Dios nos dice en el Corán que Él envió al Profeta Muhammad (la paz y las bendiciones de Dios sean con él) como misericordia para la humanidad. "No te he enviado [¡oh, Muhammad!] sino como misericordia para todos los seres" (Corán 21:107). Dios no dijo que lo había enviado para los árabes ni para un género en particular ni para la gente del siglo VII, ni siquiera para su propio pueblo. De hecho, el Profeta Muhammad fue rechazado y humillado por su propia gente.
Dios también dejó claro que el Profeta Muhammad (la paz y las bendiciones de Dios sean con él) fue un Profeta como ningún otro. Uno cuyo mensaje se extendería a lo largo y ancho, y sería aplicable en todo lugar y en toda época. Él superó las dificultades, el gran dolor, las batallas épicas y la humillación continua, y nada lo disuadió de transmitir el mensaje. El Profeta Muhammad fue el primero en transmitir el mensaje de Dios de una forma apropiada para todo mundo, en todo lugar y en todo momento. El mensaje principal es simple: adoren a Dios únicamente, sin asociados, copartícipes, hijos ni hijas; y el Profeta Muhammad lo divulgó con mucha paciencia y gran tolerancia. Su paciencia no tuvo límites y jamás llegó a comportarse de manera irracional ni con furia. La violencia no es parte del mensaje y no tuvo parte en su propagación.
Más de mil quinientos millones de musulmanes en todo el planeta aman al Profeta Muhammad, lo respetan y lo siguen. Lo tienen en tal aprecio que para muchos es doloroso ver o escuchar que ridiculicen o irrespeten a su mentor. Las manifestaciones en todo el mundo cuando es irrespetado el nombre del Profeta Muhammad dan testimonio de ello. Sin embargo, el comportamiento violento e irracional no es algo que haya enseñado el Profeta Muhammad. Su rostro siempre estaba firmemente vuelto hacia Dios y el Más Allá, y su única misión era difundir el mensaje del más Misericordioso con paciencia y tolerancia.
Divulgar la palabra del Islam hizo del Profeta Muhammad un pobre y un marginado social, después de haber llevado una vida de relativa abundancia. Su estilo de vida cambió de forma dramática para peor, y su vida se vio amenazada en más de una ocasión. Además, su familia y sus seguidores fueron ridiculizados, burlados y físicamente golpeados. El mensaje, sin embargo, pesaba sobre sus hombros, e incluso en su último sermón le pidió a la gente que diera testimonio ante Dios de que él había entregado el mensaje.
Es importante que, en este momento de la historia mundial, cuando a veces parece que la población musulmana está siendo acorralada en una esquina o detrás de un muro, recordemos la paciencia del Profeta Muhammad y enfrentemos nuestros problemas con los mismos métodos que él utilizó de cara a la adversidad. El propio Profeta Muhammad demostró un autocontrol formidable y una gran paciencia cuando era insultado, menospreciado y golpeado. Como dijo su amada esposa Aisha: "Su carácter era un reflejo del Corán"[1].
En un momento muy difícil de su vida, justo después del período conocido como "el año de la tristeza", el Profeta Muhammad viajó a la ciudad de Taif, con la esperanza de encontrar gente que escuchara y apoyara su mensaje para la humanidad. En lugar de hallar el apoyo que buscaba, encontró insultos e injurias. Fue echado a pedradas de la ciudad. Con sus sandalias llenas de sangre proveniente de las heridas que le habían infligido hombres, mujeres y niños que le lanzaron piedras, el Profeta Muhammad le pidió ayuda a Dios. En respuesta, el ángel de las montañas le pidió permiso al Profeta para hacer que las montañas que rodeaban a Taif se desmoronaran sobre la ciudad, matando a todos sus habitantes. A pesar de su dolor y sufrimiento, algo por lo que tenía pleno derecho a estar enojado, la respuesta del Profeta fue: "No, pues espero que Dios traiga de la progenie de este pueblo, gente que Lo adore solo a Él y a nadie más que a Él".
Todos hemos escuchado que la paciencia es una virtud, lo que significa que ser paciente es un rasgo noble y una buena característica a adquirir y cultivar. La paciencia es una cualidad que debemos practicar y utilizar en situaciones cotidianas, y a veces en circunstancias difíciles que se ciernen en nuestras vidas. Leer incluso una pequeña pieza de la historia islámica te mostrará que el Profeta Muhammad era paciente. La paciencia no significa no hacer nada, sino que implica hacer nuestro mayor esfuerzo para aliviar la situación. Así que él hizo esfuerzos para mejorar la situación, como las dos migraciones y la compra de esclavos para detener su tortura y su humillación.
Después de diez años de vivir en Medina, diez años enseñándole a la gente cómo amar y obedecer a Dios, diez años estableciendo una nación islámica justo y equitativo, el Profeta Muhammad y sus seguidores pudieron regresar a La Meca. Su paciencia fue finalmente recompensada, pero aun así prefirió entrar en ella cabalgando al lomo de un burro, con decenas de miles de seguidores. El Profeta Muhammad podría haber lanzado su paciencia al viento y haber exigido una venganza terrible. ¡Pero no lo hizo! La Meca estaba a sus pies, sus enemigos estaban con las cabezas inclinadas en rendición, y el Profeta Muhammad habló por la misericordia de su Creador y dijo: "Les digo las mismas palabras que (el Profeta) Yusuf les dijo a sus hermanos: Este día no hay reproches contra ustedes, sigan su camino, son libres"[2].
