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Cuando un individuo pronuncia el testimonio “Ash-hadu an la ilaha il-la Al-lah, wa ash-hadu anna Muhammadan Rasul Al-laah” (doy testimonio que nada ni nadie merece ser adorado, excepto Al-lah; y doy testimonio que Muhammad es el siervo y Mensajero de Al-lah), creyendo en esto y actuando de acuerdo a esto, experimenta un cambio notable en su vida.





 




Al comprender quién es su Señor, así como el propósito de su creación, será capaz de alcanzar el éxito en esta vida y en la otra. Este éxito emana de los siguientes puntos:




 




1.     La persona que cree en este testimonio no puede tener una perspectiva limitada. Él cree en Al-lah, Quien es el Creador de los cielos y de la tierra, el Maestro del universo y su Sustentador. Después de esta creencia, el individuo no considera a nada en este mundo como algo extraño a sí mismo. Él ve a todo en el universo como perteneciendo al mismo Señor, sabe que él mismo le pertenece. Al-lah, el Todopoderoso, Dice (lo que se interpreta en español): {Pregúntales [a los idólatras]: ¿A quién pertenece cuanto hay en los cielos y en la Tierra? Di: Pertenece a Al-lah…} [Corán 6:12]




 




Su simpatía, amor y servidumbre no están confinados a ninguna esfera o grupo en particular. Su visión es amplia, su horizonte intelectual se ensancha, y su perspectiva se vuelve tan libre y tan ilimitada como el Reino de Al-lah. ¿Cómo esta amplitud de visión y de mente puede ser alcanzada por un ateo, un politeísta o alguien que cree en una divinidad que se supone que tiene poderes limitados y defectuosos como un hombre?




 




2.     Esta creencia produce en el ser humano el grado más elevado de autorrespeto y autoestima. El creyente sabe que solamente Al-lah es Quien Posee todo el poder, y que nada además de Él puede beneficiar o dañar a una persona, o proveerle para que satisfaga sus necesidades o dar o quitar la vida o ejercer autoridad o influencia. Esta convicción lo hace indiferente, independiente y sin temor de cualquier otro poder fuera del de Al-lah. Nunca inclina su cabeza ante ninguna de las criaturas de Al-lah, ni eleva sus manos suplicando a otro que no sea Al-lah. No se intimida por la grandeza de nadie. Esta actitud de mente no puede ser generada por ninguna otra creencia.




 




3.     Además del autorrespeto, la creencia en “La ilaha il-la Al-lah” también genera un sentido de modestia y humildad. Hace al individuo una persona alejada de las ostentaciones y las pretensiones. Un creyente nunca se vuelve orgulloso, altivo o arrogante. El estridente orgullo del poder, la riqueza y el valor no pueden tener lugar en su corazón, porque él sabe que todo lo que posee le ha sido dado por Al-lah, y que Al-lah Puede Quitar así como Puede Dar. En contraste con esto, un incrédulo, cuando alcanza algún mérito mundanal, se vuelve orgulloso y vanidoso porque él cree que su mérito se debe a su propio valor. Del mismo modo, su orgullo y vanidad son resultados necesarios y concomitantes del Shirk (asociar a otros con Al-lah en la adoración), porque un politeísta cree que tiene una relación particular con las divinidades, la cual no existe entre ellas y otra gente.




 




4.     La creencia en “La ilaha il-la Al-lah” hace al hombre virtuoso y recto. Tiene la convicción de que no existen otros medios de lograr el éxito y la salvación para él excepto la pureza del alma y la rectitud de la conducta. Tiene una fe perfecta en Al-lah, Quien Está por encima de toda necesidad, no Está relacionado con nada y Es absolutamente Justo. Esta creencia genera en él la conciencia de que, a menos que viva rectamente y actúe de forma justa, no podrá tener éxito. Ninguna influencia o actividad podrá salvarlo de la ruina.




