Noé es quizás el primer Profeta después de Adán. El mensaje que él entregó a la gente corrupta de su época ha sido puesto en tres palabras: adoración, temor a Dios, y obediencia al Profeta. Es decir, adorar únicamente a Dios, renunciar a los falsos dioses, llevar la vida en este mundo con temor devocional hacia Dios en el corazón, y considerar al Profeta de Dios como un ejemplo a ser seguido en todos los aspectos. La religión no puede estar completa si falta alguna de esas tres cosas. Entendemos con facilidad aquello de adorar a Dios y seguir al Profeta, pero… ¿qué significa "temer a Dios"? Es, en realidad, la consciencia de que Dios cuida siempre de nosotros, y esa consciencia nos hace llevar una vida limpia. Por lo tanto, una persona que es consciente de Dios, estará continuamente alerta acerca de sus obras, palabras y pensamientos, y se esforzará por alcanzar la sinceridad y la pureza en todo momento.
Noé advirtió a su pueblo antes de que llegara un castigo doloroso. Les pidió que sirvieran a Dios, Lo recordaran y Lo obedecieran. Les prometió que Dios perdonaría sus pecados y les daría respiro hasta el tiempo señalado, porque cuando llega el momento señalado por Dios, este ya no puede ser pospuesto. Él llamó a su gente día y noche, pero cuanto más los llamaba al buen camino, más ellos se alejaban. Siempre que él los exhortaba para que Dios los perdonara, se tapaban los oídos, cubrían sus cabezas, persistían en el rechazo y se hacían cada vez más arrogantes. Él les predicó en público y en privado, pidiéndoles que rogaran a su Señor por perdón, recordándoles que Él es el más Perdonador, Quien hace descender la lluvia, les da salud e hijos, y les proporciona jardines y ríos. Noé no escatimó esfuerzos para llevar a su pueblo al camino correcto, pero su gente no estaba lista para aceptarlo. Uno podría pensar que un mensaje tan verdadero y completo sería apreciado y aceptado de manera instantánea, pero los seres humanos generalmente rechazan las advertencias en contra de su actitud egoísta y descuidada hacia la vida.
Aleyas 15 a 25: Noé le recuerda a su pueblo las pruebas de la Unidad y Unicidad de Al-lah, y su actitud hacia ella.
El pueblo de Noé aceptó a Dios, pero la consciencia de la Majestad de Dios no estaba arraigada como debería. El hecho es que la aceptación de la grandeza de Dios es el verdadero estándar de la adoración a Él. Aquel cuyo corazón no está inmerso en la grandeza de Dios, no es un creyente verdadero. Dios nos cuestiona sobre si alguna vez nos hemos preguntado cómo Él creó los siete cielos, uno sobre otro, puso la Luna como una luz en ellos, y el Sol como lámpara, y cómo Él nos regresará a la tierra y luego nos sacará de nuevo, y cómo Él ha extendido la Tierra para que caminemos por sus amplios caminos.
Noé se quejó ante Dios de que la gente lo desobedecía y seguía a aquellos cuyas riquezas e hijos solo aumentaban su ruina. La gente negó las súplicas de Noé por una reforma, porque creían que, en comparación con las palabras de Noé, resultaban más dignas de consideración las declaraciones de quienes habían alcanzado un estatus más alto en este mundo. ¡Los grandes rechazaron el llamado a la verdad, así que los pequeños lo rechazaron también porque los grandes lo habían hecho!
Los oponentes de Noé idearon muchos planes en su contra. Uno de ellos fue difundir el rumor de que Noé estaba en contra de sus antepasados importantes. Ellos hicieron un gran plan para no renunciar a sus deidades, en especial a Wadd, Suw’a, Yaghuz, Ia’uq y Nasr (antiguos ídolos de su pueblo). Todos ellos habían sido hombres de gran piedad en la antigüedad, que poco a poco fueron siendo santificados y, finalmente, la gente comenzó a adorarlos. Fue fácil poner a la gente en contra de Noé, en nombre de esos grandes hombres. Al final, Noé Le rogó a Dios que trajera la destrucción sobre los malhechores.
Aleyas 26 a 28: Noé invoca a Dios en contra de los incrédulos
Noé Le rogó a Dios que no dejara a ninguno de los incrédulos sobre la Tierra, ya que ellos conducirían a sus siervos al extravío, y solo engendrarían pecadores e incrédulos. Noé también rogó el perdón para sí mismo, sus padres, y para todo aquel que entrara en su casa como creyente. La oración de Noé se extendió a todos los creyentes, pidiendo el perdón para todos ellos.
De la oración de Noé se concluye que, en su época, el mal había alcanzado su máxima expresión. Las creencias erróneas y los pensamientos equivocados se habían hecho tan comunes en la sociedad, que todo niño que nacía y era educado en esa sociedad se extraviaba. Cuando se había alcanzado dicha etapa, el pueblo de Noé estaba destinado a enfrentar nada menos que la destrucción por el gran diluvio. Fueron ahogados y enviados al Infierno por sus maldades. No encontraron a nadie que los ayudara contra Dios.