Otra gran mujer que crio a un gran hombre, a pesar de las dificultades y presiones que enfrentó, fue Asia. Ella es más conocida como la esposa del Faraón; sin embargo, esta gran dama también fue la madre adoptiva del Profeta Moisés.
Al igual que María, la madre de Jesús, Asia fue una mujer elegida por Dios para cuidar de un niño que crecería para ser un Profeta de Dios. ¿Qué cualidades tuvo Asia con las que apoyó e influenció a Moisés? De nuevo vemos que la principal fue una confianza total y absoluta en Dios. Siendo la esposa del hombre más poderoso y arrogante de todo Egipto, Asia estaba rodeada de lujos, riquezas y belleza; sin embargo, ella fue capaz de reconocer que sin Dios los seres humanos estamos perdidos e incompletos.
"Muchos hombres alcanzaron el nivel de la perfección, pero ninguna mujer alcanzó ese nivel excepto María, la hija de Imrán, y Asia, la esposa del Faraón"[1].
Cuando la madre biológica de Moisés se vio obligada por las circunstancias a poner a su recién nacido en una cesta flotando en las aguas del río Nilo, su corazón estaba roto y casi sin posibilidad de reparación. Pero Dios es el mejor de los planificadores. Una sierva de Asia sacó a Moisés del río y le presentó el pequeño bulto a la esposa del Faraón. Asia, al contrario de su marido orgulloso y arrogante, era una mujer recta y misericordiosa. Dios abrió su corazón y Asia miró al pequeño bebé, sintiéndose sobrecogida de amor hacia él. Le pidió a su esposo que lo aceptara en la familia.
"Dijo la mujer del Faraón: ‘[Este niño] será una alegría para mis ojos y los tuyos. No lo mates. Puede que nos beneficie. ¡Adoptémoslo!’. Ellos no presentían [en qué se convertiría]". (Corán 28: 9)
Una vez más, el Corán nos dice muy poco acerca de Asia, y menos aún sobre su relación con su hijo adoptivo Moisés; sin embargo, como mujer de fe, debió influenciar profundamente a su hijo adoptivo. De adulto, Moisés era franco y creía en decir lo que pensaba y en defender a los miembros más débiles de la sociedad. Siempre que atestiguó opresión o crueldad, le resultó imposible dejar de intervenir. La psicología moderna nos dice que este sentido de justicia y la habilidad de hacer empatía se aprenden a muy temprana edad. Son habilidades que a menudo no se pueden adquirir en una fase posterior de la vida. Asia debió ayudarle, inculcándole esas cualidades a su hijo adoptivo.
A medida que Moisés crecía, fue considerado como un joven sabio, y en todos los aspectos, como hijo del Faraón. Sabemos por las palabras del Corán que, sin embargo, la madre biológica de Moisés fue su nodriza. Ibnu Kazir cree que la madre biológica de Moisés vivió en el palacio hasta que lo destetó, y que después de eso se le permitió visitarlo. Su influencia también debió haber jugado un papel en la formación del carácter de Moisés.
"Así se lo devolví a su madre [como nodriza] para consuelo de sus ojos, para que no se entristeciera y supiera que la promesa de Dios siempre se cumple, aunque la mayoría [de la gente] lo ignore". (Corán 28:13)
Moisés probablemente fue un niño amado tanto, por su madre real como por Asia. No hay duda de que antes de llegar a la edad adulta, Moisés sabía acerca de los Hijos de Israel y de la situación política de Egipto. Una serie de circunstancias, cuyos detalles encontramos en el Corán[2], obligaron a Moisés a abandonar Egipto. Pasó de ser parte de la realeza a ser un criminal común, ¿cómo se habrá sentido Asia?
Podemos suponer que Asia conocía el peligro inherente en permitirle a Moisés entender las diferencias entre su vida en el palacio y la vida de su familia biológica en una zona de pobreza. Eventualmente, el Faraón descubrió que su esposa adoraba en secreto al Dios de Moisés, y esto lo indignó y enfureció. El Faraón amenazó a su esposa Asia, pero el corazón de ella le pertenecía solo a Dios. El Faraón le dio un ultimátum a su esposa, debía aceptarlo a él como su dios, o continuar adorando al Dios de Moisés y ser torturada hasta morir por ello. Asia eligió la tortura y la muerte, y en sus últimos momentos dolorosos se le escuchaba clamar a Dios.