 




En cuanto a aquellas personas que creen que no existe ningún Ser que tenga poder sobre ellos, ante Quien serán responsables por sus buenas o malas acciones y, por lo tanto, se consideran libres de actuar de la forma que quieran, sus propias fantasías se convierten en sus dioses y viven como esclavos de sus deseos y anhelos. Al-lah Sostiene en el Corán (lo que se interpreta en español): {¿Acaso no reparas [¡Oh, Muhammad!] en aquel que sigue sus pasiones como si estas fueran una divinidad? Al-lah Decretó, por Su conocimiento divino, que se extraviaría, y por ello Selló sus oídos y su corazón, y Puso un velo sobre sus ojos [y no pudo oír, ver ni comprender la Verdad]. Nadie podrá guiarle después que Al-lah lo Extravió. ¿Acaso no recapacitáis?} [Corán 45:23]






 





En el anterior artículo habíamos mencionado algunos de los efectos que tiene la creencia en “La ilaha il-la Al-lah” en la vida de una persona. A continuación mencionaremos el resto de los dichos efectos:





 




5.     La persona creyente nunca se siente abatida. Tiene una fe firme en Al-lah, Glorificado sea, Quien es el Poseedor de todos los tesoros de la tierra y de los cielos, Cuya gracia y bondad no tiene límites, y Cuyo poder es infinito. Esta fe le da a su corazón un consuelo extraordinario, lo llena de satisfacción y lo mantiene lleno de esperanza. Aunque pueda sentir rechazo por todos lados en este mundo, la fe y la dependencia de Al-lah, el Todopoderoso, nunca lo abandonan, y con esa fuerza continuará luchando. Esa profunda confianza solo puede resultar de la creencia en Al-lah, Glorificado sea.




 




Los ateos tienen corazones pequeños en el sentido de que ellos dependen de habilidades limitadas; por lo tanto, en tiempos de dificultad rápidamente son abrumados por la desesperación y son tendientes a cometer suicidio.




 




El testimonio del Profesor Joad es también muy explícito en este punto. Él escribe lo siguiente acerca de Occidente: “Por primera vez en la historia está llegando a la madurez una generación de hombres y mujeres que no tienen religión, y no sienten necesidad de una. Estos se contentan con ignorarla. Además, ellos son muy infelices, y el índice de suicidio es anormalmente alto”. [The Present and Future of Religion. C. E. M. Joad.]










En cuanto al mundo del Islam, leamos que tiene que decir un historiador no musulmán conocido por su poca simpatía por esta religión:




“En este monoteísmo intransigente, con su fe simple y entusiasta en la ley suprema de un ser transcendental, se encuentra la principal fuerza del Islam. Sus seguidores disfrutan de una conciencia de alegría y resignación desconocida entre los seguidores de la mayoría de los credos”. [Suicide Is Rare in Muslim Lands. Phillip K. Hitti, History of the Arabs, 1951, p.129]







6. Este testimonio de fe inspira valentía en el ser humano. Existen dos cosas que hacen a un ser humano cobarde: a) el miedo a la muerte y el amor a la seguridad; y b) la idea de que existe algo además de Al-lah, Glorificado sea, que pueda quitar la vida, y que el ser humano –al adoptar ciertas estrategias– puede evitar la muerte. Creer en “La ilaha il-la Al-lah” bloquea y desecha ambas ideas. La primera idea se aleja de su mente porque él sabe que su vida y su propiedad y todo lo demás realmente pertenecen a Al-lah, Glorificado sea, y se dispone a sacrificar todo por la complacencia de Al-lah. De igual manera, se desprende de la segunda idea porque sabe que ningún arma, ningún hombre o animal tiene el poder de quitarle la vida; solamente Al-lah Tiene el poder para hacerlo. Ha sido ordenado un tiempo para cada quien, y ni todas las fuerzas del mundo combinadas no pueden quitar la vida de nadie antes de que llegue ese tiempo.







Es por esta razón que nadie es más valiente que aquel ser humano que tiene fe en Al-lah, el Todopoderoso. Nada puede acobardarlo, ni siquiera la más fuerte tempestad o adversidad ni el más poderoso de los ejércitos.







7. La creencia en “La ilaha il-la Al-lah” genera una actitud de paz y satisfacción, limpia la mente de los celos, la envidia y la codicia, y aleja la tentación de recurrir a medios injustos para alcanzar el éxito y lograr nuestras metas. La persona creyente comprende que la riqueza está en las Manos de Al-lah únicamente, y Él la Distribuye según Su Voluntad; que el honor, el poder, la reputación y la autoridad –todo en absoluto– también están sometidos a Su Voluntad, y Él los Otorga según como Desea; y que el deber del ser humano es únicamente esforzarse y luchar con ahínco.





 





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