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Jadiyah bintu Juailid





Primera Jutbah





“¡Oh, creyentes! Teman a Allah como es debido y no mueran sino musulmanes”. (3:102)





“Por cierto que aquellos que anhelan el encuentro con Allah y la recompensa


el Día del Juicio tienen en ellos un bello ejemplo. Y quien desobedezca a Allah


sepa que Él es el Opulento, el Loable”. (60:6)


Hermanos y hermanas, teman a Allah, reflexionen sobre la moral y la buena conducta que llevaron los primeros musulmanes. Mediten sobre su paciencia y tolerancia.


Solemos escuchar historias de los compañeros del Profeta (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) acerca de la generosidad, la veracidad, la fe, la solidaridad con el prójimo, la paciencia ante las adversidades, la perseverancia ante las dificultades, y nos sorprendemos gratamente con estas características, pero ¡Qué sorprendente es la historia de una persona en la que Allah reunió, no una sola, sino todas estas nobles cualidades y más!


En una época donde se había generalizado la injusticia, trastornado los valores, confundido el sentido del hogar y de la lógica, se había enceguecido la vista y el conocimiento, se llegaba a matar al propio hermano o al hijo por unas monedas, o por desprecio a una mujer recién nacida.


Hoy vamos a hablar de una gran mujer, que a pesar de vivir en una sociedad corrupta y deshumanizada, tenía principios y una excelsa moral, se mantuvo lejos de la codicia y el egoísmo, rechazaba las injusticias de su pueblo y los malos tratos a su género.


Ella era una mujer sumamente inteligente, recatada, segura de si misma, consecuente con sus principios, honesta mujer de negocios, de 40 años de edad, que buscaba en su sociedad un hombre distinto, que no tuviera el comportamiento machista típico de su sociedad, sino alguien que fuera su compañero en la vida, y ¡vaya si Allah se lo concedió!


Esta gran mujer fue Jadiyah bint Juailid Al-Quraishiiah.


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Años antes de que comenzara la misión profética, llegaron a los oídos de Jadiyah las mejores referencias de Muhammad, pues era conocido por todos en su sociedad como Muhammad “al-amín / el confiable”, y ella decidió contratarlo para que fuera encargado de uno de sus negocios a Siria junto con un empleado de ella llamado Maisarah. Así fue cómo Muhammad emprendió el viaje junto a Maisarah y retornó con enormes ganancias. Cuando Maisarah le contó a Jadiyah, como durante este largo viaje y las transacciones que realizó, descubrió la honestidad de Muhammad, su educación, sus virtudes y su buen comportamiento, se conmovió de forma tal que vio en él el esposo que siempre había buscado. Entonces una amiga de ella, Nafisah Bintu Munabbih, se presentó ante Muhammad (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él), que tenía por aquel entonces 25 años de edad, y le preguntó: “¿Qué te impide casarte?” Él respondió: “No tengo dinero para hacerlo”. Entonces la mujer le preguntó: ¿Y si el dinero no fuese necesario porque la mujer con la que te casarías es distinguida, bella y adinerada, que dirías? Muhammad (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) preguntó: “¿De quién estás hablando?” Y ella respondió: De Jadiyah Bint Juailid. Entonces Muhammad (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) dijo: “Si ella lo está proponiendo, por supuesto que acepto”.


Jadiyah era inmensamente feliz con este casamiento, como no podría ser de otra manera, pues se había casado con una persona que toda la sociedad conocía como “el confiable” y “el compasivo”.


Reflexionemos hermanas y hermanos, Allah le facilita los asuntos a quienes desean sinceramente con el casamiento preservar su dignidad. Sería imposible imaginar para quienes viven en un mundo frívolo que una mujer adinerada como Jadiyah pudiera casarse con un hombre humilde como Muhammad. Aunque claro está que para Jadiyah pesó más en la balanza la integridad, la calidad de ser humano y la moral de Muhammad que cualquier otra condición externa. Este relato nos enseña también que islámicamente no es ninguna vergüenza que una mujer que descubre en un hombre a quien quiere como compañero en su vida, lo busque, y le haga llegar una proposición indirecta de matrimonio.


La vida matrimonial de Jadiyah y de Muhammad transcurrió feliz, llena de amor, comprensión, misericordia y compasión mutua. En una oportunidad, les fue anunciado que Halimah As-Sa‘diiah, quien había amamantado, lactado y cuidado a Muhammad (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) estaba en la puerta y quería visitarlos. Cuando el Mensajero de Allah (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) escuchó esto, su corazón se llenó de


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alegría y emoción; muchos recuerdos de su nodriza vinieron a su mente; recordó la tribu de Sa‘d y la dedicación que ella le brindó con tanta ternura. Jadiyah se levantó para hacer ingresar a Halimah, pues ella había escuchado a su esposo mencionarla con cariño. Cuando los ojos de Muhammad (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) la vieron se llenaron de lágrimas y casi no podía hablar de la emoción; sólo pudo proferir dos palabras que expresaban lo que sentía por ella: “¡Madre! ¡Madre!”.


