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Una de las evidencias más fuertes sobre la veracidad del Profeta Muhammad es su conocimiento del mundo del oculto: su conocimiento preciso acerca de las naciones pasadas y futuras profecías. No importa cuan inteligente sea, una persona no puede hablar con autoridad sobre el pasado basándose solo en mera inteligencia. La información se tiene que aprender. Muhammad era un ser humano, quien no vivió en medio de las naciones de las que habló, ni heredó conocimiento alguno acerca de su civilización, o la aprendió de algún maestro. Dios dice:





 “Éstas son historias que no conocías, y te las revelamos. Tú [¡Oh, Muhammad!] no estuviste presente cuando sortearon con sus cañas para ver quién de ellos se encargaría de María, ni tampoco cuando disputaban acerca de ello”. (Corán 3:44)





“Esto es parte de las historias de lo oculto que te revelamos [¡Oh, Muhammad!]. Tú no estabas presente cuando [los hermanos de José] planearon [eliminarlo] y se complotaron” (Corán 12:102)





Es interesante considerar estos versículos:





“Ciertamente le revelamos a Moisés el Libro [la Torá] después de haber destruido a las generaciones que le precedieron. En él hay luz, guía y misericordia para que los hombres reflexionen. Y tú [¡Oh, Muhammad!] no estuviste en la ladera occidental [del monte] cuando decretamos la misión de Moisés, ni fuiste testigo de ello [sino que te lo revelamos].  Tampoco estuviste entre las generaciones que hicimos surgir [después de Moisés] y vivieron largo tiempo, ni viviste en Madián para transmitirles Nuestro Mensaje, sino que te designamos Mensajero [para toda la humanidad y te revelamos sus historias para que se las transmitas a los hombres y así reflexionen]. Y debido a que no estuviste en la ladera del monte cuando llamamos [a Moisés], [te revelamos sus historias] por misericordia, para que adviertas a tu pueblo a quienes no se les presentó ningún Profeta para advertirles antes de ti, y así reflexionasen. Y para que cuando les acontezca una desgracia a causa de sus malas acciones no digan: ¡Señor nuestro! Si nos hubieses mandado un Mensajero habríamos acatado Tus órdenes y nos hubiésemos contado entre los creyentes”. (Corán 28:43-47)





Estos eventos en la historia de Moisés fueron relatados por Muhammad. Existen dos posibilidades, o bien fue testigo de ellos y estuvo presente allí, o los aprendió de aquellos que los conocían. En ambos casos, no sería necesario que fuera Profeta de Dios. La única otra posibilidad, una conclusión ineludible, es que Muhammad lo haya aprendido de Dios mismo.





Pocos hechos necesitan ser considerados para reconocer toda la fuerza del argumento. Muhammad no lo aprendió de ningún erudito religioso, ya que no existían eruditos judíos o cristianos en la Meca por aquellos días, y tampoco conocía otro idioma aparte del árabe. Además de eso, él no sabía leer ni escribir. Ningún mecano, judío o cristiano alguna vez reclamó ser maestro de Muhammad. Si Muhammad hubiese aprendido de alguna fuente, sus propios compañeros, quienes creían en él, lo hubiesen expuesto.





“Di: [Acaso no reflexionáis que] Si Dios no hubiera querido no os lo habría dado a conocer [el Corán], y yo no os lo habría recitado. Vosotros bien conocéis mi lealtad y confiabilidad, puesto que viví muchos años entre vosotros antes de la revelación”. (Corán 10:16)





A pesar de su fuerte oposición, los incrédulos no podían atribuir su conocimiento del pasado y presente a ninguna fuente. La falla de sus contemporáneos es suficiente prueba contra el escepticismo de los futuros.