"Y para los creyentes como ejemplo plantea el caso de la mujer del Faraón [que era una verdadera creyente] cuando dijo: "¡Señor mío! Constrúyeme, junto a Ti, una morada en el Paraíso, y sálvame del Faraón y de sus obras abominables. Sálvame de este pueblo opresor". (Corán 66:11)
Como principal cuidadora y educadora, la madre tiene muchas responsabilidades pesadas, siendo la más importante la de enseñarles a los hijos que Dios le ha confiado. Es la madre quien enseña primero a sus hijos cómo conocer y amar a Dios. La mejor forma de instruir a los hijos es con el ejemplo, porque desde el momento en que pueden interactuar con su entorno, están aprendiendo. Como madres, tanto María como Asia les enseñaron a los niños a su cuidado a tener plena confianza en el más digno de confianza, Dios.
Detrás de cada gran hombre hay una gran mujer, detrás de todo hombre hay una mujer, detrás de todo hombre exitoso hay una mujer. Estas tres versiones de un viejo dicho, son más recordado como eslogan feminista de las décadas de 1960 y 1970. Y cuando piensas en ello, parece ser cierto. ¿Cómo respondemos cuando escuchamos acerca de un hombre cuya madre hizo de todo para darle educación, la mujer que trabajó en tres empleos a la vez para criar a sus hijos; y la mujer que permaneció silenciosa entre bambalinas mientras su esposo alcanzaba el poder como estadista, empresario, político o educador? Los hombres se elevan a grandes alturas cuando las mujeres en sus vidas los crían, apoyan y animan a ser los mejores hombres que pueden ser. Incluso los profetas de Dios se beneficiaron del consejo sabio de las mujeres en sus vidas.
Aquí comenzamos una serie de artículos acerca de las grandes mujeres que estaban no detrás, sino al lado de los hombres en sus vidas. Estas grandes mujeres en sus propias formas individuales, apoyaron y animaron a los hombres cuyas vidas estaban llenas de peligros y de enormes cambios. Madres, esposas, hijas… la influencia que estas mujeres tuvieron sobre los hombres de sus vidas es notable. El Islam llama a estas mujeres "lo mejor de la humanidad".
"Las mejores mujeres de la humanidad son cuatro: Mariam, hija de Imrán; Asia, la esposa del Faraón; Jadiya, hija de Juwailid; y Fátima, la hija del Mensajero de Dios"[1].
La clave del éxito para cualquier mujer es vivir la vida según la guía de Dios. Como sabemos, esta guía está contenida de forma completa en el Corán y en las tradiciones del Profeta Muhammad. Comencemos con las madres: El Islam enfatiza su importante rol en numerosas ocasiones. El Profeta Jesús (la paz sea con él) dijo:
"Soy un siervo de Dios, Él me revelará el Libro y hará de mí un Profeta. Seré bendecido dondequiera que me encuentre, y me ha encomendado hacer la oración, dar caridad mientras viva, honrar a mi madre y no ser arrogante ni insolente". (Corán 19:30-32)
"Y [recuerda] cuando los ángeles dijeron: ‘¡María! Dios te ha elegido por tus virtudes y te ha purificado. Te ha elegido entre todas las mujeres del mundo’". (Corán 3:42)
El yerno y compañero cercano del Profeta Muhammad, Ali, dijo: "Escuché al Profeta de Dios decir que María, la hija de Imrán, fue la mejor de todas las mujeres"[2].
Mariam, la palabra árabe para María, significa sierva de Dios. María, la madre de Jesús, fue dedicada a Dios desde antes de nacer. La madre de María le dedicó su bebé al templo, y al hacerlo, aseguró la libertad de María, pues entendió que la verdadera libertad solo es posible a través de la completa sumisión a Dios.
María creció teniendo confianza plena en Dios, y su historia puede hallarse en el Corán, en particular en los capítulos 3 y 19. En el capítulo 5 del Corán, María es denominada Siddiqa (veraz), y la palabra árabe Siddiqa implica mucho más que decir la verdad. Indica que la persona ha alcanzado un nivel de rectitud muy elevado. Significa que alguien es veraz no solo consigo mismo y con la gente a su alrededor, sino también con Dios. María era una mujer que cumplió su alianza con Dios, a Quien ella adoró con total sumisión. Ella era piadosa, casta y devota, la mujer elegida entre todas las mujeres para ser la madre de Jesús.
