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El Profeta Jonás[1]  fue enviado a una comunidad en Irak. El reconocido erudito islámico Ibn Kazir la llama Nínive. Como en el caso de todos los Profetas de Dios, Jonás llegó a Nínive para llamar a la gente a adorar al Dios Único. Él habló de Dios libre de asociados, hijos, hijas o coiguales, e imploró a la gente que dejaran de adorar ídolos y que abandonaran su comportamiento malvado. Sin embargo, la gente se negó a escucharlo, y trató de ignorar a Jonás y sus palabras de amonestación. Encontraban al Profeta Jonás irritante.





La conducta de su pueblo exasperó a Jonás al punto que decidió dejarlos. Les dio una advertencia final de que Dios castigaría su comportamiento arrogante, pero la gente lo abucheó y declararon que no tenían miedo. El corazón de Jonás se llenó de ira hacia su pueblo. Decidió dejarlos a su miseria inevitable. Jonás reunió algunas pocas pertenencias y decidió poner tanta distancia como le fuera posible entre su pueblo y él, pues los había llegado a despreciar.





“Y [recuerda] cuando Jonás se marchó airado [con los incrédulos de su pueblo]”. (Corán 21:87)





Ibn Kazir describe la situación en Nínive inmediatamente Jonás se fue. El cielo comenzó a cambiar de color hasta volverse rojo como fuego. La gente se llenó de miedo y entendió que estaban a solo instantes de su destrucción. Toda la población de Nínive se reunió en una montaña y rogó a Dios que los perdonara. Dios aceptó su arrepentimiento y retiró la ira que pendía sobre sus cabezas. El cielo regresó a la normalidad, y la gente regresó a sus casas. Ellos rogaron que Jonás regresara y los guiara por el camino recto.





Mientras tanto, Jonás había abordado una embarcación con la esperanza de que lo llevara muy lejos de esas personas insolentes. El barco y sus muchos pasajeros navegaron por mares en calma. En cuanto la noche los rodeó, el mar cambió de manera repentina. El viento comenzó a soplar con violencia y los azotó una tormenta de gran magnitud. El barco se estremecía y parecía que se iba a partir en dos. La gente se reunió en la oscuridad y decidió lanzar por la borda su equipaje, pero esto no hizo ninguna diferencia. Los pasajeros decidieron que el peso contribuía a aumentar su problema, así que decidieron lanzar a uno de ellos por la borda.





Las olas eran tan altas como montañas, y la salvaje tormenta hacía subir y bajar el barco como si fuera tan liviano como un mondadientes. Era una tradición entre los marinos escribir los nombres de todos y señalar el de la persona que sería lanzada por la borda. El nombre señalado fue el de Jonás, pero la gente quedó consternada. Jonás era conocido como un hombre piadoso y justo, y ellos no querían lanzarlo al mar furioso. Hicieron una selección nueva, pero de nuevo el nombre elegido fue el de Jonás.





Jonás, el Profeta de Dios, sabía que esto no había sido coincidencia. Entendió que esto estaba en su destino, predeterminado por Dios, de modo que miró a sus compañeros pasajeros y se lanzó del barco. Los pasajeros gritaron de horror al ver a Jonás caer al agua y ser tragado por las enormes mandíbulas de un pez gigantesco.





Cuando Jonás volvió en sí después de estar inconsciente, pensó que había muerto y que yacía en la oscuridad de su tumba. Tanteó a su alrededor y se dio cuenta que no era una tumba sino el estómago de un pez enorme. Tuvo miedo. Sintió que su corazón latía con fuerza en su pecho y parecía que se le iba a salir por la garganta con cada bocanada de aire que tomaba. Jonás estaba sentado entre los fuertes y ácidos jugos estomacales que iban a digerir su piel, y le suplicó a Dios. En la oscuridad del pez, en la oscuridad del océano y en la oscuridad de la noche, Jonás elevó su voz e invocó a Dios en medio de su angustia.





“Invocó desde la oscuridad [de su estómago]: No hay otra divinidad más que Tú. ¡Glorificado seas! Ciertamente he sido un inicuo”. (Corán 21:87)





Jonás continuó rezando y repitiendo su súplica a Dios. Se dio cuenta que había actuado mal y pidió perdón a Dios. El Profeta Muhammad nos dice que los ángeles son enviados a aquellos que recuerdan a Dios. Esto fue lo que le ocurrió al Profeta Jonás, los ángeles escucharon su lamento en la oscuridad y reconocieron su voz. Ellos conocían al Profeta Jonás y su honorable comportamiento frente a la adversidad. Los ángeles se acercaron a Dios diciéndole: “¿Ese no es el sonido de tu siervo recto?”





Dios respondió que sí. Dios escuchó el llamado de Jonás y lo salvó de su tormento. Jonás recordó a Dios en momentos de facilidad, así que Dios lo recordó a él en sus momentos de angustia. Dios dice en el Corán que salvó a Jonás, y que así mismo salvará a los creyentes. (Corán 21:88)





Por orden de Dios, el pez gigante subió a la superficie y expulsó a Jonás hacia la orilla. El cuerpo de Jonás había sido quemado por los jugos digestivos, su piel no podía protegerlo del sol y del viento. Jonás sentía dolor y rogaba protección sin parar. Continuó repitiendo sus súplicas y Dios hizo que una enredadera/árbol creciera a su alrededor y lo protegiera de las inclemencias del tiempo, proveyéndole además comida. En cuanto Jonás fue mejorando, se dio cuenta que debía regresar a su pueblo y continuar con el trabajo que Dios le había prescrito.





“Y por cierto que Jonás también se contó entre Nuestros Mensajeros. [Quienes estaban embarcados, por temor a que se hunda] Echaron la suerte [para saber quién debía ser arrojado al mar], y él fue el perdedor. Y cuando [fue arrojado al mar] una ballena se lo tragó. Por cierto que Jonás cometió un acto reprochable, y si no fuera porque él era de los que glorifican a Allah, hubiera permanecido en su vientre hasta el Día de la Resurrección. Pero lo arrojamos a un lugar desolado, y su piel estaba tan débil, que hicimos crecer sobre él una planta de calabaza [para que con su sombra y frescor su piel se curase rápidamente]. Luego lo enviamos a [un pueblo de] más de cien mil personas; y todos creyeron, y por ello los dejamos disfrutar [de la vida mundanal] hasta que la muerte les llegó”. (Corán 37:139-148).





Cuando Jonás se recuperó, regresó a Nínive y se sorprendió del cambio en su pueblo. Ellos le informaron acerca de su temor cuando el cielo se había vuelto rojo sangre y cómo se reunieron en la montaña para rogarle a Dios Su perdón. Jonás vivió entre su gente y les enseñó a adorar al Dios Único, y a llevar sus vidas con piedad y rectitud, y más de 100.000 personas vivieron en Nínive tranquilamente, por un tiempo.





La historia del Profeta Jonás nos enseña a tener paciencia, en especial al enfrentar la adversidad. Nos enseña a recordar a Dios en los buenos y en los malos tiempos. Nos enseña a recordar a Dios en esta vida para que Él nos recuerde cuando muramos. Nos enseña a recordar a Dios cuando estamos jóvenes para que Él nos recuerde cuando seamos viejos; y si recordamos a Dios cuando estamos sanos, Él nos recordará cuando estemos enfermos, tristes o cansados. La angustia solo puede ser aliviada volviéndonos hacia Dios con sinceridad.





 



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