En ese cálido encuentro él le preguntó cómo se encontraba y ella se lamentó de la terrible sequía que estaba azotando el desierto donde vivía junto con su gente, y que estaban atravesando días muy duros de sensible pobreza. Ambos esposos se consultaron, y le hicieron una generosa ayuda, y así fue cómo Halima volvió a su tribu con cuarenta cabezas de ganado, entre ovejas y camellos, llevando agua y provisiones a su gente.


Así era Jadiyah de generosa antes del Islam y también luego de aceptarlo, no dudó en dar de sus riquezas anhelando complacer a su Señor y también hacer feliz a su esposo.


Jadiyah tuvo seis hijos con el Profeta (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él), cuatro mujeres; Zainab, Ruqaiiah, Umm Kulzum y Fátimah, y dos varones; Al-Qasim y Abdullah, quienes murieron siendo aun muy pequeños.


A Muhammad (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) le gustaba retirarse a meditar en una cueva conocida con el nombre de Hira' todos los años. Así lo hizo hasta que Allah decidió enviarle al ángel Gabriel con el mensaje divino. Esto ocurrió durante el mes de Ramadán.


Allah le reveló las siguientes aleyas:





“¡Recita! [¡Oh, Muhámmad!] En el nombre de tu Señor, Quien creó todas las cosas. Creó al hombre de un cigoto. ¡Recita! Que tu Señor es el más Generoso. Enseñó [la escritura] con el cálamo. Y le enseñó al hombre lo que este no sabía”. [96:1-5]


Cuando Muhammad vio al ángel Gabriel por primera vez y recibió la revelación, se atemorizó y regresó a su casa corriendo, y cuando ingresó dijo muy asustado a su esposa: “¡Cobíjame! ¡Cobíjame!” Al ver a su esposo en esta situación, Jadiyah le preguntó qué había ocurrido, y él le contó lo sucedido y le dijo: “¡Jadiyah! Temí por mi vida”. Pero ella conocía a su esposo, en lugar de


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incrementar su temor y miedo profirió unas palabras llenas de apoyo y comprensión, dijo: “¡No temas! Allah no te humillaría jamás, ni te dejaría desamparado, pues tú tratas con respeto a los parientes, siempre hablas con la verdad, asistes a los más débiles, ayudas a los pobres, honras a tus huéspedes y luchas por la verdad”. Fue entonces cuando, al oír estas bellas palabras de su esposa, el corazón del Profeta (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) se sosegó.


Allah nos relata esta situación en dos aleyas del Sagrado Corán, describiendo al Profeta (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) tal como lo había arropado Jadiyah, cubriéndolo con una manta.





“¡Oh, tú que te envuelves en el manto! Levántate y advierte [a los hombres]. Proclama la grandeza de tu Señor, purifica tus vestimentas, apártate de la idolatría, Y no des [ayuda a las personas] para beneficiarte. Sé paciente [ante las persecuciones de los idólatras] con fe en tu Señor”. [74:1-7]





“¡Oh, tú que te cobijas! Levántate en la noche y ora gran parte de ella, la mitad, o un poco menos, o un poco más, y recita el Corán lenta y claramente [reflexionando en su significado]. En verdad, te transmitiremos una palabra de gran peso [el Corán]. Por cierto que si te levantas a orar avanzada la noche encontrarás mayor quietud y podrás concentrarte mejor, Pues, durante el día tienes una prolongada actividad. Recuerda a tu Señor y conságrate totalmente a Él. Él es el Señor de oriente y occidente. No hay nada ni nadie con derecho a ser adorado salvo Él. Tómale, pues, como protector. Ten paciencia con lo que


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dicen [los incrédulos acerca de ti y de la revelación] y apártate de ellos discretamente”. [73:1-10]


Luego, Jadiyah llevó a su esposo a la casa de su primo Waraqah Ibn Nawfal, que era cristiano y le contaron lo acontecido. Al oír la historia éste exclamó: ¡Ese era el espíritu de la revelación, el mismo que Allah envió a Moisés!


Jadiyah no vaciló un segundo ni se retrasó en creer en la revelación y profecía de Muhammad, contándose así en ser la primera persona en aceptar el Islam.


Cuando comenzó la difusión del Islam y los idólatras de La Meca comenzaron a perseguir a los musulmanes y someterlos a terribles torturas y tormentos, Jadiyah se contó entre los pacientes que soportaron y enfrentaron con entereza todas las hostilidades. En particular, cuando algunos musulmanes debieron emigrar a Abisinia, ya que tuvo que despedir a su amada hija Ruqaiiah quien emigró junto a su esposo ‘Uzmán ibn ‘Affán, ella contuvo sus lágrimas con fortaleza y paciencia.