Después del nacimiento de Jesús, María se enfrentó a dificultades increíbles. A pesar de que era una mujer joven y tenía fe, carácter y autocontrol, es difícil imaginar el valor que necesitó para regresar a su pueblo con un bebé en brazos. Ella dejó el pueblo siendo una jovencita, apenas mayor que una niña, pero con una reputación de piedad y rectitud. Y regresó como una madre soltera de un recién nacido. Imaginemos las habladurías, los chimes y las acusaciones. Cuando la gente del pueblo la rodeó y le hizo preguntas, ella siguió las instrucciones de Dios y no habló. Fue el mismo Jesús, un recién nacido acunado en los brazos de María, quien habló, declarándose a sí mismo como Profeta de Dios (Corán 19:30).
El Islam nos cuenta muy poco sobre la vida que compartieron Jesús y su madre María. Por supuesto, podemos suponer que María era una mujer de su época. Con la excepción de su educación y posible capacidad de leer, María había vivido y aprendido igual que las demás niñas judías a su alrededor. Habría mantenido la casa, cocinado, limpiado, cosido, caminado hasta el pozo en busca de agua, pero por encima de todo, era una educadora. Es fácil imaginar a Jesús sentado en su regazo o a sus pies, escuchando las historias de su pueblo, y sus oraciones. También habrá experimentado de cerca el profundo amor y confianza de María hacia Dios. ¿Qué tanto del carácter de María influenció a Jesús mientras crecía? Mucho, es la respuesta más probable.
Mientras Jesús crecía y comenzaba su misión, María debió haberse comportado como cualquier otra madre. Probablemente se tragó sus miedos y animó a su hijo a esforzarse por agradar a Dios. De seguro María sintió el peligro de la misión de Jesús y, sin embargo, se aferró a su confianza total en Dios y le transmitió a su hijo su sensación de satisfacción con la Voluntad de Dios.
El papel de la madre es a la vez monumental y abrumador. No solo hace que pase por las alegrías y las dificultades del embarazo y el parto, sino que dedica su vida entera a criar y cuidar a sus hijos. Es su responsabilizad levantarlos y educarlos para que sean seres humanos rectos y piadosos. Ella cocina, limpia, alimenta y educa, y también es responsable de su salud y bienestar espiritual, emocional y físico. El papel de una madre no termina cuando su hijo crece y comienza su vida propia, sino que ella sigue influyendo en sus hijos y nietos.
En esta época en la que el papel de la maternidad está siendo socavado a cada instante, las mujeres deben inspirarse y obtener fuerzas del ejemplo de grandes mujeres, como María, la madre de Jesús.
El amor y la misericordia en sus corazones es una bella forma de describir una relación tranquila entre un hombre y una mujer. El matrimonio es un contrato sagrado, uno que no se hace entre un hombre y una mujer sino entre una pareja y Dios. Es una relacion en la que los derechos y los deberes están claros y el propósito es agradar a Dios, esforzándose por asegurar un lugar en el Paraíso. Así como las madres son capaces de ejercer una gran influencia sobre sus hijos, las esposas son capaces de influenciar a sus esposos. Grandes mujeres, mujeres que aman a Dios y sobre todas las cosas son una misericordia, y sus esposos a menudo son grandes hombres debido al apoyo incondicional que reciben de sus esposas.
El Profeta Muhammad (la paz y las bendiciones de Dios sean con él) dijo: "Los mejores de ustedes son los que mejor tratan a sus esposas"[1]. ¿Por qué dejó esto claro en numerosas ocasiones? Quizás porque una sociedad construida sobre el amor y la misericordia no puede dejar de tener éxito, mientras que una relación basada en la dominación y la desconfianza raras veces tiene éxito, excepto en la angustia y la tristeza. Otra razón puede ser el hecho de que en la Arabia preislámica las mujeres eran tan subvaloradas, que las niñas eran enterradas vivas y las mujeres eran consideradas una propiedad igual que el ganado.
Uno de los grandes modelos a seguir para las mujeres nació en esta época de ignorancia, sin embargo, fue capaz de elevarse por encima de la discriminación que la rodeaba, y de tener uno de los matrimonios más exitosos de la historia. Ella era Jadiya, la primera, y durante 25 años la única, esposa del Profeta Muhammad. ¿Qué sabemos de Jadiya que la hizo una esposa tan fantástica y un modelo a seguir tan increíble? ¿Por qué consideramos a Jadiya, la hija de Juwailid, como una gran mujer al lado de un gran hombre?
