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Al principio del año trece de la Hégira (Hiyrah), durante el califato de Abu Bakr Al-Siddiq, que Al-lah esté complacido con él, en una guerra en la cual se reunieron cuatro ejércitos de los musulmanes a orillas del río Yarmuk, y mientras una guerra sangrienta y decisiva ocurría entre los musulmanes y los romanos: se elevó una voz que llenó el campo de batalla.





Sa‘id ibn Al Musayyib, que Al-lah le dé Su perdón, dijo bajo la autoridad de de su padre: El día de Yarmuk, las voces se calmaron. Entonces, oímos una voz que casi abarcó el campamento, que decía: “¡O auxilio de Al-lah, acércate! ... ¡Sed firmes, sed firmes, o musulmanes!” Y cuando miramos, nos damos cuenta de que era Abu Sufyan ibn Harb, que Al-lah esté complacido con él.





¡Glorificado Sea a Al-lah! Abu Sufyan ibn Harb, que Al-lah esté complacido con él, el líder de los asociadores en la batalla de Badr y Uhud, aquel que alzó su voz sonora después de la derrota de los musulmanes diciendo: ¡Glorificado sea Hubal! Y los Compañeros contestaron: Al-lah Es más Alto y Sublime. ¿Acaso es él aquel quien el día de At-Ta’if salió con las flechas adivinatorias en su aljaba, y al cual el Mensajero de Al-lah, sallAl-lahu ‘alayhi wa sallam, le dio dádivas para amansar su corazón y hacerle firme en el Islam? Sí, es él.





La Guía de Al-lah





Entonces, ¿qué pasó para que fuera él quien inducía a los musulmanes a Al Yihad y los animaba? Es la Guía de Al-lah, Bendito y Enaltecido Sea: es la luz que Al-lah Pone en el corazón de quien llega a ser buen musulmán. Es el Islam que infunde en el alma humana las maravillas. Pues, mientras el hombre sigue en su Shirk y Kufr (Incredulidad), el Islam le da constantemente de los bienes de esta vida, hasta hacerle abstenerse de sus placeres, y le otorga la luz de la fe, hasta que nada le sea más querido que Al-lah y Su Mensajero, sallAl-lahu ‘alayhi wa sallam.





Sajr ibn Harb, apodado “Abu Sufyan”, que Al-lah esté complacido con él, llegó a ser un buen musulmán, aunque antes, estaba desviado del camino de Al-lah como hicieron otros. Combatió contra los musulmanes como hizo Jalid, que Al-lah esté complacido con él; les engañó como hizo ‘Amr, que Al-lah esté complacido con él; se enojó con ellos como hicieron ‘Ikrimah ibn Abi Yahl, Sahl ibn ‘Amr y Safwan ibn Umayyah, que Al-lah esté complacido con ellos. Luego, todos se convirtieron al Islam, y esto borra todo lo precedente. Lucharon, tuvieron paciencia y combatieron junto al Mensajero de Al-lah, sallAl-lahu ‘alayhi wa sallam, que cuando murió estaba complacido con ellos.





Antes de Yarmuk: Abu Sufyan, que Al-lah esté complacido con él, quien tenía más de setenta años, salió en el ejército de su hijo. Además, en el día del asedio de At-Ta’if perdió un ojo, y a pesar de todo esto, quería luchar. Dijo a su hijo Yazid: ¡Hijo mío!, debes temer a Al-lah y tener paciencia. No hay ningún hombre de los musulmanes en este valle que no esté rodeado por la lucha. Entonces, ¿qué haríais tú y tus similares que se asumieron el mando de los musulmanes? Aquellos deben tener más paciencia y merecen más el consejo. Teme a Al-lah, hijo mío, y no permitas que haya de tus amigos quien anhele la recompensa y la paciencia en la guerra, ni quien sea más audaz contra el enemigo del Islam, que tú. Y él contestó: Lo haré, si Al-lah Quiere.





Y anima a los creyentes





Y en la guerra, el hombre con su vejez que infundió temor y con su voz sonora, llamó a los musulmanes diciéndoles: “Juro por Al-lah que estáis enfrente de un enemigo muy numeroso, que tiene mucha rabia hacia vosotros, y les habéis perjudicado en sí mismos, sus países y sus mujeres. Juro por Al-lah, que Él no os Salvará de esa gente, ni alcanzaréis Su complacencia mañana, sino mediante la sinceridad en el enfrentamiento y la paciencia en las situaciones desfavorables”.





Luego, exhortó a las mujeres, y en seguida repitió su llamado, diciendo: “¡Oh musulmanes!, lo que veis es verdad; este es el Mensajero de Al-lah, sallAl-lahu ‘alayhi wa sallam, el Paraíso está enfrente de vosotros, y Satanás y el Infierno, están detrás. Luego, se fue a su puesto y se puso a suplicar a Al-lah, Glorificado Sea. La guerra se puso en marcha, las fuerzas se enfrentaron, los caballeros se persiguieron, y Al Muyahidun (los luchadores por la causa de Al-lah) agonizantes prefirieron a sus hermanos por sobre sí mismos dándoles el último trago de agua. Los musulmanes triunfaron, el Islam triunfó, y Abu Sufyan, que Al-lah esté complacido con él, perdió el otro ojo.





 





 



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