Al-Bujari y Muslim registraron que Abu Hurairah narró: “El ángel Gabriel se presentó ante el Mensajero de Allah y le dijo: “¡Muhammad! Jadiyah te traerá una bandeja con comida y bebida. Cuando lo haga, dale un saludo de paz proveniente de su Señor y también de mí”. Al oír el saludo, Jadiyah respondió: “Él (Allah) es la paz y de Él proviene la paz, y que el saludo de paz sea sobre Gabriel”.


Segunda Jutbah


¿Quieren conocer a una mujer que haya caminado sobre esta tierra y que sea hoy de los moradores del Paraíso? Esa es Jadiyah.


En una oportunidad el ángel Gabriel se presentó ante el Profeta (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) y le dijo: “¡Albricia a Jadiyah que tendrá una morada en el Paraíso de brocados, donde vivirá sin ruidos ni molestias!”.


Jadiyah sufrió junto a su esposo el boicot que los incrédulos de La Meca impusieron a los musulmanes, y en especial a la familia del Profeta. Este aislamiento terrible duró tres años, durante los cuales padecieron toda clase de necesidad. Esto debilitó la salud Jadiyah llevándola a la muerte, tres años antes de la Emigración de los musulmanes de La Meca a Medina. Ella fue enterrada en lo alto de una montaña en La Meca, junto a sus familiares y fue el Mensajero de Allah (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) quien la introdujo en la tumba con sus propias manos.


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Al-Bujari y Muslim registraron que el Profeta (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) solía decir: “María Bint ‘Imran (la madre de Jesús) fue la mejor mujer de su época y Jadiyah Bint Juailid fue la mejor mujer de su época”.


Muslim registró que cada vez que el Profeta (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) sacrificaba un animal decía: “Lleven algo de carne a los familiares y amigos de Jadiyah, ya que fui bendecido por Allah con su amor”. Y en otra narración dijo: “Yo amo hoy a quienes ella amaba”. Este es sólo un ejemplo de cómo el Profeta (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) honraba a su fallecida esposa.


Ahmad transmitió que Aishah dijo que cada vez que Jadiyah era mencionada el Profeta (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) la elogiaba. Cierto día, llevada por los celos le dije: ¿Por qué la recuerdas tanto? si Allah te ha concedido en su lugar alguien mejor. Pero el Profeta (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) le dijo: “Allah no me ha concedido alguien mejor que ella, ella es incomparable, pues tuvo fe en mi cuando la gente no lo hizo, me creyó cuando la gente me desmentía, me apoyó con sus bienes cuando la gente me cerró sus puertas, y Allah me concedió hijos con ella”. Así honraba el Profeta (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) el recuerdo de su esposa, compañera y admiradora.


Hermanos y hermanas, sigamos el ejemplo de Jadiyah que se mantuvo firme en la fe, fue paciente, desapegada de los bienes materiales a pesar de poseer grandes riquezas, apoyó y socorrió en todo momento al Profeta (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) en su causa para difundir el Islam, lo trató siempre con amor y educó a sus hijos con dedicación y esmero.


Así era Jadiyah, quien nos llena de orgullo y dignidad al saber que es nuestra madre, la madre de los creyentes.


اللهم صل على نبينا محمد ما ذكره الذاكرون، وصل عليه ما غفل عن ذكره الغافلون. اللهم أحينا على محبته، وأمتنا على


ملته، وثبتنا على سنته، وأكرمنا بشفاعته، وأوردنا حوضه، واسقنا بيده الشريفة شربة لا نظمأ بعدها أبداً، وأنِلنا شرف


صحبته في عليين، مع الذين أنعمت عليهم من النبيين والصديقين والشهداء و الصالحين، وحسن أولئك رفيقا.


اللهم أعز الإسلام والمسلمين، اللهم أعز الإسلام والمسلمين، اللهم أعز الإسلام والمسلمين، وألف بين قلوب المسلمين، ووحد


صفوفهم، اجمع كلمتهم على الحق يا رب العالمين. اللهم انصر دينك وكتابك وسنة نبيك محمد وعبادك المؤمنين. اللهم صل


وسلم على عبدك ورسولك محمد، و آله صحبه و سلم


Oh Allah bendice a tu Profeta Muhammad. Allah danos vida con amor por él, y concédenos morir siguiendo su guía y religión. Oh Allah concédenos la fortaleza para seguir su Sunnah, y regálanos su intercesión el día del Juicio, y


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concédenos estar junto a él con quienes Allah ha agraciado: los Profetas, los veraces, los que murieron dando testimonio de su fe y los justos.


Oh Allah bendice al Islam y los musulmanes. Une nuestros corazones y concédenos unidad como nación y comunidad.


عباد الله، إِنَّ ال



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