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ENCONTRÉ QUE LAS PALABRAS DE JESÚS EN EL CORÁN ERAN MÁS ATRACTIVAS





Crecí en un hogar típico del medio oeste estadounidense generalmente no religioso.





Me convertí en una cristiana evangélica muy practicante cuando tenía 15 años, para disgusto de mi familia. Todo el mundo me llamaba un “golpeadora de la Biblia” porque siempre estaba aconsejando a la gente que se comportara de manera bíblica. Esto, por supuesto, me hizo menos popular en la escuela secundaria.





Cuando llegué a la universidad, había encontrado mi vocación: la misión. Quería viajar por el mundo para Jesús, mostrando a las personas su amor ayudándolas en cosas prácticas de la vida.





En el instituto bíblico, aprendí cómo se compiló y cambió la Biblia a lo largo de miles de años, y lo que la Biblia realmente enseña.





Muchas de estas enseñanzas me molestaron. La principal de ellas fue el concepto de “pecado original”, o la creencia de que debido al pecado de Adán y Eva, y la historia bíblica culpa a Eva, todas las personas nacen con una naturaleza pecaminosa, inclinadas al pecado y condenadas al fuego del infierno a menos que decidan aceptar a Jesús como Dios y adorarlo.





A pesar de mis dudas internas, en el verano de 2007, me embarqué en un viaje misionero a la India y la experiencia me cambió para siempre. Conocí a personas de todos los ámbitos de la vida y me vi obligada a enfrentar mis dudas y preguntas por primera vez en mi vida.





Para cuando dejé la India, había perdido toda mi fe, me casé con un extraño por internet y abandoné la universidad bíblica. Tenía dos palabras para Dios: “Nos vemos”.





Durante dos años, ignoré a Dios y busqué la realización en otra parte. Y luego, en enero de 2009, me rompí la pierna izquierda en un accidente y me vi obligada a permanecer en la cama, esencialmente, durante 6 meses.





Déjame decirte: ese accidente es mi mayor alegría ahora, y cada vez que camino a algún lado y el dolor en mi pierna es insoportable, le doy gracias a Dios, porque fueron esos meses de estar obligada a reflexionar sobre el significado de la vida y mi papel en ella que finalmente me llevó al Islam.





Más tarde ese año, aprendí a caminar de nuevo y me mudé a Chicago. Encontré el trabajo de mis sueños y un gran apartamento.





Pero en un día extraño, perdí mi trabajo y mi apartamento. No tenía adónde ir. Estaba sin hogar con mi hijo pequeño, viviendo en un motel. Pero en lugar de concentrarme en encontrar trabajo, pasaba mis días y mis noches, mientras mi bebé dormía, viendo video tras video en YouTube de personas que habían elegido abrazar el Islam, muchas contra adversidades violentas.





Finalmente, después de semanas de esto, decidí llamar a la mezquita local porque quería hablar con alguien en persona que hubiera abrazado el Islam.





Recibí una llamada telefónica más tarde esa misma noche de una mujer que era puertorriqueña/italiana convertida al Islam. Quedamos en encontrarnos en su casa al día siguiente. Ella fue tan amable y tan acogedora y me pareció una estadounidense normal.





Me preguntó sobre mi experiencia laboral y cuando le dije que era una profesora de inglés como lengua extranjera con experiencia, aprovechó la oportunidad y llamó a su antiguo lugar de trabajo, una pequeña escuela islámica cerca de Chicago. Ella sabía que necesitaban un profesor de inglés en ese momento y organizó una entrevista para el día siguiente.





Mientras viva, nunca olvidaré la forma en que la directora de esa escuela me hizo sentir: como una mujer digna, respetada y respetuosa que merecía amabilidad y franqueza. Me dijo que creía que estaba calificada para el trabajo y que me estaba contratando basándose únicamente en esa evaluación. Me dijo que no tenía ningún interés en contratarme para “convertirme” y que mi trabajo no estaba condicionado en absoluto a mi aceptación del Islam.





Como era un internado, había habitaciones para que los estudiantes se quedaran, habitaciones estilo dormitorio, y mi bebé y yo podíamos venir a alojarnos en una habitación allí.





En tan solo unos días comenzó el mes más sagrado del año para los musulmanes: el Ramadán. Los estudiantes que tenían mi edad y estaban estudiando el Islam en profundidad (no mis estudiantes de secundaria) se mudaron a los dormitorios y me encontré rodeada de mujeres que entendían su lugar en su fe y sus comunidades, que eran ricas y variadas.





Leí todos los libros que encontré en la biblioteca y finalmente decidí leer los significados en inglés del Corán. Llegué a la mitad del capítulo llamado Al Ma’idah (La sura de la mesa servida, refiriéndose a la Última Cena de Jesús y sus discípulos). En ese capítulo, Dios dice acerca de Jesús:





[El Día del Juicio Final] Dios dirá: “¡Oh, Jesús hijo de María! ¿Acaso tú dijiste a la gente: “Adórenme a mí y a mi madre como divinidades junto con Dios?” Dirá [Jesús]: “¡Glorificado seas! No me corresponde decir algo a lo que no tengo derecho. Si lo hubiera dicho Tú lo sabrías. Tú conoces lo que encierra mi alma, mientras que yo ignoro lo que encierra la Tuya. Tú eres Quien conoce lo oculto. No les transmití sino lo que Tú me has ordenado: ‘Adoren solo a Dios, mi Señor y el suyo’. Fui testigo de sus acciones mientras estuve con ellos; pero después de que me elevaste, fuiste Tú Quien los vigiló. Tú eres testigo de todas las cosas. (Corán 5: 116-117)





Y ese fue el día en que supe, con seguridad, que el Islam era la verdad.





Abracé el Islam el 28 de agosto de 2009, el 7 de Ramadán en el año 1430 del calendario hegiriano. Fue entonces cuando comenzó la verdadera lucha, mi yihad interna para mantener firme mi fe frente a una cultura y personas que eran y son gobernadas por el miedo y la paranoia, y sería para siempre una extraña entre mi propia gente.





 



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