La corrección de los errores judíos y cristianos





Se mencionarán dos ejemplos del Corán corrigiendo lo que había cambiado en la creencia de los judíos y los cristianos:





(1)     Los judíos reclamaban que Abraham era judío, el padre de la nación judía, mientras que los cristianos también lo consideran padre de su nación, así como también la Iglesia Católica romana llama a Abraham “el padre de nuestra fe” en la plegaria eucarística llamada Canon romano durante la Misa. Dios responde a estas alegaciones en el Corán:





“¡Oh, Gente del Libro! ¿Por qué discutís sobre Abraham, siendo que la Torá y el Evangelio fueron revelados después de él? ¿Es que no razonáis?” (Corán 3:65)





(2)  El Corán niega contundentemente la crucifixión de Jesús, un evento de inmensas proporciones para las dos religiones:





“[Y no te sorprendas ¡Oh, Muhammad! que te pidan que hagas descender un Libro del cielo, cuando ellos] quebrantaron el pacto, no creyeron en los signos de Dios, mataron a los Profetas injustamente, y dicen: No podemos comprender tus palabras. No es así, si no que Dios endureció sus corazones por su incredulidad y no aceptaron sino a algunos de los Profetas anteriores. Tampoco creyeron [en el Mesías] y manifestaron contra María una calumnia gravísima [acusándola de inmoral]. Y dijeron: Hemos matado al Mesías, Jesús hijo de María, el Mensajero de Dios. Pero no le mataron ni le crucificaron, sino que se les hizo confundir con otro a quien mataron en su lugar. Quienes discrepan sobre él tienen dudas al respecto. No tienen conocimiento certero sino que siguen suposiciones, y ciertamente no lo mataron.” (Corán 4:155-157)





De esta negación coránica surgen algunos cuestionamientos fundamentales.





Primero, si la doctrina islámica fuese tomada del judaísmo y el cristianismo, ¿Por qué se niega la crucifixión? Después de todo, ¡las dos religiones están de acuerdo en que se llevó a cabo! Para los judíos, Jesús era un impostor que fue crucificado, pero para los cristianos, era el Hijo de Dios. El Profeta Muhammad podría haber estado de acuerdo con la crucifixión de Jesús, esto le daría más crédito a su mensaje ante los cristianos. Si el Islam fuese una religión falsa, una imitación del judaísmo y del cristianismo, o si Muhammad hubiese mentido en su afirmación, el Islam no sería intransigente en este asunto al declarar que las dos religiones están equivocadas en este asunto, ya que no hay nada por ganar con la negación.





Segundo, si el Islam hubiese tomado prestado el mito de la crucifixión de estas dos religiones, hubiese eliminado el punto de mayor controversia con ellas. Es posible que los judíos fuesen responsables de la crucifixión de Jesús, ya que las transgresiones históricas en contra de los profetas de Dios han sido documentadas en la Biblia así como también en el Corán. Pero con respecto a Jesús, el Corán expone categóricamente:





“No le mataron, ni le crucificaron.”





¿Cómo es posible, entonces, decir que Muhammad produjo el Corán a través de la información obtenida de los eruditos judíos y cristianos cuando mostró ideologías ajenas a sus doctrinas?





Tercero, la negación acerca de la crucifixión misma niega otras creencias cristianas:





(i)   La expiación de Jesús por los pecados del hombre.





(ii)  La carga del pecado original acarreado por todos los hombres.





(iii) Destruye el mito de la cruz y su veneración.





(iv) La última cena y la Eucaristía.





De este modo vemos que las historias del Profeta, que Dios le de paz, acerca de naciones del pasado no eran un mero folklore, ni tampoco fueron aprendidas de los judío o los cristianos. Sino que le fueron reveladas desde el cielo por el Dios de la Creación.





Muhammad no es el padre de ninguno de sus hombres, sino que es el Mensajero de Dios y el sello de los Profetas. Dios lo sabe todo". (Corán 33: 40)





SignsProphethood1.jpgCuando una persona acepta el Islam, reconfirma su fe o reza cualquiera de sus cinco oraciones diarias, también afirma su creencia en Muhammad como Profeta de Dios, el último Profeta. Además de esto, más de 1.500 millones de personas en todo el mundo creen que la vida del Profeta Muhammad es digna de ser emulada y de aspirar a ella. Sin embargo, mucha gente abraza el Islam sin conocer realmente al Profeta Muhammad (que la paz y las bendiciones de Dios sean con él). Quizás todo lo que saben es que nació y vivió en la Península Árabe y recibió la palabra literal de Dios en la forma del Corán. En los siguientes dos artículos veremos la noble vida del Profeta Muhammad, aprenderemos a conocerlo y amarlo un poco más. Lograremos esto al mirar las señales de la profecía en su noble vida.





