebre es una manifestación de despedida digna a un miembro de la comunidad


Islámica, cualquier cortejo fúnebre sea de un musulmán o de cualquier seguidor de otra religión, es digno de rendir homenaje ante su desaparición.


Algunos Compañeros del Profeta (ByP) se ponían de pie y guardaban silencio, al pasar un


cortejo delante de ellos, fuese o no un musulmán.


Es recomendable acompañar al difunto hasta que sea enterrado y rezar por su alma. Es digno


de quienes acompañan al cortejo hacer un examen de conciencia ante el significado de la muerte


y el destino final de todo ser viviente. Deberán recordar que algún día ellos serán los trasladados


y rendirán cuentas de su obra en este mundo ante Allah —Subhânahu wa Ta‘âla—.


Traslado del féretro


El traslado de los restos de un fallecido de una ciudad a otra es un hecho reprobable.


El traslado debe efectuarse cuanto antes hacia la mezquita, la funeraria o hacia el cementerio


donde se realizará la oración fúnebre.





La Inhumación


El suelo o tierra del cementerio es la morada natural de nuestros fallecidos. En la tierra se


completa el ciclo vital del hombre, al que el Corán cita en el versículo 20:55: “De ella (LA TIERRA) os creamos, a ella os retornaremos y de ella os haremos surgir otra vez”.





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La incineración del cadáver no es aprobada por ninguna escuela jurídica islámica. Las bóvedas, mezquitas-tumbas, tumbas monumentales, son desaprobadas en el Islam.


Asimismo, enterrar a un musulmán con ataúd o con elementos de valor es reprobable. La


filosofía que hay detrás de todas las limitaciones mencionadas anteriormente, evidencia que el


Islam nos orienta siempre hacia lo práctico y útil, y que los recursos de la tierra deberán ser destinados al bien común, es decir a los vivos, a los que la necesitan para seguir en el camino de la


supervivencia. Todo gasto innecesario para los muertos perjudica a los vivos. Cada palmo de


tierra dedicado innecesariamente a un muerto perjudica a los vivos. Dónde encontraríamos un


lugar en la tierra para vivir, si hubiésemos hecho de la superficie de la tierra un bosque de tumbas monumentales.


La tumba para los musulmanes es una morada funcional, en ella se protege al cadáver de toda


agresión externa, hasta que sea absorbido por la misma tierra.


Modo de efectuar la inhumación


Trasladado hasta el borde de la tumba, se retira del ataúd el cadáver amortajado y se procede


al entierro propiamente dicho.


La tumba será abierta en sentido perpendicular a la Quibla, con una profundidad suficiente


para proteger al cuerpo de cualquier intento de profanación o exhumación criminal. Ver figura


La excavación deberá tener una profundidad de 1,45 mts., y un ancho y largo lo suficiente


para que el cadáver quede extendido horizontalmente e inclinado suavemente, sobre la pared


más cercana a la Quibla. Ésta es la forma tradicional y más utilizada en Occidente (Figura A).


También se puede realizar un corte (SHAQ) longitudinal en el fondo de la tumba sobre la pared


más cercana a la Quibla, según muestra la Figura B, tal lo realizado en la tumba del Profeta Muhammad (ByP), debiéndose reforzar estas paredes para evitar su derrumbe.


Retirado el cadáver del ataúd y recogido por uno o dos hombres que hayan bajado previamente en ella, se introduce en la tumba o en la hendidura, de la forma más conveniente, haciendo que su cabeza quede inclinada a la derecha mirando hacia la Quibla. Luego de depositarlo, se


soltarán los nudos de las cintas que ataban los sudarios, especialmente los que están a la altura


de los pies.





17


Los funerales en el Islam


Quien oriente el cadáver en ese momento, es aconsejable que exprese Bismillâh ua ‘alá millati


rasûli-lâh (En el nombre de Dios y acorde a las enseñanzas de su Mensajero).


Luego, se procede a tapar o cerrar con piedras o ladrillo. Se vierte la tierra hasta un palmo


sobre el nivel del suelo del cementerio.


Poner una lápida sobre la tumba no es reprobable si el propósito es marcar el lugar de la misma.


Es preferible que las personas encargadas de depositar el cadáver en la tumba sean los amigos


o familiares del fallecido.


Una vez finalizado el entierro se hace súplica por el difunto y por todos los difuntos de los


presentes. Es preferible que uno de los hijos anunciare la disposición de responder ante cualquier deuda documentada que su padre haya contraído en vida.


Luego se dispone junto con sus familiares más inmediatos a recibir el pésame de los asistentes


(antes de salir del cementerio).


At-Ta’zia (el pésame)


El pésame es una muestra de solidaridad con los familiares del difunto.


Su objetivo fundamental es cumplir con un precepto del Profeta Muhammad (ByP), cuyo fin


es consolar a los familiares y amigos del fallecido, hacerles comprender que la muerte es el destino inevitable e irremediable de todo ser. Es como elegir frases elocuentes para elevar el ánimo


y el umbral del dolor emocional, y aislar al familiar de su tormento.


El Profeta (ByP) solía consolar a los familiares diciendo “Todo está predestinado, entereza y


sosiego”.


Llevar una vestimenta de luto, conmemorar los cuarenta días del fallecimiento o el aniversario en memoria del fallecido, reunir a la gente para recitar el Corán durante tres noches después


de un fallecimiento, puede ser una forma de recuerdo, aunque no está establecido en la Jurisprudencia Islámica, siendo evidente, en estas costumbres, la gran influencia occidental que nos ha


absorbido a muchos musulmanes (Rogamos al Todopoderoso volver a los preceptos del Corán


y a la Sunna de nuestro Profeta Muhammad (ByP)).


El Islám nos enseña que respetar la vida tiene prioridad sobre la memoria del fallecido, por lo


tanto tendríamos que evitar todo acto conmemorativo innecesario.


La visita a los cementerios


La visita a los cementerios no es un acto protocolar que se haga en fechas determinadas, sino


más bien es un acto recordatorio tanto en honor del difunto como en beneficio propio.





18


Los funerales en el Islam


Demostrar el cariño y el afecto hacia los seres queridos que nos han dejado es digno de alabanza y muestra de fidelidad y nobleza.


Pero lo más importante en tales visitas es aislarse, durante breve tiempo, del mundo material,


de nuestro destino final, meditar en las buenas acciones que debamos realizar frente al Día del


Juicio, recuperar tiempo perdido e intentar siempre mejorar nuestra conducta personal en lo


que resta de nuestras vidas.


—El Profeta Muhammad (ByP) decía: “Visitad a las tumbas para rememorar la muerte”.


Al entrar a un cementerio es aconsejable saludar a sus moradores.


El Profeta Muhammad (ByP), al pasar por un cementerio solía decir Assalamu ‘Alaikum habitantes de la morada de la Paz, vosotros nos habéis precedido, y nosotros os seguiremos. Que Dios


nos salvaguarde.


La tumba no es un lugar de reverencias, ni para hacer de ella un lugar de reunión, ni para


pedir del muerto intercesiones o ayudas para resolver nuestros problemas en este tránsito terrenal.


Solamente Allah —Subhanahu wa Ta’ala— escuchará nuestros ruegos. Él es quien oye las súplicas y es el Señor de las respuestas.



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