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MALIKA I: KHAYZURAN Y ZUBAYDA


Escrito por Tom Verde, imagen destacada diseñada por Leonor Solans, traducido por Cinthia N. Mascarell





Nota de la editora





Este artículo fue originalmente publicado en la revista AramcoWorld (Enero/Febrero 2016, Vol. 67, No. 1, Págs. 42-45 ). Publicado originalmente como “Malika I: Khayzuran & Zubayda”, escrito por Tom Verde. Lea en línea aquí. (© AramcoWorld). Lo traduzco y lo publico con el permiso del editor.





Desde Indonesia hasta Pakistán, Kirguistán a Nigeria, Senegal a Turquía, no es particularmente raro en nuestros tiempos que las mujeres en países de mayoría musulmana sean nombradas y elegidas para altos cargos, incluido el de jefe de estado. Tampoco lo ha sido nunca.





Desde hace más de 14 siglos desde el advenimiento del Islam, las mujeres han ocupado puestos entre muchas élites gobernantes, desde Malikas o Reinas, hasta poderosas asesoras. Algunas ascendieron a gobernar por derecho propio; otras se alzaron como regentes de maridos incapacitados o sucesores masculinos, pero demasiado jóvenes para un trono. Algunas demostraron ser administradoras perspicaces, comandantes militares valientes o ambos; otras se diferenciaban poco de los potentados masculinos igualmente imperfectos que sembraron las semillas de sus propias caídas.





Esta serie de seis partes presenta algunas de las líderes históricas más notables de las dinastías, imperios y califatos musulmanes.





EMPEZAMOS EN BAGDAD





Retrato imaginario de Al-Khayzuran bint Atta (Fuente)


La historia de Khayzuran es una historia de pobreza a riqueza, cautiverio a soberanía. Nacida en la parte suroeste de la Península Arábiga a mediados del siglo VIII, un poco más de 100 años después de la muerte del Profeta Muhammad, fue secuestrada por traficantes de esclavos cuando aún era una niña. En algún momento entre los años 758 y 765, fue vendida en La Meca a nada menos que al fundador de Bagdad, el califa abasí al-Mansur, quien la entregó a su hijo y sucesor de él, al-Mahdi.





Dio a luz a al-Mahdi una hija y dos hijos, los cuales se convirtieron en califas, uno de ellos, el renombrado Harun al-Rashid. En el momento de su muerte en el año 789, sus ingresos anuales habían alcanzado los 160 millones de dirhams, que era aproximadamente la mitad de todos los ingresos estatales, según el historiador del siglo X al-Masudi. Su riqueza personal la convirtió “sin duda, junto a [su hijo, el califa Harun al-Rashid], en la persona más rica del mundo musulmán de su época”, observa la historiadora Nabia Abbott, cuya obra Two Queens of Baghdad: Mother and Wife of Harun al-Rashid (Dos reinas de Bagdad: madre y esposa de Harun al-Rashid) es un trabajo fundamental en los estudios de la mujer de Oriente Medio.





El camino de Khayzuran hacia el poder político, como el de muchas mujeres en la larga era anterior a los estados-nación de hoy, fue a través del haram real, o cuartos de mujeres. Una de las favoritas de al-Mahdi, disfrutaba de un nivel de confianza que rivalizaba, y puede haber superado, al de Rita, la primera esposa y prima de al-Mahdi cuyos orígenes no podrían haber diferido más de los de Khayzuran: Rita era una miembro de la realeza, la hija de Abu Abbas Abdullah, fundador del imperio abasí.





Retrato de un artista de Bagdad, Vian Sora (Fuente)


Una breve declaración en la monumental obra History of the Prophets and Kings (Historia de los Profetas y Reyes) del siglo IX de al-Tabari muestra el respeto de al-Mahdi por su primera dama del haram: “En este año [775] al-Mahdi manumitió a su esclava… al-Khayzuran y se casó con ella. “En una época en la que se esperaba que los califas se casaran con miembros de la aristocracia, elevar a Khayzuran a reina fue una ruptura audaz con las convenciones”, observó el historiador moderno Hugh Kennedy.





Y como era de esperar, las crónicas árabes medievales indican que esto llevó a la intriga de la corte: las damas de alta cuna de la corte abasí se burlaron de la presencia de Khayzuran, pero se dice que ella desvió su presuntuosidad con una gracia cordial. Aunque la historia no proporciona evidencia de tensión directa entre Rita y Khayzuran, el hecho de que los hijos de esta última, Musa al-Hadi y Harun al-Rashid, fueran nombrados herederos del califato, mientras que los hijos de la primera nunca fueran considerados, indica el “reconocimiento tácito de Rita de la inutilidad de desafiar a Khayzuran”, especula Abbot.





Descrita como “esbelta y elegante como una caña”, según Abbott (khayzuran en árabe significa “caña”), apenas se basó solo en la belleza para el éxito. Era inteligente, citaba poesía libremente y estudiaba el Corán, los hadices (dichos del profeta Muhammad) y la ley a los pies de destacados eruditos.





También se dice que disfrutaba de las bromas pesadas y compartía el sentido del humor de al-Mahdi, como burlarse en privado de los destellos de temperamento del califa al-Mansur. Sin embargo, cuando se trataba de gobernar, ella era todo una experta: “En la inauguración del califato [de su primer hijo al-Hadi], al-Khayzuran solía ejercer su autoridad sobre él en todos sus asuntos sin consultarlo en absoluto… control exclusivo sobre los asuntos de ordenación y prohibición, tal como lo había hecho anteriormente con su padre”, comenta al-Tabari sobre la sucesión de al-Hadi tras la muerte de al-Mahdi en 785.