En árabe la palabra "profeta" (nabí) se deriva de la palabra naba, que significa noticias. Por lo tanto, se deduce que un Profeta propaga las noticias de Dios y Su mensaje, ellos son en cierto modo embajadores de Dios en la Tierra. Su misión es transmitir el mensaje de adorar al Único Dios. Esto incluye llamar a la gente hacia Dios, explicar el mensaje, albriciar, advertir y dirigir los asuntos de la nación. Todos los profetas estuvieron ansiosos por transmitir el mensaje de Dios con sinceridad y de forma completa, y esto incluye al último Profeta, Muhammad. Durante su último sermón, el Profeta Muhammad le preguntó a la congregación tres veces si había entregado el mensaje, y pidió a Dios que fuera testigo de la respuesta, que fue un rotundo "¡sí!".





Así como la esencia de su llamado hacia Un Dios, otra señal aceptada de la veracidad de los profetas es la forma en que llevaron sus vidas. Los relatos de la vida del Profeta Muhammad que hemos heredado de nuestros predecesores virtuosos, ilustran que la profecía de Muhammad fue guiada por Dios desde el comienzo. Mucho antes, la profecía de Muhammad había sido preparada para guiar a la humanidad hacia el camino recto, y las experiencias de su vida lo prepararon bien para tan importante misión. Luego, a la edad de 40 años, la profecía le fue otorgada, Dios continuó apoyando y afirmando su misión. Todos los relatos de la vida de Muhammad están llenos de ejemplos de su carácter virtuoso: él fue misericordioso, compasivo, veraz, valiente y generoso, mientras que se esforzaba solo por la recompensa del Más Allá. La forma en que el Profeta Muhammad trató con sus compañeros, conocidos, enemigos, animales e incluso objetos inanimados, no deja duda de que él siempre estaba consciente de Dios.





El nacimiento de Muhammad estuvo acompañado de muchos eventos milagrosos, y el relato de dichos eventos extraordinarios sin duda funcionó como señal de la profecía; sin embargo, debemos ser cautos acerca de creer sin reservas en dichos eventos asombrosos. No todos los eventos son aceptados por todos los biógrafos e historiadores de la historia islámica; por lo tanto, a pesar de que indican un comienzo excepcional y una vida destinada a ser guiada por Dios, pueden estar adornados o exagerados.





Circunstancias especiales, pero no únicas, rodearon la infancia del Profeta Muhammad y ellas sin duda influyeron en su carácter. Para la época en que tenía ocho años de edad, había sufrido la muerte de sus padres y de su amado abuelo, Abdul Muttalib. Fue dejado al cuidado de su tío y gran defensor, Abu Talib. Por lo tanto, ya de niño había sufrido una gran conmoción emocional y física. Tanto los cronistas de la vida de Muhammad como el Corán reconocen su vida quebrantada.





"¿Acaso no te encontró huérfano y te dio amparo?" (Corán 93:6)





El tío de Muhammad, Abu Talib, era pobre y se esforzaba mucho para mantener a su familia; por lo tanto, durante su adolescencia Muhammad trabajó como pastor. De esta ocupación aprendió a abrazar la soledad y desarrolló características como paciencia, prudencia, atención, liderazgo y una capacidad de sentir el peligro. El pastoreo fue una ocupación que todos los profetas de Dios que conocemos tuvieron en común. "…Los compañeros preguntaron: ‘¿Fuiste pastor?’; él contestó: ‘No ha habido Profeta que no haya sido pastor’"[1].





Durante su adolescencia, Muhammad viajó algunas veces con Abu Talib, acompañando caravanas a centros de comercio. Al menos en una ocasión se dice que viajó hasta el norte de Siria. Los comerciantes de mayor edad reconocieron su carácter y lo apodaron Al Amín, es decir, aquel en quien se puede confiar. Incluso en su juventud fue reconocido como veraz y confiable. Una historia que es aceptada por la mayoría de los eruditos e historiadores del Islam es el relato de uno de los viajes del Profeta Muhammad a Siria.