"María, la hija de Imrán, fue la mejor de las mujeres (del mundo en su época) y Jadiya es la mejor de las mujeres (de esta nación)"[2].
Jadiya tenía 40 años de edad y era dos veces viuda cuando se casó con Muhammad, que entonces contaba con 25 años y aún no se le había concedido la profecía. Ella era una mujer de negocios consumada, rica por derecho propio, con una reputación de tratar a personas discapacitadas, huérfanos, viudas y pobres con bondad y compasión. Así como el Profeta Muhammad (la paz y las bendiciones de Dios sean con él) era conocido como Al Amín (el confiable), Jadiya era conocida como At Tahira (la pura). Jadiya quedó impresionada con la honestidad de Muhammad cuando lo contrató para que comerciara por ella en Siria, y a su regreso a La Meca ella desafió las convenciones de su época y le propuso matrimonio. Muhammad aceptó con entusiasmo y prontitud.
El Islam enseña que una mujer siempre debe mostrar ternura y cuidado hacia su esposo. Jadiya amó y apoyó al Profeta Muhammad en los difíciles años del establecimiento del Islam. En el espíritu de colaboración y compañerismo, inherente a un matrimonio verdaderamente islámico, los grandes hombres y mujeres no tienen dificultad en ayudarse mutuamente. El Profeta Muhammad era conocido por realizar muchas tareas domésticas, como lavar y remendar sus ropas. Está registrado que él "solía mantenerse ocupado con las labores domésticas, y salir cuando llegaba la hora de la oración"[3].
Jadiya, por su parte, mantenía el hogar, que era donde Muhammad se refugiaba de los problemas y retos que enfrentaba a diario. Ella también compartía con él su tiempo y conocimiento. Ella apoyaba a su esposo con consejos y opiniones, y generalmente le ayudaba en formas prácticas. El Profeta Muhammad dijo: "Todo en este mundo es pasajero, y lo más valioso en él es una mujer virtuosa"[4] (esposa, madre, hija).
Cuando el Profeta Muhammad recibió por primera vez la revelación por parte del ángel Gabriel, fue una experiencia aterradora. A pesar de que tenía la costumbre de pasar tiempo en soledad en una cueva, meditando y reflexionando sobre las maravillas del universo, no esperaba ser visitado por un ángel que le exigiera a él, un analfabeto, que leyera. Él corrió a casa a encontrarse con su amada esposa tan pronto como fue capaz, diciéndole: "¡Cúbreme, cúbreme!". El Profeta Muhammad (la paz y las bendiciones de Dios sean con él) le dijo lo que le había ocurrido y le manifestó su miedo. Jadiya no lo menospreció ni dudó de él, sino que respondió a su pedido de cubrirlo y lo tranquilizó con palabras amorosas.
"Dios nunca te abandonaría. Tú mantienes los lazos de parentesco, dices la verdad, das dinero a los necesitados y los pobres, honras a tus invitados y ayudas a quienes se ven acosados por las dificultades"[5].
En consecuencia, Jadiya fue la primera persona en aceptar el mensaje del Islam y se mantuvo junto a su esposo cuando la familia y amigos se volvieron en su contra y complotaron para asesinarlo. A medida que el grupo incipiente de los musulmanes crecía, Jadiya apoyó el ascenso del Islam con su riqueza y su salud. Ella proporcionó comida, agua y medicinas a la comunidad aislada y boicoteada. A pesar de que no estaba acostumbrada a las privaciones, Jadiya nunca se quejó de las condiciones de pobreza que se vio obligada a soportar, ni le dolía que todo su dinero se gastara en apoyar a su esposo en su misión.
Jadiya fue el perfecto modelo a seguir para las esposas en cualquier situación y en cualquier época. Un matrimonio a los ojos de Dios hace que dos personas sean una. Ellos se aman y se protegen uno al otro y nunca pierden de vista el panorama general. Jadiya entendió que su vida real y eterna con Muhammad estaría en el Paraíso, donde no se necesita dinero para obtener comodidad ni refugio.
Un día, el ángel Gabriel fue con el Profeta Muhammad y le dijo: "¡Oh, Mensajero de Al-lah! Jadiya viene hacia ti con recipientes que contienen bebida y comida. Cuando llegue, dale el saludo de paz de parte de Dios, el Sustentador, y de parte mía, y albríciala con una casa de perlas en el Paraíso, en la que no hay ruido ni trabajo duro"[6].