A lo largo de su vida, y en particular, durante su profecía, el Profeta Muhammad practicó la paciencia y trató de alentar, e incluso exigir, que sus seguidores aprendieran a tener paciencia. Hay muchos casos en que el Profeta Muhammad aconsejó la paciencia. La siguiente historia, en particular, pinta un cuadro de un hombre que fue capaz de mostrar paciencia y tolerancia por encima de lo habitual, pero también muestra hasta dónde llegaba el Profeta Muhammad a fin de enseñar a sus seguidores por qué siempre deben comportarse con paciencia y en la forma más correcta.
Esta es la historia del rabino judío Zaid Ibn Sana. Rabi Zaid le había prestado algo al Profeta Muhammad. Él mismo describe la escena y el diálogo de la siguiente manera: "…El Profeta Muhammad asistió al funeral de un hombre de los ansar. Abu Báker, Ómar y Uzmán, junto con otros compañeros, estaban con él. Después de la oración fúnebre, él se sentó cerca de una pared y yo me le acerqué, lo agarré por los bordes de su capa, lo miré con dureza y le dije: ‘¡Muhammad! ¿No me vas a pagar lo que te presté? No sabía que la familia de Abdul Mutálib se retrasara en el pago de sus deudas’. Miré a Ómar, cuyos ojos estaban inyectados en ira. Me miró y me dijo: ‘¡Enemigo de Dios, ¿cómo te atreves a hablarle al Mensajero de Dios y comportarte con él de esa manera? ¡Por Aquel que lo envió con la verdad, si no fuera por temor a no entrar a los jardines celestiales, ya te habría decapitado con mi espada!’".
El Profeta Muhammad no tardó en pagarle la deuda, el rabino lo había acosado y le había hablado mal. ¿Cómo reaccionó? ¿Cómo reaccionaría la mayoría de la gente en este siglo XXI? Si conoces a alguien que aceptaría ese trato duro con paciencia, debes estar feliz de saber que esa persona está siguiendo las enseñanzas del Profeta Muhammad. En el próximo artículo vamos a descubrir cómo concluyó este incidente, y con seguridad te sorprenderás.
Esta es la continuación de nuestra historia sobre la paciencia del Profeta Muhammad de cara a la adversidad. La dejamos con el rabino Zaid de pie bajo la mirada iracunda de Ómar. El rabino se volvió y el Profeta Muhammad le dijo a Ómar: "Debiste darle un consejo sincero, en lugar de actuar como hiciste. Ve y págale su préstamo, y dale veinte saa (una medida de peso) extra, porque lo asustaste".
El Profeta Muhammad (la paz y las bendiciones de Dios sean con él) era paciente con todos: sus compañeros cercanos, sus conocidos, como el rabino, e incluso extraños. Él estaba sugiriendo que habría sido mejor para Ómar ser paciente y dar un consejo sincero, como sugerir una solución que dejara a todos satisfechos, en lugar de perder los estribos. Cuando reflexionamos sobre esta historia, podemos preguntarnos por qué el rabino estaba pidiendo que le pagaran días antes de que se venciera el plazo. Los hombres, de hecho, estaban reunidos después del funeral de uno de los residentes de Medina. Quizás el rabino vio la oportunidad de pedir lo que se le adeudaba, quizás era un hombre impaciente que quería asegurarse de que su préstamo sería pagado a tiempo, o quizás quería poner a prueba al Profeta Muhammad para asegurarse de que era un Profeta realmente. Los seres humanos tienen muchas formas distintas de tratar con los demás, pero seguir el ejemplo del Profeta Muhammad siempre es la mejor de ellas, lo que queda claro cuando continuamos con esta historia.
El rabino Zaid dice luego: "Ómar fue conmigo, me pagó la deuda, y me dio veinte saa extra de dátiles. Le pregunté el porqué, y me contestó: ‘El Mensajero de Dios me ordenó dártelos porque te asusté’".
Entonces, Zaid se dio cuenta de que Ómar no sabía quién era él, y le preguntó. Ómar le dijo que no tenía idea. Zaid miró a Ómar y le dijo: "Soy Zaid Ibn Sana, el rabino". Ómar quedó anonadado, y le preguntó a Zaid por qué se había comportado de esa manera con el Profeta. Zaid le explicó que había visto muchas señales de profecía en Muhammad, excepto dos, y quería probar esas dos últimas señales. Dichas señales eran: que la paciencia y la perseverancia tuvieran prioridad sobre la ira, y que el maltrato fuera devuelto con amabilidad. Eso fue exactamente lo que el rabino Zaid había observado.
El Profeta no solo fue paciente al transmitir su mensaje, fue su paciencia la que convenció a la gente de que su religión era verdadera. En este caso, el rabino Zaid renunció de inmediato a su religión y, frente al Profeta Muhammad, atestiguó que no existe nadie merecedor de adoración sino solo Dios, y que el Profeta Muhammad es Su Mensajero[1].