La historia cuenta que el monje Bahira predijo la profecía que venía y le aconsejó a Abu Talib "proteger cuidadosamente a su sobrino". De acuerdo con el biógrafo Ibn Ishaq, cuando la caravana en la que viajaba el Profeta Muhammad se acercó al borde de la ciudad, Bahira "pudo ver una nube que parecía seguir a un joven y darle sombra. Cuando la caravana se detuvo bajo la sombra de unos árboles, las ramas de estos se doblaron e inclinaron sobre el apóstol de Dios hasta que él estuvo a su sombra". Después que Bahira fue testigo de esto, observó de cerca a Muhammad y le hizo muchas preguntas con respecto a una serie de profecías cristianas que él había leído y de las que había escuchado hablar.





El joven Muhammad se distinguía entre su pueblo por su modestia, el comportamiento virtuoso y las maneras agraciadas; por lo tanto, no fue sorpresa para sus compañeros verlo, incluso siendo joven muchos años antes de la profecía, evitar las prácticas supersticiosas y mantenerse alejado de beber alcohol, comer carne sacrificada en altares de piedra o asistir a festivales idólatras. Para cuando alcanzó la adultez, Muhammad ya era considerado el miembro más confiable y fidedigno de la comunidad mecana. Incluso aquellos que se preocupaban por pequeñas disputas tribales, reconocían la honestidad e integridad de Muhammad.





Las virtudes de Muhammad y su buen carácter moral fueron establecidos desde edad temprana, y Dios continuó apoyándolo y guiándolo. Cuando tenía 40 años de edad se le dieron a Muhammad los medios para cambiar al mundo, los medios para beneficiar a toda la humanidad.





En el siguiente artículo veremos cómo la vida de Muhammad cambió después de la profecía y concluiremos que no es razonable darle crédito a quienes afirman que Muhammad fue un falso profeta. Él no declaró su profecía para obtener comodidades, riquezas, grandeza, gloria ni poder.





A los 40 años de edad, el Profeta Muhammad era un comerciante establecido y un hombre de familia inclinado a los momentos de contemplación y reflexión. Era un ciudadano muy respetado en La Meca y la gente estaba acostumbrada a acudir a él para dirimir disputas, pedirle consejo y pedirle que cuidara sus objetos de valor. Sin embargo, todo esto estaba a punto de cambiar debido a que, en uno de sus períodos de aislamiento y contemplación, el ángel Gabriel lo visitó y los versículos del Corán comenzaron a serle revelados. Su misión había comenzado, su vida ya no le pertenecía, ahora estaba dedicada a la difusión del mensaje del Islam.





Tal vez ahora algunos de los acontecimientos de su vida comenzaban a tener sentido. Quizás pudo ver que Dios había planeado cosas para él pues, en retrospectiva, podemos ver que las señales de la profecía habían sido visibles en muchos aspectos y escenarios a través de la vida del Profeta Muhammad. Antes de su misión, la vida de Muhammad era relativamente fácil. Tenía un matrimonio bueno y feliz, hijos, ningún problema financiero y sin duda estaba rodeado de amigos y familiares que lo amaban y respetaban.





El declarar su profecía pronto lo empobreció y lo convirtió en un marginado social; su vida se vio amenazada en más de una ocasión. La grandeza, el poder, la riqueza y la gloria eran lo más alejado de su mente. De hecho, él ya había disfrutado de esas cosas, aunque fuera a pequeña escala. Él no tenía nada qué ganar al declarar una profecía y una misión que no fueran reales. El Profeta Muhammad, su familia y sus seguidores fueron ridiculizados, humillados y golpeados físicamente, su vida cambió drásticamente para peor.





Uno de los compañeros de Muhammad dijo: "El Profeta de Dios no volvió a ver el pan hecho de harina fina desde el momento en que Dios lo envió (como Profeta) hasta que murió"[1].Otro declaró que "cuando el Profeta murió, no dejó dinero ni ninguna otra cosa, excepto la mula blanca que montaba, sus armas y un pedazo de tierra que donó en caridad"[2].





Antes de morir, el Profeta Muhammad era ya el líder de un vasto estado y tenía acceso a su tesoro nacional, pero vivía de manera sencilla, ocupado solo de completar su misión y de adorar a Dios. A pesar de sus responsabilidades como Profeta, maestro, estadista, general, juez y mediador, Muhammad solía ordeñar sus propias cabras, remendar sus ropas y zapatos, así como ayudar con el trabajo doméstico[3]. La vida del Profeta Muhammad fue un ejemplo destacado de sencillez y humildad. Su vestimenta y su estilo de vida no lo diferenciaban de sus seguidores. Cuando alguien llegaba a una reunión donde estaban todos ellos, no tenía forma alguna de distinguir quién era el Profeta Muhammad.