Jadiya murió poco después de que terminó el destierro, casi con seguridad debido a las duras condiciones que tuvo que soportar. Sin embargo, el amor y la misericordia entre el Mensajero de Dios y Jadiya había seguido creciendo a través de las pruebas y tribulaciones, y ni siquiera la muerte pudo romper los lazos que los unían. Aisha[7] le preguntó al Profeta Muhammad si ella había alcanzado lo mismo que Jadiya en términos del amor del Profeta. Él le contestó: "Ella creyó en mí cuando nadie más lo hizo, aceptó el Islam cuando la gente me rechazó, y me ayudó y consoló cuando no hubo nadie más que me tendiera una mano"[8]. Las palabras de Aisha revelan también la profundidad del amor que es posible entre un hombre y una mujer cuyo matrimonio está basado en buscar la complacencia de Dios.
"Nunca me sentí celosa de ninguna mujer como me sentía celosa de Jadiya. Ella había muerto tres años antes de que él se casara conmigo, y a menudo lo escuchaba alabarla; y su Señor, el Exaltado y Glorioso, le había ordenado que la albriciara con un palacio de joyas en el Paraíso; y cada vez que él sacrificaba una oveja, les enviaba (su carne) a sus conocidas"[9].
Se dice que el matrimonio es la mitad de la religión de uno[10], y eso se hace evidente cuando somos capaces de observar un matrimonio como el del Profeta Muhammad y Jadiya. Esta gran mujer estuvo al lado de un gran hombre cuando él se sentía perdido, solo y preocupado.
La clave del éxito para cualquier mujer es vivir la vida de acuerdo con la guía de Dios. Esta guía está contenida en el Corán y en las tradiciones del Profeta Muhammad. En nuestra exposición sobre las grandes mujeres que estuvieron al lado de sus hombres, hemos hablado sobre el papel de esposas y madres; ahora es el turno de las hijas. Las hijas pueden tener una gran influencia sobre sus queridos padres. Seguramente habrán escuchado la expresión "ella maneja a su papá con el dedo meñique", queriendo decir que la hija es capaz de persuadir a su padre con facilidad. Esto, sin duda, tiene un gran porcentaje de verdad, pero las hijas también pueden guiar, proteger y apoyar a sus padres.
El amor de una hija puede impulsar a un padre a cosas nuevas y más grandes, y el apoyo de una hija puede ser invaluable. La hija de la que hablaremos es Fátima, la amada hija menor del Profeta Muhammad con su esposa Jadiya. Fátima fue la menor de cuatro niñas. Ella era callada y sensible, dedicada a sus padres y cercana a sus hermanas. Sin embargo, cuando tenía diez años de edad, tuvo la oportunidad de estar frente a lo que debió parecerle hombres invencibles, a quienes habló a favor de su padre. Ella tenía cuerpo de niña y corazón de león.
Un día, cuando el Profeta estaba rezando cerca de la Kaaba, algunos hombres de las familias nobles de La Meca compraron un cubo de intestinos de camella y los arrojaron sobre su espalda mientras se hallaba prosternado. Sin duda, estos eran pesados y apestosos, sin embargo, el Profeta continuó con su oración. Fátima se paró frente a los hombres sin miedo de su comportamiento amenazante. Le quitó los intestinos a su padre y atacó verbalmente a los hombres allí presentes, que no le respondieron a la pequeña niña[2].
En otra ocasión, Fátima estaba con su padre mientras él circunvalaba la Kaaba. Se reunión una turba alrededor de él y trataron de estrangularlo con sus propias ropas. La joven Fátima gritó pidiendo ayuda, y en esa oportunidad, Abu Báker fue al rescate del Profeta y recibió una golpiza. Mientras otras niñas corrían y jugaban, Fátima era testigo de las pruebas que enfrentaba su padre. En lugar de alegría y risa, Fátima se preocupaba por su padre y defendía su misión. Padre e hija se hicieron compañeros cercanos.
El trato del Profeta hacia Fátima muestra claramente el amor y el respeto que le tenía a su hija menor. Se sabe que él dijo: "Fátima es una parte de mí, y quien la hace enojar a ella, me hace enojar a mí"[3]. La vida de Fátima siguió siendo difícil y deprimente. La persecución y el boicot contra los musulmanes no disminuyeron, y el Profeta, su familia y sus seguidores fueron obligados a abandonar sus hogares y buscar refugio en un pequeño valle. Allí se vieron obligados a someterse a meses y meses de penurias y sufrimiento, y se dice que el llanto de los niños hambrientos se escuchaba por todo el valle y en la zona urbana de La Meca.