El Profeta Muhammad no mostró dicha paciencia al transmitir el mensaje porque pensara que eso podía facilitar su vida, sino que lo hizo porque así se lo ordenó Dios mismo. En muchos casos, esto no facilitó su vida. El tío del Profeta, el hombre conocido como Abu Lahab, y su esposa, fueron grandes enemigos del Islam y del Profeta Muhammad. Todos los días le lanzaban piedras y suciedad a su casa, y animaban a otros a que hicieran lo mismo. Muchos no solo le tiraron piedras a su casa sino a su propia humanidad. Varias veces sufrió heridas en consecuencia. También extendían espinas por el camino por donde el Profeta Muhammad debía transitar, de modo que él no pudiera evitarlas, y muchas veces sus pies sangraban luego de que las espinas les eran extraídas. ¿Cómo reaccionó a esto? Con paciencia, tolerancia y perdón.
Para enfatizar en la importancia de comportarse de manera calmada y amable, Dios mencionó esto por todo el Corán. Dios dice: soporta con paciencia, perdónalos, toléralos, y reprime tu ira.
"Aquellos que hacen caridad, tanto en momentos de holgura como de estrechez, controlan su enojo y perdonan a las personas; Dios ama a los que hacen el bien" (Corán 3:134).
"Tengan paciencia, temor de Dios, y sepan que esto requiere entereza" (Corán 3:186).
"Muchos de entre la Gente del Libro quisieran que renegaran de su fe y volvieran a ser incrédulos por la envidia que les tienen, [incluso] después de habérseles evidenciado a ellos la verdad. Pero perdonen y disculpen hasta que Dios decida sobre ellos. Dios tiene poder sobre todas las cosas" (Corán 2:109).
El Profeta Muhammad soportó pacientemente la persecución y el abuso que sufrió al llamar a la gente a la verdad del Islam. Los idólatras, los paganos y los hipócritas, se burlaron de él, lo insultaron, no creían en él, sino que lo maltrataban. Fue llamado mentiroso y hechicero, lo trataron de adivino y de loco, pero esto no evitó que él transmitiera su mensaje. Dios le había advertido al Profeta Muhammad que muchos no le creerían, que lo ignorarían y que abusarían de él.
"Ten paciencia, que lo que Dios promete se cumple, y no permitas que te hagan flaquear los que no están convencidos [de la Resurrección]" (Corán 30:60).
Al transmitir el mensaje, el Profeta Muhammad (la paz y las bendiciones de Dios sean con él) jamás perdió los estribos ni se comportó de forma violenta. Nunca levantó su voz ni miró a los demás con desdén. Si participaba en una discusión o en un debate, lo hacía de manera tranquila e inteligente.
"Convoca al sendero de tu Señor con sabiduría y bellas palabras. Argumenta de la mejor manera" (Corán 16:125).
"Debatan con la Gente del Libro con buenas maneras, excepto con aquellos que cometen injusticias. Digan: ‘Creemos en lo que nos ha sido revelado a nosotros, así como en lo que les fue revelado a ustedes. El Dios de ustedes y nuestro Dios es uno, y a Él entregamos nuestra voluntad [como musulmanes]’" (Corán 29:46).
Cuando el Profeta Muhammad hablaba con sus compañeros acerca de transmitir el mensaje, siempre se preocupaba por el comportamiento de ellos. Cuando envió a sus compañeros a los judíos y cristianos del Yemen, les aconsejó: "Sean suaves, no sean rudos, albricien a la gente y no la alejen"[2]. Además, Dios prohibió que alguien comenzara a insultar, o que respondiera con insultos a palabras rudas sobre el mensaje.
"Pero no insulten a quienes son invocados en lugar de Dios, porque insultarán a Dios con hostilidad sin tener real conocimiento [acerca de lo que dicen]" (Corán 6:108).
El Profeta Muhammad y aquellos que transmiten el mensaje, han recibido la orden divina de no comportarse mal, sin importar cuál sea la provocación. Dios dice: no insulten, no respondan a los insultos, y soporten los ataques con paciencia; perdonen y aléjense de los ignorantes.
"Ante todo, elige perdonar, ordena el bien y apártate de quienes se comportan contigo en forma ignorante" (Corán 7:199).
"Ten paciencia ante sus injurias, y glorifica con alabanzas a tu Señor" (Corán 20:130).
La paciencia del Profeta Muhammad al transmitir el mensaje no tuvo límites. Él jamás se cansó de hablarle a la gente, tanto a musulmanes como a no musulmanes, acerca de la religión del Islam. Su sinceridad era obvia, y él jamás se involucró en debates o discusiones inútiles condenados al desastre. Trató a la gente bien, con amabilidad y compasión, pasó por alto sus faltas y mal comportamiento, y cuando todo lo demás falló, se alejó. La violencia, la ira y la rudeza jamás formaron parte de su método, ni eran parte de su carácter. Él mostró paciencia de cara a la adversidad, y amabilidad ante un trato rudo.