En los años de su misión, mucho antes de que hubiera siquiera la más remota posibilidad de éxito, Muhammad recibió una oferta interesante de parte de los líderes de La Meca. Creyendo que Muhammad debía estar haciendo esas afirmaciones de profecía para su beneficio personal, un enviado fue con él y le dijo: "…Si quieres dinero, reuniremos el dinero suficiente para que te conviertas en el más rico de todos nosotros. Si lo que quieres es liderazgo, te nombraremos nuestro líder y jamás tomaremos una decisión sobre ningún asunto sin tu aprobación. Si quieres un reino, te coronaremos como nuestro rey…". Para cualquier ser humano en cualquier período de la historia, esta habría sido una oferta muy generosa y difícil de rechazar. Sin embargo, Muhammad no deseaba nada para su beneficio ni reconocimiento personal. A pesar de que tan generosa oferta tenía solo una única condición, dicha condición iba en contra de todo lo que Muhammad representaba ahora. Los líderes de La Meca esperaban que él renunciara a su llamado al Islam y dejara de adorar solo a Dios, sin asociado alguno[4]. El Profeta Muhammad rechazó de plano la oferta.





En otra ocasión, el tío de Muhammad, Abu Talib, temiendo por la vida de su sobrino, comenzó a rogarle que dejara de llamar a la gente al Islam. De nuevo, la respuesta de Muhammad fue decisiva y sincera, dijo: "Juro en el nombre de Dios, ¡oh, tío!, que si ellos pusieran el Sol en mi mano derecha y la Luna en mi mano izquierda, a cambio de que yo cediera en este asunto (invitar a la gente al Islam), jamás desistiría hasta que Dios me diera el triunfo o yo pereciera defendiéndolo"[5].





Muchos medios fueron utilizados por la gente incrédula de La Meca para empañar el carácter de Muhammad y menospreciar el mensaje que estaba tratando de difundir. Fueron particularmente implacables en despreciar el mismísimo Corán. Afirmaron con vehemencia que el Corán no era revelación divina y que Muhammad mismo lo escribió. Esto lo hicieron para disuadir a la gente de seguir a Muhammad o de creer su afirmación de ser un Profeta de Dios. El Profeta Muhammad no escribió el Corán, él era analfabeta, incapaz de leer o escribir, y no estaba en capacidad de saber, ni siquiera imaginar, algunos de los hechos científicos que menciona el Corán con facilidad y frecuencia.





Además de esto, tiene sentido decir que si el Corán hubiera sido escrito por Muhammad, él se habría elogiado y mencionado a sí mismo mucho más. El Corán de hecho menciona tanto al Profeta Jesús como al Profeta Moisés muchas más veces por nombre que a Muhammad. El Corán también reprende y corrige al Profeta Muhammad. ¿Acaso un profeta impostor se arriesgaría a hacerse ver como una persona que puede cometer errores?





El Profeta Muhammad era un mercader árabe iletrado. Su vida podría no haber sido de mayor interés, excepto que desde el comienzo de su existencia Dios estuvo con él, preparándolo para la profecía y para guiar a la humanidad entera hacia una nueva era de crecimiento religioso. A medida que Muhammad crecía, la gente lo reconoció como confiable, honesto, veraz, generoso y sincero. También fue conocido por ser muy espiritual y por detestar la decadencia y la idolatría de su sociedad.





Cuando nos fijamos en la historia del Profeta Muhammad desde la distancia del tiempo, podemos ver claramente que su vida fue una de servicio a Dios, su único propósito fue entregar el mensaje. La carga del mensaje pesaba sobre sus hombros, e incluso hasta en su sermón final estuvo preocupado al respecto y le pidió a la gente que testificara que él había entregado el mensaje de Dios. Si Muhammad hubiera querido poder o fama, habría aceptado la oferta que le hicieron los líderes de La Meca. Si hubiera estado buscando riquezas, no habría llevado una vida simple, sin apenas posesiones, a diferencia de cualquier otro líder poderoso de un imperio. La sencillez de la vida del Profeta Muhammad y su inquebrantable deseo de difundir el mensaje del Islam son fuertes señales de la validez de su afirmación de profecía.



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