La madre de Fátima, la gran dama Jadiya, murió poco después de que terminó el boicot, probablemente debido a los meses de privación. Fátima quedó llena de dolor y su familia temió por su salud, pero luego se recuperó y creció aún más cercana a su padre. Ella cuidó de él y lo apoyó de forma tan completa, que en una época se le conoció como Ummu Abiha (la madre de su propio padre). En una ocasión, su padre regresó a casa cubierto de barro y polvo que le había lanzado una turba. La joven Fátima lloró como si su corazón se fuera a quebrar, y su padre le dijo: "No llores, hija mía, pues Dios protegerá a tu padre"[4].
El Profeta Muhammad amaba a Fátima, sin embargo, no mostró ningún trato especial hacia ella en lo concerniente a seguir el camino de la rectitud. El Profeta Muhammad se preocupaba, como todo buen padre, del destino de su hija en el Más Allá. Un día, mientras juzgaba a un ladrón, se escuchó al Profeta decir: "La gente anterior a ti fue destruida debido a que solían aplicar los castigos legales sobre los pobres y perdonaban a los ricos. Por Aquel en Cuyas Manos está mi alma, si mi hija Fátima hiciera lo mismo (es decir, robar), yo mismo le cortaría la mano".
Fátima se casó con su primo y amigo de la infancia Ali ibnu Abu Tálib. Aunque muchos hombres pidieron la mano de Fátima, incluyendo a Abu Báker y Úmar Ibn Al Jattab, el Profeta Muhammad facilitó el matrimonio entre su hija y Ali. El vínculo entre padre e hija se mantuvo fuerte, y el Profeta Muhammad a menudo visitaba a Fátima después de regresar de un viaje o una batalla, antes de visitar a cualquiera de sus esposas. ¡Qué consuelo debía hallar el Profeta en presencia de Fátima! Quizás, ella le recordaba a su amada Jadiya, quizás él amaba estar en presencia de la niña que se enfrentó a una turba para proteger a su padre una y otra vez. Aquella niña ahora era una mujer musulmana fuerte y llena de recursos.
Los padres no solo inspiran a sus hijas, sino que a menudo se inspiran en ellas. La reputación de Fátima, de piadosa y caritativa, habría hecho orgulloso y feliz a su padre. Sin embargo, no importa lo cercanos que fueran, un padre es un padre al fin y al cabo, y cuando descubrió que Fátima y Ali no rezaban regularmente las oraciones nocturnas recomendadas, expresó claramente su desaprobación[5].
En otra ocasión, cuando Fátima pidió un sirviente, el Profeta Muhammad les enseñó a ella y a Ali las palabras de alabanza que aún son pronunciadas por millones de musulmanes en todo el mundo.
"¿Quieres que te dirija a algo mejor que lo que has pedido? Cuando vayas a la cama, di ‘Subhán Al-lah’ (glorificado sea Dios) treinta y tres veces; ‘Alhamdulil-lah’ (alabado sea Dios) treinta y tres veces; y ‘Al-lahu ákbar’ (Dios es el más grande) treinta y cuatro veces, pues eso es mejor para ti que un sirviente"[6].
Cuando el Profeta Muhammad se enfermó de gravedad, llamó a su amada hija Fátima, la besó y le susurró unas palabras al oído; Fátima lloró y su padre la atrajo hacia sí y le susurró de nuevo, ella sonrió. Cuando la esposa del Profeta Muhammad, Aisha, le preguntó sobre esa conversación, ella le contestó: "Primero me dijo que (él) iba a conocer a su Señor en muy poco tiempo, por eso lloré. Luego dijo: ‘No llores, porque serás la primera de mi familia en unirse a mí’[7]. Entonces, sonreí". En otra narración, se dice que el Profeta Muhammad le dijo a Fátima que ella sería la líder de las mujeres del Paraíso[8].
Fátima es una de las cuatro grandes mujeres del Islam. Fue esposa y madre, pero ante todo y principalmente, fue hija. Una de las características más distintivas de una hija musulmana es su trato hacia sus padres. Fátima fue amable y respetuosa, llena de compasión y amor. Aprendió modales de Jadiya, aprendió la paciencia de su padre. Dios la hizo una hija digna de imitar.