El nuevo califa estaba irritado por el dominio de su madre. Tal vez fue porque al-Hadi no estuvo a la altura de las expectativas de Khayzuran, o tal vez estaba resentido por su preferencia de larga data por su hermano menor, Harun al-Rashid. La discordia no duró mucho: Al-Hadi murió al año siguiente (circulaban rumores de que Khayzuran lo había envenenado, pero no hay un relato autorizado). Harun al-Rashid se convirtió en califa de un imperio desde Marruecos hasta Persia y marcó el comienzo del cenit de la era abasí. Cuando su madre murió en 789, el califa mostró la profundidad de su dolor y devoción al ayudar a llevar su féretro, descalzo, a través del barro.





Fuente


Las historias no detallan los logros políticos de Khayzuran, pero se acuñaron monedas en su nombre, se nombraron palacios en su honor y el cementerio en el que fueron sepultados los gobernantes abasíes posteriores también llevaba su nombre, todo testificando no solo de su estatus sino también de una generosidad cívica. En particular, pasó este sentido del deber cívico a Amat al-Aziz, conocida en la historia por el poco halagador aunque sonoro nombre de Zubayda.





Zubayda era sobrina de Khayzuran y, después del matrimonio de Zubayda con Harun al-Rashid, su nuera. Fue su abuelo, al-Mansur, quien sin duda pretendía tener afecto al apodarla Zubayda (que significa “pequeña bola de mantequilla”) “debido a su gordura” cuando era niña, según el biógrafo del siglo XIII Ibn Khalikhan.





De adulta, continúa diciendo el cronista, su “caridad era amplia, su conducta virtuosa”. Agrega que en sus habitaciones, un centenar de esclavas encargadas de memorizar el Corán recitaban una décima parte al día, “de modo que su palacio resonaba con un zumbido continuo como el de las abejas”.





Nacida en el regazo del lujo extremo del Imperio abasí en su cenit, Zubayda desarrolló rápidamente gustos extravagantes. Según el Libro de obsequios y rarezas de al-Zubayr del siglo XI, una especie de “Estilo de vida de los ricos y famosos” de su época, el costo de su boda, “como nunca se había… visto en los tiempos [islámicos]”, ascendió a 50 millones de dinares. (A modo de comparación, el costo de vida anual para una familia promedio en Bagdad fue de aproximadamente 240 dinares). El evento contó con un chaleco con incrustaciones de rubíes y perlas “cuyo valor no se pudo evaluar” para la novia; los invitados recibieron regalos de dinares de oro en cuencos de plata y dinares de plata en cuencos de oro.





Monedas islámicas, Abasí, Zubayda, esposa de Rashid, Dirham de plata, Jazirat al-Raghistan (Fuente)


Un pionero de la moda de alto estilo, Zubayda fue “la primera en introducir la moda de zapatos bordados con piedras preciosas y de velas hechas de ámbar gris, modas que se extendieron al público”, según al-Masudi. En ocasiones estatales, se dijo, ella “apenas podía caminar bajo el peso de sus joyas y vestidos”, y tenía que ser sostenida por sirvientes.





Sin embargo, gastó no menos generosamente en obras públicas, para su perdurable renombre. Hizo al menos cinco peregrinaciones a La Meca, y fue en la quinta, en 805, cuando se angustió al ver que la sequía había devastado a la población y reducido el pozo sagrado del Zamzam a un mero goteo. Ordenó que se profundizara el pozo y gastó casi 2 millones de dinares en mejorar el suministro de agua de La Meca y la provincia circundante.





Esto incluyó la construcción de un acueducto desde el manantial de Hunayn, 95 kilómetros al este, así como el famoso “manantial de Zubayda” en la llanura de Arafat, uno de los lugares rituales del Hayy. Cuando sus ingenieros le advirtieron sobre el gasto, sin importar las dificultades técnicas, ella respondió que estaba decidida a realizar el trabajo “si cada golpe de un pico costara un dinar”, según Ibn Khalikhan.





Otra representación imaginaria de Zubayda (Fuente)


Más allá de la Meca, financió uno de los mayores proyectos de obras públicas de la época: la construcción de un darb (carretera) de 1.500 kilómetros desde Kufa, al sur de Bagdad, hasta la Meca, con estaciones de agua a intervalos regulares y fogatas en la cima de una colina para guiar a los viajeros por la noche. Su historiador contemporáneo al-Azraqi declara que “la gente de La Meca y los peregrinos le deben su vida a [Zubayda] junto a Dios”, y los gritos de los peregrinos de “Dios bendiga a Zubayda” se hicieron eco durante generaciones a lo largo de la ruta que todavía se llama Darb Zubayda. (Cayó en desuso cuando los peregrinos optaron por viajar en tren, automóvil y avión en lugar de caravanas de camellos).





En una decisión personalmente dolorosa, en 813, Zubayda antepuso los intereses del estado a los de su propia carne y sangre al respaldar en última instancia el acceso de su hijastro al-Ma’mun al califa cuando su propio hijo, el califa al-Amin, se volvió intolerablemente corrupto. Sus instintos estaban en lo cierto, y el culto al-Ma’mun demostró ser un gobernante justo y erudito que fundó la famosa biblioteca de expertos de Bagdad, bayt al-hikma (casa de la sabiduría), que se convirtió en un centro para la traducción al árabe de textos clásicos griegos, romanos y otros que no solo informaron al medio intelectual abasí, sino que más tarde se convirtieron en los cimientos del Renacimiento europeo.





Zubayda murió en el año 831, pero su reputación como mujer influyente perduró tanto en la historia como en la literatura. Su esposo, Harun al-Rashid, se convirtió en el califa protagonista de la colección europea de alf layla wa layla (Las 1001 Noches), y fue Zubayda quien se convirtió en la base de la vida real de la muy ficticia Scheherazade.



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